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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Tiempos de compromiso, ya no de colaboración (y 4)

La ausencia de Luis del Olmo (PP) en el debate nos hurtó a los asistentes de la posibilidad de aclarar razones de las actuaciones desde el Gobierno regional, lo que, en cuanto ya tue ocasión de conocer por anteriores encuentros en los que sí participó Aguado, hubiera servido, no solo para completar el argumentario, sino para defenderse de las críticas que los partidos de la oposición estaban expresando.

Adopté, por tanto, a sabiendas, una posición polemista respecto a los intervinientes que sí estaban presentes en la mesa.

Lo hice, ante todo, expresando que todas las propuestas parecían razonables, pero que cabría ordenar las posturas, especialmente en un tema tan esencial como el medio ambiente, en tres categorías: aquellas que debían ser consideradas troncales, es decir, ajenas al debate político, consensuadas de acuerdo con las necesidades, prioridades y disponibilidad de recursos; las ideológicas, que correspondían a las esencias propias de cada partido (como referencia lógica, las que implicaran la preferencia de un modelo liberal respecto al modelo de gestión pública); y las técnicas, que ímplicarían la elección de las mejores tecnologías disponibles para llevar a cabo, en cada tema prioritario, y con el menor coste, lo que se hubiera decidido como más conveniente para la sociedad.

Propuse, como provocación, expresar opines iones respecto a las debilidades y fortalezas de la gestión pública o privada de los servicios ambientales.

Para Gabriel López (UPyD) la integración de la libertad empresarial con el control de lo público sin excesos por parte de ninguna ideología le parece clave. En la Comunidad de Madrid el sesgo se ha derivado hacia la gestión privada como preferente, y, aunque existen puntos de acuerdo, trascienden rifirrafes publicos que entorpecen el debate. Muchas de las propuestas que realiza UPyD han sido incorporadas, como si fueran propias, por el PP. El actual Consejo de Medio Ambiente está abierto al debate.

No hubo plena coincidencia de Raquel López (IU-LV) en este respecto. La ideología tiene mucho que ver, expresó, y defiende la "gestión pública de los servicios públicos" como irrenunciable, como garantía de calidad, tanto del servicio como del empleo. "Todos los servicios deben constar con una plantilla adecuada", en número y con la formación técnica adecuada. Los servicios han de ser cubiertos por la vía de impuestos, y que pague más quien más tiene. Como ejemplo de gestión orientada erróneamente, citó que la Comunidad ha renunciado al impuesto de sucesiones, por lo que se han dejado de recaudar 2.000 Mill de euros.

Una posición intermedia -quizá-, me pareció la adoptada por Miguel Aguado (PSOE), que admitió que "el 80% de las decisiones no tienen color político", pero negó a los funcionarios técnicos "visión de transversalidad", que es lo que deben aportar los políticos. También corresponde a los políticos conseguir y ejercer la capacidad de influencia para que se realicen las propuestas. En Madrid, por ejemplo, la rehabilitación apenas afecta al 4% de las vivirendas, en tanto que en el Gran Berlín llega al 40%.

"Los profesionales no proponen grandes cosas", polemizó Aguado, dado el público presente, para matizar: "Los colegios profesionales son una opción inexplorada", de aportación de ideas.

Me dí cuenta entonces que nos iba a faltar tiempo, que el intercambio de opiniones era muy interesante y que la disposición en la mesa era muy positiva. Raquel López presentó una relación de alternativas de generación de empleo verde en la Comunidad que incluía la energías limpias, el tratamiento de los bosques, etc., que después se ampliaría con mejoras en el tratamiento de residuos, viviendas rurales con obligatoriedad de la actividad, mejoraa de la productividad agrícola, ahorro energético, gestión de agua, etc.

Gabriel López achacó a la falta de planificación la ausencia de una clarificación del canon ideológico, pero lo vió como problema no solo de los políticos, sino de la sociedad. Miguel Aguado destacó que faltan interlocutores, que cambian los responsables con demasiada frecuencia y que es importante que quien goboerna se crea lo que está haciendo. También es necesario que se traslade a la sociedad la realidad de los debates, la existencia de acuerdos. En el último pleno, a las 8 y media de la tarde se debatió el Plan de reforestación, y hubo acuerdo, pero no se recogió en la prensa, que se había marchado a las 5.

Fue una lástima tener que levantar la sesíón, después de haber consumido incluso el tiempo de descanso previsto antes de la siguiente. Pero la promesa de seguir con estos encuentros, y la seguridad de que a los siguientes no faltará el representante del Partido Popular, nos garantiza que está abierto el camino del compromiso.

Que, no hace falta poner de manifiesto, implica pasar de la atenta colaboración que, en la metáfora culinaria, presta la gallina en los huevos con jamón, al irrefutable compromiso del cerdo.

 

Tiempos de compromiso, ya no de colaboración (3)

Miguel Aguado (PSOE), enfatizó que no era la primera vez que intervenía en foros propiciados por la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, a los que calificó de necesarios e interesantes.

Falta en la Comunidad, indicó "un modelo de defensa ambiental" global, ya que las actuaciones están concentradas en el centro, olvidando la periferia. "Hay que lograr dar el mismo servicio, pongo por ejemplo, a Robledo que a Madrid capital", carencia de planteamiento que en el caso del tráfico califcó de patente, y que es imprescindible corregir, en una región con alta dispersión de la concentración poblacional.

Desde una perspectiva liberal, no cree en un modelo de gestión planificado, pero hay que tener en cuenta cómo están sucediendo las cosas, y decidir la versión de gestión ambiental de la que se desea dotar al territorio.

Y aquí encuentra carencias y errores notables, Miguel Aguado, enumerando algunas. Se indica en las evaluaciones de crecimiento de la Comunidad de Madrid, que llegaremos a los 10 millones de habitantes, aunque solo tenemos agua para 8. Se indica en la planificación que "todo el suelo es urbanizable", y se hacen trampas, como la Ley de Economía Rural sostenible, que propicia "que alguien, con la pretensión de disponer de cuatro vacas, construye una casa rural" en terrenos protegidos.

La movilidad en Madrid se basa, para el estratega del Gobierno, "en facilitar la ida y vuelta a la capital", en la que a diario entran y salen de ella, cada día, y a la misma hora. "Una persona de la Sierra Norte, para desplazarse de un lugar a otro de la misma, tiene más fácil bajar a Madrid y salir de allí", porque las comunicaciones se hacen en base a ella.

"Tenemos, habiendo superado recientemente a Singapur, la mayor concentración de autovías por millón de habitantes del planeta".

No tenemos en Madrid, indicó, ni Ley de Caza, ni de Protección de Especies -"sean las que sean en esta Comunidad"-, ni se ha definido claramente dónde se puede o no urbanizar. Los Planes Urbanísticos de Madrid se han modificado decenas de veces, sin criterios coherentes.

Las propuestas del PSOE, concretó Aguado, suponen 4 ejes concretos: La gestión de los espacios naturales (que considere la "gran biodiversidad presente en este territorio, con especies interesantísimas"); la Ley del Parque Nacional del Guadarrama, para la que manifestó su rechazo, porque se ha planteado sólo la protección de las cumbres, abandonando el estudio realizado en tiempos del presidente Gallardón, que contemplaba 35.000 Ha, y que ahora quedó restringida a 19.000 Ha, y "el único Plan español que no contempla el municipio que le da nombre".

Otros puntos de la estrategia de su partido, abarcan la generación de empleo en espacios protegidos, que ayudaría a limitar el número de incendios que padece la Comunidad, y que arrasaron en 2012, 1431 Ha, y cuya recuperación habría de significar creación de puestos de trabajo. La gestión del Canal de Isabel II la enfoca Aguado hacia la revisión de ese "negocio", que supone 100 Mill de euros de beneficio anual, y que en el pasado fue un ejemplo de buena gestión, pero hace años que no se hacen inversiones.

Sobre la contaminación atmosférica y la protección respecto al cambio climático, indica Aguado que el gobierno del PP se jacta de cumplir la norma europea, pero no se cumplen las indicaciones de la Organizáción Mundial de la Salud, infracciones que provocan mortalidades de entre 1.800 a 3.000 personas, derivadas de la mala concepción de la movilidad, sobre todo.

"Gastamos como ricos y producidos como pobres", fue la expresión que utilizó Miguel Aguado para referirse al modelo energético, abogando por la reducción de consumo y el apoyo a las energías renovables, propiciando el autoconsumo. También, ya con el tiempo de su intervención consumido, apuntó a la existencia de propuestas de su partido respecto a la gestión de residuos, la creación de empleo verde y la reducción de presupuesto dedicada al Medio Ambiente y a la Sanidad, que su partido rechaza, como indicativas de la pérdida del modelo de bienestar que se había seguido hasta ahora.

(continuará)

Tiempos de compromiso, ya no de colaboración (2)

Gabriel López, de UPyD, después de anunciar su disposición a participar en este mecanismo de participación ciudadana que son los debates con profesionales, expresó su entendimiento de que el medio ambiente es difícil de analizar desde la perspectiva aislada de las Comunidades Autónemas, al tropezar con los efectos frontera, que, desde luego, son ajenos a los problemas ambientales.

Reclama la UPyD más participación y, específicmente, un Plan de Estartegia regional, del que Madrid carece, utilizando el abrigo que otorga la Ley 9/95. Un elemento preferente sería actuar sobre la necesidad de conservación del Patrimonio, del que Madrid, con un territorio pequeño y my industrializado, está necesida. Su modelo, sería -dijo- similar al de Holanda, aunque, en algunos aspectos -por ejemplo, el forestal- la situación de Madrid sería mejor.

Expuso sus dudas respecto al Parque Nacional Cumbres de las sierras del Guadarrama, en la forma en que está planteado, y que se encuentra en debate en el Congreso de Diputados. "Nace con las alas cortadas", al conceder la máxima forma de protección, siendo preferible la más acorde a la realidad, de Parque Natural, habida cuenta de que está muy amenazado por el uso que se le dispensa, la alta concentración de interesados en su disfrute y, por ejemplo, la existencia en su seno de estaciones de esquí. Dejó, pues, indicado, la necesidad, no resuelta, de establecer un modelo de protección suficiente, pero que tome en consideración la realidad de su emplazamiento.

En la línea expuesta, defiende Gabriel López, una gestión unificada del Parque con la Comunidad limítrofe, y con intereses comunes, de Castilla-León.

Respecto a los residuos, denuncia que se viene incumpliendo la Estrategia regional, y que el Comité de control se encuentra, en la práctica, sin funciones. No cree que la gestión municipal sea negativa por sí misma; corresponde debatir la Ley de Bases Local -afirmó- pero la competencia de los residuos es, hoy por hoy, municipal, y así ha de ser considerada. No cree que una gestión municipal deba aumentar los costes de tratamiento, derivando la cuestión a quién debe ser el titular idóneo de la responsabildad. La subvención desde la Comunidad a los Ayuntamientos para mejor prestación de ese servicio no tendría porqué derivarse en un incremento económico.

Es necesario -expresó- concienciar a los ciudadanos respecto a los términos de la recogida (uso de las bolsas de basura, recogida selectiva, etc.) y, sobre todo, realizar un esfuerzo importante para conseguir la reducción de los residuos.

Hace falta también una estrategia regional de movilidad, que mejore el uso de las infraestructuras existentes. No se ha cumlido el modelo de calidad del aire, para el que su agrupación ha pedido una normativa específica.

En un aspecto concreto, resaltó la persistencia de la laguna tóxica de Arganda, hoy propiedad de la Comunidad, y que calificó de "bomba de relojería".

(continuará)

Tiempos de compromiso, ya no de colaboración (1)

En la presentación de la "actividad especial" que la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid (UICM)organizó, dentro del Conama 2012, José Antonio Granero, decano del Colegio de Arquitectos de Madrid, y vicepresidente de esta Asociación, afirmó que estamos en "tiempos de compromiso" y, después de unas palabras dedicadas a la calidad de vida actual de la capital y algunos de sus problemas, terminó con una cita de San Agustín:

“¡Malos tiempos! ¡Tiempos difíciles! Esto es lo que dice la gente. Haz que nuestras vidas sean buenas, y nuestros tiempos serán también buenos".

Inmediatamente después, iniciamos la Mesa de debate a la que estaban invitados los representantes de las cuatro formaciones políticas de más peso en la Comunidad Autónoma madrileña, y que me había ofrecido a dinamizar, en representación del Comité de Medio Ambiente de la UICM.

Tuve que modificar el programa sobre la marcha, porque faltaban dos de lo políticos invitados. Miguel Aguado (PSOE), como reconoció después, estaba "haciendo tiempo" en la nave de expositores, convencido de que la mesa comenzaría a las 16h30 y no a las 16. Luis del Olmo (PP), no apareció, enviando una nota excusándose ante la organización, por habérsele averiado el coche.

Así que renuncié a plantear el debate como preguntas concretas a los cuatro invitados y, puesto que Raquel López (IU-LV) había preparado, me dijo, una intervención de diez minutos -ignorando, por tanto, el correo que les había hecho llegar a los participantes-, y, contando con la aprobación de Gabriel López (UPyD), le dí la palabra, preparándome para un debate a dos en el que faltarían las opiniones de los mayoritarios según las urnas.

Opina Raquel López que la crisis no proviene  de 2007, sino que es consecuencia de las políticas medioambienales del PP. Una mala gestión de residuos, cara y sin estrategia, que está provocando la pérdida de puestos de trabajo y el deterioro de los servicios, el tarifazo del transporte público (subida del 30%), la pretensión de privatización del Canal de Isabel II -felizmente fallida, reconoció, gracias a la presión de la oposición-, el proyecto Eurovegas, sobre el que anunció una propuesta al Parlamento Europeo para que lo impida, y que calificó de expolio de un bien público (el terreno donde se preve ubicarlo) y despreciativo de la voluntad vecinal, fueron las críticas de mayor entidad.

Como elementos de la propuesta de acción de su agrupación, defendió la creación de nuevas zonas verdes, la eliminación del "tarifazo", con abono de transporte gratuito para los parados, la suspensión de los recortes de personal en los servicios y la anulación del proyecto Eurovegas.

Pasaban algo los diez minutos en su intervención, y como deseaba debate y no discursos programáticos o críticos, la interrumpí cordialmente, y pedí a Gabriel López que aportara la visión de su partido a los asistentes. En ese momento, para mi alivio, ví avanzar a Miguel Aguado, apurado, hacia la mesa, explicándole en cuatro pinceladas cómo había ordenado las intervenciones hasta ahora y aceptando, en nombre de todos, sus explicaciones respecto a su tardanza.

(continuará)

 

 

La subsistencia de la izquierda nacionalista

Las elecciones del 25 de noviembre de 2012 al Parlamento catalán, en las que, llevado por su ofuscación, Artur Mas decidió su autoinmolación en el altar del espejismo separatista liberal, deben ser analizadas, por supuesto, en base ideológica.

Que los votos que ha perdido CiU hayan ido a parar, casi en bloque, a engrosar los del Partit Republicà Català (PRC) es la consecuencia de la constatación por la parte de ese electorado migrante de que la propuesta de Convergencia estaba anclada en tres pivotes que suponían una banqueta inestable: el neocapitalismo liberal, el sentimiento separatista, y, la consecuencia de este último, una forma de gobierno republicana para Catalunya.

Si había que elegir un asiento desde el que ver mejor la función de la descomposición española, la lógica invitaba a votar el independentismo republicano.

Sin embargo, donde quiero poner el foco del análisis, es en el fracaso del mensaje del PSC-PSOE. Los socialistas catalanes no consiguieron captar más votos que los que hubieran conseguido de haber ido bajo las siglas únicas del PSOE.

La necesidad de la reconstrucción de un mensaje sólido, creíble de la izquierda moderada, con ideas, constitucional y posibilista, es fundamental. También para Cataluña.

Ni Alfredo Rubalcaba ni Carme Chacón representan esta opción. Porque el primero es, -aunque se empeñe en ofrecer tablas de salvación (sin convicción y, además, inútilmente), donde solo se ven restos del naufragio-, testimonio de la inviable estrategia social del PSOE. Y la segunda es, para muchos, una oportunista, capaz de travestirse de catalanista o andalucista, según le soplen los vientos electorales; además de recordar, sospechosamente, los tejemanejes que propició, intra-partido, el segundo Zapatero, el de Leire Pajín y compañía, el que premió la fidelidad, no al proyecto, sino a la persona.

La izquierda nacionalista moderada tiene corto recorrido. Si el PSOE le negara sus siglas al PSC, y éste se hubiera presentado solo en Cataluña, no hubiera recogido ni para pipas. Porque, según el manual de la Historia española, no se puede ser socialista y nacionalista. Se puede ser tibio en la apreciación del izquierdismo, pero no en la forma del Estado. Los nacionalistas de izquierda son republicanos, aunque sea contra la Constitución vigente.

 

 

 

 

Empresarios españoles, uníos

No estoy seguro de que exista una cultura empresarial española, y ni siquiera pondría mi mano en el fuego para defender cualquier definición, por brillante que pareciera, sobre lo que debe entenderse por cultura.

Y si avanzo algo más en esta posición iconoclasta, tampoco veo con tintes diáfanos una definición de empresario, capaz de aglutinar, sin que rechinen sus goznes, tipos tan variados como, por ejemplo, Mario Conde, Enrique Verdeguer, Ruiz Mateos, Esther Koplowitz, José María Cuevas, Pablo Isla, Angel Ron, Arturo Fernández (no el actor cómico, el dramático), Jesús Terciado, Bernardo Hernández,... y, aventurándonos en los entresijos menos explorados de lo que forman las bases de negocios de oportunidad, los vendedores de dvds pirateados de la Puerta del Sol de Madrid, el desorganizador del Madrid Arena(s) atrapado es sus movedizas avideces -Miguel Angel Flores, solo o en compañía de otros-, o la familia china que tiene un puesto mixto de ultramarinos, abalorios y telas en tu calle o en la mía.

Pero si hay algo que tienen en común todos estos citados y cuantos pretenden tener éxito ofreciendo a los demás algo con el objetivo de ganar dinero, es que nos necesitan, aunque tengamos la sospecha, con cierta frecuencia, que nos usan, y más unos que otros. Porque es verdad que sin clientes, es decir, sin gentes que estén dispuestas a pagar por lo que nos proponen algo más que lo que a ellos les ha costado -digamos, para centrar ideas, entre un 10 y un 200 %-, estarían perdidos: el riesgo que asumen se convertirían en su ruina.

Y si se solo buscan enriquecerse a costa de nuestras necesidades, ciertamente no merecen nuestro aprecio, porque nos empobrecen sin compensación.

Para mí, los verdaderos empresarios ofrecen un producto o un servicio, en cumplimiento estricto de las leyes, pero no solo. Necesitan mantener una ética inquebrantable, que, si se contagia de filantropía, alcanza el mérito que la sociedad no podría negarles. Para ello, han de ejercer de empresarios con sensibilidad y honestidad hacia sus empleados y con respeto hacia sus clientes, a los que nunca pretenderán extraer un beneficio que se aproveche en su falta de información o en la desorientación que les crean.

Y, sobre todo, el verdadero empresario, vive las circunstancias de su colectividad, porque está anclado en ellas, y ofrece soluciones a sus problemas, no solamente pide a las instituciones y a la sociedad que solucione los suyos. Porque un empresario es un elemento más, ciertamente valioso, de la colectividad; nunca puede ser su sanguijuela.

Así que  nos necesitamos recíprocamente. No formamos dos mundos aparte, sino uno solo. Mucho más preciso: no habría empresarios sin clientes, por lo que para crear una empresa es imprescindible haber detectado o provocar la creación de una necesidad a cubrir. Y los clientes nacen, viven y crecen del entramado empresarial que, a su vez, surge de los planteamientos colectivos.

Por eso, el título de mi Comentario no pretende animar a los empresarios españoles a que se unan entre sí. No es un remedo chusco del lema "Proletarios del mundo, uníos", que hizo furor cuando los factores de producción más aparentes, trabajo y capital, estaban perfectamente separados, esto es, confrontados.

Por supuesto que los empresarios españoles deberían estar unidos entre sí. No lo están como debieran, pero conseguirlo es una tarea que han de cumplimentar con debates internos, con generación de propuestas de acción conjunta o sectorial, con aprovechamiento de las ventajas de unir esfuerzos.

Lo que propone este comentario es provocar una corriente que no se aprecia en este momento en España y que, aunque no de forma exclusiva, me parece una opción muy interesante en el propósito de sacarnos de la crisis cuanto antes, sin tener que esperar a que el viento que generen -por su propio interés- las sociedades mercantilizadas de centro-Europa y norte de América, nos arrastre.

Y que deberíamos probar, porque opino que para un país intermedio es la decisión más adecuada.

Empresarios españoles, uníos con los demás españoles, en un proyecto común. No con los sindicatos, ni con los políticos, ni con las Iglesias, ni con las multinacionales, ni con un grupo concreto: con todos.

Porque no me parece que el crecimiento de las exportaciones, del que algunos alardean, y hay que imaginar el tremendo esfuerzo que para ellos significa, hasta constituir el 80% de la base de su negocio, por buena que parezca coyunturalmente, sea demostración del éxito colectivo, sino una evidencia del fracaso de los objetivos comunes de la sociedad, si es que, reconociendo ésta que subsiste la necesidad para ella de lo que producen, no es capaz de mantenerlos con sus propias fuerzas. Les estamos haciendo arriesgar demasiado.

Tampoco debe considerar un éxito para la sociedad el que, muchos, se hayan visto obligados a la reducción drástica de empleos para alcanzar mínimos de rentabilidad, comprometiendo con ello la calidad del producto. Ni creo que les de viabilidad la exigencia desesperada de  facilidades financieras para apagar fuegos de tesorería que les acabarán tensando más la cuerda de su endeudamiento. Ni me animo a aceptar que la repetición de esquemas fallidos del pasado, copiando errores, les sirva para probar nuevamente suerte en donde ya hay demasiadas ofertas, y mejores, porque no servirán como soluciones al problema colectivo.

Tenemos que ponernos de acuerdo en el entramado empresarial que nos sea útil al país, y suficientemente estable y flexible frente al futuro. Necesitamos mantener un nivel digno de bienestar y asistencia social. Para ello, es imprescindible generar continuamente un volumen de empleo interno que sirva a la distribución de los beneficios entre todos; de acuerdo, por supuesto con la participación y entrega de cada uno, pero sin exclusiones.

En ese espacio común, apuesto personalmente por la necesidad de apoyar a los empresarios que nos faciliten profundizar en el modelo de una sociedad que defienda el valor de la Cultura, las artes, los servicios, y la investigación de todas aquellas tecnologías que contribuyan a hacer nuestra vida más cómoda, más eficiente, más sencilla: educación, sanidad, energía, agricultura, ganadería, biología, tecno-medicina, explotación regulada de los recursos propios...

Vivir mejor gracias a los buenos empresarios. He aquí un objetivo irrenunciable para una sociedad inteligente. Ayudándoles, nos ayudamos. Pensando en nosotros, mejoran nuestra calidad de vida.

Empresarios españoles, uníos con el proyecto de España. Sociedad civil, obliguémonos a concretar ese modelo.

 

 

Ambiente enrarecido

El Conama 2012 fue inaugurado el 26 de noviembre por el ministro Miguel Arias Cañete, siguiendo un discurso sobrio, que leyó sin grandes tropiezos. Antes, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, pronunció algunas loas a la actuación de su partido.

Supongo que a buena parte de los mil asistentes a ese acto inaugural extrañara, como a mí, que la esposa del ex-presidente José María Aznar no expresara la menor excusa, signo de simpatía, explicación somera, respecto al desbarajuste que pudo armarse, decretando eucásicamente dos semanas antes de este evento, el cierrre del Palacio de Exposiciones y Congresos, en donde estaba previsto, planificado y difundido hasta sus menores detalles, realizar el Conama.

Aunque más flojo de público que otras veces, más frío el ambiente -las naves tienen demasiada altura para unos estánds modestos-, el Congreso discurre feliz, por fortuna para sus organizadores y los mil profesionales que, voluntariamente, aúnan cada dos años sus esfuerzos para hacer del Conama un éxito.

En la tarde del 26, en una de las salas del pabellón Norte, se celebraron las dos mesas redondas que desde la Unión Interprofesional de Madrid habiamos organizado. Había demasiados actos simultáneos y la disposición a que obligaba el espacio en el IFEMA -separando, incluso con controles de acceso, la nave que albergaba los expositores del centro de convenciones- no favorecía el enlace, mucho más natural en el Palacio de Exposiciones y Congresos, entre las actividades.

Por su contenido, ambas mesas redondas resultaron un éxito. En la que me cupo el honor y la satisfacción de dirigir, conseguimos reunir a los portavoces en la Cámara regional, en temas ambientales, de tres de los partidos políticos con representación mayoritaria en la Comunidad de Madrid: Miguel Aguado (PSOE), Gabriel López (UPyD) y Marta López (IU-V).

Faltó el representante del Partido Popular que, mediado el acto, hizo llegar a la organización una nota expresando que se le había averiado el coche.

Una lástima, porque todos los demás miembros de la mesa, cumpliendo el consejo que el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid se encargan de difundir profusamente, habíamos venido al acto en transporte público y esa ausencia se convirtió, por azar, en parte de los argumentos.

 

 

 

Yo

Hoy, 26 de noviembre de 2012, me apetece escribir de Yo, es decir, de tí, de tu Yo.

(Y, como soy incapaz de mantener un tono serio aunque sea sobre un asunto tan trascendental para tí y para mí, me acuerdo de pronto de una anécdota mexicana, que se contaba hace años, y que adultero ligeramente.

Alguien que deseaba entrar en la órbita de un Ministro, se maravillaba de la confianza que un amigo tenía con el político: "¿Vos le hablás al Sr. Ministro de Tú?" "Por supuesto", le ratificó el otro. "¿Pos por qué no le hablás de Yo?")

Empiezo con algo simple: quizá no es la primera vez que nuestros Yoes se encuentran, pero mi escritura de este Comentario y la lectura -hasta donde tu curiosidad alcance- de lo que he escrito, acreditan una relación. Ésta. Algo o mucho desfasada en el tiempo. Depende de cuando lo leas.

Puesto que los responsables de Blogia, el soporte tecnológico de este blog, aseguran que no borrarán ninguna entrada, mientras no le conste la voluntad del autor de mantenerla en la red, es incluso posible que estés leyendo este Comentario cuando Yo ya no exista.

Es decir, puede que Yo ya no exista -es evidente que ahora sí, en este momento en que escribo-, cuando tu Yo me lea. Y, sin mucho esfuerzo de imaginación, puede que tu Yo no haya nacido aún, que ni siquiera seas un proyecto para tus padres, ahora (mi ahora, no el tuyo).

Así que, si Yo estuviera muerto cuando tu Yo, hoy inexistente, me esté leyendo, tendría lugar una comunicación entre nosotros que, hoy por hoy -¿queda bien expresado así, verdad?- sería absolutamente imposible. Y que mañana, de existir, será únicamente unilateral, pero no necesariamente estéril.

Miro a mi alrededor y me encuentro, como lo estarás tú, rodeado de Yoes. No hay dos iguales, pero hay muy pocos que sean interesantes. He tenido ocasión de viajar a muchos sitios y conocer a muchas personas y, durante bastante tiempo, creía que no se me había concedido la oportunidad vital de acercarme a la esfera de los Yoes realmente, indiscutiblemente, magníficos.

Estaba influenciado, sin duda, por lo que me inducía a creer la corriente dominante. Para ella, un Yo magnífico es alguien que tiene la responsabilidad de gobierno de un país, especialmente, si se trata de cierto país norteamericano; o es presidente ejecutivo de una multinacional con facturación de muchos dígitos; o, tal vez, se ha distinguido en la ejecución de un deporte, rompiendo barreras físicas; o había destacado por su belleza en un certamen internacional o protagonizado una película bajo un guión conmovedor.

Puede que, para mí, los Yoes magníficos fueran una entelequia. Un recorte selectivo. Escritores que hubieran debido renunciar a muchas páginas de su literatura para confinarse en una obra o en un par de capítulos o poemas que, verdaderamente, me habían impresionado. Científicos que hubiera renunciado a cualquier reconocimiento para concentrarse solo en su investigación y, muy especialmente, si esos trabajos habían resultado aparentemente fallidos, porque seguro que habrían servido para que, en otro momento, con más suerte o más medios, otros Yoes llegaran a descubrimientos importantes para todos. Políticos que, en la defensa de sus ideas, siendo conscientes de su inviabilidad, pero tercos en ellas, sin haber obtenido para ellos beneficio alguno, habían ofrecido su propia vida en el holocausto de la demencia colectiva, dejándonos un ejemplo imperecedero.

Hay una expresión simpática y cruel para definir a quienes se creen portadores de cualidades excepcionales, que es casi infaliblemente la manera simple de detectar que no tienen ninguna: tener un Yo (un ego) que se lo pisan. Se lo pisan, y se aturullan y tropiezan en él.

Hace unos años que estoy convencido que un Yo magnífico supone renunciar al propio Yo para entroncarse en la aventura colectiva de la existencia. Y he empezado a encontrar varios de ese tipo. En realidad, cada vez encuentro más. En los sitios más insospechados.

Esos Yoes no alardean de nada. Ni siquiera les preocupa lo que piensen de ellos y de su trabajo. Actúan.

Gentes que tienen como principal atributo de su Yo el desprendimiento de los objetivos individuales para subordinarlos, sin temor, ante los objetivos colectivos.

Es una lástima apreciar que tenemos tan pocos objetivos colectivos. Y que los pocos que tenemos, se encuentren tan ocultos. Incluso enmascarados bajo la piel, desechable, de los beneficios de grupo, de los intereses de facción, del rendimiento inmediato.

Querido lector, vayamos juntos hacia ese Yo. Hagamos que nuestro Yo sea magnífico. No es sencillo, pero resulta imprescindible. Por la supervivencia de la Humanidad, y no solo de los que lo tienen, hoy que esto escribo, más fácil.

 

El caganer del Belén que se está formando en Cataluña

Ahora que Su Santidad Benedicto XVI ha puesto en claro lo que hay de invención y de dogma en la interpretación del Nuevo Testamento, suprimiendo figuras y adornos, para que los fieles se concentren sobre el Misterio, actuando sin relación alguna con esta decisión papal, el presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, ha decidido asumir el papel de caganer ante sus posibles votantes.

Como sabe casi todo el mundo, la figura del caganer, un varón en trance de hacer sus necesidades, simboliza el deseo de bienestar y prosperidad, según una tradición de origen confuso. No falta tal muñeco en ninguno de los belenes que se montan por Navidad en hogares y sedes comerciales catalanas, valencianas o canarios y, desde hace un par de décadas, por simpatía con la idea, o con la  representación desenfadada que se le atribuye, en muchos lugares del resto de España.  

La manera común de denominar -allende los països catalans - a ese gracioso personaje que se alivia, fecundando así la tierra agrícola con sus heces, es la de caganet, por fruto de una ligera adulteración fonética.

Por adulteración ideológica de significantes, hay quienes, en Cataluña como fuera de ella, trasluciendo transfondos de pérfido carácter, interpretan que con esa figura descocada hacen guiño o burla de la representación religioso-familiar.

Los españoles decimos que se montó el Belén cuando se forma un guirigay, un carajal, una zapatiesta; esto es, se plantea una disputa o un altercado por un quítame allá esas pajas, sin mucha chicha, por algo que no merecería tanto ruido, pero se convierte en algarada. Sería, en esencia, como ponerse disputar dónde se colocan el mulo, la mula, las ovejitas y, sobre todo, dónde ubicar al caganer.

Porque el Misterio, póngase centrado o en una esquina, es el protagonista del Belén, pero el caganer, en pura ortodoxia, debiera estar semioculto, retirado de la escena principal, puesto que nadie en su sano juicio se pone con las verdades pudendas al aire para hacer de su vientre a la vista de todos.

Estoy seguro, aunque solo conozco al personaje por lo que le veo en la tele y lo intuyo por lo que le leo y escucho en los media, que Artur(o) Mas pretende ser el caganer de su Belén. Solo que, como es un ser hecho en y para la política, ha preferido, aprovechando que entiende que hay huecos junto al pesebre, ponerse bajo el foco principal, pasando de esa forma ladina a ser artífice fundamental del Belén que, bajo su advocación, se está formando en Cataluña.

Sin embargo, para una mayoría del resto de los españoles (en la que solo le excluyo a él y a unas decenas de políticos catalanes y a cuatro independentistas con picor de almorranas nacionalistas), lo que le pasa a Artur Mas es que la está cagando. Con el significado de que está destrozando algo valioso.

En el día en el que se están celebrando las elecciones adelantadas al Parlament en Catalunya, y que, según todas las encuestas y vaticinios previos, darán una mayoría a los que representen el deseo de independencia de esta región en relación al resto de España, no está de más, en uso de la libertad de expresión, manifestar, con todo respeto, que por creer seguir al caganer se puede acabarla cagando. Lo que no tiene porqué impedir que la inmensa mayoría de los españoles de toda su vida seguiremos sintiendo a los catalanes formando parte de lo nuestro.

Y no nos lo ponen fácil. Porque aunque, a la postre, no lleguen a separarse de facto, convendría que meditaran, todos esos fieles del caganer que defeca acusándonos a los demás de robarle la cartera, porqué cada vez somos más los ciudadanos españoles que, cuando nos planteamos pasar un fin de semana o los días de vacaciones haciendo turismo interior, preferimos hacerlo en  Extremadura, Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria, La Rioja, las Castillas, Aragón, Baleares, Canarias, etc., antes que pasarlas en Catañuña o en el País Vasco.

Nos sentimos más cómodos entre los que no nos espetan a cada rato que las vituallas que ellos han traído a la merienda común son mejores, y más sabrosas que las nuestras, y se las comen ellos los primeros.

 

Burlas al derecho, al Derecho y a la Justicia

Entre las expresiones que los abogados utilizamos, como muletilla argumental en los escritos de la compleja papirogenia procesal, figura en lugar destacado la de "burla al Derecho", para indicar que una actuación, con apariencia de correcta, está vulnerando, sin embargo, el ordenamiento jurídico.

La proliferación de listillos, prepotentes, delincuentes y toda esa variopinta colección de individuos que aprovechan en su beneficio tolerancias y debilidades de los demás, incluso de las normas generales, me invita a distinguir entre tres categorías, no independientes, por las que no se respetan las condiciones para una pacífica convivencia.

Existen, en primer lugar, burlas al derecho. La creciente marea de omitir la ética como norma general de conducta, ha permitido, de forma colateral, que muchos piensen que lo que no está regulado no debe ser cumplido, aunque dañe objetivamente a otro. Las Constituciones y códigos se han esforzado en incorporar los derechos -fundamentales o no- de ciudadanos y colectividades, pero no todos están en letra impresa, ni tendrían porqué estarlo.

El derecho a la vida, a la libertad ideológica, al trabajo digno, al matrimonio, a tener hijos, a deambular libremente, son ejemplos al azar de derechos que, en general, están más o menos protegidos en las legislaciones. Algunos han cambiando con los tiempos, o se han matizado.

Burla al derecho con minúsculas, el que, en una cola de quienes esperan ser atendidos, se cuela, usando su jeta o la amistad con el que expende; lo burla el que graba con beneficios desmesurados (20%?) los márgenes de producción, aprovechándose de la ignorancia del consumidor; burla al derecho quien se atribuye honorarios cien o mil veces superiores (o veinte) al de la media de los empleados de su corporación, argumentando que su tarea es imprescindible.

La valoración de lo que son burlas al Derecho corresponde, en última instancia, a los jueces y magistrados de los Tribunales, aunque todo ciudadano, y especialmente, los abogados, en tanto que profesionales del Derecho práctico, podemos ofrecer una amplia panoplia de ejemplos.

Es una burla al Derecho la de quien, pretendiendo que una ley les obliga a realizar obras de accesibilidad universal para poder funcionar como clínica en un edificio vecinal, y con una licencia municipal, realiza, sin autorización de la Comunidad de vecinos, obras de instalación de un ascensor en su local, destruyendo forjas, vigas y viguetas de propiedad común; es una burla al Derecho cerrar una propiedad comunal, amparándose en que en ella se poseen varios castaños; es una burla al Derecho destruir documentación de una infracción o valorar de distinta forma ésta, según quién sea el denunciante.

Y, para cerrar el ciclo de agresiones al orden social, es una burla a la Justicia, no cumplir, utilizando todo tipo de triquiñuelas, incluída la omisión voluntaria, las sentencias y mandatos judiciales.

Esta última es, en mi opinión, especialmente grave. Porque cuestiona, de raíz, la eficiencia del Estado de Derecho. Será por sobrecarga de trabajo, por ineficiencia, por falta de medios coercitivos, porque esta sociedad está cansada y vieja, pero los ejemplos de burlas a la Justicia crecen cada día. 

 

 

De cazadores y de madrigueras

Técnicas Reunidas S.A. es la entidad a la que la Real Academia de Ingeniería de España (RAIE) ha concedido este año su Premio Academiae Dilecta. En un acto con hechuras muy formales -se trata de una Institución relativamente nueva, pero con rancias resonancias-, recogió el galardón su Presidente, José Lladó Fernández-Urrutia.

No fue el único premiado en ese acto, que se celebró el 20 de noviembre de 2012. También lo fueron los "jóvenes investigadores" Miguel González Herráez y Gonzalo Guillén Gosálbez. Vaya por delante, aunque no dará más detalles en este comentario, que quedé muy impresionado al conocer los trabajos que estos profesores están realizando y que me propongo dedicarles en otro momento unas líneas.

De esa manera modesta contribuiré a que se difunda lo que están haciendo hoy día, seguro que muchos, pero desconocidos, investigadores españoles que, por lo presentido, miran hacia adelante cuando la mayoría miran (¿miramos?) hacia los pies.

José Lladó es un personaje que anda ya por los 78 años, y que dispone de esa perspectiva inconmovible que da la combinación de la edad y el éxito. En su discurso de reconocimiento, por el que recorrió la trayectoria de esa empresa de ingeniería que hoy da cobijo laboral a 4.600 empleados y ha conseguido clavar las banderitas de los proyectos realizados o en marcha en un montón de países, contó una anécdota sobre conejos y madrigueras que, como la colocó al final, además de servir para levantar unas sonrisas y calentar la sala para disponerla a aplaudir, debía significar, sin duda, que, en cierto modo, era un resumen (vulgarizador) de su filosofía.

Dijo Lladó que, cuando era un niño de pocos años, solía acompañar a su padre a cazar en una finca de un amigo, abundante en conejos, que habían construído en algunas zonas de la misma, innumerables madrigueras. El jovencísimo Lladó se entretenía viéndolos escabullirse en ellas, disputarse el cobijo cuando coincidían varios en el agujero o volver a salir a la superficie abierta si se daba el caso de que la trinchera estuiera a medio construir y no les proporcionara, por ello, la protección completa.

Pues bien. Sucedió (esto es, érase que se era) que los guardeses tenían un hijo púber, de unos 18 años, que les acompañaba en la caza por aquellos campos, como soporte logístico y levantador de piezas. La guardesa, que sabía de la buena situación de D. Juan Lladó en el Banco Urquijo -era el Presidente-, recomendó a su retoño ante el prócer: "Búsquele usté algo en el Banco, D. Juan". El astuto banquero (los términos con los que cuento la anécdota son solo míos), no prometió nada a la buena mujer. "Ya se verá", se limitó a decir.

"No importa" -parece que replícó la madre recomendante, sacando orgullo de flaquezas- "Si no es en esa madriguera, ya encontrará mi hijo otra".

Y aquí, los largos aplausos del respetable y, en el estrado, respetabilísimo, sellaron la intervención y, clausurado el acto, sirvieron un cóctel, escaleras arriba.

Llevo dándole vueltas, en mis ratos libres, a la anécdota, y, la verdad, no le encuentro aplicación al caso que nos ocupa. Y lo que es peor, rodeado como estaba de admiradores de José Lladó -yo también lo soy, admito-, no me atreví  a preguntarle qué diablos quería decir con la anécdota, para no alarmar a la  cohorte de entusiasmados fieles (1).

Y, sobre todo, por si había cazadores al acecho, sintiéndome en ese feudo un poco -no sé porqué- como infiel en Tierra Santa.

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(1) José Lladó Fernández-Urrutia, hijo de Juan Lladó, está casado con Pilar Arburúa, hija de un ex-ministro con Francisco Franco, y que fue presidente del Banco Exterior. Miguel Arburúa tuvo otros tres hijos: José Manuel, casado con Isabel Gómez-Acebo y Villapecellín; Silvia, casada con Marcelino Oreja (ex-ministro de Exteriores y ex Presidente de Fomento de Construccíones y Contratas), y Patricia, casada con Ignacio Domínguez Urquijo; Isabel Gómez-Acebo es hija de...

Pero, por más  vueltas que le doy, encuentro que toda esta relación de hipotéticos conejos y supuestas madrigueras nos revela un campo de caza distinto al de la mayoría.

 

Tasas judiciales y estado de derecho

Desde el 22 de noviembre de 2012 ha aparecido una grieta más en el estado de derecho español. El cincel y martillo que la provocaron tiene un nombre: "Ley 10/2012 por la que se regulan determinadas tasas en el ámbito de la Administración de Justicia y del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses".

Poniéndose un esparadrapo antes de la herida, el  legislador justifica la medida, expresando en el Preámbulo de la norma, que el derecho a la tutela judicial efectiva no tiene que ver con el derecho a la justicia gratuita y se acoge a una Sentencia del Tribunal Constitucional (STC 20/2012) que reconoce "la viabilidad de un modelo en el que parte del coste de la justicia sea soportado por quienes más se benefician de ella" (sic)

Que el gobierno haya estimado como más urgente, en el marco de la dramática situación en el que se encuentra el ejercicio justiciero en España, la imposición de un coste adicional a quienes acuden al ámbito jurisdiccional para la (probable) resolución de sus conflictos, es, sin duda, sorprendente. Porque es la evidente demostración que lo que le más le preocupa en esta coyuntura es la economía, (estúpidos?) y que la recaudación de dineros, de cualquier parte y por cualquier medio, es prioritaria.

Lo estamos viendo, por lo demás, en todos los órdenes. El gobierno busca recaudar más, solo que mira ladinamente hacia donde lo tiene más fácil. Más multas de tráfico. Más inspecciones fiscales a autónomos y pymes. Incremento de impuestos para las clases medias. Financíación con los retrasos en los pagos a proveedores y empresas.

Y disminuye los gastos. Allí también donde le es más sencillo actuar. Menos prestaciones a los más necesitados. Disminución de adquisiciones en centros públicos. Privatización de hospitales. Reducción de educadores. Suspensión de licitaciones y paralización de obras empezadas.

Somos muchos los que estamos convencidos de que el derecho a la tutela judicial y el acceso gratuito a la justicia son aspectos de un mismo proyecto social, que implica la transparencia en las actuaciones judiciales, la rapidez y eficacia en el cumplimiento de las decisiones, el reconocimiento de la igualdad ante la ley, el derecho a una justicia rápida y coherente, la protección específica del derecho del más débil frente a la pretensión del avasallaje del que tiene la fuerza del dinero (o de las relaciones personales), pero al que no le asiste ni la verdad legal ni la ética.

Ese entramado de relaciones es, por su naturaleza, de resistencia precaria. El gobierno ha permitido que se abriera una brecha más, que solo favorece a los que tienen más dinero; no mejor derecho.

(PS. La Secretaría General de la Administración de Justicia emitió una Instrucción el mismo día 21 de noviembre, recibida por la Secretaría del Consejo General de la Abogacía al día siguiente y difundida de inmediato, por el que se aplaza la aplicación de esta Ley hasta que se disponga de los impresos para la autoliquidación, que deberán ser definidos.

¡Qué improvisación, señor!,¡qué desbarajuste! De veras, ¿alguien está creyendo que por correr mucho se llega más temprano? ¿A dónde?)

Alguien tiene que decirlo: Disminuyen las oportunidades para la Evolución

Evolución o Revolución. Esta es la cuestión.

Estoy escribiendo sobre las medidas a adoptar para solucionar los problemas actuales más acuciantes de la humanidad. Pueden dársele diversos nombres: calentamiento global, deterioro ambiental, desequilibrio, tensiones sociales, luchas -expresas o tácitas- por la posesión de recursos, medidas desiguales para combatir la pobreza y el paro, diferencias de criterio respecto al papel del mercado o de las actuaciones estatales para propiciar la supresión de los desequilibrios económicos (a escala territorial y mundial) y el mantenimiento de los servicios sociales básicos,...

Pero el problema se reduce a uno solo: desenmascaramiento definitivo de la razón por la que no solo persisten las desigualdades dentro de la especie humana, sino que aumentan. Siempre han existido, es cierto. Solo que hoy en dia, se han hecho más evidentes, no pueden ocultarse ni ignorarse y, por encima de todo, al crecer cuantitativamente el número de marginados, tensan la realidad social en cualquiera de los espacios que se consideren.

Aunque algunos indicadores pretendan poner de manifiesto lo contrario, la percepción que cualquier observador imparcial y sensato puede hacer de la actual situación es que, por más que se diga que se está haciendo mucho y bien, hemos caminado y lo seguimos haciendo de forma crecientemente acelerada, a peor. Exponencialmente, por lo que el tiempo para actuar se reduce terriblemente.

No desprecio las medidas que local o particularmente se están adoptando para corregir tantos desequilibrios. Son necesarias. Pero no son suficientes. Ni en cantidad, ni en calidad; ni, lo que es aún más importante, en ritmo.

La percepción del deterioro global es tan grave, tan acuciante, que no es posible confiar en que la evolución prevista para el tratamiento de los temas sea satisfactoria. En un horizonte tan próximo como 2050 nos encontraremos con una población mundial de 9.000 millones de personas, con un deterioro ambiental muy superior al actual y con desequilibrios entre pobres y ricos -miles de millones de los primeros, en el límite de la supervivencia- crecientes.

No es cuestión solo de mensajes, ni de voluntarismos. No se va a solucionar la cuestión con reuniones de funcionarios y agentes más o menos involucrados en el problema, que emitan informes muy convincentes sobre lo que está pasando y nada vinculantes respecto a lo que debería hacerse.

La humanidad avanza, en ritmo que parece inexorable, hacia su extinción o, en el mejor de los casos, hacia su masiva destrucción. No lo van a solucionar las decisiones de algunas empresas de confeccionar vistosos informes de Responsabilidad Social Corporativa, ni tampoco ayudarán -por supuesto- las decisiones de los gobiernos de países emergentes (algunos, ya emergidos) de aproximarse al modelo de bienestar occidental (norteamericano y alemán, fundamentalmente), mientras los países más desarrollados defienden mantener sus posiciones de élite.

No. Es imprescindible combinar un modelo de liderazgo global basado en la ética, la responsabilidad global, la asunción de compromisos firmes de colaboración recíproca, pero orientada a la mejora de las condiciones de vida de los más débiles y a la protección eficaz del medio ambiente y la corrección de los deterioros más graves, aquellos que afectan a la supervivencia de las personas (agua, residuos, energía,...)

Un sistema global eficiente no puede estar basado en la primacía de los más fuertes, en las leyes rígidas del mercado, en la tolerancia de la corrupción y en la confianza desmesurada en la eficacia de unas leyes que no se cumplen, porque no se pueden hacer cumplir.

Es imprescindible actuar. Con el ejemplo de honestidad, compromiso, seriedad, conocimiento técnico, diálogo permanente, abandono de la defensa irracional de lo que se encuentra como diferencia estimable, cuando no es más que un adorno muchas veces interesado para proteger lo que se ha apropiado ilegítimamente.

Todos somos actores. Cada uno a su nivel de responsabilidad. Pero, puesto que están arriba de la pirámide de decisiones, los gobernantes, los políticos, los propietarios y ejecutivos de las grandes y medianas empresas, los funcionarios (jueces, sanitarios, técnicos, educadores, etc.) tienen que dar ejemplo. Sin fisuras.

Porque si no vamos por el camino de la rápida evolución, solo quedará la revolución. Y ahí sí que no habrá opción para controlar el descontento. ¿O se le está ocurriendo a alguien que sí, que se podrá?

 

 

Consentimiento informado, ¿dígame?

La Ley 41/2002, Reguladora de los derechos del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, contiene en su Capítulo II, los elementos de una consecuencia fundamental derivada del derecho individual a decidir por sí mismo, en relación con el tratamiento de dolencias, enfermedades y cualesquiera actuaciones de terceros, aún provistos de las mejores intenciones y de los mayores conocimientos, sobre nuestro cuerpo: el consentimiento informado.

Las dos palabras parecen decir mucho, pero pueden quedar vacías de contenido si se atiende a la tremenda desproporción de ambos mundos: el del personal sanitario y el del paciente, (admitiendo por tal denominación, sin reticencias, a la persona que demanda la atención sanitaria).

El conocimiento y la praxis están del lado de los médicos. La necesidad, el dolor, la angustia, de la parte del paciente, de su familia y demás allegados afectivos. El uso correcto del vocabulario y terminología adecuados, la capacidad para elegir la óptima entre el arsenal de opciones, residen exclusivamente en el personal sanitario. El dominio del tiempo, y el control del uso de todos los recursos hospitalarios, también. 

Los pacientes ponen de su parte la urgencia, la desorientación, y, por encima de cualquier consideración, la necesidad y el deseo ferviente de ser curados. No es poco, pero no deberían ser utilizados por ello.

No hace falta pormenorizar las situaciones para entender, porque todos hemos vivido algunas, que entrar en un hospital -de gestión pública o privada- significa introducirse con un hándicap grave -la enfermedad, la dolencia, la herida- en un mundo poblado de seres superiores, regido por una disciplina que tiene misteriosas cadencias, en la que los que más mandan han adquirido la categoría de divinidades.

En él, los dolientes y sus familias son personajes de estratos inferiores, admitido así por ellos mismos, sin que nadie se lo tenga que imponer, que están predispuestos a emplear el tiempo que haga falta, renunciar a lo que sea preciso, admitir lo que se les diga, con tal de que les curen.

Y si, como es por fortuna, la consecuencia de muchos de los tratamientos médicos en este momento de la tecnología -dejando a un lado que tenemos fecha de caducidad-, que el encuentro entre ambos mundos se finaliza con éxito, esto es, si se nos cura, si se cura a los que amamos, pasamos a ser portadores de un sentimiento de infinita gratitud hacia los expertos que han obrado el milagro.

Enterrados en el lodo de la ignorancia y, también, de la ocultación consciente, quedan los historiales de fracasos, los episodios de desencuentros totales, que pasan a formar parte de la voluntad de conformarse ante lo irremediable, de rendirse ante la imposibe demostración de que la mala práctica es imposible de probar y está protegida por la muralla de los intereses de clase, de la asunción de la debilidad de las carnes humanos frente a la incuestionada entrega, que se presupone absoluta, del profesional, cuya vocación, elegida por él para cumplir el designio de los dioses, es la salvífica, como único comandante de la nave tecológica, de lo que pueda de los desperfectos que se le han puesto en las manos, y de la que, en general, somos nosotros, los otros, los culpables.

Todas estas elementales disquisiciones no debieran ocultar algo que, todos los días, miles de veces, se vive en los hospitales, residencias, ambulatorios: el paciente no sabe lo que tiene, no se le informa de lo que padece con términos que entienda, no se le indica por qué se le realizará tal intervención y no otra y, desde luego, se le oculta el riesgo concreto de cada decisión y, para completo cierre de las ocultaciones, ni siquiera se le expresa, ni con la mínima claridad, cuál será la evolución previsible de su dolencia, los efectos sobre su organismo, etc.

Cuando, minutos antes de entrar en el quirófano, a un ciudadano, instantes antes de convertirse en paciente, se le hace firmar una o dos hojas que ratifican que otorga su consentimiento informado ("Firme aquí"), está eximiendo al personal sanitario de responsabilidades respecto a lo que le pueda suceder. Seguro que no le queda otro remedio que hacerlo así, que lo quiere evidenciar, pero no le vendría mal, nada mal, que de verdad le hubieran informado bien de lo que van a hacer con su cuerpo y cómo, probablemente, reaccionará su organismo con esa intervención.

Le ahorraría a él y a sus allegados muchas angustias, elucubraciones y preocupaciones posteriores. Porque hay otra vertiente, además de la sanitaria, en el consentimiento informado, digna de protección: el ser humano lego en las técnicas médicas, que no está acudiendo al favor divino ni celestial cuando entra en un centro sanitario, pero que, probablemente, no deseará ser tratado como un imbécil.

Carlos Slim juega con el Real Oviedo

El Real Oviedo estaba prácticamente desahuciado, y con él, ese sentimiento difuso pero reconfortante, de tener un objetivo común para los habitantes de Vetusta, que es conseguir con el club de sus amores (ocultos) recupere la categoría máxima en la Liga del Fútbol español (hoy, con el nombre de una entidad financiera).

Era algo ilusorio, sin duda. No existía posibilidad alguna de que la presunta capital del mundo volviera a tener un equipo de  fútbol en la Primera División y, con ello, se volvieran a prender los fuegos de la rivalidad regional entre culomollaos y carbayones, reciperando aquellos magnos encuentros con el Sporting de Gijón, el equipo de la otra candidata a ser ombligo de la Humanidad; encontronazos de máxima efervescencia anímica, que, por designios malhadados, cuando no terminaban empatados, gababan los de las rayas.

Descendido a los infiernos, supervivente después de que la afición consiguiera matar a un hermano sobrevenido hijo de un vientre de alquiler, resulta que, por razones ignotas para el que esto escribe, el Real Oviedo de los sueños infantiles de miles de niños -muchos de ellos con bigote, encanecidos o calvos- necesitaba hasta hace unos días unos 4 millones de euros para salir del último bache, que, según el esctricto y desigual reglamento de la competición deportiva, significaría el final de la historia.

La derrota definitiva.

Cuando desde la tesorería del club de fútbol carbayón pusieron sobre la mesa que el club hacía agua, porque los ingresos actuales, a pesar de tanto amor, no daban ni para pipas, apareció, por fin, la furia ovetense, el pundonor extradeportivo, el cariño hacia las cosas imposibles. Hasta ahí podíamos llegar. Porque a los asturianos nadie nos tiene que decir lo que hay que hacer, porque hacemos lo que nos de la gana cuando nos de por hacerlo, aunque no haya nada que hacer.

Estaba Oviedo ciudad a punto de reunir los 2 millones de euros que servirían para alargar el tratamiento de prolongación de la eutanasia pasiva como un par de meses, a base de aportaciones de 5 en 5 euros, cuando apareció el primo de Zumosol, el magnate mexicano Carlos Slim, un ingeniero civil al que le sobran los miles de millones y que, como divertimento, se dedica a la filantropía, esto es, a hacer obras de caridad, escogidas como le pete.

Y el milagro se hizo. Compró Slim el Oviedo equipo de fútbol por 2 millones de euros contantes y sonantes, que, sumados a los que se recogieron en la calle, dan para reflotar el club y soñar hasta, después de pagar atrasos, en animar algo la cantera, que ha dado al fútbol español glorias de alcurnia.

No solo eso. Slim, al justificar por qué lo hacía, dijo o mandó decir que lo hizo por simpatía, porque le caía simpático el que en estos tiempos en que nadie quiere a nadie, los ovetenses quisieran tanto una entelequia.

Tiembla, Gijón. Ya puedes ir llamando a Bill Gates, pero ni por esas. Con los ovetenses no se juega. Solo Carlos Slim, al que le daremos el próximo Premio Príncipe de Asturias, que, con el permiso de Matías Rodríguez Inciarte, habrá que aglutinar en las modalidades del deporte, la cooperación internacional y la paz y la concordia.

 

Carenados de fondos, revisión de la quilla, cambio de cuadernas

En fútbol, como en política, ya que todo el mundo tiene opinión, aunque no sepa, hay pareceres para todos los gustos. Resulta así que los estrambóticos o descabellados también tienen cabida y, en ocasiones, hasta enmascaran los juicios más sensatos, dando lo que es más sencillo: voces.

La función del entrenador -quiero decir, del Presidente de Gobierno- es seleccionar el equipo más adecuado de los de plantilla, sacarlo a tomar decisiones y confiar, con los dedos cruzados, a que acierten con las metas.

Lo deseable es que la mar venga buena. Porque da gusto navegar a todo velamen por espacios abiertos, y volver a puerto con las bodegas llenas por haber hecho la pesca -ya se sabe: reducir el paro, mejorar el pib, reducir la inflación, aumentar las prestaciones, etc.-.

Si hay marejada, y la mar está picada -o sea, revuelta-, dicen los más sabios que es buen momento para hacer ganancia. Pero hay que ser lobo viejo. Si, siendo bisoño, o careciendo de barco para resistir golpes fuertes de mar, o sin tener tripulación avezada, es preferible achantarse y aguardar tiempos calmos.

Y estando en la mar, y tomando en cuenta las condiciones propia, si se tiene la sospecha de que, aún sin llegar a galerna, viene mala mar, aunque se pueda presumir de haber salido airoso en casos difíciles, vale más, si se está en condición, no tentar la suerte y acudir al refugio que dan los puertos.

Nada digamos si el casco está dañado, las vergas, palos o jarcias tienen asomo de vejez o la tripulación no anda de buenas, porque se sienten mal pagados o les ha entrado cagalera: en todos estos y otros casos, lo aconsejable es quedarse en lo seco y, haciendo pasar un tiempo, tomarse el refrigerio contando batallitas, propias o inventadas, para divertirse en el muelle.

Estamos en España para pocas bromas. Los más optimistas, creen que, siguiendo con los símiles navieros, bastará con un carenado de fondos, para aliviarse de costras del pasado. Y afirman que el momento es estupendo para invertir en la naviera: resulta reconfortante leer lo que dicen, aunque, leyéndolo, uno se pregunta si los que animan a salir a la mar, vendrán a bordo o se quedarán en el muelle, deseándonos buen viaje.

No son pocos, los que exigen una revisión a fondo de la quilla del buque insignia y, siendo tan sensible la columna vertebral, confiar en que resista plenamente sin necesidad de mandarlo todo por la borda y tener que agenciarse un nuevo barco portaaviones y principios. Si los expertos aprecian astilladuras de calibre, como barruntan, habrá que considerar como opción más adecuada, despiezar el barco constitucional y darle nuevos bríos, dotándolo de paso de aparellaje más moderno y sin copiar, esta vez, en demasía, sino atendiendo a lo que parezca adecuado al viaje que nos demos.

¿Será solo cuestión de cambiar el barco base, o será mejor revisar toda la flotilla, en especial, la de los barcos más galanes? Gran pregunta es ésa. Y, por cierto, mejor ir a alta mar en barcos resistentes que en miles de chalupas, aunque, para andar cerca de la costa y aligerar las cargas, vienen al pelo los barquitos.

En el terreno intermedio, piden algunos un cambio simple de un par de cuadernas acá y allá donde se noten más los abollones, y seguir tirando con la flota, hasta tener ahorrado con que comprarse algún nuevo navío, dotado con los mejores adelantes, que coexista con los buques que se salven de la armada (vencible). Aconsejan faenar entre tanto en plan costero, por zonas de menor calado, deseando que las irregularidades de la plataforma nos obsequien con un caladero inesperado, todo ello sin aventurarse por donde vayan los buques de más arqueo, a los que solo se podrá seguir, como las gaviotas, apoyándose en ellos.

Sea lo que sea, abruma a los que vamos dentro de una nave -que se nos presenta a veces, como fragata y las otras, más bien, puro paquebote- que no se nos cuente exactamente lo que pasa, y se nos vaya alejando a remolque de la costa mientras los altavoces difunden música celeste para entreternos; algunos barcos reportan/manifiestas que las vías de agua se hacen en ellos cada vez más evidentes; en otros, viento en popa.

Ayer, era una cosa del 4% que se difundió, como rumor, entre el pasaje, y que nos hizo recordar al último Maragall de los principios de su Alzheimer, perfectamente lúcido.

También se nos transmiten, a puntadas, disputas por los terrenos de estribor, entre marinería y oficiales, bien por un quítame allá ese euro del medicamento, que para tí será disuasorio pero para mí es definitivo, bien porque yo pongo un poco más de impuestos para consuelo de desamparados sin alarmar a los más ricos.

Por los terrenos de babor, solo se está de acuerdo en que vamos con el rumbo desviado y, aunque molesta la tripulación, no se siente con capacidad para organizar un Maine, y, por eso, se deja al personal decidir entre quedarse durmiento a la bartola, o devolver a la mar los anzuelos y aparejos. Temen muchos que nunca más volverá a haber una temporada de pesca como aquella que dejamos atrás.

Me ha parecido estupenda la metáfora de que S.M. El Rey desea pasar por el taller a que le arreglen algo de la mecánica ósea. Nacido en 1938, no es tan viejo, pero anda que fue muy baqueteado. Tiene hoy 74 años y si para algunas cosas parece que fue ayer, para la mayoría, tiene tufos de restauración borbónica (allá por 1931).

Por mí, no lo demoraría más. Que sus levantéis, coño, y al trabajo. Mientras unos se pongan a reparar las redes, que otros revisen todo el maderamen, cambiando lo que haya que cambiar, porque como se nos ha quedado la flota, en lo sustancial,  es pecata minuta discutir si debemos alejarnos de la costa o traer la mayoría a buen refugio.

Lo más importante es que se salve todo el pasaje de los barcos que flaqueen y tener confianza en que, si nos apretamos, entre los avíos de salvamento y las lanchas que llevamos a bordo, habrá sitio para todos.

 

Macrofiestas, megaiglesias, hiperestadios, teramanifestaciones

Lo pequeño será hermoso, pero lo grande es magnífico. Así deben pensar quienes se afanan por construir espacios de aglomeración cada vez más imponentes, y así lo aceptan quienes los llenan.

Unos, generan necesidades y deseos, poniendo la tramoya en un escenario que, por grande que sea, resulta apenas visible desde las gradas, en donde los otros, aunque crean participar como espectadores, son parte principal del espectáculo.

Porque el espectáculo no es lo que se produce, sino el hecho mismo de la que congregación, el convertirse en multitud, sentirse masa. Los asistentes asumen, y no importa que no lo reconozcan así, que su papel principal, su única aportación al evento, sea cual sea el pretexto por el que han acudido a la llamada, es aportar su cuerpo serrano en el hueco que se les designe.

Cuando más multitudinaria la fiesta, mejor. Si la iglesia tiene espacio para reunir a cien mil fieles del predicador inspirado, genial. Si el estadio sirve para congregar a tantos devotos de un par de virtuosos con un baloncito que su desplazamiento sea capaz de colapsar las vías de una ciudad varias horas, espléndido.

Si la convocatoria consigue que la manifestación aglutine tantos descontentos que existan más participantes en ella que indiferentes en las aceras ante la exhibición de protesta, un éxito.

De cuando en cuando, se produce una llamada de atención para poner en evidencia que, aunque nos comportemos o queramos aparecer como una masa homogénea, las estampidas nos van a afectar individualmente; las muertes, podrán ser solo la nuestra; las creencias y mitos nos implicarán a la postre solo a nosotros; las magníficas exhibiciones de destreza ajena no mejorarán nuestra pobreza mental y el participar en una congregación de descontentos por la crisis no nos sacará del desempleo.

Porque, haciendo más grande el espacio, solo damos cabida a más necesitados.

 

Disputas al margen de las civilizaciones

Empezamos la segunda quincena de noviembre de 2012 con un recrudecimiento -así lo denominan los expertos, si es que hay expertos en estas artes del desencuentro- de la tensión entre palestinos e israelíes. Con otras palabras: la guerra que tienen planteada desde los apaños de Camp David (1) se cobrará nuevas víctimas, (especialmente entre los palestinos, pertenezcan o no a Hamás y simpaticen o no con la Yihad islámica), hasta que los intereses económicos de los judíos norteamericanos encuentren un nuevo punto de equilibrio inestable. 

Hubo un tiempo en que un iluso denostado, que pilotó, hasta encallarlo en los arrecifes de la avidez internacional, el barco de los intereses españoles, defendió la necesidad de una alianza entre civilizaciones.

Por supuesto, la propuesta era una tontería (acepciones 3 y 4 del Diccionario de la RAE). Ningún grupo está dispuesto a compartir en un mismo cuenco las "costumbres, ideas, cultura o arte de un pueblo o comunidad" (definición de la RAE) sin que, ante todo, se le reconozca su superioridad frente a todas las demás opciones. Desde el mejor cocido lo hace mi madre, pasando por los mejores aires son los de mi pueblo, se llega, en camino natural, hasta qué se creerán esos, si la razón está indubitadamente de nuestro lado.

Es relativamente sencillo, si se toma uno el interés de no quedarse en lo superficial, comprender que los pueblos no discutirán, jamás, por cuestión e civilizaciones, que es un quítame allá esas pajas, comparado con el estímulo central de las apetencias humanas. La clave está siempre, lo estuvo siempre, lo estará por siempre jamás hasta la destrucción de la especie de la que formamos parte, en la posesión de la tierra; en especial, de la tierra fértil, esto es, con agua.

Cuando se disipa el polvo de las batallas por imaginarias discrepancias religiosas, ideológicas, culturales, aparece, diáfano, el motivo que nos hace discrepar a los humanos: dominar la Tierra. Está en la Biblia. Solo que Dios se lo dijo a muchos patriarcas al mismo tiempo, y en esta carrera desenfrenada hacia la destrucción, cada tribu cree tener el auxilio de la superioridad para alcanzar el objetivo.

Me ha producido una intensa emoción el advertir, una vez más, que en la disputa regulada por la presidencia de los Estados Unidos, ambos contrincantes recurren a los sentimientos religiosos y a la convicción indemostrable de que el pueblo norteamericano tiene una vocación o designio divinos.

Retomando la situación desde la Unión Europea, no me atrevo a valorar cuántos desencuentros y destrozos pueden ser atribuíbles al agnosticismo admitido de muchos de sus dirigentes o a la pluralidad de matices, convertidos en relevantes, que han separado, en este continente con mentes viejas, a los creyentes, sin que nadie parezca haberse dado cuenta de que toda diferencia es, siempre, producto de una mentira originaria, de una falsedad instrumental.

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(1) También podemos remontarnos a la declaración de Balfour (1917), o a guerra árabe israelí de 1948, provocada por la nada inocente intromisión de las Naciones Unidas en la zona, arrojando sobre ella el ascua del reciente incendio.

El rumbo incierto del sindicalismo

Se ha convenido en presentar, como resultado de análisis que me aventuro a juzgar de bastante superficiales, que los sindicatos de trabajadores, con los perfiles que han quedado autorizados por la Constitución de 1978, cumplen en España un papel sustancial en la defensa de los derechos de los más débiles en las relaciones de producción.

No se concede, en general, la misma importancia a las agrupaciones de empresarios, que se siguen llamando patronales. Parece, en este caso, admitirse que los que ponen las ideas y el capital para conformar esos entes que el devenir del dios mercado ha tornado, cada vez más, en sometidos a avatares misteriosos (1), no necesitarían tanto de formar coaliciones para trasladar sus intereses a las mesas de negociaciones, pues los propios gobiernos del Estado ya se encargarían de protegerlos.

No pretendo que se me vea como un simple o un terrorista argumental al exponer tan torpemente estas razones, que podrán ser más o menos entendidas, pero que están apoyadas en la observación. Forman parte de mi apreciación, ya de perro viejo, al advertir cómo discurren las relaciones, -a nivel global, no de empresa- entre los colectivos de empleados por cuenta ajena y la masa variopinta de quienes tienen, según el imaginario popular, solo la vista puesta en los resultados económicos.

La cuestión de la separación de poderes en el territorio empresarial ha perdido vigencia y, en particular los dirigentes sindicales, -pero también se contagian de este error los responsables patronales-, siguen manejando viejos esquemas que es imprescindible cambiar. No es época de lucha, sino de concertación; no es tiempo de reinvindicaciones, sino de colaboración; no hay que mirar solo a lo que nos interesa, sino que es imprescindible elevarse para tener la visión de todo el campo de acción.

Los sindicatos ya no defienden, aunque lo digan, ni mantenimiento de los empleos ni mejora de las condiciones de trabajo. No pueden hacerlo, porque no saben, ni quieren, ni tienen los elementos para hacerlo. En un Estado desarrollado, con garantías jurídicas provenientes de una legislación avanzada y seria, las huelgas son falsas herramientas de actuación, que no hacen más que perjudicar, justamente, a los colectivos que se pretende defender. Y aún más: ignoran a los más débiles, por más que alardean de tomarlos en consideración.

Los más débiles, en una situación de crisis, no son los que tienen trabajo, aunque sea precario. Son los que lo han perdido, los que no lo han tenido nunca, los muy jóvenes que no saben cómo orientar su camino (formación profesional, estudios, universitarios, emigración, ...), los más capaces que están infrautilizados por la sociedad, los enfermos sin recursos, los que carecen de ingresos, ...

Aquí estamos, pues. Con una masa insoportable de prejubilados y jubilados que son, en buena medida, el resultado de correcciones, ajustes de plantilla, ERES y Planes de regulación de todo pelaje, y que cargan sobre las arcas exangües del Estado, sin producción alguna, aunque estén sus receptores en edad y conocimientos de producir.

No han conseguido los sindicatos incorporar a más jóvenes al mundo laboral, para lo que basta presentar las cifras: una cuarta parte de los menores de 25 años no tiene trabajo, ni preparación para conseguirlo; y la mitad de ese colectivo tan sensible -para todos, no solo para ellos- no produce. Escribo esto, porque, en la confusión con la que se ofrecen las cifras, interpreto que esa otra cuarta parte que completa la primera a la que me refiero en este párrafo, estudia o hace que estudia.

Pero lo peor, en mi opinión, es que los líderes sindicales no saben qué proponer. Me refiero a propuestas que sean factibles, que no sean solo desiderata política, intenciones sin fuerza para devenir reales. Ellos han sido también coautores de la situación a la que hemos llegado, con reinvindicaciones que no tenían acomodo en lo posible, sin visión de futuro para conseguir la incorporación razonable de jóvenes y mujeres, sin producir descalabros, sin llegar a entender lo que es el equilibrio precario que da vida a la rentabilidad de las empresas.

Podrá doler, pero se necesita un nuevo sindicalismo. Capaz de negociar, de forma inteligente y pragmática, desde el profundo conocimiento de la realidad empresarial y social, medidas y soluciones.

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(1) Me refiero, válganme la sintaxis y la semántica, a las empresas.

 

El Club de la Tragedia: Huelga general, drama particular

El 14 de noviembre de 2012 hubo una huelga general en España. La segunda en este año, récord confío que insuperable conseguido por el Gobierno de Rajoy. Escribo este Comentario en tiempo pasado, aunque lo redacto el mismo día para el que están convocadas las manifestaciones y las 24 horas de inactividad, porque se lo que va a pasar.

Conozco exactamente las consecuencias prácticas que se derivarán, sea cual sea el seguimiento de la huelga, el número de manifestantes, los incidentes por los que se quemarán contenedores y se destruirán algunos autos o se violentarán las estanterías de un par de hipermercados. No importa que las procesiones de descontentos se desarrollen pacíficas y ordenadas o den motivo para unas cuantas carreras a lo justicias y ladrones infantiles, que haya heridos o todos se vayan a sus casas como si no hubieran roto un plato y sin el mínimo rasguño.

No pasará nada.

Nada relevante para el jubilado que, con su pensión de 700 euros, seguirá comprando las dos barras de pan y el yogur desnatado con el que aguantará los últimos días de mes; nada relevante para el padre o madre de familia en el que el hijo o la hija minusválido, sin plaza para el centro asistencial de la localidad, le reclamará el cien por cien de su tiempo y otro tanto de su ánimo; nada digno de mención para el parado de larga duración, ya sin prestaciones, que desde hace cinco años no encuentra, cumplida al parecer su edad, trabajo en ningún sitio; nada que no se conozca para el en otro momento ilusionado promotor que ha perdido todo su patrimonio en una aventura empresarial en la que nadie le ayudó; poco que contar para el maestro al que, un mal día, despidieron porque se redujeron las aportaciones al centro en el que enseñaba geografía o cualquier disciplina inútil, como matemáticas, música o latín.

Nada de particular para los jóvenes que no tienen trabajo, ni estudios válidos, ni padres ricos o influyentes, ni familiares en la política activa de un partido mayoritario. Ni para los que emigraron porque no tenían sitio, ni para los que volvieron sin tenerlo. Ni...

Los dramas particulares no tienen cabida en una huelga general. Las huelgas generales no ofrecen propuestas, demandan soluciones. Los que se manifiestan en ella están expresando muchas cosas, pero, en general, no tienen miedo a perder lo que tienen. Bien porque ya lo han perdido o porque su puesto de trabajo está bien defendido por ser funcionarios o porque nunca lo han tenido.

Nos sobran motivos para ir a una huelga general. El país está roto, inerme, hace agua por demasiadas partes. Solo que si todos estamos en la calle para manifestarnos en una huelga general, no quedaría nadie para atender a la maquinaria.

Y lo que más necesitamos no son gentes que expresen su descontento. En eso, estamos todos de acuerdo. Necesitamos quienes ofrezcan propuestas, ilusión, empuje, soluciones.

Para eso, hay que estar de acuerdo con la oportunidad de una huelga general, pero trabajando en corregir lo que está mal. ¿Cuántos están, hoy, actuando para que sea, de veras, un éxito, esta convocatoria?

Este silencio es sobrecogedor.