El caganer del Belén que se está formando en Cataluña
Ahora que Su Santidad Benedicto XVI ha puesto en claro lo que hay de invención y de dogma en la interpretación del Nuevo Testamento, suprimiendo figuras y adornos, para que los fieles se concentren sobre el Misterio, actuando sin relación alguna con esta decisión papal, el presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, ha decidido asumir el papel de caganer ante sus posibles votantes.
Como sabe casi todo el mundo, la figura del caganer, un varón en trance de hacer sus necesidades, simboliza el deseo de bienestar y prosperidad, según una tradición de origen confuso. No falta tal muñeco en ninguno de los belenes que se montan por Navidad en hogares y sedes comerciales catalanas, valencianas o canarios y, desde hace un par de décadas, por simpatía con la idea, o con la representación desenfadada que se le atribuye, en muchos lugares del resto de España.
La manera común de denominar -allende los països catalans - a ese gracioso personaje que se alivia, fecundando así la tierra agrícola con sus heces, es la de caganet, por fruto de una ligera adulteración fonética.
Por adulteración ideológica de significantes, hay quienes, en Cataluña como fuera de ella, trasluciendo transfondos de pérfido carácter, interpretan que con esa figura descocada hacen guiño o burla de la representación religioso-familiar.
Los españoles decimos que se montó el Belén cuando se forma un guirigay, un carajal, una zapatiesta; esto es, se plantea una disputa o un altercado por un quítame allá esas pajas, sin mucha chicha, por algo que no merecería tanto ruido, pero se convierte en algarada. Sería, en esencia, como ponerse disputar dónde se colocan el mulo, la mula, las ovejitas y, sobre todo, dónde ubicar al caganer.
Porque el Misterio, póngase centrado o en una esquina, es el protagonista del Belén, pero el caganer, en pura ortodoxia, debiera estar semioculto, retirado de la escena principal, puesto que nadie en su sano juicio se pone con las verdades pudendas al aire para hacer de su vientre a la vista de todos.
Estoy seguro, aunque solo conozco al personaje por lo que le veo en la tele y lo intuyo por lo que le leo y escucho en los media, que Artur(o) Mas pretende ser el caganer de su Belén. Solo que, como es un ser hecho en y para la política, ha preferido, aprovechando que entiende que hay huecos junto al pesebre, ponerse bajo el foco principal, pasando de esa forma ladina a ser artífice fundamental del Belén que, bajo su advocación, se está formando en Cataluña.
Sin embargo, para una mayoría del resto de los españoles (en la que solo le excluyo a él y a unas decenas de políticos catalanes y a cuatro independentistas con picor de almorranas nacionalistas), lo que le pasa a Artur Mas es que la está cagando. Con el significado de que está destrozando algo valioso.
En el día en el que se están celebrando las elecciones adelantadas al Parlament en Catalunya, y que, según todas las encuestas y vaticinios previos, darán una mayoría a los que representen el deseo de independencia de esta región en relación al resto de España, no está de más, en uso de la libertad de expresión, manifestar, con todo respeto, que por creer seguir al caganer se puede acabarla cagando. Lo que no tiene porqué impedir que la inmensa mayoría de los españoles de toda su vida seguiremos sintiendo a los catalanes formando parte de lo nuestro.
Y no nos lo ponen fácil. Porque aunque, a la postre, no lleguen a separarse de facto, convendría que meditaran, todos esos fieles del caganer que defeca acusándonos a los demás de robarle la cartera, porqué cada vez somos más los ciudadanos españoles que, cuando nos planteamos pasar un fin de semana o los días de vacaciones haciendo turismo interior, preferimos hacerlo en Extremadura, Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria, La Rioja, las Castillas, Aragón, Baleares, Canarias, etc., antes que pasarlas en Catañuña o en el País Vasco.
Nos sentimos más cómodos entre los que no nos espetan a cada rato que las vituallas que ellos han traído a la merienda común son mejores, y más sabrosas que las nuestras, y se las comen ellos los primeros.
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