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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las relaciones con Marruecos

Marruecos es un país pobre, con graves desigualdades sociales y económicas y unas infraestructuras muy deficientes. En situación de enlace geográfico entre un continente subdesarrollado y el mundo algo más civilizado, goza de un estatus privilegiado entre los demás países africanos en cuanto a sus relaciones con la Unión Europea, solo comparable al de Túnez.

España mantiene dos enclaves de su antigua presencia en tierras africanas, de la que huyó sin negociación, a los que cuida ahora como la niña de sus ojos: Ceuta y Melilla. Las ha convertido en ciudades que nada tienen que envidiar (al contrario) con otras del sur de la península, y el floreciente comercio, legal e ilegal, con Marruecos, ha enriquecido a muchas personas y creado puestos de trabajo a ambos lados de la frontera.

Defender que estas poblaciones están en territorio marroquí es, geográficamente, una verdad de Perogrullo. Pero para quienes conozcan mínimamente Marruecos, sabrán apreciar que ambas ciudades no tienen nada que ver con el país que las reivindica periódicamente, aunque siempre lo hará con la boca pequeña.

Marruecos necesita el mantenimiento del estado fronterizo de Ceuta y Melilla como comer, pues es, de lejos, el mayor beneficiario de esa situación. La hipotética cesión de ambas ciudades al reino alahuí (eufemismo que utilizamos para no repetirnos) las convertiría en muy poco tiempo en una sombra de lo que eran.

Porque las dos ciudades españolas viven fundamentalmente de ayudas de la península y del comercio de oportunidad por el que se exportan en pequeños lotes, a lomos de personas generalmente, cientos de toneladas de mercancias de las que carece Marruecos. Con previsión elemental, integrarlas en el Magreb supondría, ante la imposibilidad de mantener su ritmo de vida, someterlas a un expolio acelerado.

Las demás ciudades marroquíes, que en su momento estuvieron bajo la dominación francesa y la más leal cooperación española, nos darían la referencia de en qué se podrían convertir.

Así que los activistas que se inventaron una historia de vejaciones en la frontera hispano-marroquí y reclamaron, con el beneplácito, desde luego, de Rabat -ya que Mohamed VI tiene que dar de vez en cuando la sensación a sus fieles de que hace algo en ese sentido-, la recuperación de Ceuta y Melilla, saben lo que quieren. Seguir igual, pero con aún más atención económica por parte de España y la UE. Más dinero, en suma, para seguir chupando febrilmente del bote.

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