Ingeniería para abogados y economistas: Crisis minera, saneamiento y recuperación
En una larga vida en activo, lo normal es que el profesional tenga que confrontarse con varias crisis, además de con las suyas propias. La literatura económica concede mucha importancia a la fórmula, trasladada de la cirugía clásica, por la que, si nos encontramos en presencia de un problema (cáncer para la economía), lo procedente es intervenir de inmediato para cortar los tejidos dañados, para evitar que el mal se propague.
El consejo -se supone que basado en la experiencia de medidas de éxito en crisis anteriores- no se amplía a la necesidad, que hubiera sido coherente con el símil médico, de realizar frecuentes chequeos para comprobar que el sistema económico se encuentra en buen estado.
Con seguridad, la razón de que no se conceda importancia a la vigilancia del sistema es que se confía en la honestidad de los agentes que concentran la máxima responsabilidad y en que los registros contables reflejarán con fidelidad la situación real.
La experiencia debería haber convencido, tanto a los interesados en mantener la situación como, sobre todo, a los que proponen cambiarla, de que estos buenos deseos son sistemáticamente incumplidos. Los gestores mienten, ocultando información cuando la coyuntura es mala, y mienten, exagerando los éxitos, cuando es buena, creando bolsas de basura contable que solo salen a la luz cuando hay un cambio de gestores y, en esos casos, lo más probable es que, al sacar a la calle la porquería, se provoque una epidemia de tifus con gran mortandad empresarial.
Incapaces de asimilar la necesidad de barrer cada poco las esquinas y sótanos contables, y de inspeccionar de forma rígida y ajena la salubridad de lo que se sirve de cobijo a una economía malsana, tradicionalmente, los sistemas económicos se preocupan obsesivamente de controlar, perseguir y sancionar a los pequeños infractores, y solo en escasos ejemplos dirigen su atención hacia los grandes depredadores de la economía.
No sirve de explicación el que, de forma intuitiva posiblemente, la sociedad entienda que si se demostrara la poca estabilidad de esos soportes, todo se vendría abajo, y no se sabría cómo reaccionar. Porque, con leyes de Murphy o sin ellas, sucederá. La Historia demuestra, inexorable, que las sociedades que descansan en la opulencia crecen hasta estallar, como la rana de la fábula que quiso imitar al buey en su volumen.
Los ingenieros que han trabajado en laboreo (curiosa denominación por la que se quiere indicar la amplia gama de operaciones relacionadas con la recuperación de minerales y rocas), pueden aportar ideas respecto a cómo comportarse en caso de crisis, que hay que dividir, desde luego, según su grado de gravedad, pero, ante todo, según la posición del agente provocador respecto al sistema.
Las crisis mineras pueden ser externas a la explotación o internas. En las externas, provocadas por agentes no vinculados a la minería, la decisión de cierre de la explotación se explica por medidas que no tienen nada que ver con la situación propia, y que se recogen, globalmente, en el término "caída del mercado".
La caída del mercado es un factor recurrente en minería. Sucede siempre. Es el caso padecido por la minería del carbón astur-leonesa (aunque también han resultado afectadas explotaciones de otras regiones), la franja pirítica bética, la schelita o el oro astur-salmantinos, el caolín galaico, el rejalgar vallisoletano, etc. En todos estos ejemplos, después de una próspera época de crecimiento sostenido, las comarcas han quedado sumidas en la miseria, porque ha dejado de ser rentable el producto mineral que las encumbró.
Podría extenderme ampliamente en la evolución detallada del proceso, pero bastará con dejar apuntado que en ningún caso las medidas de pretendida compensación de la actividad perdida han servido -denominadas actuaciones de reconversión- han servido para paliar los efectos de esas crisis.
Las explotaciones mismas, una vez presentada la crisis, en muy pocos casos se han podido recuperar, a pesar de las intensas medidas de saneamiento internas y si subsisten o han subsistido por un tiempo, es, o bien a costa de ayudas paliativas.
Con posterioridad al cierre, sin embargo, no han faltado casos en los que se han exhibido los cadáveres con cierta ostentación, contando siempre con subvenciones.
Se han podido así recuperar provisionalmente algunos castilletes y salas de lampistería, o se han realizado parques temáticos en las cuencas a las que se han llevado un par de animales semisalvajes, y, además de fiestas relacionadas con el pasado minero, se suelen organizar en las cabezas de comarca, los fines de semana, visitas guiadas para ilustrar a los visitantes curiosos sobre las épocas pasadas, desde el Pleistoceno hasta el siglo veinte, formando las edificaciones industriales semiderruidas parte sustancial del patrimonio monumental de la zona.
Es importante, pues, trasladar el mensaje, en lo que tiene de aplicación, que las crisis mineras externas no tienen solución interna y provocan, sistemáticamente, la pérdida de la actividad regional, sin que exista fórmula válida para recuperar la economía de la comarca que, en no pocos casos, deberá retornar a sus orígenes -típicamente agrarios-, para iniciar desde cero, en su caso, en un sector distinto y tras un largo período de maduración, una nueva actividad, pero tomando consciencia de que nunca volverá a ser lo que fue...salvo que "el mercado se recupere", para lo que, en el caso improbable de que suceda, y como apunta el dicho popular, "más vale que Dios nos coja confesados".
El caso de las crisis internas es, sin embargo, muy diferente.
(continuará)
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