Hasta donde la vista alcanza, Cuba (1)
Seguramente habrá pocos cubanos que puedan leer estas líneas y, por tanto, nada aprovecharán a quienes más podría interesar.
De vuelta de un viaje de casi dos semanas en ese país -después del cual, en absoluto podemos jactarnos de haber recorrido Cuba de cabo a rabo, lo que tampoco era la intención- trataremos de trasladar a este cuaderno algunas reflexiones acerca de la situación que, siempre en subjetiva, pero sincera, impresión, se está viviendo allá.
Para empezar, parece necesario expresar que al visitante se le ofrecen dos Cubas, y que la inmensa mayoría de cuantos se acercan a ese país caribeño se conforman con percibir y disfrutar una de ellas, destinada al turista, y por la que discurre la imagen oficial, salpicada con las intromisiones individuales -la mayor parte, consentidas, aunque surgen algunas esporádicas-.
Esta representación de lo cubano se configura con elementos sorprendentemente repetitivos, bastante escasos, y, a la larga, suficientes para agotar un viaje de siete o diez días, como ofrecen las agencias de viajes.
Pero existe otra Cuba mucho más compleja, dinámica, en equilibrio inestable, que solamente se capta cuando se camina fuera de los circuitos trillados, se tiene el interés, la voluntad y la paciencia de conocer más allá y, con todo el riesgo que implica hacer un análisis de un país singularísimo, con una situación política especial, invita a sacar consecuencias, aventurar opciones para el inevitable cambio, ofrecer incluso ideas, soluciones, sugerencias, para que ese país resulte homologable -por más que siempre permanecerá con su esencia propia, consecuencia de un paisanaje, un paisaje y una historia intrasvasables.
(sigue)
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