Sobre la política humanitaria de los Estados Unidos
Si alguien tenía dudas respecto a que la economía necesita de la ideología para subsistir, la situación internacional actual ofrece variados ejemplos. Y, si alguien tenía confianza en que la plasmación de una ética universal podría ser alentada desde las dos potencias económicas occidentales, tendrá que contentarse con la esperanza de otros tiempos.
El desastre natural de Haití, aupado sobre el desastre artificial (provocado por otros seres humanos) que ya caracterizaba esa parte de La Española, ha venido a confirmar algunas diferencias en la actuación de la Unión Europea y de Estados Unidos.
En los primeros días después del terremoto, las delegaciones de ayuda humanitaria europeas se han dedicado, muy preferentemente, a rescatar a sus nacionales desplazados en la isla y ponerlos a salvo. Lo han reconocido así algunos de los enviados a Haití y lo demuestra la rapidez con que todos los gobiernos europeos se han apresurado a dar noticias de la situación de quienes se encontraban realizando trabajos en Haití.
La movilización desde Europa de ayuda para Haití fue impresionante. Sobre todo, por lo plural, descoordinada, heterogénea y masiva. Todo el mundo se quiso solidarizar, todos los estados, regiones, municipios y aldeas parecieron dispuestos a enviar gentes, medicamente, víveres. Se fletaron multitud de aviones que colapsaron el aeropuerto semidestruído de Puerto Príncipe, mientras los constituyentes de los equipos de rescate y ayuda se lamentaban de carecer de instrumentos, comida, medios con los que ejercer su intención de paliar la terrible situación cuanto antes.
Paralelamente, la delegación de la ONU, los entrañables boinas/cascos azules (la Minustah), que ya estaban en la zona, a pesar de estar afectados por importantes bajas y tener su sede central destruída, trataron de sacar pecho e hicieron lo que podían. Sus actuaciones después del seísmo merecen todo respeto.
¿Se preocuparon los Estados europeos, desde su hipotética presidencia general (bicéfala), de coordinar las ayudas que se movilizaban de manera desordenada desde múltiples lugares, de enviar más efectivos militares bajo un solo mando, preparados para la emergencia, utilizando las bases de la ONU y la estructura remanente de la Minustah, se preocuparan, en fin, de estructurar el despliegue humanitario como una Unión de países? Por las apariencias, no. No como deberían haber hecho. Habrá que conocer más detalles, pero solo ha quedado patente su impulso de ayudar y su descoordinación para actuar.
Aparecen entonces los Estados Unidos. Ni ongs, ni voluntarios, ni particulares conmovidos aportando sus granitos de arena. Ni descoordinación, ni pequeños envíos en miles de paquetes abandonados a una distribución imposible. Envían su fuerza de élite, los Marines, preparados para situaciones límite, para combatir en terrenos difíciles, equipados para subsistir y resistir en las condiciones más crueles.
Armados, por supuesto, aunque en la primera línea de choque solo enseñen sus fabulosos equipamientos militares de protección.
Comprendemos los recelos que ha suscitado este despliegue. Se trata de una ocupación, sin duda, de un país sin Gobierno (¿dónde está el presidente Préval, dónde sus ministros?) , sin estructuras, sin medios de prácticamente ningún tipo y en el que la delincuencia tiene ahora mejores opciones que nunca para el robo y pillaje, la extorsión y secuestro, la amenaza y el asesinato, etc.
0 comentarios