Sobre la probabilidad de morir atropellado en el desierto
En los desiertos, no hay muchas carreteras, y por las pocas que hay circulan escasos vehículos. En particular, la probabilidad de que un blanco sea atropellado por un vehículo a motor en un desierto africano es muy pequeña. Y, siendo pequeña, es, seguramente, algo mayor la probabilidad de que un negro norteamericano sea atropellado por un vehículo a motor africano en el desierto de Atacama (que está, paciente lector, en Chile -con permiso de Bolivia- y se considera hasta hoy el mayor del mundo).
Son elucubraciones sin mucho sentido, pues incluso ambas podrían considerarse nulas, referida a una persona concreta, si ésta -blanca o negra- tomara la firme determinación de no pisar jamás de los jamases ninguna extensión de arena el resto de su vida.
Pues bien. Las cosas pueden cambiar. Las predicciones indican que la Tierra se calentará un par de grados en unos años. Unos investigadores bastante serios han confeccionado un informe con datos para afirmar lo que millones de personas estaban constatando por su cuenta. La Tierra se calienta. Parece que existe una correlación entre la concentración de CO2, el agujero de ozono en la atmósfera y el aumento de temperatura de la corteza terreste.
Como los convencidos de que el calentamiento global no tiene ya remedio se suman a quienes creen que todo es una patraña para vender más ventiladores, estas elucubraciones científicas y aquellas constataciones personales, no preocupan demasiado a los políticos. Por ello, la tradicional bajísima probabilidad de morir atropellado en el desierto va a verse modificada en un doble sentido.
En primer lugar, poque aumentará el número de desiertos, ya que el calentamiento provocará la subida del nivel del mar (se especula que podría llegar hasta unos 7 metros, con lo que los apartamentos en las costas se convertirían en potenciales observatorios submarinos), y, al mismo tiempo, la tierra firme se convertirá en muchos lugares un secarral, por la falta de agua. En resumen, habrá más desiertos en una menor superficie libre de agua.
Además, habrá más coches. Los países en vías de desarrollo no están dispuestos a dejar de traducir el bienestar en términos de locomoción. China, India, Brasil y todos los países que ahora tienen bajas rentas per cápita aunque alto potencial de crecimiento, no cejarán de forzar su desarrollo hasta que su número de vehículos por habitante sea similar al de los países desarrollados.
Si tenemos en cuenta que 2.000 millones de personas adquirirán unos 1.000 millones de vehículos nuevos y, paralelamente, que la superficie útil para circular se dividirá por 4 en los próximos 50 años, y que, además, los desiertos estarán surcados por muchas nuevas carreteras para conducir con rapidez desde ninguna parte a otra ninguna parte, la probabilidad de morir atropellado en el desierto, aumentará muchísimo.
(Por cierto, ya están teniendo lugar otras modificaciones asombrosas. Por ejemplo, la probabilidad de encontrar un hotel-restaurante completamente construído en hielo en Dubai, que era hasta ahora igual a la unidad, debido a la suspensión de pagos de este rico emirato -razonablemente, la crisis económica ha afectado más intensamente a los que tienen mucho que a los que no tienen nada-, podrá pasar a ser cero en breve.
Este hecho no tiene que ver con el calentamiento global, sin embargo, sino con la tendencia ineluctable hacia la racionalidad que, en contra de la contagiosa estupidez humana, presenta la propia naturaleza de las cosas.)
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