El mundo necesita emprendedores, y le sobran desempleados. En España, las encuestas más serias como las más informales reflejan claramente cuál es la mayor preocupación de la ciudadanía: el paro.
Si bien los políticos -unos, desde luego, más que otros- se jactan de conocer cuáles son las fórmulas para crear empleo y, por tanto, reducir la tasa de desocupados, tal vez para quienes tengan curiosidad por saber cuáles son los perfiles más habituales de emprendedores y, en especial, qué condiciones son las que propician su estímulo, vengan bien estas líneas.
No tenemos otra autoridad que haber dedicado bastantes años de nuestra vida a escuchar proyectos de inversión, analizar su viabilidad, estudiar sus opciones de financiación y tratar de encauzar a los promotores hacia las vías de mayor éxito potencial. Sirva también de aval para reforzar la credibilidad de estas notas haber participado, arriesgando incluso el dinero que no teníamos, en varias iniciativas personales.
Comencemos expresando las tres condiciones básicas que ha de entender adecuadamente cumplidas un potencial emprendedor, para que inice su aventura: detección de oportunidad, sensación de control del riesgo y disponibilidad de capital para comenzar a funcionar.
La exacta valoración de estas variables es muy importante. La mayor parte de los potenciales emprendedores identifican mal las posibilidades de negocio (o no las identifican en absoluto, pero las copian, imaginando que "si a otros les va bien, ¿por qué no a mí?"), creen controlar los riesgos porque tienen, seguramnte, una excesiva confianza en sus facultades para ello (o están mal aconsejados) y no disponen de fondos suficientes para comenzar con el nivel mínimo que les aporte las mayores garantías de éxito (aunque también puede suceder que hayan hecho unas erróneas valoraciones del capital necesario, generalmente, por desprecio al "circulante" y a la duración del "período de madurez o lanzamiento" del negocio.).
Se podría analizar, pues, con este ligero bagaje, los siete tipos o perfiles de emprendedores que se ven con, al menos, una de esas características en sentido positivo y, que corresponderían, considerándolas estrictamente independientes, a los derivados de todas y cada una de las combinaciones imaginables (tres con una característica; tres con dos; y una con las tres); a ellas habría que añadir la opción de meterse a empresario sin tener la menor idea del asunto -incumplimiento total de las características positivas-, que llamaremos, descartándolo de inmediato, "emprendedor kamikaze", y que no estudiaremos aquí, entendiendo que su valoración corresponde a la siquiatría.
a) emprendedores de "medio pelo", entendiendo por tales los que solo cumplen favorablemente una de las condiciones. Por ejemplo, como más habitual, los que conocen o creen conocer el negocio (generalmente son antiguos empleados, incluso de altos niveles técnicos, que piensan que, con lo que saben, lo demás es "pan comido"); muchos restaurantes, peluquerías, talleres mecánicos, autónomos de multitud de servicios, pero también internautas que "han oído campanas", voluntaristas que imaginan que la cuestión está en montar el chiringuito -el que sea- y sentarse a esperar a que vengan los amigos a encargar cosas, etc. empezaron ...y terminaron así.
Este tipo de emprendedores, incluso aunque tengan la financiación a mano (hijos de papá, amigos íntimos de banqueros y responsable de promoción empresarial, o similares, lo que, en sentido estricto, los situaría en el grupo siguiente), están llamados a fracasar, salvo que se consiga -y muchas veces, no quieren que se haga así, porque temen que "se les vaya a copiar el proyecto"- que se les haga su revisión del planteamiento de negocio.
La inmensa mayoría de estos proyectos no generan riqueza ni empleo, sino frustración y pérdidas patrimoniales. Pero como existe una minoría que pueden merecer la pena, no conviene rechazarlos de inmediato, aunque sí someterlos a una evaluación rápida por especialistas.
b) emprendedores "de respeto", o sea, dignos de atención especial. Cumplen, como hemos supuesto, dos de las tres condiciones. Típicamente, han estudiado -más o menos- el mercado y conocen el sector, han hecho un planteamiento razonablemente justificado de la evolución de la facturación y los gastos (incluso han dispuesto de una partida para "imprevistos", pero no tienen capital suficiente, o carecen de él en absoluto.
A esta mayoría de emprendedores que tienen la idea y las ganas, hay que ayudarles a conseguir el dinero. No nos parece que el préstamo bancario sea el más adecuado, porque la inmensa mayoría de esas entidades financieras no aman correr más riesgos que los que ellos mismos peinan y lavan (o sus amigos íntimos) y querrán ver devuelto su dinero rápidamente y con altos intereses, por lo que no son los socios deseables.
Si la entidad financiera, analizado el proyecto, está dispuesta a aportar la parte de capital restante, con las solas garantías del proyecto (como, por supuesto, hacen con las grandes empresas), adelante. Si no, no se precipite, amigo: busque otras fuentes.
Resulta más interesante (después de la siempre más barata financiación familiar, cuyo defecto es que nos privará de obtener la crítica a nuestro esquema económico) la de los coinversores, bien sean "bussines angels" o accionistas, con o sin cogestión en el proyecto.
En esta línea, nos gusta mucho, porque nos parece una excelente iniciativa, la seguida por algunos Colegios Profesionales que ofrecen a sus colegiados jóvenes, la asesoría de sus senior y, también, su colaboración inversora, a veces conjunta, surgida de los ahorros de una vida profesional y que, con seguridad, ya no se van a necesitar para necesidades propias.
Las oficinas de promoción, que ofrecen préstamos a bajo interés e incluso subvenciones, cumplirían una interesante función, pero solo si fueran capaces de detectar sectores prioritarios, y ofrecerlos a quienes, careciendo de proyecto, cumplieran la condición de cualificación técnico-empresarial: "saber gestionar, tener ilusión, y poder evaluar, para tomar las decisiones adecuadas,las necesidades técnicas del proyecto ".
Estamos convencidos de que las Universidades -en especial, las de las ramas técnicas-, los departamentos de desarrollo de las empresas de mediano tamaño (obivamente, también lo deberían ser las más grandes, pero éstas son menos proclives a la transparencia) y las Escuelas de Negocio, además de las Administraciones públicas, tienen mucho que decir para estimular iniciativas empresariales. Si no lo hacen, y lo saben hacer, es un despilfarro; si no lo hacen porque no lo saben hacer, es un engaño.
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(1) Añadimos, aunque no venga a cuenta, que hay que desconfiar de bancarios-burócratas que aprovechan la menor oportunidad y nuestra inocencia para colarnos goles entre las piernas: por ejemplo, mandándonos en un solo correo, varias comunicaciones de saldos de nuestra exigüa cuenta, que maldito si nos hace falta la información, o se congratulan por cobrarnos las comisiones por la mínima variación de capital inmobiliario, incluso llevándose la totalidad de los "beneficios" por su ridícula "mediación"... asuntos, entre otros, que debemos denunciar, colectivamente, ante los Tribunales.
(continuará)