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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Ingenieria para Abogados y Economistas

Ingenieria para Abogados y Economistas. Cómo generar empleo sin destruirlo (y 2)

Durante los años 2010 a 2014, España -y la Unión Europea, en general- vivieron un momento de máxima tensión social, debido a la falta de criterios coherentes para contener el deterioro de la producción, por haberse enfocado, erróneamente, las políticas presupuestarias y fiscales a la reducción del déficit público y a incrementar la recaudación, tanto por la vía de los impuestos indirectos como, ya en la fase de 2012 a 2014, con la subida brutal del iva.

No existieron estímulos -ni personales ni públicos- a la generación de actividad y el desempleo alcanzó cotas intolerables para la estabilidad social, pues superó el 25% de la población dispuesta a trabajar y llegó a una mayoria de los jóvenes de menos de 25 años, causando, como efecto colateral, que una parte muy importante de egresados universitarios sin experiencia laboral o escasa -ingenieros, arquitectos, médicos- se marchara a trabajar al extranjero (fundamentalmente, Alemania y el Reino Unido, como paso intermedio para ser enviados a China, India, Irak, Pakistán y Egipto).

Curiosamente, la corriente de colaboración entusiasta con Latinoamérica que se había creado en España en el último tercio del siglo XX y principios del XXI se abortó, a raiz de la inseguridad jurídica de las inversiones en la región, animadas por las expropiaciones de Argentina, Bolivia, Ecuador y últimamente, Brasil. Faltaron los acuerdos bilaterales o multilaterales que hubieran garantizado la rentabilidad de los emprendimientos para todos los agentes, la trasparencia de las actuaciones y, por supuesto, faltó el temor a inmediatas y duras represalias.

Esta situación, contada como si se tratara de un cuento, pero con agudas aristas reales, se derivó del desconocimiento de que los ingenieros, esto es, los técnicos, los creativos -y tanto más en una sociedad tecnológicamente avanzada- son la clave para que un sistema económico no se descalabre. Los economistas y abogados -salvo que tengan una idea genial fuera de su campo profesional, lo que, obviamente, no descarto- deben admitir esa servidumbre: su trabajo se alimenta de la actividad de otros, y en la pirámide de las actividades profesionales, ocupan más bien la posición de depredadores que la de rumiantes.(1)

La generación de empleo en un país descansa en el sostenimiento equilibrado de tres grupos sectoriales:

a) los llamados básicos, que se dedican a satisfacer necesidades en alimentación y cobijo (agricultura, distribución local de alimentos, construcción de viviendas por promotores de la zona), y aquellas empresas que se orientan a proporcionar placer de cercanías (instalaciones deportivas, bares, lugares para relaciones y/o satisfacción sexual, hostelería); en la pirámide de las actividades empresariales (no confundir con la citada anteriormente) son equivalentes a los microorganismos y otros animales de pequeño tamaño: son muchos, comen poco, son imprescindibles para la colonización del suelo.

b) los sectores de gran desarrollo, enfocados a cubrir necesidades de los que proporcionan las satisfacciones de las necesidades básicas, y que precisan fuertes inversiones y que generan, al agrupar negocios interlocalidades, concentrando la producción en alguna de ellas, estructuras de personal grandes, en la búsqueda, sobre todo, de la facilidad del control y, en menor grado, la eficiencia). En la pirámide de actividades, esta fauna de animales superiores se divide esquemáticamente, entre herbívoros -viven en manadas- y carnívoros -actúan en solitario-; y

c) los sectores de nueva orientación que, con apoyo en nuevas tecnologías, permiten realizar con mayor eficacia parte de las actuaciones de las empresas y grupos que se dedican a las actividades abarcadas en el apartado b) anterior y, en igual medida desestabilizadora, favorecen nuevas agrupaciones de tipo b) entre los comercios y establecimientos que se dedican/dedicaban a trabajos enmarcables en el tipo a). En la pirámide actividades, se encuentran, algunos carroñeros de los cadáveres provocados por la extinción de empresas fallidas, pero se generan nuevos organismos y animales de pequeño tamaño, especializados en aprovechar los nuevos hábitats.

Cuando se plantea una crisis de producción (generada, típicamente, porque alguno de los componentes del grupo b) ha provocado una burbuja con su crecimiento excesivo, y es incapaz de sostener su rentabilidad y la deja explotar, después de un período de huída hacia adelante, en el que ha falseado, típicamente, sus cifras de negocio para conseguir subvenciones públicas, amenazando con despidos masivos en otro caso), el sistema se tambalea, si no ha sido capaz de crear en sectores de nueva orientación tipo c), nuevas estructuras eficaces.

Es verdad que toda crisis se acaba solucionando (con masacres, revoluciones, reducciones de consumo, invasiones, guerras, etc.) y, en este sentido, tiene perfecto encaje la frase del presidente español Sr. Rajoy por la que promete que la crisis pasará, aunque no puede garantizar cuándo. Pero el verdadero asunto es reducir el alcance de la crisis y aprovechar rápidamente las oportunidades para salir de ella. Y eso, queridos economistas y licenciados en derecho, solo se consigue desde el ingenio (2)...que no siempre estará del lado de los ingenieros, pero hay una mayor probabilidad de que se encuentre cerca de algunos de ellos.

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(1) No importa que algún lector crea que estoy llamando, indirectamente, cornudos a los ingenieros. La mayoría de los egresados en las escuelas de ingeniería son, si mis datos son correctos, mujeres. Y, en cuanto a la distribución de cornamentas virtuales entre varones, doy por supuesto que el reparto será el de una distribución normal, independientemente de la profesión.  

f(x)=frac{1}{sigmasqrt{2pi}}e^{-frac{1}{2}left(frac{x-mu}{sigma}right)^2}, , quad xinmathbb{R},

(2) Me gusta mucho la palabra inglesa: ingenuity; que no es ingenuidad, como suelen traducir, a la carrera, los malos intérpretes, sino imaginación.

 

Ingenieria para Abogados y Economistas. Cómo generar empleo sin destruirlo

Este es uno de los capítulos centrales del Manual, y en donde se pueden entender mejor las diferencias de formación, planteamientos prácticos y propuestas de solución a un problema concreto que se detectan en estas tres profesiones que aparecen vinculadas en estas páginas.

La generación de empleo es uno de los objetivos centrales de toda sociedad, no ya porque la población tenga una tendencia creciente y ni siquiera porque todo individuo tiene la aspiración (y hasta, en algunas Constituciones, el derecho) de mejorar su nivel de vida. Por si no fueran suficientes estos argumentos, es preciso generar empleo de forma casi continua porque la competencia, la obsolescencia, el cambio de intereses por parte de los demandantes y la tecnología, están desplazando, más o menos drásticamente, la demanda de mano de obra y la cualificación desde unos sectores a otros.

No es posible mejorar empleo con un mayor control económico. De hecho, la experiencia demuestra que el control reduce el empleo, pues al eliminar gastos superfluos -típicamente, en personal- se disminuyen las plantillas operativas. Las administraciones públicas, que albergan, como característica intrínseca, bolsas de ineficiencia, son excelentes generadoras de empleo, como bien saben los políticos (que suelen emplear a sus correligionarios), lo que las conduce periódicamente a su insolvencia, a retrasos continuados en los pagos a sus acreedores y a periódicos ajustes drásticos de presupuesto, hasta que las arcas vuelven a tener liquidez.

Tampoco es posible generar empleo con un incremento del acervo legislativo. Cuanto más numeroso y prolijo sea el cuerpo legal, más dificultades habrá para crear empresas y mantener rentables a las existentes. A menudo se cree que promulgando muchas nuevas leyes, decretos e incluso reglamentos, se consigue una mayor eficacia en el sistema productivo; lamentablemente, la experiencia demuestra lo contrario, salvo que el ciclo económico tenga un período de bonanza relativamente largo.

La realidad es que si se incrementa el número de leyes cuando se está saliendo de una recesión, se impide o retrasa la recuperación; cuando se está en camino de aquella, el aumento del bagaje legislativo, con la lógica presión de mayor control y las sanciones que acarrean (porque, en otro caso, las leyes se convierten en un adorno jurídico), precipita la debacle económica. Hay que aprovechar los períodos de crecimiento estable para aumentar la presión, aunque estando en disposición de disminuir la tensión legal (me refiero a la administrativa, no obviamente a cambiar los códigos penal o civil, y ni siquiera en las zonas que tengan relación con lo mercantil), cuando la economía se enfríe.

En ambos supuestos, podría objetarse que, además de ser necesarios para el óptimo funcionamiento de una sociedad, el mayor control económico y la necesidad de observancia de un gran número de leyes (con todo el aparato de control y sanción que aparejan) crean empleo para economistas y licenciados en derecho.

Esto es así, pero el profundizar en esa idea-fuerza (engañosa, y corta de alcance) nos llevaría a la paradoja del hijo del cristalero, propuesta por el economista libertario Frederic Bastiat en el siglo XIX, y tan estupendamente glosada por Charles Chaplin en El chico. Rompiendo cristales no se hace más rico el cristalero, sino que toda la colectividad se acaba empobreciendo -incluído el propio cristalero-, como sucede cuando la productividad se concentra en la recuperación de lo perdido, y no en actividades generadoras de plusvalía.

Si quieren que su comunidad prospere, los cristaleros deben hacer buenos cristales, duraderos y bonitos, con diseños elegantes; y si la demanda de su colectividad no da para más, tratará de venderlos a las vecinas; y cuando todos tengan cristales duraderos y bonitos -y posiblemente haya unos cuantos cristaleros más que hayan aprendido el oficio en su establecimiento y le estén haciendo la competencia-, lo que le corresponde es, si es industrioso, empezar a hacer madreñas, sombreros, o bolsos -si hay necesidad y no se cubre- e incluso puede probar a montar un restaurante de comida casera, hasta que le llegue la edad en que pueda vivir el resto de su vida con lo ahorrado.

(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo leer una Sentencia (y 3)

Cree entender el ingeniero -al que se le está pasando el arroz o la hora de la cena- que se ha "alegado la excepción de falta de legitimación activa" y que, en atención a ella, se solicitó y obtuvo "la suspensión cautelar", por auto de otro Juzgado en la jurisdicción Contencioso Administrativa, lo que ha dado lugar una "pieza separada por supuesta litispendencia y conflicto de jurisdicciones", que concluyó con Sentencia desestimatoria, contra la que se "interpuso recurso de apelación", desestimándose por Sentencia del órgano correspondiente.
Aparecen, pues, colige el ingeniero, varias cuestiones procedentes para "el total entendimiento del actual estado de cosas", pues se debe proceder, ante todo, a dilucidar si el demandante (y seguramente ya ha perdido nuestro técnico la valoración de su auténtica posición procesal) es quien tiene o no la legitimación para demandar en juicio, siendo lamentable que "la generalidad y escasa concreción de estos preceptos nos obliga a acudir de inmediato a la normativa más específica".
Formulada en este caso una acción de cesación (fosforito) de condiciones generales de la contratación, la legitimación de la demandante vendría reconocida" por arios artículos de la LCGC (fosforito), si bien hay que referirse a la actual LCU (fosforito) y a sus normas de desarrollo (fosforito), y, en su caso, la legislación autonómica en cuanto resulte de aplicación (fosforito).
Varias páginas más adelante, después de una detallada valoración del alcance de distintos artículos de estas y otras varias Leyes de "obligada atención", que son expresamente citadas en su tenor literal, considerando "si esos requisitos son o no cumplidos por el demandante", habidas las condiciones especiales de su representación que son detalladas, se deduce, inequívocamente (subrayado en fosforito por el ingeniero) que "carece de los derechos enumerados y le falta legitimación activa".
Por fortuna -aunque seguramente ya no es consciente el ingeniero de su buena estrella, en otro fundamento se esgrime que "no obstante lo anteriormente expuesto, en el presente caso hay que resolver otra cuestión", pues la demanda fue presentada con una ligera antelación a las Sentencias dictadas, respectivamente, por los Juzgados de lo Contencioso y de la Mercantil (en este caso, en primera instancia), por lo que "aunque en el momento actual el demandante carece de legitimación, sí la tenía cuando formuló la demanda", por lo que debe resolverse si "el principio de la perpetuatio jurisdictionis afecta también a la legitimación".
Son varias las páginas que el Tribunal dedica a dilucidar el complejo tema de si la legitimación que se tenía en el momento de la presentación de la demanda, pero si ha perdido en el íter procesal, es motivo para justificar el interés legítimo, pues este depende de que sea o no "titular de la relación jurídica o de su relación con el objeto litigioso", lo que pudiera significar el ordenar el archivo de las actuaciones.
Sorprendentemente (si es que cabe la sorpresa en quien no entiende ni papa desde hace rato), se puede distinguir, ilustra la Sentencia, entre "la titularidad del derecho material" y la "legitimación extraordinaria, que supondría el acceso a una posición habilitante", concedida ex lege en supuestos tasados que, por supuesto, es imprescindible analizar si concurren, "condicionada al cumplimiento de unos requisitos específicos". Sucede aquí que, al haberse personado el Ministerio Fiscal en segunda instancia por entender "afectado el interés social, legitimado por la LEC para el ejercicio de la acción de cesación", aunque el "litisconsorte se aparte del procedimiento por cualquier causa"aún no siendo la parte demandante originaria en la litis, el proceso ha de continuar adelante para entrar a resolver el fondo del debate planteado".
Puesto que el ejemplo es, como se indicó, ficticio, no trae cuenta referirse a los términos en los que se aborda, con idéntica profundidad y extensión, el complejo tema que había planteado el ingeniero, y, ya habiendo sido eliminado de posición procesal válida, por tan serios argumentos, se considera que "las cláusulas del contrato referidas ha sido objeto de aceptación libre y voluntaria, fruto de un previo examen, análisis y estudio" y su aceptación consta en "escritura pública, que pudo ser examinada antes del otorgamiento, habiendo estado obligado el Notario o registrador a informar a las partes y a advertir sobre las circunstancias", como garantía de transparencia, descartándose, pues "cualquier tipo de imposición al solicitante", constituyendo las cláusulas "condiciones esenciales".
No ha habido, dice el escrito imaginario que analizamos, "pactos contrarios a la buena fe", ni se ha incumplido "reciprocidad obligacional" posterior que resulte abusiva, manteniéndose el "equilibrio del contenido jurídico obligacional", sin que el desequilibrio económico acarree la nulidad del pacto y sin que "haya existido aprovechamiento de un estado de necesidad", que, en todo caso, no ha sido alegado.
Por todo lo expuesto, "procede el acogimiento del recurso de apelación", indica el Tribunal Superior, y, por tanto, "absolvemos a la demandada de las pretensiones contra ella deducida en la demanda", aunque "dado que el asunto resulta controvertido y complejo, no se hace especial imposición de las costas causadas en al instancia, y en cuanto a las originadas en la alzada, no ha lugar a hacer especial imposición".
Y en lo que importa al ingeniero, que ha gastado todos los fosforitos de que disponía, lee, finalmente, que "Fallamos", despues de las citas pertinentes a las partes y sus representaciones, que "debemos revocar y revocamos la Resolución de Primera Instancia". Etc.
El ingeniero, después de leer lo anterior, asimilado lo que corresponda, llamará a su abogado, en quien confía plenamente, y le preguntará: "¿Qué podemos hacer?". Por suerte, un buen letrado siempre tendrá la respuesta adecuada. "La Sentencia es infumable. No han entendido nuestros razonamientos. Hay materia para acudir al Tribunal Supremo. No está todo perdido, pero así es el mundo del Derecho. Ya te llamo mañana con lo que se me ocurra".
¿Es lo que haría Vd.? ¿Puede razonar por qué?

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo leer una Sentencia (y 2)

(Continúa del Comentario anterior, del que forma parte inseparable)

Porque los ingenieros, cuando se encuentran con un Informe sobre un tema que no conocen y les interesa -porque les afecta personalmente-, se preparan para hacer del escrito una lectura completa, coincienzuda, comprensiva, subrayando -con lápiz fosforito, preferiblemente- aquellas frases que les parecen relevantes, como si les fueran a caer en el examen. (1)

Poco que ver con el objetivo perseguido por juristas, sean abogados, jueces, magistrados o secretarios de Consejo de Administración.

Para este respetabilísimo colectivo, creador de algunas de las páginas más jacarandosas (en el sentido de desenvueltas) de la literatura profesional mundial, el propósito de escribir es, sobre todo, llenar un número mínimo de páginas, citar algunos brocardos, ridiculizar al contrario -siempre lo hay, aunque se sea juez-, eso sí, "solo sea en uso del derecho de defensa" o "con el debito respeto al Tribunal al que tenemos el honor de dirigirnos", sin que falte incluir decenas de sentencias y citas de juristas de "reconocido prestigio", aunque vengan traídas por los pelos o por otras zonas corporales y colaciones.

Nada que ver con un Proyecto Técnico, que ha de costar de Memoria, Anexos, Especificaciones Técnicas y al que no ha de faltar un Resumen Ejecutivo para superior entendimiento apresurado.

Tomemos como ejemplo una Sentencia cualquiera de una Audiencia Provincial (no importa la demarcación, Sección ni Sala). Ya al comienzo se perfilan dificultades para quien se aproxima a una producción jurídica de este nivel con la mente cuadriculada de un técnico forjado entre ecuaciones de Maxwell, integrales curvilíneas, teoremas de Kolmogoroff-Smirnoff y hasta lugares geométricos de itinerarios imaginarios seguidos por combinaciones de ruedas dentadas.

Una mente que aún cree que el mundo está compuesto de verdades, falsedades y cuentos chinos se extrañará, desde la primera página de un mundo desconocido que se le antojará irreal. Si no hay un abogado a mano, que le quite la Sentencia de las manos, el aprendiz a lector de documentos jurídicos, anotará número de rollo y de procedimiento, y buscará, probablemente en vano, número de Sentencia, para devanarse la sesera sobre las hipotéticas razones por las que la fecha de emisión corresponda a un mes o dos anteriores a la del constante envío a los procuradores.

Metido en la harina de entenderlo todo sistemáticamente, avanzará en los "Antecedentes de hecho" (sin caer en la cuenta, si nadie se lo ha explicado, que no son más que el sucinto relato de lo que pudo o no haber sucedido, pero que constituyen los pasos previos a los que se va a circunscribir el único hecho relevante, que es la Sentencia que tiene entre manos).

Leerá, por tanto, que "se aceptan sustancialmente los de la resolución apelada", y téngase por seguro que el ávido y aplicado lector subrayará la palabra "sustancialmente" (tal vez, anotando al margen: "¿qué es lo que no se acepta, y por qué?"), y tomará nota de que se repite, en su tenor literal, el prolijo "fallo de la Sentencia de la primera instancia", en la que el Juez a quo, pomposamente, ha establecido para una prosperidad que el tribunal superior se encargará de desmontar -como se deducirá-, sacándola hasta nueva instancia, si es caso, del mundo del derecho, que "debe declarar y declara" la improcendencia o procedencia de varias ideas que se le antojarán un tanto oscuras, por mor del lenguaje empleado.

Hasta aquí, el ingeniero creerá que están expuestas las condiciones de contorno del problema, las líneas limitantes del dominio en el que está definida una función de calidades de la que se pretende hallar el máximo.

No es así, como bien saben los letrados. Los fundamentos de hecho es la selección de lo que le ha parecido pertinente al juzgador que, como ser humano que es (aunque no siempre se vea como tal), definirá una nueva realidad virtual, cuya solución, hasta que concluya su análisis personal será indeterminada.

Supongamos, para fijar temas, que se trata de una cuestión en la que el ingeniero había solicitado protección jurídica, y que, en efecto, obtuvo de esa primera instancia la "nulidad por abusivas de varias cláusulas de un contrato" y que, para su mayor satisfacción, había conseguido incluso que se condenara "a la demandada a estar y pasar por dicha resolución" y que se había ordenado, en ejecución provisional de la misma, "la expedición de los oportunos mandamientos", y la "imposición de las costas del procedimiento a la/las demandada/s".

Lamentablemente para la felicidad personal y estabilidad familiar del ingeniero, lo sucedido es que "notificada a las partes la resolución, y apelada, se admitió el recurso, emplazándose a las partes por término de 30 días", y todo un largo etc., configurando un íter procesal complejsimo en el que "se elevaron las actuaciones originales ante esta Superioridad, con los debidos escritos", sustanciándose la alzada como la Ley rituaria prevé.

¿Estamos ante una Memoria o ante una Lista de Materiales? ¿Se refiere el escrito, quizá, a las Especificaciones a cumplir? Agotado el primer rotulador, el ingeniero habrá cogido uno nuevo, y pasando páginas, se encuentra, con que "el Ministerio Fiscal presentó escrito solicitando la personación", y que, tras las "alegaciones efectuadas por las partes", constando oposición, "se le tuvo por parte interviniente, sin retroacción de las actuaciones".

Esto es, deducirá el técnico, nos encontramos ante la incorporación de variables no consideradas inicialmente, y que se deben introducir en el modelo, para realizar ligeras modificaciones. Nuevo error: en el Derecho, cada nuevo elemento incorporado supone la completa revisión de los supuestos, pudiendo dar lugar, hábilmente manejados, a la caída estropitosa del edificio previa y sólidamente construído.
Como este Manual va dirigido a abogados y economistas, será estéril, prolijo y fastidioso abundar en términos que para los primeros, al menos, de los citados, son bien conocidos, y cuya extensa redacción viene a justificar, sin duda, el tremendo esfuerzo de desentrañamiento del enredo argumental y fáctico que realizan los Tribunales de Justicia para no dilatar más de seis o siete años las resoluciones, que en este país litigioso son pasto diario para los desencuentros entre quienes tienen razón y quienes les importa un pito no tenerla, porque pueden pagarse los trámites para dilatar e incluso impedir que se la quiten.

Imaginemos, pues, que el ingeniero se ha entremetido, con disminuída atención, y con el tercer rotulador en ristre, por los "Fundamentos de Derecho", en la que se citarán, en primer lugar, tal como fueron presentados por el apelante, varios artículos del Código Civil, de la Legislación mercantil, de la Ley de Enjuiciamiento, sin olvidar la referencia a la Constitución y al derecho al amparo que se previene, "con la pretensión de nulidad" o, "subsidiariamente, de la falta de adecuación parcial al ordenamiento vigente", y por supuesto, "solicitando la revocación de la Sentencia y el levantamiento de la condena en costas en la primera alzada, con condena expresa a la demandante, por su temeridad y mala fe".
(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo leer un Balance (y 2)

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo leer un Balance (y 2)

Habrá más ocasiones en este Manual para AEs para señalar las diferencias entre los Balances técnicos y los económicos. Acogiéndome a la capacidad de todo autor de una obra literaria para conducir su razonamiento entre piruetas mentales sin que exista posibilidad de oposición, incorporo ahora, para su análisis conjunto, los Balances presentados por una compañía de éxito en su momento, Lehman Brothers, en los años 2003 a 2007.

Puede objetarse que mi baraja tiene las cartas marcadas, puesto que Lehman Brothers (para los amigos, LEH) ha protagonizado la mayor debacle financiera conocida hasta el presente, cuyos destrozos aún estamos recogiendo en toda la economía mundial.

Pero no voy a utilizar estos Balances más que como soporte acerca de las diferentes lecturas que hacen de las mismas cifras los ingenieros y los economistas, según que se refieran a unidades monetarias o físicas. Más aún: los más refinados especialistas pueden ser sorprendidos recomendando encarecidamente técnicas y procedimientos que no usan en sus propias compañías.

Es la versión del dicho de que en casa del herrero, cuchillo de palo, pero mejorada. En casa del herrero, la cubertería es de plata, pero la forja está apagada, porque el herrero se fue de picos pardos.

Los ingresos netos (net income) de LEH  no han parado de crecer en el período. La situación parece óptima. Todo empresario está contento de ver que las cosas le van bien, y los ingresos son un buen síntoma. Los economistas han estudiado, con todo, que un crecimiento desproporcionado es una forma de morir de éxito, pues los costes -sobre todo, financieros, si no se puede conseguir la financiación por la vía de los proveedores o de los clientes- pueden ahogar la economía del negocio más boyante, haciéndolo pasto de los tiburones y los buitres (según el medio en que se mueva).

También han estudiado los economistas que una de las maneras más ridículas (y criminales) de montar un negocio es haciendo que los intereses comprometidos para los prestatarios de dinero sean soportados con el capital de los recién llegados. Es el timo de la pirámide que, como toda propuesta basada en el crecimiento infinito de recursos, acaba rompiéndose con estrépito, y que, sin embargo, es persistentemente utilizada por visionarios del movimiento continuo, y trasladada, con pasajero éxito, al papel, a las Bolsas y a los bolsillos de los jetas desde los de los incautos, en el flujo, este sí eterno, de la desvergüenza contagiosa.

LEH crecía en ingresos, pero no acertaba a generar cash (caja) con todo ese volumen de operaciones, caminando cada vez más hondo hacia la zona de pérdidas, anunciando victorias continuadas en su gestión, coreadas con aplausos interesados. Cualquiera que hubiera mirado las cifras olvidándose de que se trataba de un Balance económico, hubiera detectado el fallo.

Por que los resultados de las operaciones de inversión (cash from investing), esto es, las relacionadas con la valoración del flujo de materiales, eran negativos. La única partida que le estaba proporcionando beneficios era la de cash from financing (caja proveniente de la financiación). Es decir, la forma que los gestores había elegido para compensar la caída del cash flow que importaba era prestar más o más dinero a negocios ajenos. "Ya me lo devolverás", era el motto, aplicando el esquema de la pirámide (o el timo de la estampita, en versión ingeniería financiera) pero no acertaban a rentabilizar los proyectos propios.

Los ingenieros siempre nos hemos negado a llamar ingeniería financiera a estos inventos. Tenemos muchas razones. Los que hemos sido responsables, por ejemplo, de la gestión de una empresa de aguas, estamos acostumbrados a oir, incluso de los representantes políticos, cuando llueve intensamente: "Estarás contento, esto es dinero que entra en caja". Nos ha parecido siempre una broma de mal gusto, que nos llevaba hasta la saciedad a explicar a nuestros interlocutores la difícil conversión de m3 a unidades monetarias de uso corriente: entre medias hay operaciones de captación, represado, aducción, potabilización, análisis químico y biológico, distribución, reparación de infraestructuras, inversión en otras nuevas, medida de consumos, facturación cobro, etc. (ah, sí,y financiación) y todo con una limitación sustancial: no se puede forzar el consumo de un bien escaso, sino que la prioridad está en controlar que no se despilfarre.

Claro que esto lo saben bien todos los economistas. Imagínese que un responsable de una explotación minera o de una fábrica metalúrgica hiciera sus previsiones de producción desproporcionadamente crecientes, sin tener en cuenta, no ya la posibilidad de que el mercado las absorba, sino los costes de materiales, personal, maqinaria y, por supuesto, financiación. Se le tiraría al cuello el Departamento económico (cuyo jefe, posiblemente, pasaría en breve a ocupar la gerencia general).

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo leer un Balance

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo leer un Balance

El título de este Capítulo resultará sorprendente, e incluso puede alzar sonrisas de condescendencia, para los Economistas que estén leyendo -siquiera sea por curiosidad- estas notas. Seguro que, para ellos (me refiero a los que hayan tenido ocasión de mantener los conocimientos de Contabilidad y no se estén dedicando a gestionar entidades financieras), los Balances solo se pueden leer de una manera, la correcta.

Sin embargo, los ingenieros, incluso los que hayan estudiado economía, acostumbran a leer los Balances atendiendo a particulares cuestiones. También hay que tener en cuenta que están habituados a realizar otros tipos de Balances: de materiales o de recursos que no tienen expresión en el sistema monetario (a veces, porque los bienes objeto de su análisis están fuera del mercado; en otros casos, porque no les ocupa o preocupa). 

Supongamos que se le entrega a un ingeniero-tipo el Balance y Cuenta de resultados de una sociedad que le resulte desconocida y que se le plantee en qué puede mejorar su situación.

Puede que a un AES le interesen las cifras, sobre todo, de beneficio o pérdidas, acreedores a corto, amortización, disponibilidades en caja y bancos, etc.; tal vez se aventuren, en un primer vistazo, sobre los costes de materias primas y personal, pensando en su reducción. Me corrijo algo: al abogado le interesarán, fundamentalmente, las "Notas al pie" de página y, como acostumbra a hacerlo con las demandas y sentencias que forman su trabajo habitual, irá directamente a las dos últimas páginas, donde espera encontrar el Suplico, los Otrosíes y el Fallo.

Pero lo primero y casi lo único que atraerá la atención del ingeniero será el volumen de negocio de la empresa, esto es conocer sus ingresos anuales.

La magnitud de esa cifra centrará el posterior interés acerca del resto de los datos. Es seguramente lamentable, pero si esa cantidad es muy pequeña (digamos, inferior a 200.000 euros), el grado de concentración cerebral disminuirá hasta caer a límites de un completo desapego (salvo que se trate de las cifras del propio restaurante, pero ya he advertido que se trata de una empresa desconocida).

He asistido a cientos de reuniones en Consejos de Administración de entidades muy diversas, y constatado con regularidad que a los ingenieros -que, por cierto, no suelen pertenecer a ellos- no les importan las cifras de los Balances, sino que centran sus dudas y preguntas en ciertos detalles.

Es habitual que cojan su calculadora (llevan siempre una consigo, e incluso varias) y se pongan, incluso frenéticamente, absortos, a revisar las sumas; muy posiblemente, descubrirán errores -especialmente, si los autores de los Balances y Cuentas han utilizado hojas de cálculo electrónicas-, lo que les tranquilizará, definitivamente, absorbiendo a partir de entonces, buena parte de la discusión.

También se centrarán en afirmar que la exactitud con que se recogen las cifras no es homogénea. Porqué, preguntarán, sumar cifras con decimales con otras que están redondeadas a miles o a millones. No entenderán la explicación, cualquiera que sea esta.

Es muy curioso también, teniendo en cuenta que estos profesionales han pasado sus largos años de estudio metidos entre cifras, que, cuando tienen ante sí un par de páginas repletas de números ordenados, es muy raro que consigan mirarlo como un todo, distrayéndose hacia aspectos muy concretos, que los AES juzgarán irrelevantes.

Compárese, para entender esta cuestión, un Balance mercantil con el que figura como gráfico de apoyo a este Comentario. Se verá, ante todo, que los datos no están en euros, ni en dracmas o pesetas, ni siquiera en las llamadas "unidades de cuenta" o en cualquier otra unidad ficticia que tan queridas son por los economistas. Está en Hm3 que, recuerdo a los lectores debe leerse como "hectómetros cúbicos".

Los Hm3 no son unidades ficticias, aunque para algún AES puedan parecerlo. Los seres humanos necesitan para vivir (más si padecen de cálculos renales, menos si tienen prostatitis), como mínimo, 2 litros diarios, es decir, 720 litros anuales, que -habida cuenta de la equivalencia entre 1.000 litros y 1 m3-, se puede también leer como 0,72 m3. Y ya que 1 Hm3 contiene 1 millón de m3, daría para que 1 millón trescientas ochenta y ocho mil personas pudieran resistir la muerte por deshidratación, si dosificadas regularmente. (1)

Se comprenderá que resulta difícil la asimilación de los conceptos hidrológicos -básicos- del Balance de la Cuenca de marras con un Balance económico. ¿Es un Balance o una Cuenta de Resultados? ¿Por qué aparecen con distintos colores algunas cifras, dando a entender que hay valores invariables con el tiempo y otros que tienen una evolución positiva cada década?.

Son preguntas que pueden atormentar al AES, y que solo podrán resolverse adecuadamente si, sensu contrario, entiende las dificultades de un ingeniero para entender "lo suyo". Aceptemos, por decir algo, que el "agua superficial" pudiera significar "inmovilizado material", haciendo la solicitada abstracción.

Pero el "agua subterránea" no será igual a "masa monetaria correspondiente a la economía sumergida", o "cuenta B", porque no se pueden mezclar dos tipos conceptuales de masa monetaria en circulación, aunque sean físicamente idénticos.

Cabe, además, preguntarse: ¿en qué Case Study de las Escuelas de Negocios o de la Ampliación de Contabilidad se ha explicado el planteamiento correcto de una contabilidad extraoficial? ¿Se debe mantener el mismo Plan General Contable que para la los libros obligatorios, o es lícito -contablemente hablando- hacer una simplificación brutal, del tipo "J.M. 200.000", confundiendo, además, criterios de Balance con los de cuenta de resultados?

Llamo la atención sobre los restantes términos clave de la parte de "Ingresos" del Balance de Cuenca: desalación, trasvase y reutilización. Esto equivaldría a admitir que se pueden generar recursos con reflejo contable de externalidades, pero no porque penalicen la cuenta de resultados, sino porque la beneficien. Es como si la recuperación del ambiente contaminado, en lugar de costar dinero, supusiera un aumento de ingresos.

(continuará)

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(1) Esta cifra no tiene nada que ver con lo que necesita un urbanita, que es del orden de 120 l al día (baño, aseo, lavadora, cocina, lavavajilllas, etc.), por lo que habría que proporcionarle unos 40 a 50 m3 anuales; por eso, con 1 Hm3 podríamos abastecer a ventitres mil ciento cuarenta y ocho personas, más o menos, si no hubiera pérdidas de ningún tipo en el sistema.

Ingeniería para abogados y economistas: Métodos mineros de extracción

Ingeniería para abogados y economistas: Métodos mineros de extracción

Son numerosos los términos que la minería, sobre todo, la subterránea, ha prestado a la economía para el análisis y tratamiento de sus crisis.  

Enumero, a título solo de ejemplo, algunos de esos términos: saneamiento, ley, beneficio, ganga, tajo, sostenimiento, avance, derrumbe, rescate, explosión controlada, extracción, detritus, pureza, rendimiento, falla, aliviadero, ventilación, lavadero, corta, tajo, hundimiento, colapso, etc.

Creo que la razón proviene de que ambas técnicas tienen bastantes puntos en común, y el lector encontrará, además de los que enumero a continuación, muchos otros.

A saber: son imprescindibles, mientras no se encuentre otro procedimiento para mejorar la calidad de vida; tratan de extraer (bien sea consecuencias o minerales) lo que está oculto; tienen, por ello, bastante de intuitivo y experimental; tanta indeterminación se acompaña de fórmulas empíricas y alambicados razonamientos, ideados, sobre todo, por los que no han pisado nunca una mina ni invertido jamás en una empresa; la economía y la mina son emprendimientos que han dado nacimiento a grandes fortunas, pero también han provocado estrepitosos descalabros; si se quiere ganar dinero, hay que salir del agujero;...(1)

En esta parte del Manual para AES, no hablaremos de rescate, sino de algunos modelos de extracción de minerales o rocas empleados por los ingenieros profesionales del sector, que son los ingenieros de minas especializados en el laboreo.

Como no pretendo aquí dar una clase teórica sobre minería, sino solo concentrarme en algunos ejemplos que puedan ser de utilidad para quienes se dedican a la economía y al derecho, me detendré, ante todo, en presentar sucintamente cuatro de los métodos de extracción de recursos básicos en minería: la explotación a cielo abierto, el avance por galerías o por cámaras y pilares, el arranque por testeros y el desprendimiento por derrabe o soutirage.

Por el primero, se consigue la extracción de la roca o el mineral avanzando de arriba abajo, y siempre en superficie (de ahí la expresión "a cielo abierto", que no es una invocación religiosa), procediendo de forma escalonada, haciendo el hoyo cada vez más amplio, en rampas. Con ello, se mantiene constantemente visible la zona de trabajo, aunque no es anormal tener que separar las partes mineralizadas o las rocas más valiosas, para lo que es preciso realizar operaciones de selección -machaqueo, estriado, lixiviación, etc-, seleccionando lo útil del material inservible extraído conjuntamente, y que se llama ganga, o estéril, que, en estos casos, se devuelve al terreno, como relleno.

Son escasos los yacimientos y formaciones geológicas que permiten este procedimiento. Los AES, en la vida económica, deben saber que las explotaciones a cielo abierto, es decir, con total transparencia, solo son posibles cabalmente cuando el afloramiento es superficial y la masa útil es de suficiente envergadura. Son negocios que no permiten grandes beneficios, pero son muy seguros, mientras las existencias de material extraíble -las condiciones que imponen la necesidad- se mantengan.

Resulta, por ello, típico en las empresas que se dedican a los sectores básicos, como servicios de sanidad, educación, gestión de agua, electricidad o residuos, y en la distribución de bienes de primera necesidad.

La explotación ha de ser efectuada de forma sistemática, honesta, cabal, facilitando la entrada de personal y vehículos a las zonas de trabajo, así como la salida del material, acomodando in situ los acopios, realizando las operaciones de machaqueo, selección o estriado de las menas en el mismo lugar en donde la necesidad se produce, y garantizando una total transparencia en cuanto a los costes. En todo caso, y en especial, si se emplearan explosivos (lo que es habitual, pues a menudo hay que vencer resistencias), las operaciones han de ser planificadas y ejecutadas por especialistas, salvaguardando las máximas normas de seguridad y control, prohibiéndose la intervención de aficionados y que se acerquen curiosos, voluntarios o inútiles.

En los procedimientos de cámaras y pilares, la extracción del material útil se combina con el necesario abandono, dejándolas sin explotar, de zonas del yacimiento que sirven para sostenimiento de la mina. Si se explotaran éstas, la mina se derrumbaría, haciendo imposible el beneficio; se podría decir que, en ese caso -que no sería único, pero valga de ejemplo-, la avaricia rompería el saco.

Los AES deben saber que una empresa no puede pretender la obtención del máximo beneficio sin arriesgar la viabilidad de la empresa. Hay que compaginar el afán por lograr la mayor rentabilidad con el respeto a suficientes soportes para que no se vaya todo abajo, avanzando, sí, en la extracción del material útil, pero preparando continuamente los nuevos tajos. Este criterio es de aplicación, por ejemplo, en sectores como el bancario, en el que no se puede pretender extraer el máximo beneficio de los clientes, cargándoles por operaciones que no se corresponden al coste, sin ofrecer, al mismo tiempo, a la sociedad en su conjunto apoyos al crecimiento de las propuestas de nuevos emprendimientos que surjan del entramado empresarial. De otra forma, el sistema colapsaría.

En los procedimientos de arranque por testeros, que son los que se precisan para avanzar en capas verticales o subverticales (más de 45º de pendiente), se extrae, como objetivo, solo el material útil, pero hay que proveer a los frentes de avance (testeros) del adecuado sostenimiento (entibado) para que se aguanten las capas laterales, que se han perforado en lo estéril. Por tanto, mientras se profundiza en lo que es valioso, es inevitable utilizar, además, dos o más galerías sobre la misma capa, una inferior y otra superior que permitan el acceso, y profundizando cada vez a mayor hondura.

Este método de los testeros, que fue muy usado en la minería del carbón astur-leonesa, exige una alta profesionalización a todos los niveles. En economía, es aconsejable, por ejemplo, en los sectores de nuevas tecnologías y en los proyectos de investigación, en los que resultaría de una temeridad rayana en la locura creer que cualquiera vale para ello, o que se está teniendo éxito porque se han conseguido resultados puntuales de forma ocasional, cuando no se ha dispuesto de las medidas de protección y de los procesos de selección de especialistas que proporcionarían la educación universitaria, una eficiente investigación básica y, en general, no se ha conseguido la creación de redes sólidas de creatividad y desarrollo.

El avance ha de ser sostenido, continuo, profundizando siempre más en los conocimientos que se tienen, avanzando, no a ciegas, sino con calicatas y previsones de por dónde deben ir los tiros, que son, en definitiva, los disparos futuros sobre el conocimiento que supone el progreso.

En fin, los procedimientos de derrabe o soutirage (emparentados con los anteriores), utilizados en capas delgadas y de fuerte pendiente. implican que se provoca el desprendimiento de toda la masa útil, abandonando progresivamente la explotación, que queda inaccesible para el futuro, para recoger luego el material en puntos inferiores, disponiendo para ello -como también en el caso anterior- de galerías de extracción, que permiten evacuar prontamente el material.

Es el método que resulta imprescindible para aquellos sectores en los que se descubre que ya no podrán volver a ser rentables o lo serán ya por poco tiempo, superados por el avance tecnológico, y que, aunque se entienda que siguen siendo imprescindibles para la economía propia, es ya conocido que la pujanza de otros emprendimientos, con mejores calidades y menores costes, obligan a dejar el campo libre a los que vienen detrás, -al menos, mientras aguanten ese ritmo-pues no tiene sentido aferrarse a lo que no tiene futuro, aunque haya tenido muy buen pasado.

Los llamados en una cierta época económica "sectores básicos" encajan dentro de esta categoría de explotación: siderurgia, construcción naval, agricultura familiar a la que acaba faltando suficiente  masa crítica, etc. La aparición de competidores muy activos, debidos a la globalización de los mercados en los que se dispone de mano de obra más barata, gozando de mayor permisividad legal o peor o nula protección ambiental, supone el fin de amplios sectores cuya rentabilidad clásica desaparece, al carecer de los presupuestos que la mantenían en origen.

En esos casos, es necesario olvidarse de recuperar lo perdido. Es posible que, durante algún tiempo, se puedan trasladar los conocimientos adquiridos a los países en desarrollo, pero ha de tenerse presente que la situación no será duradera. Es preferible, por ello, concentrarse rápidamente en nuevas vías que resulten apropiadas, iniciando la explotación económica en otros lugares, de otros materiales, e importando los materiales cuyo valor añadido ya no se puede lograr con la producción propia, puesto que seguirán siendo necesarios, manteniendo, únicamente, como medida de prevención y salvaguarda, algunas referencias en el sistema productivo nacional.

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(1) 

Son, ya lo digo, muchas las coincidencias: la experiencia enseña que hay que confiar más en lo que opinan los viejos que los estudiosos; hay que estar siempre atentos a los posibles colapsos del sostenimiento (casi siempre fortuitos, pero relativamente frecuentes); quienes no han conseguido ponerse a salvo al notar los primeros síntomas de caída del sistema, quedarán atrapados y lo van a pasar muy mal; los de fuera elucubrarán, tanto si son o no expertos, sobre la mejor manera de salvarlos, y los allegados gritarán y llorarán, pero las soluciones son escasas, caras, duras y solo vendrán de la mano de quienes se arriesguen a meterse dentro del agujero y sacar a los accidentados, ojalá que aún vivos, para lo que es fundamental que se mantengan en actitud lúcida, participativa y serena.

(2) La fotografía (trucada solo en la pancarta) corresponde a una protesta de un centenar de personas -finales de 2011-, que solicitaban que no se concediera permiso de exploración a una empresa colombiano-canadiense en Santurbán, Colombia, al parecer, interesada en realizar investigaciones para analizar la presencia de oro en ese páramo. Su lema era: "No a la minería, sí a la vida". El gobierno colombiano negó que tal solicitud hubiera sido cursada, pero las fotografías -relativamente sugerentes- aparecieron en toda la prensa.

Aunque no consta en las crónicas, no descarto que el corderillo de la foto haya sido saboreado en una posterior pitanza (lo que no sería óbice a la reivindicación, pues hay filósofos que entienden que se puede ser nudista, antiminero y antieconómico, pero gustar de la carne, y de todas cuantas comodidades se relacionan con el buen vivir).

Ingeniería para abogados y economistas: Crisis minera, saneamiento y recuperación

Ingeniería para abogados y economistas: Crisis minera, saneamiento y recuperación

En una larga vida en activo, lo normal es que el profesional tenga que confrontarse con varias crisis, además de con las suyas propias. La literatura económica concede mucha importancia a la fórmula, trasladada de la cirugía clásica, por la que, si nos encontramos en presencia de un problema (cáncer para la economía), lo procedente es intervenir de inmediato para cortar los tejidos dañados, para evitar que el mal se propague.

El consejo -se supone que basado en la experiencia de medidas de éxito en crisis anteriores- no se amplía a la necesidad, que hubiera sido coherente con el símil médico, de realizar frecuentes chequeos para comprobar que el sistema económico se encuentra en buen estado.

Con seguridad, la razón de que no se conceda importancia a la vigilancia del sistema es que se confía en la honestidad de los agentes que concentran la máxima responsabilidad y en que los registros contables reflejarán con fidelidad la situación real.

La experiencia debería haber convencido, tanto a los interesados en mantener la situación como, sobre todo, a los que proponen cambiarla, de que estos buenos deseos son sistemáticamente incumplidos. Los gestores mienten, ocultando información cuando la coyuntura es mala, y mienten, exagerando los éxitos, cuando es buena, creando bolsas de basura contable que solo salen a la luz cuando hay un cambio de gestores y, en esos casos, lo más probable es que, al sacar a la calle la porquería, se provoque una epidemia de tifus con gran mortandad empresarial.

Incapaces de asimilar la necesidad de barrer cada poco las esquinas y sótanos contables, y de inspeccionar de forma rígida y ajena la salubridad de lo que se sirve de cobijo a una economía malsana, tradicionalmente, los sistemas económicos se preocupan obsesivamente de controlar, perseguir y sancionar a los pequeños infractores, y solo en escasos ejemplos dirigen su atención hacia los grandes depredadores de la economía.

No sirve de explicación el que, de forma intuitiva posiblemente, la sociedad entienda que si se demostrara la poca estabilidad de esos soportes, todo se vendría abajo, y no se sabría cómo reaccionar. Porque, con leyes de Murphy o sin ellas, sucederá. La Historia demuestra, inexorable, que las sociedades que descansan en la opulencia crecen hasta estallar, como la rana de la fábula que quiso imitar al buey en su volumen.

Los ingenieros que han trabajado en laboreo (curiosa denominación por la que se quiere indicar la amplia gama de operaciones relacionadas con la recuperación de minerales y rocas), pueden aportar ideas respecto a cómo comportarse en caso de crisis, que hay que dividir, desde luego, según su grado de gravedad, pero, ante todo, según la posición del agente provocador respecto al sistema.

Las crisis mineras pueden ser externas a la explotación o internas. En las externas, provocadas por agentes no vinculados a la minería, la decisión de cierre de la explotación se explica por medidas que no tienen nada que ver con la situación propia, y que se recogen, globalmente, en el término "caída del mercado".

La caída del mercado es un factor recurrente en minería. Sucede siempre. Es el caso padecido por la minería del carbón astur-leonesa (aunque también han resultado afectadas explotaciones de otras regiones), la franja pirítica bética, la schelita o el oro astur-salmantinos, el caolín galaico, el rejalgar vallisoletano, etc. En todos estos ejemplos, después de una próspera época de crecimiento sostenido, las comarcas han quedado sumidas en la miseria, porque ha dejado de ser rentable el producto mineral que las encumbró.

Podría extenderme ampliamente en la evolución detallada del proceso, pero bastará con dejar apuntado que en ningún caso las medidas de pretendida compensación de la actividad perdida han servido -denominadas actuaciones de reconversión- han servido para paliar los efectos de esas crisis.

Las explotaciones mismas, una vez presentada la crisis, en muy pocos casos se han podido recuperar, a pesar de las intensas medidas de saneamiento internas y si subsisten o han subsistido por un tiempo, es, o bien a costa de ayudas paliativas.

Con posterioridad al cierre, sin embargo, no han faltado casos en los que se han exhibido los cadáveres con cierta ostentación, contando siempre con subvenciones.

Se han podido así recuperar provisionalmente algunos castilletes y salas de lampistería, o se han realizado parques temáticos en las cuencas a las que se han llevado un par de animales semisalvajes, y, además de fiestas relacionadas con el pasado minero, se suelen organizar en las cabezas de comarca, los fines de semana, visitas guiadas para ilustrar a los visitantes curiosos sobre las épocas pasadas, desde el Pleistoceno hasta el siglo veinte, formando las edificaciones industriales semiderruidas parte sustancial del patrimonio monumental de la zona.

Es importante, pues, trasladar el mensaje, en lo que tiene de aplicación, que las crisis mineras externas no tienen solución interna y provocan, sistemáticamente, la pérdida de la actividad regional, sin que exista fórmula válida para recuperar la economía de la comarca que, en no pocos casos, deberá retornar a sus orígenes -típicamente agrarios-, para iniciar desde cero, en su caso, en un sector distinto y tras un largo período de maduración, una nueva actividad, pero tomando consciencia de que nunca volverá a ser lo que fue...salvo que "el mercado se recupere", para lo que, en el caso improbable de que suceda, y como apunta el dicho popular, "más vale que Dios nos coja confesados". 

El caso de las crisis internas es, sin embargo, muy diferente.

(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Curvas y curvaturas (2)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Curvas y curvaturas (2)

Una vez que los ingenieros obtienen su título, prácticamente las únicas curvas que utilizarán el resto de su vida, son siete: la línea recta (que no necesita introducción, aunque el AES debe ser consciente de que toda línea curva puede aproximarse, con la deseada exactitud, a una serie de segmentos rectilíneos), la circunferencia, la parábola (y, en menor medida, las restantes figuras cónicas: elipse e hipérbola), la función de densidad llamada normal (o campana de Gauss), la menos normal función de Poisson, y dos curvas claramente exóticas, la catenaria y la conchoide.

La circunferencia -también llamada círculo, erróneamente, por los no técnicos- es muy importante para referirse a la mayor parte de los objetos industriales cuando se les representa en proyección ortogonal, bien sea en la opción de base o de alzada: tienen esta forma, por ejemplo, las depuradoras -de agua potable como de residual- las bocas de riego, los bordes de los cubos de basura, casi todas las secciones transversales paralelas al terreno, como el corte de una chimenea, un horno de cemento, un horno alto, una bola de billar, un tubo de ensayo, etc-.

La parábola es obtenida al lanzar un pelota de golf, independientemente del hándicap, con tal de que se de a la bola y no solamente al campo. También se pueden ver parábolas en los chorros de las fuentes clásicas (Cibeles o Neptuno, en Madrid), en los faros de automóvil (para desgüace) y en los espejos de las estaciones astrofísicas.  

Mucho más interesantes, porque su uso correcto indica conocimientos que no están al alcance de cualquiera, son las funciones de probabilidad llamadas de Gauss y de Poisson. La primera se obtiene siempre que se repite, y de la misma manera, un número muy grande de veces un experimento apuntando a un resultado concreto.

Esta afirmación necesita, posiblemente, algún comentario adicional. Si halláramos, por ejemplo, el peso medio de todos los niños españoles de cinco años (separados por sexos), la curva que representa el número de niños que tienen un peso dado (distribuído en intervalos, de, digamos, medio kilo) adopta la forma "normal", con una joroba en el medio. 

Los economistas utilizan mucho la distribución normal -sirve, típicamente, para definir el grado de confianza de un sondeo electoral, o para conocer la distribución demográfica por edades o deducir el porcentaje de ancianos que, en un momento determinado, no podrán cobrar la pensión, por ruptura del equilibrio presupuestario de un sistema de jubilaciones-.

Lo que no suelen aplicar, sin embargo, es la distribución de Poisson, que es, incluso, más normal que la de Gauss, puesto que lo normal es que los sucesos a los que nos confrontamos los seres humanos sean raros.  (1)

Si suponemos, por ejemplo, que solo el 0,02 % de los militantes de un partido saben algo de ingeniería (que ya es un suponer), al elegir 300 alcaldes entre ellos (al azar, que es como suele hacerse), la probabilidad de que 3 de los nombrados tengan alguna idea de ingeniería es P (=3) = e exp (-6) * 6 exp 3/3!, que, efectuadas los cálculos correspondientes, da por resultado final 0,089. Es decir, de cada cien veces que se hagan elecciones, solo 9 se cumplirá esta condición.

Lo que, en una democracia con elecciones cada cuatro años, la verdad es que no resulta muy esperanzador. Aunque también puede contraponerse a esta pesimista idea la interrogante expeditiva de "¿Y para qué necesita un alcalde saber algo de ingeniería, después de todo?", para la que carezco de respuesta equilibrada.

Finalmente, la presentación de la catenaria y la conchoide se encontrará en el Apéndice de este Libro, junto con otros ejemplos -estos ya, en general, imaginarios- de descubrimientos exóticos de los ingenieros para deslumbrar a ingenuos, como el "cajón de los bugilates", "las empinadas pendientes de más de 90º", "la máquina capaz del movimiento continuo" o incluso el "movimiento de inercia ficticio para el cálculo de flechas" en un pilar. Son expresiones parecidas a las de "in vino, veritas", "mater semper certa est sed pater is est quem nuptíae demostrant" o "la gestión privada es siempre más eficiente que la pública".

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(1) Una función de distribución de Poisson depende de dos valores o parámetros,

f(k;lambda)=frac{e^{-lambda} lambda^k}{k!},,!

en donde k es el número de veces que para el que deseamos saber la probabilidad de que se presente el elemento raro que estamos analizando en un colectivo pequeño y λ representa la proporción de elementos de esa característica en el colectivo general. Por ejemplo, si hay un accidente mortal de automóvil en las carreteras españolas cada día, y estamos interesados en saber la probabilidad de que ocurran k accidentes en 10 días, la respuesta correcta no sería k.10, sino que habrá de usarse el modelo de distribución de Poisson con λ = 10×4 = 40. (e es la base de los logaritmos naturales: e = 2,718...): f(k;40) = (e (exp-40)*40 expk)/k!.de Poisson está emparentada con la distribución binomial, de la que es su valor límite en condiciones determinadas; también lo está con la función normal, a la que converge (con media nula y desviación típica la unidad), cuando el parámetro  lambda tiene a infinito.

 

Ingeniería para AES. Gestión del personal

Ingeniería para AES. Gestión del personal

(El alumno puede saltarse, en una primera lectura, este capítulo, volviendo sobre él en el repaso)

Una de las situaciones con las que un AES tendrá que enfrentarse, más tarde o más temprano, será tener que realizar el despido de empleados de una empresa o administración pública. La cuestión está, desgraciadamente de máxima actualidad, porque la sociedad líquida se encuentra inmersa en la crisálida de un cambio de paradigma.(1)

Normalmente, a diferencia de los ingenieros, los abogados y economistas, cuando sean confrontados a esta delicada situación, dispondrán, sin embargo, de la ventaja de no haber tenido ninguna relación anterior con las personas a las que deban comunicar el despido.

Esto facilita enormemente la absorción de la tensión emocional, pues con algo de experiencia -transcurridos tres o cuatro episodios- quien deba transmitir las órdenes de despido actuará ya de forma relajada, automáticamente, sin importarle las reacciones que el mensaje provoque en el receptor.

Sea como sea, cualquier profesional, independientemente de su formación, no debe olvidar que la correcta gestión del personal está reñida con su despido, por lo que, en ningún caso, debe sentirse cómplice de los ajustes de plantilla, imputando la responsabilidad a elementos ajenos, etéreos o intangibles para el trabajador despedido, como "el sistema", "la situación" o "el mercado".

No hace falta extenderse mucho sobre los efectos del despido sobre el empleado, que, además, solo serán realmente conocidos cuando el economista o licenciado en derecho los sientan en sus carnes.

En las grandes empresas, estos dos colectivos están mejor protegidos que otros respecto a esta situación. Como es sabido, cuando una entidad mercantil comienza a ir mal, primero se despide a parte de los ingenieros y personal de producción, y se impone el objetivo de controlar mejor los costes -lo que aumenta la carga de trabajo de los departamentos de administración-, y si esto falla, la ola de máxima actividad pasará a la sección jurídica (con refuerzo externo, incluso), que se encargará de atender a la suspensión de pagos, concurso de acreedores y otros litigios posibles en los órdenes social, civil, penal y tal vez hasta contencioso-administrativo.

Admitido, pues, que el despido es un alienígena respecto a las buenas prácticas de gestión, y que llegar a él supone un fracaso de la empresa y, a nivel global, si se generaliza el desempleo, de la sociedad, abordaré en estas reflexiones el punto central de este capítulo: ilustrar sobre la diferente manera de encarar la gestión de una crisis de resultados en la empresa de cierto tamaño (más de 10 empleados), cuando el gestor es un titulado superior y no un "hombre hecho a sí mismo" (las mujeres, de momento, no parece que se puedan hacer a sí mismas, lo que es de agradecer, al menos, para los que amamos la estética).

Los economistas y abogados no suelen preocuparse por entender las razones técnicas por las que una empresa es eficiente. La conciben como una caja negra, en la que se producen misteriosas relaciones entre las máquinas, el capital o los empleados, que solo resultan visibles cuando se presentan conflictos, interesándoles, respectivamente, los de naturaleza económica, o jurídica.

Por eso, cuando un economista recibe el encargo de analizar las posibilidades de reducir personal, el cálculo de opciones suele ser presentado, en esencia, así: Siendo la plantilla existente P y el coste total de personal C, el coste por persona en la actualidad es C/P, y dado que el objetivo es reducir el coste total en una proporción x, será necesario despedir a x.P personas. Para que la operación sea más efectiva, es conveniente que sean aquellos que tienen salario más alto, y que se corresponden con los que llevan más tiempo en la empresa, lo cual tendrá el efecto colateral de rejuvenecer y dinamizar la plantilla.

En un capítulo anexo, el economista seguirá su razonamiento indicando que, con la medida, si el Beneficio actual de la empresa con la plantilla P era B, con la plantilla reducida a P(1-x) se alcanzaría un beneficio más alto, e igual a B/(1-x).

El análisis de un licenciado en derecho -que realizaría por su cuenta, sin que se lo pida nadie- sería más sencillo y directo. Si con la plantilla actual, el número actual de conflictos laborales es L, este se multiplicaría por el coeficiente 1/(1-x), por lo que, en conclusión, sería necesario incorporar nuevos letrados al departamente jurídico.

Ambos cálculos no coinciden, en absoluto, con el planteamiento que haría un ingeniero. Ante todo, si el beneficio de la empresa se reduce -lo que, es cierto, no siempre será detectado por el técnico, que deberá ser advertido de ello por los departamentos contables de la empresa- la reacción primera del responsable de producción será: "Los de contabilidad han vuelto a cambiar los criterios de imputación de costes a mi departamento".

Es posible también que una segunda reacción, ya más reposada, sea del tipo: "Pues que reduzcan el porcentaje que se quedan los servicios centrales y que me gravan mis resultados de manera ficticia. En vez de un 6% les bastaría con imputarme un 2%". Y la tercera, después de un fin de semana, podría consistir en tratar de crear una nueva línea de investigación o producción, asignando a ella el personal teóricamente sobrante

En este caso, los tres argumentos, al expresarse de forma independiente, no conducen a la solución aconsejable. Lo idóneo, en opinión exclusivamente personal, sería preguntarse las razones por las que el beneficio de la empresa está disminuyendo.

Seguramente, los comerciales están vendiendo menos, o han aumentado los costes financieros o la competencia ha obligado a reducir el precio de venta. Si esto es así, nada se conseguiría reduciendo el personal, pues se aumentaría la tensión de trabajo sobre la plantilla, que, forzada a mayor rendimiento del que antes estaba dando, se desanimaría rápidamente y, en particularm los mejores no tardarían en marcharse a la competencia, agudizando el problema.

Pero si lo que ha sucedido es que la productividad ha bajado bruscamente, sin que hayan cambiado otras variables del entorno de la empresa, lo más aconsejable, a nivel de empresa sería cambiar al consejero delegado, ante la constatación de que no ha sido capaz de aportar ilusión ni forzar a la creatividad de la plantilla. plantilla.

Por lo demás, si lo que justifica la disminución de plantilla es que se ha adquirido o piensa adquirir maquinaria mucho más eficiente y que se ha demostrado sobre el papel que la amortización y financiación de la misma es más barato que mantener sin tocar a la plantilla actual, es más sencillo no darle vueltas al asunto, no mentir respecto a lo que pasa, y reconocer que el progreso técnico ajeno, cuando no a acompañado de investigación y desarrollo propios, conduce irremediablemente a la reducción de las plantillas.

En este proceso repetido cíclicamente, en una economía en la que las directrices sean señaladas por disposiciones exógenos, los más capaces estarán, cada cierto tiempo, en la tesitura de agazaparse y dedicarse a jugar al golf o a la petanca en el propio país o irse a trabajar a Alemania o a Estados Unidos, con el riesgo que ello comporta de que, cuando vuelvas, te encuentres con que todos los sitios con capaz de decisión están ocupados por los más hábiles en hacer la pelota de cuantos se quedaron.

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(1) El término "sociedad líquida", no es mío, sino de Zygmunt Bauman, pero lo comparto; el término "cambio de paradigma", tampoco es mío, pero en este caso no lo comparto y lo utilizo aquí con connotaciones sarcásticas.

Nota.- El gráfico-viñeta que pretende ilustrar este comentario está extraído de mi libro "Linkweak, el antihéroe"; los interesados pueden ver más historitas del personaje en mi otro blog: http://amarias.blogia.com, bajo la sección, Linkweak (escalón débil, en español)

 

Ingeniería para AES. Representación de figuras tridimensionales en el papel

Ingeniería para AES. Representación de figuras tridimensionales en el papel

Quizá una de las formas más simples de distinguir a un ingeniero de otras profesiones, es pedirle que dibuje un cubo o un casquete esférico en una hoja de papel. La representación correcta en un espacio de dos dimensiones de una figura tridimensional, incluso tan elemental como éstas, supone conocimientos de dibujo técnico que no forman parte de la formación de muchos.

La vinculación con el papel de los ingenieros es clásica. Pocos podrán sustraerse, si se ven en la necesidad de explicar algo, a dibujar un esquema en una hoja de papel. Puede ser una servilleta, una cuartilla, un trozo de celulosa arrancado a una agenda. La representación gráfica es un medio de expresión consustancial al ingeniero, que suele ser parco en palabras.

Por supuesto, habría que indicar de inmediato que quienes más contacto tienen con la representación, dentro del mundo de las profesiones técnicas, son los arquitectos. Pero hay una diferencia especial entre los dibujos de los arquitectos y los de los ingenieros, relativamente fácil de detectar, incluso para el profano. El arquitecto da más importancia a la línea; el ingeniero concede el mayor valor al concepto que trata de hacer entender.

La afirmación anterior puede despertar la protesta airada de un colectivo respetabilísimo, que se ha acostumbrado, con el paso del tiempo, al trabajo en perfecta cohesión con los ingenieros, que es el de los arquitectos. Si se quiere dar su mérito a los arquitectos, póngase a ambos profesionales a dibujar la proyección de una escalera; el ingeniero apenas si habrá trazado el primer peldaño, mientras que el arquitecto ya estará dibujando las barandillas.

El imperio de la línea en la arquitectura es omnipresente. Uno de los más famosos arquitectos, aún vivo en el momento en que redacto estas líneas, reputado genial diseñador del Centro Cultural de Avilés que lleva su nombre, Niemeyer, lo pergeñó sobre una servilleta de restaurante, pero (y confío en que no me lo desmienta el venerado Oscar Niemeyer) con solo el abocetado de una línea curva.

Otro magnífico arquitecto, Santiago Calatrava, ha ideado bellísimos puentes cuya sustentación es un elemento secundario, algo que resulta difícil de comprender para un ingeniero-tipo. Cito, por último, como un ejemplo más de la distinta liga técnica en la que se diría que militan ambas profesiones, que Rafael Moneo, distinguido como académico de número de la Real Academia de Ingeniería, no había asistido (según la Memoria de Actividades de 2007, que es la que tengo a la vista) a ninguna de las 93 sesiones plenarias que tuvieron lugar desde su fundación. (1)

Los ingenieros han estudiado a fondo múltiples sistemas de representación gráfica (incluidos el sistema cónico y la proyección estereográfica, de aplicación restringida) pero, sobre todo, se han imbuído de métodos de cálculo estructural.

Puede que los hayan olvidado, por falta de práctica, pero han debido superar duros exámenes en los que se les compelía a resolver estructuras, expresión del argot técnico por la que debían deducir, con cuatro datos y unos mallados, momentos y esfuerzos cortantes, flechas, pesos máximos y mínimos sobre vigas, zapatas o forjados, incorporando al papel múltiples resultados y coeficientes misteriosos para el profano que recibían los nombres de tensiones de cizalla, torsores, coeficientes de rigidez, juntas de dilatación, etc.

No pretendo ofrecer un curso rápido de cálculo estructural para abogados y economistas (y, líbreme Dios, aún menos para arquitectos), sino llamar la atención sobre algunas cuestiones relativas a la interpretación de planos, haciendo alusión a los posibles casos que puedan aparecer, eventualmente, sobre la mesa de los profesionales a los que va dirigido este Manual.

La representación más habitual con la que se encontrarán es la de la planta de un piso o chalet. Deberán fijarse, ante todo, en la escala, esto es, la relación entre las dimensiones reales y las representadas. En pocos casos, figurará en el propio plano, con una expresión del tipo 1:50, por ejemplo. Esto quiere decir que 50 decímetros (dm), metros (m) o kilómetros (km) reales se representarán en el plano, respectivamene, como 1 dm, 1 m o 1 km. A partir de ahí, será fácil calcular, en sus dimensiones reales, la superficie del piso, de una habitación o de las zonas comunes.

Una pequeña complicación aparece, sin embargo, debido a la facilidad con la que las fotocopiadoras, incluso las de uso casero, hacen reducciones de planos grandes: Ees muy posible que lo que tenga entre manos sea una reproducción en la que, o bien no esté visible la escala, o esta haya quedado desvirtuada por la fotocopia.

Si esto es así, ha de hacerse la conversión de escalas, realiando pequeños cálculos. Pongamos el caso de que se ha dispuesto originalmente de un plano en dimensión A1 (594x841 mm), en la que todo estaba dibujado a escala 1:100, y se ha hecho la reducción a una hoja de papel A4 (297x210), que es lo que tenemos entre manos. ¿A cuánto equivale ahora 1 cm del dibujo original? (1)

La respuesta inmediata sería: "No tengo ni idea" o "No me interesa lo más mínimo, no voy a comprar ese piso". Pero existen otras, y una es la correcta.

Supongo que el lector conocerá que las dimensiones del papel normalizadas con la letra A están definidas de forma que cada una contiene dos hojas de la siguiente; así la A3 contiene dos A4 y, por tanto, la A1 contiene 8 hojas de A4. Pues bien, la reducción de A1 a A4 es aproximadamente del 35%, puesto que la relación de superficie entre un formato y el inferior es de raiz cuadrada de dos (1/1,414 es decir, el 70,71%) y 70,71*70,71*70,71 (reducción de A1 a A4) es igual a 35,35.

Tenemos, entonces, que 1 cm del plano original a sido reducido a 0,35 (aproximadamente, la figura se ha reducido a una tercera parte)

Para otras conversiones, resulta muy útil la tabla siguiente:

 

fromto A0 A1 A2 A3 A4 A5 A6 A7 A8 A9 A10
A0 100%71%50%35%25%18%12.5%8.8%6.2%4.4%3.1%
A1 141%100%71%50%35%25%18%12.5%8.8%6.2%4.4%
A2 200%141%100%71%50%35%25%18%12.5%8.8%6.2%
A3 283%200%141%100%71%50%35%25%18%12.5%8.8%
A4 400%283%200%141%100%71%50%35%25%18%12.5%
A5 566%400%283%200%141%100%71%50%35%25%18%
A6 800%566%400%283%200%141%100%71%50%35%25%
A7 1131%800%566%400%283%200%141%100%71%50%35%
A8 1600%1131%800%566%400%283%200%141%100%71%50%
A9 2263%1600%1131%800%566%400%283%200%141%100%71%
A10 3200%2263%1600%1131%800%566%400%283%200%141%100%

Si el AES, con estas sencillas explicaciones, no es capaz de entender nada o casi nada, podrá considerarse al mismo nivel de conocimientos en esta materia que un ingeniero típico.

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(1) Estas aparentemente curiosas dimensiones son debidas a que se eligió como base una hoja rectangular, para el formato A0, tal que tuviera 1 m2 de área y en la que se cumpliera la condición de que la relación entre la altura y la base fuera raiz cuadrada de dos. Esta relación entre los lados del cuadrado (1,4142) se cumple para todos los formatos, que son por tanto, siempre, 141% mayores en superficie que el que tiene el número de orden inmediatamente superior (A3 respecto a A4, por ejemplo) y un 71% más reducidos que el de orden inmediatamente inferior (A2 respecto a A1, por ejemplo).

Naturalmente, aunque estas medidas son las fijadas por la norma ISO existen otras normas que establecen relaciones y medidas distintas, contribuyendo, en mayor o menor medida, a la confusión que genera la especie humana en cualquier sector en el que pretende generar una norma universal.

Nota aclaratoria.- En la figura, en el ángulo superior izquierdo, la servilleta de Niemeyer (o algo parecido). El resto, diversas hojas de cálculo estructural correspondientes al trabajo de empresas proyectistas, formadas, básicamente, por ingenieros calculistas.

(1) Fue, no habría que dudarlo, el único de los Académicos con este comportamiento.

Ingeniería para AES. Fiabilidad. Interpretación de la curva de la bañera.

Ingeniería para AES. Fiabilidad. Interpretación de la curva de la bañera.

La experiencia demuestra que la probabilidad de que un equipo o aparato eléctrico o electrónico recién comprado falle al conectarlo a la corriente es relativamente alta.

Aunque no hay que dudar que el fabricante haya realizado los controles de calidad adecuados (al menos, si el producto fue fabricado en China y ensamblado en algún país de Centroeuropa), hay que estar preparados para que la tostadora, la televisión por plasma o el elevalunas del Mercedes Benz que acabamos de desembalar no funcionen adecuadamente.

Para cubrir ese riesgo existen los certificados de garantía, que conviene hacer sellar en el comercio vendedor y guardar en sitio seguro (junto a la clave de la caja fuerte, por ejemplo).

Los ingenieros que trabajan en procesos que impliquen la producción masiva de piezas están familiarizados con la curva de la bañera. Corresponde a la representación de la variación de la tasa o probabilidad de fallos del producto con el tiempo y, en verdad, también se parece a la curva de mortalidad humana o de cualquier especie.

Al principio de la vida de un elemento material, como de un ser vivo, los riesgos de fallo son más altos que cuando ha superado su infancia, en el que se estabilizan. Son las enfermedades infantiles, los riesgos de la falta de acomodación al entorno, el sometimiento a tensiones y circunstancias para las que el individuo no está preparado.

Después, y durante un largo período de funcionamiento normal, en el que la probabilidad de fallo (o muerte del elemento) se mantiene constante, el producto (o el ser vivo) alcanza la ancianidad y, como todo es finito, antes o después -pero dentro de un intervalo relativamente corto-, se muere: la tasa de fallo sube bruscamente.

Cuando se dispone de una muestra suficientemente grande y se ha tomado la molestia de representar, a lo largo del tiempo, el cociente entre el número de fallos y el total de elementos presentes (que ese número es precisamente la probabilidad de fallo), se obtiene una curva con forma de bañera.

El análisis de esas bañeras cobra interés en relación con la fiabilidad que puede darse a un equipo para que funcione como se espera de él. Para aumentarla, se detectan aquellas piezas o elementos que tienen más posibilidades de fallar y se colocan otros idénticos en paralelo con ellos, de modo que, si falla el principal, entren automáticamente en funcionamiento, sucesivamente, los que están en reserva. A esta disposición se denomina de redundancia y a los elementos añadidos, superfluos hasta que el fallo de los que ocupan las plazas en funcionamiento no tiene lugar, se les llama redundantes. 

Los abogados y economistas deben estar al tanto del riesgo de no contar con elementos redundantes en casos clave para su actividad, en que el fallo de lo que habían previsto como seguro se produce, evitando así quedar con el culete al aire, como se dice vulgarmente.

También, cuando se encuentran ocupando funciones gerenciales o de cierta responsabilidad empresarial o política -lo que es, al menos en España, cada vez más frecuente- han de extremar su prudencia cuando, sin conocer del tema y sin atreverse a consultar a los que saben, toman, llevados por la presión o la urgencia, decisiones en corto plazo.

Aplicando el critero de la bañera, es preferible mantener a la gente experimentada en una posición y, si por las razones que sea, se ven obligados a cambiarlos, hacer un ERE o prescindir de los que tienen más de cuarenta años para aliviar el paro juvenil, no deben olvidar en situar en una misma posición a varios sujetos redundantes y, si son devotos, rezar para que no se descalabre todo el sistema, además de controlar estrechamente la fiabilidad del conjunto, puesto que, si se está en una carrera de competición -como es normal en la vida- lo habitual es que los competidores aprovechen para acelerar mientras se recompone la estrategia.

En la figura -cuyas leyendas están en inglés, lo que proporciona mayor visibilidad a este Comentario- se representa una bañera típica, y se ven en ella desglosadas a lo largo del tiempo de vida del elemento estudiado, las probabilidades de fallo, descompuestas en tres elementos: por defectos de fabricación no detectados en el control previo (fase infantil), por puro azar (fase de comportamiento maduro) y por desgaste (envejecimiento).

 

Ingeniería para AES. Dificultades para localizar tanto las Mejores Técnicas Disponibles como las Más Deplorables Técnicas

Ingeniería para AES. Dificultades para localizar tanto las Mejores Técnicas Disponibles como las Más Deplorables Técnicas

La Unión Europea ha definido el concepto de Mejores Técnicas Disponibles (Best Available Techniques) en 1996 en su Directiva sobre Prevención y Control Integrados de la Contaminación (96/61/EC), como "la fase más avanzada y eficaz en el desarrollo de las actividades y de sus métodos operativos, que se corresponda con la adecuación práctica de técnicas determinadas para proporcionar, en principio, la base de valores límites de emisión destinados para evitar, o, cuando no sea factible, reducir en general, las emisiones y el impacto sobre el medio ambiente, considerado en su totalidad."

Debe quedar claro que esta definición no ha sido redactada por ningún ingeniero y si inicialmente intervino alguno, su colaboración en ella ha quedado completamente desdibujada. También debo confesar que, aunque la he leído muchas veces -en inglés y en las versiones española, francesa y alemana de la Directiva-, entiendo lo que han querido decir, ..., pero no me explico cómo han decidido decirlo de esa manera incomprensible.

Para un ingeniero, la Mejor Técnica Disponible es, simplemente,  la que consigue llevar a cabo un proceso o fabricar un producto de la calidad deseada con el menor consumo posible.

Pero ningún ingeniero trataría de definirla con intención duradera para un proceso determinado. Porque las técnicas evolucionan continuamente y, además, aunque pueda detectarse cuál es presumiblemente la mejor en un momento dado, no siempre estará al alcance de quien desee tenerla, protegida por patentes, inaccesible económicamente o inabordable por el estado tecnológico en que se encuetre la propia empresa o incluso el país.

Y, por su parte, la expresión "menor consumo" tampoco es susceptible de mayor precisión, pues  afecta a todos los inputs que entran a formar parte de un proceso de producción determinada y, siendo algunos de ellos, sustitutorios unos de otros, su selección dependerá de diversos factores coyunturales.

Ni siquiera la expresión "calidad deseada" tendrá amplio consenso, pues será la que haya sido, en un momento dado, impuesta al técnico por el mercado o, en no pocos casos, fijada como objetivo por la dirección de la empresa, la administración o la clientela preferencial.

La realidad es más simple. Si se impone a un proceso un objetivo concreto, el o los ingenieros que tengan capacidad de actuación técnica sobre aquél se esforzarán en cumplirlo. Cuando se impongan varios, se tratará de hallar, dentro del dominio de factibilidad, aquél que represente el óptimo conjunto, que será un resultado de conveniencia para cumplir con los requisitos.

¿Se hará con el menor coste, cumpliendo la normativa legal? Por supuesto que sí. Los ingenieros no son por naturaleza, ni despilfarradores ni delincuentes. Han sido educados para lo contrario y con procedimientos de selección que recuerdan aún bastante a la disciplina militar.

Lo que no se puede es pretender que los ingenieros cumplan simultáneamente objetivos discordantes, que serían aquellos que tienen una relación funcional inversa, esto es, que cuando mejor queremos satifacer uno, peor le irá al otro.

Por ejemplo, no se puede ser al mismo tiempo el más barato -si el precio es determinante de la competencia- y el menos contaminante. Tampoco sería posible ser técnicamente el mejor del mercado, obviamente, con una maquinaria obsoleta o con un exceso de mano de obra o cuando ésta no está cualificada de forma óptima.

No es sencillo para el profano decidir si un producto ha sido realizado con las Mejores Técnicas Disponibles o, por el contrario, lo ha sido con las Más Deplorables Técnicas.

Incluso para algo que nos interesa, probablemente solo tendremos ocasión de echar un vistazo al producto acabado en el mercado, leer la publicidad o los comparativos de una revista especializada (pagados por las firmas como publicidad) y está lejos de nuestras posibilidades el introducirnos en la empresa y analizar sus métodos de producción, la contaminación de sus efluentes y gases o si emplean niños o no pagan la seguridad social a sus trabajadores.

En la fotografía, pueden verse diversos resultados de freir, o cocer, de acuerdo con diferentes técnicas y valiéndose de diversos aparatos, un huevo. El producto obtenido parece, en general, comestible. El atractivo dependerá del gusto de cada uno y de su capacidad de sorpresa, así como también si lo presenta, y lo defino por la relación de afinidad respecto al autor, la novia, el esposo, la propia madre (o la de nuestra pareja), uno mismo, Arzak o el restaurador del chiringuito de la esquina. 

Y si para freir un simple huevo hay tantas variantes, y todas surgidas con el objetivo de presentar en el plato algo apetecible, ¿qué no podrá decirse de un proceso técnico complejo?

Por eso, si un país quiere estar en la punta del desarrollo tecnológico, o aspirar a ello, ha de impulsar, ante todo, la formación de sus ingenieros. Necesitará, naturalmente, buenos economistas y abogados que controlen que las cuestiones colaterales se realicen correctamente, pero si la gallina pone huevos y no se tienen claras las formas de freírlos, darles apariencia y presentarlos apetitosamente al mercado, de nada servirá que se fijen precios mínimos ni que se redacten complejas reglas sobre el delantal de los cocineros o la forma de ponerse las manoplas para retirar la sartén del fuego.

Por cierto, uno al menos de los huevos presentados, no es tal, que es un medio albaricoque en almíbar puesto sobre nata montada.

 

Ingeniería para AES. Concepto de rendimiento técnico

Ingeniería para AES. Concepto de rendimiento técnico

Los cometidos fundamentales de los ingenieros están relacionados con la producción. Incluso quienes se dedican a actividades comerciales (numerosos en la actualidad) o de investigación (desgraciadamente, pocos) suelen traducir, más que otras profesiones, su eficacia en términos de cantidades.

Esta tendencia, reflejo, sin duda, de su especial formación enfocada hacia el trabajo con elementos materiales, físicos, es interpretada, a veces, con intenciones que no me atrevo a calificar, como que a los ingenieros solo les interesan las toneladas y no lo que cuesta obtenerlas.

Se trata de un error o una construcción argumental de orígenes perversos, que un AES bien informado debería rechazar de inmediato. Los ingenieros -los buenos ingenieros, se entiende- estarán ocupados y preocupados por los rendimientos técnicos y aplicarán las mejores técnicas disponibles, siempre que les sea posible, para mejorarlos.

Para entender la cuestión, es necesario separar los conceptos de rendimiento técnico y económico. El segundo, con el que el "lector-objetivo" (the aimed loved reader) ya estará familiarizado, es casi siempre positivo, y solo excepcionalmente puede ser negativo, lo que se considera como una situación abominable.

La Agencia Tributaria Española, por ejemplo, en línea con los tratados de economía tradicionales,  define el rendimiento neto como la diferencia entre los ingresos y gastos de una actividad, y aunque advierte que puede ser negativo, todo parece preparado para que al obligado tributario le salga a pagar.

Los economistas y licenciados en derecho, de acuerdo con su formación académica y su inteligencia, procuran que ese rendimiento sea positivo para los inversores, y se ven compelidos a emplear artificios contables o añagazas jurídico-recreativas, para conseguir su especial cuadratura del círculo: que los beneficios sean lo más altos posible pagando los menores impuestos imaginables.

El rendimiento técnico, sin embargo, está relacionado con la eficiencia o eficacia de un sistema, proceso y máquina. No es una diferencia, sino un cociente entre dos magnitudes homogéneas: lo aportado y lo conseguido. Tìpicamente, se miden las transformaciones de energía, calor o trabajo aportados. Y, salvo en muy contados procesos, es siempre menor que la unidad, porque, en general, se producen en todos los procesos técnicos, pérdidas.

Esto no quiere decir que los procesos ténicos, así considerados, sean ineficientes. Al contrario, la búsqueda de la máxima eficiencia es principal preocupación del todo técnico. El objetivo de los ingenieros es que se aproveche la mayor parte de la energía aportada, y que la eficiencia sea lo más próxima a la unidad (o al 100%, si se refiere a porcentajes).

Desde el punto de vista económico, si se considerasen todas las aportaciones respecto a lo que se consigue -es decir, si fuera posible introducir en la "caja negra" del cálculo de ingresos y gastos de un proceso todas las externalidades, todos los costes de las materias primas-, nos encontraríamos con que casi todas, por no decir, todas, las actividades de transformación serían inviables, porque en la inmensa mayoría de ellas, se obtiene menos energía o menos material, del que se disponía en el origen.

Hay energía que se disipa sin ser aprovechada, material que debe desecharse, fluidos que se contaminan, residuos y desperdicios que se generan en todos los procesos.

En realidad, si existen empresas, si cada sociedad pone en marcha continuamente nuevos proyectos; no es porque a unos les preocupe exactamente la eficiencia técnica, sino porque los creativos -muchos de ellos, ingenieros- idean nuevos productos, materiales, artefactos, modos diferentes de hacer las cosas, sino porque a unos les son más útiles, y a otros más rentables, mientras consigan aprovecharse de la demanda del mercado provocada por la combinación de novedad e interés, al menos hasta que surja otro producto más barato o con mejores prestaciones.

Y aquí es impr
escindible hacer una reflexión. Los avances tecnológicos tienen por efecto natural que el rendimiento ó eficacia técnica por trabajador empleado, y tanto más cuanto más cualificado sea éste, crezca, en tanto que el rendimiento por capital, o rendimiento económico, disminuirá en los procesos tradicionales, que acabarán siendo inviables y aumentará incluso de forma desmesurada, en los nuevos procesos, mientras la competencia no rompa los precios o los cambie la tecnología.

La producción de nuevos elementos en la sociedad tecnológicamente avanzada es, como consecuencia de los nuevos hallazgos, siempre más intensiva en capital y menos en el factor trabajo.

Algo terrible, desde el punto de vista del empleo, porque cada vez costará más dinero crear un puesto de trabajo. Pero interesante, desde el punto de vista del capital especulativo, porque cada vez se obtendrán mejores rendimientos económicos si, abandonando los sectores tradicionales, clásicos, que son intensivos en mano de obra, se emplean los recursos financieros en sectores nuevos. (La figura superior trata de reflejar este concepto: el rendimiento del capital crece más lentamente que el rendimiento por trabajador cualificado).

Seguramente estas ideas, bastante elementales, estaban en la mente de una político española cuando expresó, como final de una arenga con fondo electoralista: "¡Por Madrid y por España, pico y pala!". (1)

Dedicar a los desempleados a trabajar con pico y pala, es una opción válida, desde luego, para aumentar la cantidad de trabajo disponible para quienes tienen baja cualificación.

Pero no me parece que, en este caso, ni los economistas, ni los abogados, ni, por supuesto, los ingenieros, estarían de acuerdo en abandonar, como solución a la crisis, las máquinas rotopalas, los martillos perforadores, los compresores, las alquitranadoras, ... y volver a las épocas de los peones camineros arreglando las carreteras, con picos, palas y pisones.

La Figura inferior ofrece otro enfoque de la cuestión. Recoge gráficamente la previsión de resultados, a partir de unos ensayos piloto y de una experiencia práctica limitada, en la mejora del rendimiento técnico de un proceso concreto, que no viene al caso detallar. En abscisas, se representa el porcentaje de piezas válidas fabricadas y en ordenadas, la relación encontrada al añadir proporciones variables de cierto componente al proceso, como mejora del rendimiento técnico en la disminución de piezas defectuosas.

Las sucesivas curvas representadas reflejan la variación en los resultados al ir aumentando la proporción de otro componente, con efectos muy positivos respecto al rendimiento; esas curvas corresponderian a la proyección sobre el plano base de sucesivos cortes, a los valores indicados de ese componente, de la figura tridimensional que corresponde a la función que liga las tres variables: proporción de piezas defectuosas, aditivo uno y aditivo dos.

El lector encontrará, probablemente, que la explicación dada aquí respecto a ese diagrama es insuficiente, e ininteligible, en tanto que el mensaje primero, y hasta la Figura superior, se entienden perfectamente.

Ese es uno de los problemas que tenemos los ingenieros: cuando tratamos de explicar lo que hacemos, no somos capaces de hacernos entender con claridad, en tanto que para explicar lo que nunca haríamos, apenas hacen falta cuatro o cinco palabras.

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(1) Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid, en el discurso de cierre del Congreso regional del PP, el 29 de abril de 2012. La frase completa fue: "Vamos a salir de la crisis, no os quepa la menor duda. ¡Por Madrid y por España, pico y pala!"

Ingeniería para AES. Transformadas de Laplace y cambio de paradigma

Ingeniería para AES. Transformadas de Laplace y cambio de paradigma

Casi todos los ingenieros -la mayor parte de los vivos y todos los fallecidos en el último cuarto del pasado siglo - han estudiado, en su momento, las transformadas de Laplace. Estas son, con mucho, las más conocidas de las transformadas integrales, lo que no quiere decir que sean muy utilizadas, salvo por los licenciados en matemáticas que trabajan como profesores de alguna asignatura de Cálculo Diferencial.

La transformada de Laplace es una generalización de la transformada de Fourier, por la que este insigne matemático demostró que cualquier señal puede transformarse en suma de funciones senoidales, es decir, se puede expresar como una adición de funciones trigonométricas (senos y cosenos). Laplace generalizó esta idea, sustituyendo la variable por números complejos.

La aplicación de las laplacianas tiene un campo inmenso, porque permite resolver ecuaciones diferenciales lineales transformándolas en ecuaciones algebraicas, que son mucho más fáciles de resolver. Por eso, las transformadas de Laplace han demostrado su utilidad para resolver multitud de problemas dinámicos :en los que  es preciso analizar la evolución en el tiempo de cualquier variable.

Muchos problemas prácticos son beneficiarios de esta posibilidad de convertir a operaciones sencillas lo que antes eran ecuaciones diferenciales o integrales muy complejas. Se pueden abordar con estas transformadas cuestiones de conductividad y difusión del calor o del frío, evolución de señales en circuitos electrónicos de funcionamiento sofisticado, o analizar el comportamiento de cuerpos irregulares sometidos a vibraciones y empujes, etc.

El funcionamiento de los intríngulis de las transformadas laplacianas resulta también imprescindible para comprender la problemática inherente a una de las obsesiones actuales de la economía, utilizada frecuentemente por quienes no tienen la menor idea ( o muy poca) acerca de cómo resolver las cuestiones complejas a las que se confrontan, y que pretenden arrumbar proponiendo soluciones etéreas o palabros sin sentido, de las que se ha convertido en recurrente la apelación a que estamos o deberíamos estar, ante un cambio de paradigma.

La propuesta supera, con mucho, lo que está al alcance de un equipo de gobierno, aunque obtenga la mayoría absoluta en las urnas gracias a unas elecciones generales. Esto es así porque, en esencia, un cambio de paradigma consistiría en encontrar una función de transformación que sea asequible para el sistema, esto es, que resulte compatible con las pretensiones de los distintos grupos de presión y realizable económicamente. además (aunque para muchos esto no sea importante) éticamente presentable.

Los cambios de paradigma totales son, por propia definición, y a poco que se considere su dificultad, imposibles.

Las transformadas de Laplace resuelven la forma de modificar una situación inicial, definida por la correspondencia entre un estado de cosas, caracterizado por una función f(x), por medio de un conjunto de operaciones, que caracterizamos por una función L[f(x)] , o un conjunto de relaciones entre los sujetos, expresada mediante ecuaciones L[f(x)]=0, convirtiéndola en una situación diferente, pero con la que guarda unívoca correspondencia.

Para ello, se busca una función transformada F(s) a la que correspondería un  conjunto de operaciones distinto L[F(s)] o un conjunto de ecuaciones, igualmente distinto, L[F(s)]=0, que sea exactamente equivalente, en términos matemáticos , a la original.

Como se puede comprender, un cambio de paradigma no tiene sentido, a no ser que el conjunto de operaciones, L[F(s)], o de ecuaciones transformadas L[F(s)]=0 sea más eficaz, o, en términos matemáticos, sea de análisis y resolución más sencillos, que las operaciones que permitírían encontrar la solución a L[f(x)], o las ecuaciones L[f(x)]=0.

Se ha demostrado que son efectivas, cuando se eligen adecuadamente, las llamadas transformadas integrales, por la que se define la función transformada F(s) como una integral de la función original f(x) multiplicada por alguna función arbitraria de las variables x (antigua) y s (la nueva) que se denomina Núcleo de la transformación.

Pero esto supone que se haya podido expresar como una función, o, al menos, como un conjunto de valores, tanto la función de partida como la objetivo o final.

Existen múltiples reglas de transformación para cambios leves de paradigma. La forma de analizar su viabilidad es comprobar si, en lugar de simplifica el problema, no lo convierten en aún más complejo y, por tanto, hacen la solución inalcanzable.

En la vida real, algunas propuestas de cambio de paradigma -muy queridas por los intuitivos nostálgicos del buenismo o del ecologismo voluntarista- consisten en aconsejar que se abandone cualquier actuación que produzca daño a la naturaleza o a terceros. En su expresión maximalista, esto equivale a reconocerse partidarios de la función de inactividad, por la que, al no hacer nada, no se consigue nada.

Para encontrar las transformadas laplacianas se utilizan ordenadores y, en menor medida, ábacos. Cuando, como sucede en la vida socioeconómica, los problemas son extremadamente complejos, no es posible encontrar la solución que satisfaga a todo el mundo, por lo que cualquier propuesta que provenga de un grupo de opinión o de presión será calificada, sin rubor, pero sin posibilidad de demostrar lo contrario, como falsa o como una elucubración sin sentido por sus opositores.

Ingeniería para AES. Significado y empleo del factor de seguridad

Ingeniería para AES. Significado y empleo del factor de seguridad

Son típicos los casos en los que los ingenieros utilizan coeficientes o factores de seguridad, que aplican sobre los cálculos teóricos, a veces complejos, que les han conducido a las soluciones físico-matemáticas de un problema.

El empleo de estos coeficientes no suele ser siempre bien entendido por los legos en la materia, que se preguntan para qué puede servir haber calculado,  y en apariencia de forma muy precisa, por ejemplo, la cantidad y calidad del material  necesario para dotar a una estructura de la resistencia dada, si, a la postre, se va a afectar a ese resultado de un coeficiente multiplicador de 2, o incluso superior.

Esto podría llevar a la errónea conclusión de que no hace falta realizar cálculo alguno y que uno podría guiarse, simplemente, por la intuición o por la experiencia previa para decidir lo que debe hacerse ante cualquier situación.

Economistas y juristas -en particular, aquellos aún bisoños o poco prácticos, que confían en que lo que estudian en la Facultad es suficiente como metodología para influir en la vida de los demás - no suelen emplear la técnica de los coeficientes de seguridad, que los ingenieros usan continuamente.

En realidad, la técnica tiene tres momentos. En el primero, se calcula, mediante fórmulas físico-matemáticas o con ayuda de ábacos y ordenadores, el valor teórico que resolvería la cuestión. Después, se aplica un coeficiente de seguridad. Finalmente, se comprueba si la cantidad obtenida encaja, en orden de magnitud, con lo esperado. De no ser así, se repiten los cálculos. Generalmente, basta dividir por diez, que es el error típico, que cometen los que se fijan en los árboles antes que en el bosque.

Los factores de corrección son imprescindibles para evitar sorpresas muy desagradables o que se complique una situación real, convirtiéndola en desastre, por no haber tenido en cuenta los elementos -que pueden llamarse imprevistos, pero que, en verdad, hay que enumerar precisamente- susceptibles de interferir sobre las medidas o elucubraciones teóricas, provocando resultados que diferirían completamente de lo que sería "normal" o esperado, cuando, en verdad, lo "normal", que debería esperarse, es que la situación acabe complicándose. 

Se detecta esta problemática en no pocas ocasiones en la vida económica. Sucede sin embargo, que, como no es raro que se cambien los responsables de la medida equivocada cuando el fracaso es ya patente, no se completa el análisis crítico de las razones por las que "la cosa" no funcionó como se esperaba de ella. Tampoco se descarta que, otras veces, por dejación o mala uva, se pierdan los registros que permitirían detectar porqué las variables no se comportaron como se previó (1) -como más típicas: nepotismo, corrupción, amiguismo, dejación, y, en el orden internacional, proteccionismo, corrupción, egoísmo, globalización-, propiciando así que vuelvan a cometerse, una y otra vez, los mismos errores.

En el caso de los letrados, es muy corriente que se apliquen ciegamente, creyéndolos adecuados, los formularios y modelos para presentación de los más variados documentos que se pueden encontrar a raudales en internet; esto da lugar a un montón de escritos huecos, ininteligibles para profanos (y, por supuesto, para entendidos), que generan, a su vez, una cadena de los mismos males. Como los montones de papeles no se caen (y si lo hacen, pueden volver a ponerse en pie), no trasciende que el edificio es inútil.

Por el contrario, si un ingeniero se equivoca o no acierta con el coeficiente de seguridad al calcular una estructura, el edificio se caerá probablemente, y con él, toda la responsabilidad sobre el calculista, tanto social, como legal y económica.

Refiriéndonos a los economistas, tanto los que se dedican a la micro como a la macroeconomía, se tiene con demasiada frecuencia la creencia de que una situación real ha de cumplir fielmente las previsiones apuntadas por insignes maestros de la teoría económica, a los que se recurre como argumento de autoridad, pero que han sido deducidas en condiciones ideales que solo se dan en la teoria y que fracasan estrepitosamente al ser llevadas a la práctica.

Aumentar el factor de seguridad cuesta dinero. Además, como siempre existirá, por mucho que se aumenten las medidas -es decir, por alto que sea el factor- un resto de incertidumbre, hay que tomar una decisión de hasta qué punto convendría seguir invirtiendo en ellas. Todas las decisiones tienen aparejado un riesgo. Incluso los actos de la naturaleza suponen riesgo para los humanos, como sabemos por las referencias a las llamadas "catástrofes naturales" que, con tanta frecuencia, nos sobrecogen.

Por eso, y aunque solo sea de forma aproximada, conviene tener una idea de la tendencia de disminución del riesgo en relación con el aumento de coste para evitarlo. Esto nos conduciría a la apreciación de que existe un coste óptimo en la curva de costes -obtenida multiplicando el coste asociado a la probabilidad del suceso-, que vendría dado por el mínimo de la misma.

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(1) No debe decirse "preveyó", en ningún caso. Ni siquiera cuando se está improvisando en público acerca de las razones por las que no nos consideramos culpables de encontrarnos en una crisis fatal.

Ingeniería para AES. Riesgos de cavitación en la economía y la jurisprudencia

Ingeniería para AES. Riesgos de cavitación en la economía y la jurisprudencia

Tanto en la vida pública como en la empresa, los gestores deben observar especial cuidado en mantener el equilibrio en las medidas de presión fiscal. Pero no todo es cuestión de dinero, y hay muchos otros momentos en que se debe estar atento al riesgo de cavitación, para cuya comprensión es preciso introducir algunos conceptos que, siendo muy útiles, no son analizados en las Facultades de las, pretenciosamente, llamadas por algunos de "Humanidades".

La ecuación de continuidad, bien conocida por los ingenieros sanitarios y, en general, por todos los ingenieros que no han olvidado lo más elemental de la mecánica de fluidos, es una aplicación del principio de conservación de la masa. (Una gran parte de las ecuaciones que manejan los ingenieros están basadas en principios de conservación).

Cuando una masa de fluido incompresible (no confundir con incomprensible) avanza a través de un tubo con distintas secciones, se ha de cumplir que, para que pueda mantenerse el flujo, al reducirse la sección tiene que aumentar la velocidad, y recíprocamente.

En cualquier tramo del tubo, el producto de la sección por la velocidad de paso ha de ser constante e igual al caudal suministrado al tubo (por ejemplo, en m3/h, l/s, etc. (léase, metros cúbicos por hora o litros por segundo, respectivamente).

Si el principio aquí enunciado se combina con el de conservación de la energía, se llegaría a la ecuación de Bernoulli, por la que, en esencia, se expresa que la suma de las energías cinéticas -debida a la velocidad-, la potencial -consecuencia de la altura relativa del líquido- y la energía de flujo -derivada de la presión a la que está sometido- es constante.

Entre los mecanismos utilizados en las instalaciones hidráulicas,  se encuentran las bombas. Se emplean, en general, para elevar agua de un sitio a otro y de entre sus diversos tipos, las más corrientes son de tipo centrífugo. Estas, de forma simplificada constan de un cuerpo o carcasa, concebido de forma que dirija el líquido hacia un elemento rotatorio, llamado rodete, que es el encargado de forzar el líquido hacia la salida de la carcasa.

Son variados los elementos a considerar, y su análisis será objeto de otros capítulos de este libro. Interesa aquí poner de manifiesto que cada bomba está diseñada o calculada para un caudal determinado, que es el que proporciona su máximo rendimiento.

Cuando una bomba funciona a velocidad excesivamente elevada, con lo que entra en ella un caudal bastante superior al que correspondería a su máximo rendimiento, aparece el riesgo de que se produzca un fenómeno específico, que se llama cavitación.

Por la cavitación se forman burbujas de vapor en la zona de entrada de la bomba, que, al llegar a la de mayor presión, se colapsan -implotan- de forma instantánea y, puesto que nuevas cantidades de líquido siguen siendo impulsadas con fuerza hacia el interior de la bomba, tiene lugar un efecto de martilleo que acaba dando por resultado el agujereado o picado del rodete de la bomba.

El economista y el jurista han de cuidar, en su vida profesional, que no se produzcan perniciosos efectos de cavitación, derivados de la obsesión por forzar el funcionamiento del sistema del que son eventualmente responsables, introduciendo más caudal de aquel para el que ha sido diseñado.

Es de todos conocido el colapso brutal en el que se encuentran los Tribunales españoles, con tiempos de resolución de los casos que superan, en múltiples ocasiones, los siete o más años.

La explicación hay que encontrarla en la cavitación del sistema judicial que ha picado o perforado los rodetes básicos de las diferentes jurisdicciones, causando, en la práctica, la fuerte disminución de su eficacia intrínseca, pero arrastrando graves efectos colaterales, puesto que, como se ha dicho muchas veces, una justicia muy lenta ya no es justicia verdadera y, además, favorece a aquellos que tienen más medios -económicos y jurídicos- para prolongar los procesos, haciéndolos ineficaces.

En el campo económico, los efectos de cavitación son frecuentes. Se ha puesto en el centro de la actualidad política el excesivo endeudamiento de las entidades locales, que han superado los máximos porcentajes admisibles para el buen funcionamiento del sistema, asumiendo sus gestores responsabilidades de crédito que no pueden cubrir con el crecimiento de los ingresos. Diseñados los municipios y las Comunidades Autónomas para un caudal determinado (un nivel de actividad y competencias concreto), la superación del mismo, por ambición o insensatez de los responsables, ha provocado la cavitación del sistema estatal de responsabilidades.

No crea el lector que las empresas con gestión privada son ajenas a los peligros de la cavitación. El afán por reducir insensatamente los costes, eliminando a profesionales con experiencia, ha provocado la sobrecarga de otros, con menos competencia que, como la cúpula empresarial no se suele cambiar, se traduce, igualmente, en la sobreexcitación de las estructuras, causando su ineficacia, cuando no el colapse.

Los ingenieros sabemos que cuando una bomba ha sufrido cavitación, hay que someterla a inmediata revisión, y estudiar con atención si puede volver a utilizarse. Con demasiada frecuencia, si no se ha estado atento a parar la instalación en el momento de presentarse los fenómenos de cavitación, los daños en los rodetes, o en la misma carcasa, son tan graves que es necesario cambiar la bomba.

 Obviamente, además de sustituir el elemento dañado, hay que evitar que vuelvan a presentarse las condiciones de sobreexplotación, vigilando que el caudal de entrada sea el adecuado a las características propias del mecanismo.

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Nota para juristas.- El gráfico representa la aplicación de la teoría al funcionamiento de un Juzgado (no importa si de Primera Instancia o un Tribunal Superior, e incluso, el Supremo o el Constitucional). En ordenadas, se representa la complejidad de las tareas o casos a tratar; en abscisas, el caudal de entrada de las demandas al Juzgado (no confundir con el número de demandas acumuladas).

Para una situación dada, el funcionamiento óptimo del Juzgado se encuentra en aquellos casos que exigen una potencia intelectual del juez cerca del máximo; si el caudal de demandas presentadas al Juzgado crece, disminuye rápidamente la potencia o dedicación al caso, llegándose rápidamente a la zona de cavitación en la que, por mucho que se esfuercen los abogados en presentar sus argumentos -ya sean de demanda o contravención- el Juez entrará -con todos los respetos- en espasmo situación catatónica, colapsándose el Juzgado, o, lo que puede ser aún peor, arriesgando decisiones aleatorias o manifiestamente ininteligibles.

Ingeniería para AES.Captacion y aprovechamiento de la antropoenergía.

Ingeniería para AES.Captacion y aprovechamiento de la antropoenergía.

La preocupación por nuevas fuentes de producción de energía que sean respetuosas con el ambiente y autónomas, ha vuelto el énfasis hacia la energía geotérmica que, como su nombre indica, es la que procede de la propia Tierra, cuyo núcleo está a una temperatura muy elevada.

Los ingenieros han estudiado formas de transformar calor en energía, basadas en dos principios termodinámicos. Uno de ellos es vulgarmente expresado como que la energía ni se crea ni se destruye, lo que, formulado así parece más bien una tontería.

En realidad, lo que debe interpretarse es que si a un sistema cerrado le proporcionamos calor o realizamos sobre él un trabajo, aumentamos su energía interna, que se denomina entropía.  Podemos aumentar esa energía utilizando solo trabajo, manteniendo constante la temperatura, y diremos entonces que actuamos en condiciones isotermas.

Podemos, también aumentar la energía interna proporcionando solo calor y si conseguimos que ese calor no se escape del sistema, expresaremos que estamos imponiendo condiciones adiabáticas. 

Pues bien, el descubrimiento genial que permite aprovechar estas nociones es que conseguiremos transformar calor en trabajo positivo del sistema, combinando adecuadamente ambas actuaciones, y repitiendo la secuencia en múltiples ciclos, de los que el modelo básico es llamado ciclo de Carnot.

Volvamos ahora a la Tierra. Cada 30 m que profundicemos, aproximadamente, la temperatura del subsuelo aumenta 1ºC. Si conseguimos profundizar, por ejemplo, a 200 m, nos encontraremos con un foco constante de temperatura que está, más a o menos, a 6 o 7ºC más caliente que la atmósfera de la superficie.

No necesitamos, por tanto, calentar adicionalmente el líquido que llevemos allí, pues adquirirá, gracias a la madre Tierra, esa temperatura que podemos transformar en trabajo. Los habitantes de las cavernas ya sabían cómo hacerlo, aprovechando, para cocinar y calentarse, la energía que emanaba de las profundidades.

La naturaleza es repetitiva en su simplicidad. A los seres humanos se les puede aplicar también este principio, si bien de forma figurada, pero con consecuencias que me atrevo a presentar como muy efectivas.

Vamos allá. Si nos limitamos a dar mensajes superficiales a nuestros contemporáneos, no recibirán estímulo alguno, sino que se sumirán en el desconcierto y aumentarían su desinterés y apatía.

Su falta de motivación no permitirá extraer toda la energía interna potencial que existe en cada individuo y, si además se desprecia la capacidad de una parte importante de la población (no digamos los jóvenes o las mujeres, pero tampoco debemos descuidar a los mayores y más experimentados), no habrá transformación o no será eficiente, de energía en trabajo.

Cuando, por el contrario, conseguimos involucrarlos, haciendo que nuestros mensajes alcancen las mayores profundidades en su ánimo, con estímulos adecuados, conseguiremos que aporten lo mejor de sí mismos, poniendo su energía interna a disposíción del sistema.

Esto supone saber combinar el aporte de temperatura en condiciones adiabáticas -educación, investigación- con la posterior expansión isoterma -estímulos a la creación, al emprendimiento, a las mejoras económicas-. Si el aumento de temperatura no se realiza o se descuida, o se enfoca egoístamente, y si, además, la energía interna se escapa del sistema, malográndose (por la vía de manifestaciones, algaradas, descontentos, desánimos), no se conseguirá trabajo efectivo alguno, no habrá mejoras. El ciclo no funcionará.

Cuando, por el contrario, controlamos -con la persuasión, la explicación adecuada, la información pertinente, proporcionando los medios para aumentar la energía individual- que se cree una tensión emocional para que todos o casi todos los individuos de la colectividad, combinando las comprensiones y descompresioones adiabática, tengan la ilusión y la certeza de disponer de objetivos comunes y de que el reparto es equitativo, podemos canalizar su energía en las correspondientes expansiones isotermas, generando así actividad y riqueza en cada ciclo, que deberíamos poder disfrutar entre todos.

Carnot y Rankine no tienen la misma fama entre economistas que Smith o Keynes, porque se dedicaron a analizar formas de aprovechamiento eficaz del calor y de la energía. No les preocupaba el dinero, porque eran conscientes de que su valor era una ficción mercantilista.

Pero descubrieron algo que tenía que ver con el comportamiento de la naturaleza real y, gracias a ello, podemos disponer de máquinas tan variadas como automóviles, frigoríficos, calefactores, aviones u ordenadores. Hay algunos  economistas y abogados que creen ganarse honradamente la vida, tratando de explicar a los demás que para salir de una crisis hay que apretarse el cinturón (imperfectas condiciones adiabáticas) y consiguiendo que quienes más tienen dispongan de mejores argumentos legales para aprovechar de las oportunidades de un ciclo económico (imperfectas condiciones isotérmicas).

Con ello, no se estaría teniendo en cuenta que el rendimiento de esos ciclos es muy inferior al que se obtendría si aprovecháramos la energía interna, es decir, la creatividad, de todos para beneficio también de todos, y no solamente de los más hábiles o más desvergonzados.

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Nota.- Este primer artículo es un ensayo, que iré perfeccionando en sucesivas entradas.

Ingeniería para abogados y economistas

Existen publicaciones con títulos que evocan carencias en ciertas profesiones que sus autores creen poder cubrir con algunas lecciones de urgencia. Del simple repaso a los anaqueles, el colectivo que parecería más necesitado, o más curioso, por llenar estos déficits de formación sería el de los ingenieros.

Hay "Economía para Ingenieros" y "Derecho para Ingenieros", y los colegios profesionales de esta venerable (que ya no tan venerada) rama del saber se esfuerzan en ofrecer cursos, seminarios y conferencias a sus miembros para que se ilustren algo en las técnicas procesales, las lecturas contables, las leyes humanas y los artificios financieros.

Me parece injusto pensar que no exista interés paralelo entre juristas y economistas en conocer, aunque solo sea sucintamente, qué es lo que hacemos los ingenieros. Se hace necesario suplir esta carencia, ofreciendo a los profesionales del derecho y de la economía una guía que les permita desvelar parcialmente el misterio del trabajo de los técnicos, conociendo algo de sus bases y su terminología, evitándoles así que tengan que disimular cuando oyen expresiones técnicas o, lo que es aún más lamentable, puedan llegar a creer que los ingenieros y asimilados son meros apéndices del mundo jurídico-económico.

Por todo ello, y con la requerida modestia por mi prte, me propongo escribir una serie de Comentarios sobre este tema, bajo el título general de "Ingeniería para abogados y economistas".

Ya en otras ocasiones he tratado de ser didáctico para estas respetadas profesiones que, además, no me son ajenas. Mientras decido el índice adecuado para el futuro libro-bestseller, dedicaré la primera reflexión, después de esta presentación, a un tema de máxima actualidad: la Captación y aprovechamiento de la antropoenergía.

Para distinguir estos comentarios de los generales, poniéndoles títulos, los identificaré, genéricamente, como "Ingeniería para AEs". Así pues, "", será el inicio de la serie.

Va por Vds., amigos.