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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Carenados de fondos, revisión de la quilla, cambio de cuadernas

En fútbol, como en política, ya que todo el mundo tiene opinión, aunque no sepa, hay pareceres para todos los gustos. Resulta así que los estrambóticos o descabellados también tienen cabida y, en ocasiones, hasta enmascaran los juicios más sensatos, dando lo que es más sencillo: voces.

La función del entrenador -quiero decir, del Presidente de Gobierno- es seleccionar el equipo más adecuado de los de plantilla, sacarlo a tomar decisiones y confiar, con los dedos cruzados, a que acierten con las metas.

Lo deseable es que la mar venga buena. Porque da gusto navegar a todo velamen por espacios abiertos, y volver a puerto con las bodegas llenas por haber hecho la pesca -ya se sabe: reducir el paro, mejorar el pib, reducir la inflación, aumentar las prestaciones, etc.-.

Si hay marejada, y la mar está picada -o sea, revuelta-, dicen los más sabios que es buen momento para hacer ganancia. Pero hay que ser lobo viejo. Si, siendo bisoño, o careciendo de barco para resistir golpes fuertes de mar, o sin tener tripulación avezada, es preferible achantarse y aguardar tiempos calmos.

Y estando en la mar, y tomando en cuenta las condiciones propia, si se tiene la sospecha de que, aún sin llegar a galerna, viene mala mar, aunque se pueda presumir de haber salido airoso en casos difíciles, vale más, si se está en condición, no tentar la suerte y acudir al refugio que dan los puertos.

Nada digamos si el casco está dañado, las vergas, palos o jarcias tienen asomo de vejez o la tripulación no anda de buenas, porque se sienten mal pagados o les ha entrado cagalera: en todos estos y otros casos, lo aconsejable es quedarse en lo seco y, haciendo pasar un tiempo, tomarse el refrigerio contando batallitas, propias o inventadas, para divertirse en el muelle.

Estamos en España para pocas bromas. Los más optimistas, creen que, siguiendo con los símiles navieros, bastará con un carenado de fondos, para aliviarse de costras del pasado. Y afirman que el momento es estupendo para invertir en la naviera: resulta reconfortante leer lo que dicen, aunque, leyéndolo, uno se pregunta si los que animan a salir a la mar, vendrán a bordo o se quedarán en el muelle, deseándonos buen viaje.

No son pocos, los que exigen una revisión a fondo de la quilla del buque insignia y, siendo tan sensible la columna vertebral, confiar en que resista plenamente sin necesidad de mandarlo todo por la borda y tener que agenciarse un nuevo barco portaaviones y principios. Si los expertos aprecian astilladuras de calibre, como barruntan, habrá que considerar como opción más adecuada, despiezar el barco constitucional y darle nuevos bríos, dotándolo de paso de aparellaje más moderno y sin copiar, esta vez, en demasía, sino atendiendo a lo que parezca adecuado al viaje que nos demos.

¿Será solo cuestión de cambiar el barco base, o será mejor revisar toda la flotilla, en especial, la de los barcos más galanes? Gran pregunta es ésa. Y, por cierto, mejor ir a alta mar en barcos resistentes que en miles de chalupas, aunque, para andar cerca de la costa y aligerar las cargas, vienen al pelo los barquitos.

En el terreno intermedio, piden algunos un cambio simple de un par de cuadernas acá y allá donde se noten más los abollones, y seguir tirando con la flota, hasta tener ahorrado con que comprarse algún nuevo navío, dotado con los mejores adelantes, que coexista con los buques que se salven de la armada (vencible). Aconsejan faenar entre tanto en plan costero, por zonas de menor calado, deseando que las irregularidades de la plataforma nos obsequien con un caladero inesperado, todo ello sin aventurarse por donde vayan los buques de más arqueo, a los que solo se podrá seguir, como las gaviotas, apoyándose en ellos.

Sea lo que sea, abruma a los que vamos dentro de una nave -que se nos presenta a veces, como fragata y las otras, más bien, puro paquebote- que no se nos cuente exactamente lo que pasa, y se nos vaya alejando a remolque de la costa mientras los altavoces difunden música celeste para entreternos; algunos barcos reportan/manifiestas que las vías de agua se hacen en ellos cada vez más evidentes; en otros, viento en popa.

Ayer, era una cosa del 4% que se difundió, como rumor, entre el pasaje, y que nos hizo recordar al último Maragall de los principios de su Alzheimer, perfectamente lúcido.

También se nos transmiten, a puntadas, disputas por los terrenos de estribor, entre marinería y oficiales, bien por un quítame allá ese euro del medicamento, que para tí será disuasorio pero para mí es definitivo, bien porque yo pongo un poco más de impuestos para consuelo de desamparados sin alarmar a los más ricos.

Por los terrenos de babor, solo se está de acuerdo en que vamos con el rumbo desviado y, aunque molesta la tripulación, no se siente con capacidad para organizar un Maine, y, por eso, se deja al personal decidir entre quedarse durmiento a la bartola, o devolver a la mar los anzuelos y aparejos. Temen muchos que nunca más volverá a haber una temporada de pesca como aquella que dejamos atrás.

Me ha parecido estupenda la metáfora de que S.M. El Rey desea pasar por el taller a que le arreglen algo de la mecánica ósea. Nacido en 1938, no es tan viejo, pero anda que fue muy baqueteado. Tiene hoy 74 años y si para algunas cosas parece que fue ayer, para la mayoría, tiene tufos de restauración borbónica (allá por 1931).

Por mí, no lo demoraría más. Que sus levantéis, coño, y al trabajo. Mientras unos se pongan a reparar las redes, que otros revisen todo el maderamen, cambiando lo que haya que cambiar, porque como se nos ha quedado la flota, en lo sustancial,  es pecata minuta discutir si debemos alejarnos de la costa o traer la mayoría a buen refugio.

Lo más importante es que se salve todo el pasaje de los barcos que flaqueen y tener confianza en que, si nos apretamos, entre los avíos de salvamento y las lanchas que llevamos a bordo, habrá sitio para todos.

 

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