La hora de los transformistas
"Las claves para transformar España" es el título del libro en el que varios principales del panorama socioeconómico, dirigidos por Eduardo Serra Rexach, presidente hoy de la Fundación Everis, presentan sus reflexiones y propuestas para "construir la España del futuro".
Editado por Destino, fue presentado en olor de multitudes -mayoritariamente protegidas con traje y corbata- en el salón de Actos de la Fundación Rafael del Pino, el último día de enero de 2012.
María del Pino, anfitriona del acto, recordó, en sus palabras de introducción (y luego de dirigir las habituales referencias a la memoria de su padre, Rafael, un ingeniero humanista cuyo perfil se engrandece tanto más cuanto más tiempo va trascurriendo desde su muerte; y de defender con solvencia la necesidad de modificar la Ley de Fundaciones y Mecenazgo) que los príncipes de Asturias, en un acto apadrinado por Víctor García de la Concha (que se sentaba a su izquierda), habían dado realce, hacía un par de años, a la presentación del "Diccionario Panhispánico del Estudiante", en el anterior auditorio de que disponía la entidad, mucho más pequeño.
Ramón Perelló, en representación de Ediciones Destino, adelantó las líneas argumentales de lo que sería la alocución de Eduardo Serra, quien asumiría el protagonismo casi absoluto del acto, evidentemente en su salsa de político todo terreno: "Creemos que aquí y ahora ha llegado el momento del optimismo", y reforzó esa convicción casi mesiánica con una cita de paternidad dudosa, que sonó a juicio político contemporáneo: "pasando de la fe de los iluminados a la confianza en los ilustrados".
El libro recoge, "ensartadas en un esquema teórico", las opiniones de casi 100 representantes de la "sociedad civil" (98), en un lenguaje -utilizo, en lo posible, las palabras de Serra- que se esfuerza en ser asequible (se supone que a los no iniciados en la "realidad de los mentideros de la villa", también llamados "cloacas de Madrid"), porque "en España nos falta pedagogía".
Conscientes de esta singular carencia formativa, este elenco de maestros ocasionales de nuestro malestar, se han acogido a la observación de Ortega y Gasset, de que "la función del intelectual es decir que nos pasa y porqué nos pasa".
Como no he leído aún el libro, pretender adelantar una crítica del mismo sería temerario. Por lo oído, los opinantes rebosan optimismo y confianza en el futuro y en las propias fuerzas y en las colectivas , y desean contagiarnos del propósito y convicción de que "podemos hacer lo que toca". Marcan, incluso, los tiempos: en el presente, poniendo "manos a la obra, con contundencia y de inmediato"; en lo que se refiere a abrir "puertas al futuro", aportando "concordia, además de la confianza (...). Llevamos demasiados años subrayando lo que nos separa; hay que subrayar lo que nos une."
Víctor García de la Concha cerró el acto, antes de las preguntas -casi todas respondidas por Serra; todas, de guante blanco- con algunas referencias a la etimología y a la Historia, de las que recojo una frase: "Todos los regeneracionistas del siglo XIX hablaban de transformar España. La RAE define transformar como dar nuevo ser a algo que degeneró". Así pues, y como quien no quiere la cosa, el filólogo también hizo un diagnóstico.
De la Concha, que -en prueba, si hiciera falta, de una erudición rebosante- citó a Platón (Objeto noble del ser humano: construir "la ciudad de las palabras") y a Ramón Pérez de Ayala ("Troteras y Danzaderas", a pocos meses de cumplir cien años), alabó la metodología del libro, "que es la de la concordia", en "una sistemática con revisión histórica, atención al hoy -ya que el diagnóstico es de gravedad" y el empleo de una fórmula magistral: "Ante una crisis del sistema, lo que urge es, ante todo, pensar, y es lo que hacen los autores de este libro."
Parece que en el libro se encuentran propuestas concretas de cómo transformar España y que el propósito global es realizar una especie de serie temática con las distintas soluciones, de la que la inmediata será "Transforma talento".
Si es así, estupendo y los autores deben ser efusivamente felicitados por su perspicacia y esfuerzos.
Si no fuera así, hay que lamentar que la presentación haya generado expectativas desproporcionadas. Sea como fuere, quedó en el aire un sentimiento de "magia potagia" y cuando abandonaba la sala, luego de saludar a unos cuantos amigos, me dí cuenta de que yo -también es casualidad, pues suelo ponérmela hasta para hacer footing- era prácticamente el único de todos los varones (formábamos la inmensa mayoría) que no llevaba corbata.
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Francisco Gonzalez -