El autobús le habrá dejado junto al Alcázar, sobre las diez de la mañana, procedente de Madrid, Sevilla, Zaragoza o tal vez Segovia. Bajará en grupo hasta la plaza de Zocodover, y de allí, le conducirán al Palacio de Santa Cruz, de admirable fachada; las exposiciones del recinto, que tienen escasa rotación, puede que no le ocupen su precioso tiempo. Hay tanto que ver...
Desde la plaza, en donde McDonalds luce su gloriosa enseña, su comitiva le conducirá luego por la calle del Comercio, prácticamente llana, para acercarse hasta la Catedral. No tiene pérdida, porque el gentío, una frenética aglomeración de turistas japones, italianos, norteamericanos, portoriqueños, catalanes y sevillanos, le conducirá hacia allí. Si hubiera tiempo, el recinto sacro merecería una visita, pero hay tantas cosas que reclaman nuestra atención en Toledo, que deberemos contentarse con la visión desde la plaza, que es ya magnífica.
Conviene luego acercarse hasta la casa de El Greco; el cuadro que allí se expone, El entierro del Conde Orgaz, es, desde luego, bien conocido; la cola para ver esa magnífica obra puede llevar a una hora de espera; no merece la pena, porque figura en todos los libros de arte. Nos acercaremos después hasta San Juan de los Reyes, donde es obligada la visita al claustro, precioso en esta época con sus naranjos... La entrada cuesta 2,3 euros por persona, pero el esfuerzo económico compensará: las fotografías que obtendrá serán espléndidas.
No olvide llevarse, además de las fotos, otro recuerdo agradable de la ciudad unos sabrosos manazapanes -convertidos en IGP desde finales de 2008 (1) y que aguantan mucho tiempo en las maletas, aunque es cierto que los podrá encontrar en cualquier lugar del mundo, pues la fórmula ha sido copiada hasta la saciedad-.
Si le apetece, porqué no, cómprese una de esas curiosas espaditas de adorno, reflejo de aquellos tiempos en los que el acero toledano fue famoso. Las armaduras medievales y las katanas, aunque atractivas para situar en el salón de la casa, son desaconsejables, porque debido a su volumen no son fáciles de transportar. Otro recuerdo impagable es el de su nombre en un cartel de toros: puede escoger un apodo que haga sonreir a sus amigos.
Un consejo adicional: En Toledo hay tanto que ver en tan poco tiempo que, sin darse cuenta, se anda mucho y rápido. Lleve zapato cómodo. Si está físicamente preparado, piérdase con tino por la ciudad, teniendo en cuenta que, abajo, está el río, que le servirá de referencia. Para comer, le aconsejamos que se lleven unos bocadillos de casa y un botellín o dos, con agua o su refresco preferido.
Sobre las seis de la tarde, le esperamos de vuelta en el autobús, haremos una rápida visita a la zona del Parador -bella vista de Toledo desde el mirador, aunque la carretera normal está actualmente cortada por desprendimientos- y contamos con llegar a Madrid a buena hora para la cena en un restaurante famoso y asistir luego a un espectáculo nocturno de los muchos que hay en la capital.
Si ha llegado hasta aquí pensando que vamos a proporcionarle una guía para visitar Toledo a uña de caballo (es una metáfora, en realidad, deberíamos decir, a suela de inculto esférico), cambie de página, por favor.
Toledo es una de las más hermosas ciudades de España, pero su promoción sigue adoleciendo de graves problemas: subsiste un terrible deterioro arquitectónico, añadido a la falta de visión comercial de las autoridades públicas y a la ausencia de estímulos reales para que el visitante conozca la ciudad fuera de los cuatro clichés, mal presentados en lo que debería ser un modelo de oferta de nuestra cultura plural, abierta, integradora.
Hace dos años escribíamos en otro lugar sobre el deterioro de Toledo. No queremos ser reiterativos, sino enfocar ahora la atención hacia la necesidad concreta de aportar nuevos elementos al turismo de la ciudad. Que supone, también, consolidar definitivamente el casco histórico como uno de los lugares más gratos de España para vivir de forma permanente. Para ello, es imprescindible la recuperación absoluta de todo el entorno intramurallas, dotándolo de un tipo de comercio con variedad y calidad y auténtica vida ciudadana, no un pastiche sin vigor.
No vale para el caso sostener en pie algunos edificios singulares, -gracias, por supuesto a inversiones públicas cuantiosas- entre casas que se desploman, con una bella factura de arquitectura civil, pero construidas con pobres materiales que exigen una revisión inmediata y un análisis de estabilidad caso por caso. Edificios que están, en buena parte, vacías o que, en no despreciable número, han sido ocupados por inmigrantes que se aprovechan de los bajos alquileres y amontonan en sus pisos varias familias.
La proximidad a Madrid, de la que debiera convertirse claramente en ciudad alternativa, dota a Toledo de un atractivo adicional para residentes fijos potenciales. Es un sitio potencialmente ideal para profesionales, jubilados o prejubilados, y, desde luego, debiera ser el lugar obligado de residencia para funcionarios y políticos de la Comunidad de Castilla La Mancha.
Las comunicaciones por carretera son buenas, por más que no se pueda saber nunca cuánto tiempo puede durar el desplazamiento, debido a que existen lugares de congestión en Getafe y Pinto, tanto en la mañana como en la tarde. Utilizar el enlace por Ave entre las dos ciudades sería opción preferente, si bien deberán ampliarse aún los horarios, y completar el transporte interno: la estación está lejos del centro.
Para confort del turista, debe hacerse además un gigantesco esfuerzo en hostelería, restauración y comercio. Una ciudad con mucho menos atractivo que Toledo, como Oviedo, tiene mucho más gancho para pasar la noche. Analícese por qué, y extráiganse las consecuencias, aplicando el cuento.
Existen ejemplos en Toledo de buena recuperación de edificios para negocio, y esa línea debe impulsarse con decisión. Parece imprescindible eliminar los coches de la ciudad histórica, salvo los casos de urgencia y .de servicio al comercio. Se han construído dos estupendos aparcamientos, aceptables para el visitante ocasional, pero que resultan prohibitivos para el residente.
También habrá que incorporar las plazuelas a la vida urbana, que no han de ser solo empleadas como aguaduchos de dudoso gusto y ocupadas por sillas y mesas sin diseño, cuando no, desvencijadas. Toledo necesita crear más perspectivas desde el interior, más espacios visuales y quizá algunos edificios ruinosos deban caer definitivamente en la piqueta, para dar realce a otras joyas históricas. Hay que analizar la cuestión con rigor, y actuar con la cabeza, y, aprobado el criterio, con decisión. Antes de que sea muy tarde.
¿Dónde está la vida universitaria de Toledo? ¿Por qué no se promueve el enclave cultural que significa una ciudad histórica de tanto abolengo?. No tenemos respuesta a la realidad de una Universidad que se oculta, misteriosa, tan difícil de encontrar su ubicación física y creativa como resulta la de la mayor parte de los servicios públicos. ¿Dónde está Correos? ¿Cómo no perderse ningún edificio singular, en una ciudad falta de indicaciones completas? ¿A dónde van esos coches que aprietan al transeúnte contra las fachadas, faltos de espacio para circular?
Y, desde luego, hay que recuperar completamente las aguas del Tajo -no tiene perdón que sea todavía un río cloaca-, y llevar a la gente -propios y extraños- al paseo fluvial, uno de los mejores concebidos de España y un atractivo turístico de primer orden, si se sabe combinar con los enlaces a los monumentos históricos, al casco antiguo.
En definitiva, hay que dotar a Toledo de un encanto moderno, además de poner en valor ese rancio sabor de lo vetusto y hermoso, que impregna, todavía, la ciudad, a pesar de varios defectuosas "recuperaciones" de edificios que, muy al estilo de estos tiempos, han sustituído viejas glorias por una masa de ladrillos y hormigón con muy poca gracia.
Finalmente, es imprescindible ayudar al visitante a conocer la ciudad. Con indicaciones adecuadas, sobre el terreno, explicaciones históricas coherentes y suficientes, espectáculos, representaciones, renovaciones de contenidos museísticos, bonos completos para visita de monumentos, etc.
Toledo necesita cariño e inteligencia de las administraciones públicas. Es una oportunidad viva de llevar cultura histórica al pueblo español y a quienes nos vivitan, combinada con sentido de la actualidad y de la realidad ciudadana. No es un cliché, no puede serlo, sino una ciudad viva, proyectada hacia el futuro; no un conjunto mixto de ruinas y edificios espléndidos. Dótesela de coherencia, como la tuvo en su momento. Ya.
(1) Nota.- Parte del comentario está escrito desde la ironía. En lo que se refiere a los Mazapanes de Toledo, una delicia de almendra y azúcar, gozan de protección como IGP -indicación geográfica protegida- desde 2008, por Orden publicada en el Boletín de la Comunidad de Castilla La Mancha en septiembre de ese año. Tarde piache.