Sobre Paris y Madrid, sin apasionamiento
Cada ciudad tiene sus encantos y miserias, pero es muy difícil negar a París la categoría de ser la ciudad más hermosa de Europa. Desde luego, desde el punto de vista del turista, no tiene rival. El centro de París ofrece al visitante un conjunto de monumentos, museos, actividades y lugares de encuentro que superan ampliamente los de cualquier otra ciudad europea.
Para quienes vivimos en Madrid, superado el primer momento de envidia, cabe preguntarse qué nos falta para igualarla y, también, qué medidas podrían adoptarse para mejorar la oferta de una ciudad que, por supuesto, también tiene un gran atractivo.
Sin que pretendamos realizar en este Comentario un repaso exhaustivo, sí que deseamos poner de manifiesto algunas pinceladas de lo que habría que hacer, sin olvidar, la referencia a lo que ya se está haciendo. Porque hay que reconocer que el alcalde Alberto R. Gallardón es, desde Tierno Galván, el mejor regidor de la capital de España, en cuanto a su capacidad para plasmar un concepto de ciudad moderna, preocupado por corregir, de forma decidida y conceptualmente correcta, sus mayores deficiencias.
Madrid debe corregir de forma sustancial el transporte urbano, reduciendo el número de coches privados, convirtiendo muchas más calles en peatonales. La unificación de la gestión de metro y autobuses es imprescindible. Se deben revisar todas las líneas de transporte urbano por superficie, compaginándolas con las de metro. Ha de analizarse, con los programas informáticos adecuados, todo el entramado de la red viaria, y actuar en consencuencia.
Madrid necesita aparcamientos disuasorios para vehículos particulares y, claro está, llevar al convencimiento ciudadano de que el coche es un medio inadecuado para desplazarse por el interior de la ciudad, en especial, por las calles del centro. Se han de crear múltiples zonas peatonales, en las que los ciudadanos puedan caminar tranquilamente, viviendo la ciudad y su atmósfera.
El río de Madrid, esa caricatura de río que fue hasta hace poco cloaca, no permitirá las alegrías del Sena, pero las orillas de un elemento fluvial son un magnífico relax y punto de referencia para el paseante y para el habitante, permanente o circunstancial de la ciudad. Hay que construir un verdadero paseo siguiendo buena parte del Manzanares, con árboles de sombra y lugares de reposo, con sus jardines verdeantes y bien cuidados.
París tiene mucha agua y el riego de las zonas verdes -y de las calles- es sencillo. Madrid podría tomar la referencia de París en crear esos deliciosos "jardines efímeros", verdaderos refugios de frescura, que se podrían cerrar por las noches, y que serían, durante el día, desde puntos wifi hasta refrescantes sitios donde reunirse, conversar, jugar a los bolos o, simplemente, mirar el paisaje urbano.
La restauración de Madrid es un capítulo aparte, que necesita especial atención, así como el comercio, en general. Hay zonas con gran encanto (Huertas, por ejemplo), aunque con deterioro provocado por la sensación de suciedad. Madrid es una ciudad con aspecto sucio, que proviene, por una parte, de la aglomeración excesiva de gentes en algunas pocas calles y zonas, de la proliferación de grafiteros sin ningún sentido ni estética, y de la concentración de comercios en escasos puntos. Se debe diversificar y extender la ciudad, porque Sol ya no es el centro comercial de Madrid.
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