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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Empresa

El buen jefe

Mientras merendábamos, un amigo ya jubilado recordó a uno de sus jefes con la expresión: Era un buen jefe, porque no tenía prisa porque se terminara ningún asunto y todo lo que hacíamos sus subordinados le parecía bien.

Mi primera reacción fue la de la ironía: En efecto, si el destino final de lo que estábais haciendo era un desastre, no había porqué correr, y, teniendo en cuenta que lo que perseguíais era la máxima ineficiencia, cualquier actuación es buena para contribuir al caos.

Pero, cuando me escuchaba a mí mismo, se me presentó la imagen vívida de que no podía defender que la posición contraria, acelerar la terminación de los temas, hostigando a los subordinados y criticando sus propuestas, supusiera la definición de un buen líder.

El asentamiento despiadado de la crisis en España durante 2012 ha puesto en bandeja a los críticos la posibilidad de juzgar los resultados del tipo de liderazgo que hemos tenido en el país, no solamente en el gobierno de la nación, sino en las grandes empresas.

La panorámica de la gestión pública como privada se nos ha poblado de buenos jefes. Gentes que, hagan lo que hagan, son juzgados como mentes brillantes por sus subordinados.

Da lo mismo que se trate de Mariano que de Rubalcaba, de Mas como de Menos, de Botín como de Florentino, de Rato como de Villalonga, de Esperanza como de Solchaga, ... no conozco personaje público ni privado que no sea alabado como un figura de la previsión estratégica por sus más directos allegados al poder.

Por supuesto, tampoco conozco ningún líder vivo que no haya obtenido feroces críticas por parte de quienes están sufriendo las consecuencias de las decisiones restrictivas que estén tomando ellos mismos o -nunca se suele saber bien de dónde parte la corriente- la estén tomando sus subordinados o, más seguramente, se las estén dictando desde arriba.

Así que, si me viera en la tesitura de analizar, en una tertulia de café, que es en realidad un buen jefe, debería matizar que todo depende de la coyuntura en la que le haya tocado lidiar: si se encuentra situado en una fase recesiva del sector o de la economía en general, lo mejor que puede hacer, si, como supongo que le sucederá, pues ha llegado hasta allí, no tiene mayor idea de lo que hay que hacer, es no hacer nada, y dejar que sus subordinados hagan lo que le plazca.

Si, por suerte, se encuentra con una fase expansiva de la economía, lo mejor que puede hacer, bajo los mismos supuestos, es hacer cualquier cosa que se le ocurra, con la seguridad de que eso serán también lo que hagan sus subordinados, por lo que entre todos conseguirán llegar de la manera más rápida posible y más caótica al final de la fase expansiva, por lo que no tendrán problemas en aplicar el resto del manual, tal como figura en el párrafo anterior.

Soy consciente de que estas ideas no van a figurar en ningún libro de gestión empresarial (salvo, eventualmente, el que yo mismo me publique), pero eso no les resta validez. Al contrario. Las fuerzas del mal están en todas partes para impedir que lo razonable destruya, ya en su fase prodómica, la recuperación de la amnesia colectiva.

El Consejo Empresarial para la Competitividad se diluye

El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) fue creado en febrero de 2011, como una iniciativa promovida desde Telefónica, para mejorar la imagen de España en los mercados internacionales.

Su Director inicial-a veces designado como Presidente, por ser la cabeza más visible del intento- fue Fernando Casado, entonces director del IEF y profesor del IESE. El presidente, desde su fundación, tengo entendido que sigue siendo César Alierta.

La entidad virtual -no me consta su pertenencia a ninguno de los mecanismos legalmente previsto para aglutinar intereses legítimos- agrupa, desde sus inicios,  a 17 máximos ejecutivos de otras tantas grandes empresas españolas "con proyección internacional", a los que se añadió el director del Instituto de Empresa Familiar (IEF) (1). La intención original era reunirse todos los meses, para analizar la situación y analizar medidas conjuntas, pero ya se sabe que la sopa no se toma tan caliente como se cocina y una cosa es predicar y otra dar trigo.

El Rey Juan Carlos, según relatan las crónicas, asistió a dos o tres de sus reuniones, y la foto de los componentes del lobbito ocupó la primera página de la prensa por aquellos días, aunque no se dió idéntica difusión a las ideas debatidas, bien porque fueron secretas o porque no las hubo.

Es muy fácil ser crítico con aquellas decisiones que son, claramente, fruto de arrebatos coyunturales, y cuyo objetivo trasparente es tratar de tranquilizar a los incómodos interpelantes que se preguntan, ¿pero qué están haciendo éstos, los que tienen la sartén por el mango?.

"Estos", presentan, según propias confesiones, una facturación global equivalente al 35% del PIB español y dan (¿daban?) empleo a 1,7 millones de personas, que es más del 10% del empleo global de nuestro país.

De sus actividades cada al público, el CEC se ha descubierto  de gloria con un Informe intitulado "Spain’s equity story" (julio 2011) que, como su nombre indica, está destinado a que se lea en el extranjero y, muy particularmente, por angloparlantes.

En sus 76 páginas, que no tienen apenas desperdicio para la voracidad de los partidarios del antimercado, se defiende, entre otras cosas, la fortaleza intrínseca de nuestra estructura empresarial, la necesidad de robustecimiento del mercado interior, la reducción de la burocracia y, entre medidas de ajuste que abundan en la dicotomía -para mí, errónea- entre el factor trabajo y la dinámica empresarial ,dotar de mayor flexibilidad a la contratación laboral así como la necesidad de una reforma inmediata de las pensiones (alargando la edad de jubilación y endureciendo la posibilidad de las prejubilaciones, pecado este último que abunda en las alforjas de una parte de los miembros del CEC).

Me da la impresión de que, como otras iniciativas surgidas para intentar calmar los ánimos de los mercados con un informe de teoría mercantilista y cuatro reuniones en las que se dice pero no se concluye, el Consejo se diluye en las mismas aguas que otros Consejos que en este mundo de improvisación han sido y de los que no se guarda memoria: en aguas de borrajas.

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(1) El Instituto de la Empresa Familiar (IEF) es uno de los ancestros, surgido en otra coyuntura económica, de este Consejo. Creado en 1992, como organización sin ánimo de lucro, agrupa a casi cien empresas, de las que también se ha hecho en su momento, también, alarde de cifras de facturación y empleo: más de 1.400 Mill de euros/año de media individual y el equivalente al 16% de PIB español si se consideran de forma agregada. Su Director General actual (desde marzo de 2012) es Andrés Tejero.

(2) Componen el Consejo en 2012, s.e.u.o.: Banco Santander (Emilio Botín), BBVA(Francisco González), la Caixa (Isidre Fainé), ACS (Florentino Pérez), Ferrovial (Rafael del Pino), Iberdrola (Ignacio Sánchez Galán), Repsol (Antoni Brufau), Acciona (José Manuel Entrecanales), Mango (Isac Andic), Telefónica (César Alierta), Grupo Barceló (Simón Pedro Barceló), Inditex (Pablo Isla), Grupo Planeta (José Manuel Lara), MAPFRE (José Manuel Martínez), Havas Media Group (Leopoldo Rodés), Mercadona (Juan Roig), El Corte Inglés (Isidoro Álvarez) e IEF (Andrés Tejero).

 

La reforma empresarial pendiente

La detención del expresidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Gerardo Martín Ferrán, por presuntos delitos de blanqueo de capitales y evasión fiscal, es una muy mala noticia para la credibilidad de la cúpula empresarial.

No se debe juzgar a priori a nadie, desde luego, y menos por actividades cuyo carácter delictivo está pendiente de completar la investigación y de la decisión judicial, después de un proceso con garantías- Tampoco un garbanzo negro tiene que estropear el cocido.

Pero no se puede impedir que, en el ejercicio del libre derecho de pensar, sean mayoría los españoles que, al saber que Martín Ferrán tiene, según parece, casi 5 millones de euros en cuentas suizas, varios inmuebles distribuídos por el mundo y no sé cuántos dineros en efectivo en cajas fuertes de su lujosa casa, entiendan que, más que proseguir con la reforma laboral, lo que necesita este país es una reforma empresarial profunda.

La organización empresarial debería realizar un examen interno muy profundo para detectar la honorabilidad de quienes la conforman y, sobre todo, de quienes la representan. En un momento de crisis, los empresarios deben ser, fieles a las condiciones de un estado de derecho y no de desechos, los máximos garantes de que los negocios se están rigiendo con honestidad.

Porque no se puede pedir una reforma laboral más profunda, defendiendo el despido libre, la movilidad total de los trabajadores, la reducción de impuestos y cuotas, el aumento de la jornada laboral sin contraprestación económica, o acusar a los sindicatos de abuso de posición y peticiones desproporcionadas, si se está, paralelamente, derivando beneficios a cuentas en paraísos fiscales, acumulando lingotitos de oro en las cajas fuertes o mintiendo en las declaraciones a Hacienda.

Los empresarios deberían saber que la empresa no la forman solo ellos, aunque -y ya se ve que no siempre- hayan puesto en riesgo sus ahorros y aporten su tiempo y relaciones. La empresa es, y da vergüenza recordarlo, la combinación de una capacidad directora, unos dineros y un conjunto de trabajadores empeñados en sacar adelante el proyecto, utilizando sin reservas cualidades y esfuerzos.

Si el que está al mando marca con trampas sus cartas, y su actitud queda al descubierto, no se pida a los que obedecen que concedan credibilidad a sus argumentos.

 

Por qué no se crea empleo en España

Se nos viene diciendo que las pequeñas y medianas empresas son la base de la economía, y que, para reconstruir el tejido empresarial dañado por la crisis, es imprescindible crear muchas de esas empresas.

La teoría suena muy bien pero la práctica proporciona cifras demoledoras. Si en España es preciso crear, digamos, 5 millones de puestos de trabajo, pra volver a la situación de que disfrutábamos en tiempos de mayor bonanza, y teniendo en cuenta que una pyme promedio diera empleo a cinco personas, habría que pner en pie 1 millón de emprendimientos nuevos.

No solamente éso. Si concedemos una viabilidad realista a las ideas que se pongan en marcha, de manera que solo 1 de cada 5 o 10  proyectos consigue llegar a ver la luz del mercado o superar el primer año de vida, nuestra bolsa de iniciativas debería disponer de entre 5 y 10 millones de propuestas de generación de actividad.

Hay más:una reducción de empleo en una empresa de cierto tamaño supone una destrucción de tejido industrial bastante mayor que la que puede relacionarse con esa disminución directa de plantilla, y afecta especialmente a pequeños emprendedores (o autónomos) que tendrán muy difícil recuperarse, porque habrá perdido sus ahorros o se habrán endeudado sin remisión. 

El análisis de nuestro tejido industrial y empresarial es fundamental para estudiar en qué concretos aspectos se puede activar la economía. No se está haciendo; tal vez (y sería especialmente dramático) porque no se sepa hacer.

Mi propuesta implica abrir un debate urgente, abierto y profundo, en dos direcciones. Por una parte, sobre las posibilidades de generación de actividad que se detectan desde las grandes empresas. Se deberán analizar también las razones por las que las grandes empresas están reduciendo actividad o empleo, porque es fundamental extraer las consecuencias.

Por otra, analizando la viabilidad de propuestas que puedan ser el germen de nuevas líneas de negocio, interrelacionándolas. Estas propuestas provendrán de la interacción entre departamentos universitarios, centros de investigación, analistas socioeconómicos, expertos técnicos, etc. y tendrá en cuenta la evolución previsible de los mercados, tanto el interior como el internacional. La discusión ha de ser provocadora, estimulante, en absoluto cerrada, dinámica, pues ha de servir para orientar y estimular iniciativas.

Y, claro está, hay que apoyar a los emprendedores que se decidan a iniciar una nueva línea de negocio, montar un emprendimiento al que se le hayan otorgado posibilidades serias de crecimiento futuro.

Me gustaría escuchar muchas conferencias sobre ello, tener a la vista muchos artículos en relación con el tema, asistir a muchos debates en los que se intercambiaran opiniones sobre este asunto crucial.

Hace un par de días preparé una conferencia, para propiciar ese debate en el Instituto de Ingeniería de España. El tema "El tejido industrial y el desarrollo sostenible". Es, posiblemente, el germen de otro libro. La escasa asistencia a la reunión, a pesar de lo pomposo del nombre de la entidad convocante -y dejando aparte la hipótesis de mi débil gancho para atraer asistentes- viene a demostrarme, por si hacía falta tal reconvención a mis ilusiones, que tengo el paso cambiado.

Pero me resistiré a desfilar con otro ritmo, porque no lo hago con la música que suena estridente, sino siguiendo la que suena queda, como fondo subliminal.

 

Centauros tecnológicos o ciber-imbéciles

Ortega y Gasset, en momentos en los que la ciencia era venerada, presentaba al ser humano como una combinación de ansia de conocimiento y vitalidad natural, y lo asimilaba a una especie mitológica de nuevo cuño, los "centauros tecnológicos".

Pasadas unas cuantas décadas, no está nada claro que el ansia de conocimiento movilice los recursos propios de cada ser humano. Desde que el saber no ocupa lugar en las estanterías, ya que todo está en internet, una buena parte de los seres humanos han renunciado simultáneamente a que tampoco ocupe mucho lugar en sus mentes, cuyas propias neuronas son reservadas para almacenar información (tampoco mucha) que cualquier ser extraterreste juzgaría como inútil.

Puede así no tenerse ni idea de si en la vieja Europa hubo alguna vez reyes godos o rayos catódicos, pero pocos fallarán la alineación actual del Real Madrid o del Manchester United. No se sabrá decir dónde se ubica el Museo de Ciencias Naturales o la sede del CSIC, pero si no has visitado nunca el Bernabeu o el Nou Camp serás tomado por un siniestro.

He puesto énfasis en ejemplos tomados de un deporte concreto, pero igualmente se podían extraer del terreno de las artes, de la literatura o de cualquier manifestación de la actividad humana, si contraponemos lo que exige mayor atención de lo que no precisa prácticamente ninguna, o lo que demanda esfuerzo con lo que no lo necesita apenas.

El Club de la Tragedia: Ideas y ocurrencias

Todos tenemos ocurrencias, y gracias a ello podemos sostener, de vez en cuando, el protagonismo de una conversación entre amigos y familiares.

Pero tener ideas, es otra cosa. Ideas útiles, eficaces, que solucionen los problemas o nos permitan acometer actuaciones que con anterioridad resultaban imposibles.

Las ideas que más maravilla causan son las de apariencia más sencilla, porque nos parece que hubiéramos podido descubrirlas nosotros mismos. Todos podríamos sentirnos potenciales autores de algunas, una vez, claro, que nos las ponen de manifiesto: Una bola impregnada en tinta para escribir sobre el papel, unos trapos al final de un palo para no tener que agacharse al limpiar el suelo, una maleta que nos siga a todas partes como un perrillo, gracias a señales emitidas desde nuestro teléfono móvil...

Existe el riesgo de alardear de haber creado algo original cuando otros ya lo han descubierto. Se llama, en lenguaje coloquial, a tal presunción equivocada, descubrir la pólvora. Esa probabilidad es muy alta ahora, cuando tanta gente tiene una información general sobre casi todo y somos miles de millones de individuos dándole al magín, tratanto de vivir algo mejor que el compañero.

Otro riesgo, más propio éste de quienes se imaginan compelidos a decir algo útil  cuando no hay con qué, es el de pretender ponner a disposición del público el libro de soluciones cuando de lo que único que se dispone es del catálogo de necesidades.

No quiero ser grosero, porque son colegas y algunos, además, amigos, pero el folleto "Reflexiones sobre la industria española", que, casi a final del verano (31 agosto 2012) ha difundido el Consejo General de Ingenieros Industriales de España, se convierte en un ejemplo de ocurrencias, que no de ideas, para salir de un paso.

Después de presentar el conocido escenario de nuestras incapacidades colectivas, enumera -no de forma exhaustiva, advierten los autores- los sectores con opciones de futuro, a los que hay apoyar: Agroalimentación, automoción y sector auxiliar, tecnologías de producción, bienes de consumo, gestión de residuos, energías renovables, gestión de redes de energía, energía nuclear,  gestión del ciclo integral del agua, tecnologías de la información y las comunicaciones, materiales avanzados, industria de seguridad y defensa, e ingeniería.

Tener ideas para apechugar con la crisis, es, desgraciadamente, otra cosa. Y ahí es donde necesitamos, no solamente ingenieros -y no alardeando de ocurrencias, sino pertrechados con ideas y en disposición de discutirlas y cotejarlas con otras y, además, del esfuerzo realizador de todos.

En apoyo de las empresas exportadoras

Algunas historias deberían ser analizadas, no ya en las Escuelas de Negocios, sino en los parvularios. No hace falta recurrir a complejos artificios mentales: para mejorar la situación económica familiar, como saben/sabían bien todos los campesinos y agricultores, tienes que vender los mejores productos de tu granja o establo y contentarte con comer los desperdicios, las sobras o lo que ha salido defectuoso.

Si te quedas lo mejor, no solo no prosperarás, sino que es posible que te veas sumergido en la penuria y abocado a la quiebra, pues reduces drásticamente tus disponibilidades para cambiar tu producción por otros bienes y servicios. La hora de los horticultores autosuficientes de Seymur ha pasado (aunque no descarto que pueda volver, si la involución nos conduce en dirección a las cavernas)

No es porque nos encontremos en crisis, sino por argumento de sentido común: hay que exportar, esto es, sacar del autoconsumo, lo más valioso.

Noruega nos puede servir deejemplo, exporta la mayor parte del petróleo y gas que produce, dejando que su consumo para la generación eléctrica descanse, fundamentalmente, en la produccción hidroeléctrica, que es más barata. Conozco un país de hidalgos venidos a menos que ha preferido seguir el camino contrario: consumir, ante todo, la energía más cara, dejando las más baratas para el final. Que, además, pague todas ellas como la más cara es ya cuestión de chulería.

Queridos niños: aprended, desde vuestras tiernas edades, a producir más que lo consumís, y a vender lo mejor de vuestra producción y, si os dejan, de vuestros amigos: primero a vuestra tía, pero, pronto, a la vecina de más arriba y, algún día, a un transeúnte desconocido de vuestra calle.

Entre las perlas que uno recoge de las propuestas de gente inteligente que a veces me pregunto si caerán en receptores adecuados o en saco roto, traigo hoy ésta: Luis Bassat, en el acto de entrega de Premios KnowSquare, agradeciendo su nominación por su libro "Inteligencia comercial" como finalista en el apartado de libros dedicados a las pymes, sugirió que no sabíamos aprovechar el potencial de los 55 millones de turistas que nos visitan cada año, y que son "clientes extras" para las empresas españolas, que provienen de todas las partes del mundo y, además, están en la situación mental relajada de quien se encuentra de vacaciones.

"Deberíamos plantearnos -dijo Bassat, más o menos- seriamente la opción de que todo el comercio español presente en los meses de julio y agosto los productos que puedan necesitar en el otoño y el invierno. Solo con que un 10% (5,5 millones de personas) comprasen ropa de la siguiente temporada, porque la encontrasen a un precio razonable, desaparecería la crisis del comercio al por menor".

Por dónde seguir para llegar a ser empresario

(Este comentario, aunque con distinto título, es continuación del anterior "Por dónde empezar para llegar a ser empresario)

Que en España faltan emprendedores no es ya ningún secreto para nadie. El país se ha movido durante demasiado tiempo entre el desprecio a la imagen del empresario como ávido capitalista dedicado a exprimir al pobre trabajador y la visión plácida del funcionario público con su puesto garantizado de por vida y una ocupación más bien etérea.

Por eso, me pareció oportuna la precisión de Sáinz Millán, que acogería después -con alguna reticencia- Chamorro: "Un emprendedor no se hace, se deshace. Se hace un Director general, un Consejero Delegado, o un buen contable", ..."pero la máquina del tren, no el maquinista, es cosa del emprendedor; y es un error creer que se van a conseguir emprendedores dándoles algo parecido a un cheque-bebé".

Chamorro encontró el equilibrio entre ambas posiciones: "Es una cuestión de actitud y no de aptitud, aunque no todo el mundo puede ser emprendedor. Pero hay mucha gente que podría serlo y no lo es. Pero, para mí, ahora, no concibo otra manera de entender mi vida".

No se si Cebrián se refería a los "dos perfiles de emprendedor" como, por una parte, al que lleva en la sangre la afición al riesgo (y, por tanto, saltarán de oportunidad en oportunidad, sin importarles los fracasos anteriores) y, por otra, a los que se animan cuando se les presenta una oportunidad concreta, que creen dominar y que, si no consiguen sacarla adelante, quedarán marcados para siempre y se retirarán del mundo empresarial.

Yo sí creo que existen esos dos tipos: el emprendedor todoterreno y el emprendedor monocultivo. A mí, el primer modelo, que es bastante frecuente en España, me da bastante miedo: son esos "self-made man" que van incorporando negocios sobre sus entramados empresariales, convirtiéndolos en una maraña inextricable, entre la que suelen ocultar sus fracasos, sus artificios contables, sus huídas hacia delante; es decir, se acaban cayendo o explotando con todo el equipo.

Se habla poco de la cuestión, pero es importante señalar que el tipo de proyecto guarda relación con el número y calidad de los clientes potenciales y, por tanto, mantiene una íntima conexión con los riesgos y, en consecuencia, con las necesidades de financiación y las posibilidades de conseguir que ésta provenga de fuentes ajenas.

Este aspecto quedó perfectamente reflejado en el debate, por el propio Sáinz Millán. "Javier (Chamorro) tiene magníficos clientes y, así, su financiación va a ser menos difícil; pero no todas las pymes pueden tener la tranquilidad de disponer de clientes que sean multinacionales muy solventes. Cebrián tiene clientes que cuando salen de sus tiendas, ya han pagado, y aunque a lo mejor su compra ha sido debida a un impulso, ya no pueden volverse (fácilmente) atrás"

Aunque la conclusión de Millán fue irónica ("No montéis nunca una empresa sino váis a tener buenos clientes, porque en España es más fácil ir por la calle sin pagar que pagando..."), coincido con Chamorro que "el tipo de cliente marca la viabilidad del negocio", porque las necesidades económicas del proyecto pasan por dos fases: al principio, los problemas son de financiación de las inversiones; posteriormente, lo que hay que financiar es el circulante.

La primera fase, se cubre con medios propios y la aportación conseguida de socios capitalistas o de préstamos bancarios; el éxito de la segunda fase -y, en consecuencia, de la primera- reside en que los clientes te paguen y lo hagan en el plazo convenido: si te pagan por adelantado una parte, estupendo.

Ignoro si el centenar de personas -fundamentalmente, jóvenes- que cubrían una media entrada del auditorio del Palacio de Congresos madrileño, se animó algo más de lo que estaban antes del debate a montar la empresa que les sacara del paro. Cuando salía de la sala, se me acercó una persona de unos cincuenta años, a la que no conocía, para preguntarme: "Era comercial en el sector inmobiliario y me quedé en paro. ¿Conoce de algún trabajo?" 

Sigue haciendo frío en España, aunque dicen los meteorólogos que es normal por estas fechas.

Por dónde empezar para llegar a ser empresario

Apenas finalizado el IV Congreso Internacional de Excelencia, Madrid ha acogido el III Salón Miempresa, también en la primera quincena de febrero de 2012, dedicado a prácticamente el mismo objetivo (aunque con diferentes promotores): motivar a que el personal se anime a saltar a la arena de los mercados como emprendedor.

El propósito tiene su intríngulis y da, por tanto, para alimentar varios Congresos y unos cuantos debates en los que "emprendedores de éxito", "entidades de promoción" y "vendedores de optimismo" se encuentren, expongan sus ideas ante un público siempre numeroso y, después de cada acto, se retiren todos a sus lares, satisfechos -supongo- de haber representado su papel.

La duda que me plantean estas ceremonias de estimulación al entusiasmo, a las que les faltarían únicamente los cánticos colectivos de invocación (GodSpell) a un ser superior (en este caso, The market, of course), sirven de verdad para que se creen más empresas o solamente ocupan un tiempo de quienes están desesperados buscando un empleo.

Nuria Ribas (Directora de Dossier Empresarial) hizo de moderadora en el encuentro que reunió el día 15 de febrero de 2012 a Clemente Cebrián (Fundador de El Ganso), Javier Chamorro (Fundador de Centrum e Iqube) y Antonio Sainz Millán (Fundador de En su sitio). Si los organizadores de este debate pretendieron confrontar diferentes visiones de "jóvenes" empresarios, con éxito -según se contó- todos los tres en sus proyectos, no pudieron elegir mejor a sus candidatos.

Chamorro, a la cuestión de "cómo empezar un negocio", opina que "hay un montón de oportunidades de equivocarse".

Esta es, para mí, la clave del edificio: encontrar la oportunidad válida para pasar de empleado, recién licienciado o parado, a emprendedor. Y basta una sola.

La inmensa mayoría de los potenciales emprendedores no se animan a montar una empresa, porque no saben valorar la viabilidad de las ideas que se les ocurren como posibles negocios, y las abandonan en estado de no-natas.

Otros (los menos) se lanzan a la aventura con el solo bagaje de su ilusión y su temeridad. En los casos de fracaso, éste proviene frecuentemente de la falta de información previa del mercado (que se sobreestimó), de la insuficiencia en la valoración de las necesidades financieras, y de no haber alcanzado el período de madurez para el negocio, antes de que aparecieran competidores más fuertes en ese peculiar nicho de mercado. 

Sainz Millán se elevó a las alturas de la provocación cuando expresó que "ser empresario es una condición natural: es un mal empleado, porque encuentra permanentemente conflictos debido a su personalidad". Discrepó así de Chamorro, que entiende que "el emprendedor no nace. El entorno te marca al menos un poco, porque te animas a emprender si tu padre es empresario. El sistema educativo no lo baraja como una opción: aquí (en España) no hay materia prima de emprendimiento."

Como situación natural, heredada o provocada, opino que lo que la sociedad debería bombear continuamente a los espacios donde se dan los hábitats más favorables para emprendedores -las escuelas de negocios, las Universidades, los Centros de Formación Profesional-, adecuando las propuestas a las formaciones que se impartan en ellos, son oportunidades de negocio. Que es lo mismo que decir carencias o insatisfacciones del mercado, así como conocimientos en las nuevas tecnologías que permiten hacer lo conocido más barato, más rápido (con plazos más cortos), de mejor calidad.

Esa información, ofrecida de forma lo más ordenada posible, debería estar disponible como guía práctica para emprendedores. Debería haber muchas de esas guías: de las Universidades, de las Administraciones públicas, de las grandes empresas, de los Centros de Investigación, de los analistas de mercado...

¿Por qué emprender? La idea de "aportar algo positivo a la sociedad" parece estar en el núcleo de las intenciones que motivaron, en su momento, a los jóvenes emprendedores que hoy dirigen empresas de éxito. Cebrián calificó de propósito "fundamental, dar empleo directo e indirecto. Estamos en un momento en que no puedes enfocar montar un negocio con la intención de ser rico". Sin embargo, en una situación de masivo desempleo, el conseguir un puesto de trabajo para uno mismo ya me parece objetivo suficiente.

Para Chamorro, "el capitalismo falla por la ética. Hoy día hablamos de emprendedores, que suena mucho mejor que empresario; emprender e innovación son palabras de moda: si no eres emprendedor innovador no eres nada". Y aventuró algo que sonó a sorprendente, pero revelador: "En el futuro los empleados serán los que elijan a sus empresas, y no al revés".

(continuará)

Ilusionar en tiempos difíciles: historias de supervivencia

Ilusionar en tiempos difíciles: historias de supervivencia

La densa Jornada en que se condensó el IV Congreso Internacional de Excelencia, que convocó el 8 de febrero de 2012, en el claramente insuficiente auditorio de Mutua Madrileña, a más de mil personas, tuvo muchos momentos estelares.

Fueron muchos y buenos los ponentes, y la conducción del acto por Manuel Campo Vidal merece la máxima puntuación. He tomado multitud de notas y me comprometo en los próximos Comentarios a glosar las intervenciones que me parecieron más relevantes.

El mensaje global del encuentro estaba claro: difundir optimismo. El lema del Congreso expresaba directamente el objetivo: "Emprender y crecer en tiempos difíciles (Historias de éxito y claves para lograrlo)". Incluso la palabra "crecer" aparecía en rojo en los catálogos y póster con los que Madrid Excelence había hecho publicidad del acto.

Estos actos en los que el optimismo es el rostro obligado del guión me recuerdan otro en el que participé, esta vez como ponente, cuando yo era Presidente de Ingeniería y Diseño y director del Centro de Cad-Cam ((nada que ver con el baile), en una Jornada dedicada a la promoción del producto Asturias.  Fue hace mucho tiempo; aún no había teléfonos móviles, Autocad andaba por la versión punto siete y los jefes de adminsitración tenían un Amstrad encima de la mesa, con pantalla de fósforo.

No recuerdo quiénes habían hablado antes. Supongo que sería el equipo titular: Félix Mazón (Duro Felguera), Toni Coto (Química del Nalón), alguno de los Carrillo (Antracitas del Narcea), ... A mi me tocaba hablar el último, inmediatamente antes de la entonces Consejera de Industria, Paz Felgueroso. Seguramente era un día lluvioso, de esos tristones, que bajan el ánimo, y los anteriores ponentes habían aprovechado para presentar los problemas de sus empresas que, como no, atravesaban la crisis crónica que debe solventar todo empresario que se precie.

Cuando me disponía a leer las cuartillas que había preparado, una azafata me puso delante de las narices un papel en el que la Consejera había garabateado dos palabras: "¡Sé positivo!".

Fue la primera vez que conté en público el cuento de la cabra. Y una de las muchas en que confirmé que los seres humanos prefieren que se les cuente algo con lo que se puedan reir, antes que algo de lo que puedan  aprender.

La hora de los transformistas

"Las claves para transformar España" es el título del libro en el que varios principales del panorama socioeconómico, dirigidos por Eduardo Serra Rexach, presidente hoy de la Fundación Everis, presentan sus reflexiones y propuestas para "construir la España del futuro".

Editado por Destino, fue presentado en olor de multitudes -mayoritariamente protegidas con traje y corbata- en el salón de Actos de la Fundación Rafael del Pino, el último día de enero de 2012.

María del Pino, anfitriona del acto, recordó, en sus palabras de introducción (y luego de dirigir las habituales referencias a la memoria de su padre, Rafael, un ingeniero humanista cuyo perfil se engrandece tanto más cuanto más tiempo va trascurriendo desde su muerte; y de defender con solvencia la necesidad de modificar la Ley de Fundaciones y Mecenazgo) que los príncipes de Asturias, en un acto apadrinado por Víctor García de la Concha (que se sentaba a su izquierda), habían dado realce, hacía un par de años, a la presentación del "Diccionario Panhispánico del Estudiante", en el anterior auditorio de que disponía la entidad, mucho más pequeño. 

Ramón Perelló, en representación de Ediciones Destino, adelantó las líneas argumentales de lo que sería la alocución de Eduardo Serra, quien asumiría el protagonismo casi absoluto del acto, evidentemente en su salsa de político todo terreno: "Creemos que aquí y ahora ha llegado el momento del optimismo", y reforzó esa convicción casi mesiánica con una cita de paternidad dudosa, que sonó a juicio político contemporáneo: "pasando de la fe de los iluminados a la confianza en los ilustrados".

El libro recoge, "ensartadas en un esquema teórico", las opiniones de casi 100 representantes de la "sociedad civil" (98), en un lenguaje -utilizo, en lo posible, las palabras de Serra- que se esfuerza en ser asequible (se supone que a los no iniciados en la "realidad de los mentideros de la villa", también llamados "cloacas de Madrid"), porque "en España nos falta pedagogía".

Conscientes de esta singular carencia formativa, este elenco de maestros ocasionales de nuestro malestar, se han acogido a la observación de Ortega y Gasset, de que "la función del intelectual es decir que nos pasa y porqué nos pasa".

Como no he leído aún el libro, pretender adelantar una crítica del mismo sería temerario. Por lo oído, los opinantes rebosan optimismo y confianza en el futuro y en las propias fuerzas y en las colectivas , y desean contagiarnos del propósito y convicción de que "podemos hacer lo que toca". Marcan, incluso, los tiempos: en el presente, poniendo "manos a la obra, con contundencia y de inmediato"; en lo que se refiere a abrir "puertas al futuro", aportando "concordia, además de la confianza (...). Llevamos demasiados años subrayando lo que nos separa; hay que subrayar lo que nos une."

Víctor García de la Concha cerró el acto, antes de las preguntas -casi todas respondidas por Serra; todas, de guante blanco- con algunas referencias a la etimología y a la Historia, de las que recojo una frase: "Todos los regeneracionistas del siglo XIX hablaban de transformar España. La RAE define transformar como dar nuevo ser a algo que degeneró". Así pues, y como quien no quiere la cosa, el filólogo también hizo un diagnóstico.

De la Concha, que -en prueba, si hiciera falta, de una erudición rebosante- citó a Platón (Objeto noble del ser humano: construir "la ciudad de las palabras") y a Ramón Pérez de Ayala ("Troteras y Danzaderas", a pocos meses de cumplir cien años), alabó la metodología del libro, "que es la de la concordia", en "una sistemática con revisión histórica, atención al hoy -ya que el diagnóstico es de gravedad" y el empleo de una fórmula magistral: "Ante una crisis del sistema, lo que urge es, ante todo, pensar, y es lo que hacen los autores de este libro."

Parece que en el libro se encuentran propuestas concretas de cómo transformar España y que el propósito global es realizar una especie de serie temática con las distintas soluciones, de la que la inmediata será "Transforma talento".

Si es así, estupendo y los autores deben ser efusivamente felicitados por su perspicacia y esfuerzos.

Si no fuera así, hay que lamentar que la presentación haya generado expectativas desproporcionadas. Sea como fuere, quedó en el aire un sentimiento de "magia potagia" y cuando abandonaba la sala, luego de saludar a unos cuantos amigos, me dí cuenta de que yo -también es casualidad, pues suelo ponérmela hasta para hacer footing- era prácticamente el único de todos los varones (formábamos la inmensa mayoría) que no llevaba corbata.

 

Lo que distingue a los emprendedores

El debate floreciente acerca de lo que caracteriza al espíritu emprendedor es una nueva versión de la discusión escolástica acerca del sexo de los ángeles.

Por más vueltas que le doy a lo que provoca que un tipo que hasta entonces era normal, se líe la manta a la cabeza y ponga tiempo y dinero en un proyecto que va, en el mejor de los casos, a provocarle insomnios persistentes y taquicardias continuadas y que, si se tuerce, arriesgará con conducirle a la cárcel y si se tuerce aún más -no lo quiera Dios- puede arrastrarle al suicidio o a montar otro negocio con los restos del naufragio, encuentro que no hay análisis sociológico que ofrezca razones convincentes.

En consecuencia, estoy convencido de que el sexo de los ángeles y el espíritu emprendedor son conceptos útiles para sostener los respectivos edificios en los que ocupan una dependencia secundaria: los sótanos o los desvanes del tinglado. Con otros palabras, en lo sustancial, son seres imaginados.

Me resulta mucho más efectiva la comparación entre el espíritu emprendedor y el virus de la gripe, porque surgen a raudales muchas más semejanzas: no se encuentran dentro de uno, en la situación normal, sino que pululan por ahí; se cogen en caso de aglomeraciones y cuando se anda sin protección a la intemperie, en particular en cambios de paradigma; es mejor prevenir su aparición, utilizando las vacunas para combatirlo que, cada período, son ofrecidas por los laboratorios correspondientes y atender a la experiencia de los que ya lo pasaron y están curados; si, a pesar de todas las precauciones aparece, mientras dure la infección, dominará al cuerpo y la mente del que lo posea; algunos privilegiados parecen tener defensas naturales contra el virus, pero ha de tenerse siempre presente que, en general, se contagia y puede alcanzar dispresiones epidémicas en ciertas épocas.

Lo que distingue a los emprendedores, abundando en esta comparación, es una debilidad circunstancial que les deja bajos de defensas y les lleva a ser presa más fácil del virus de la oportunidad. La inmensa mayoría, después de haber guardado unos cuantos meses o años en la cama de su ilusión, se recuperan, y vuelven, desmejorados, a la normalidad de hacer lo mismo que los demás: lamentarse de lo mal que va todo.

Pero hay unos pocos, poquísimos, que triunfan y, desde ese momento, pasan a ser venerados como arcángeles, tribunas, potestades o, si tienen aún más suerte, descienden a los infiernos y son considerados como ángeles rebeldes.

P.S. (Mi hijo Miguel, empresario de éxito, me recomienda -supongo que sin haber leído este post, aunque a su raíz- que, si quiero que mis elucubraciones respecto a lo que deben de hacer los emprendedores tengan repercusión, debo anunciarlas como "Decálogo para emprendedores". He aquí una primera versión de este propósito:

1. Si te crees emprendedor, cerciórate antes de tomar una decisión sobre si existen antecedentes en tu familia, y preocúpate de conocer lo que les pasó a ellos.

2. Antes de seleccionar un proyecto con posibilidades, pon uno tras otro, sin valorarlos, varios proyectos en los que, en tu opinión, no tendrías ningún éxito. Puedes hacer una lista tan larga como te parezca. Si no se te ocurre ninguno, abandona de inmediato la prueba y no pierdas más tiempo: comienza a preparar oposiciones a funcionario.

3. Enumera, al menos, diez proyectos que te parezcan interesantes, y pregúntale a tu mejor amigo -no vale nadie que sea de tu familia y tampoco sirve si tu amigo es un colega del IESE- si invertiría contigo en alguno de ellos. Elimina ese proyecto de la lista.

4. Si crees tener todo el conocimiento necesario para montar uno de esos negocios, sin necesitar en absoluto ayuda de nadie, abandónalo también de inmediato; te falta objetividad para entender su complejidad.

5. Haz una previsión, lo más exacta posible, del capital que necesitarías aportar, las necesidades de personal y las carencias tecnológicas, para, al menos, cinco de los proyectos del apartado 3 (excluído, por supuesto, el que tu amigo seleccionó como el mejor).

6. Realiza una proyección de los ingresos y gastos que esperas obtener para, al menos, los tres proyectos anteriores que necesiten menos inversión, menos personal, y menos tecnología. Elucubra tres escenarios posibles: pesimista, muy pesimista y completamente pesimista.

7. Revisa los proyectos que habías desechado, según el apartado 2 y escoge los tres en los que, con absoluta seguridad, nunca invertirías, aunque estuviéras en situación de máxima necesidad y fueras el único en el mundo con esa idea.

8. Tómate un par de cervezas, ve al cine, lee una o dos novelas de mutantes en el metro y, si te encuentras aún con la cabeza despejada, tómate otra cerveza. En ningún caso cojas el coche ni confieses en ese momento a nadie que estás a punto de tomar una decisión que cambiará tu vida, porque podrá ser malinterpretado. (Si no hay metro en tu ciudad, divide los resultados que hayas obtenido en el apartado 6 por tres).

9. Al volver a casa, vuelve a revisar el mejor proyecto según el apartado 6 y compáralo con el proyecto que menos te ilusiona de los que hayas agrupado según el apartado 7. Medita sobre lo que deberías hacer con ese miserable proyecto para que te ilusionara y llama a tu mejor amigo, a la hora que sea, para confesarle que, siguiendo sus consejos, has elegido el proyecto que a él le gustaba.

10. Si después de haber seguido este proceso, y oir de tu amigo que ya era hora de que le hicieras caso en algo, no te apetece preparar oposiciones para funcionario, incluso como celador de hospitales, pónte un medalla -valen las de la virgen del Carmen-, porque la mereces. Has resistido la prueba del nueve: eres empresario y cualquier asunto al que dediques tu atención, tiene una probabilidad sobre diez de tener éxito. Enhorabuena.

11 (Corolario). Es posible que te llamen para dar conferencias sobre tu proyecto a otros posibles emprendedores. Cuéntales siempre alguna anécdota -inventada, claro- acerca de cómo elegiste el nombre de la sociedad, elegiste a tus primeros empleados o te separaste de tu pareja.

En la Plaza del Conocimiento, con optimistas

A esa hora de la tarde en la que en Madrid los mochuelos se recogen en sus olivos, los responsables de Know Square, una iniciativa plural enfocada, sobre todo, a dinamizar el cotarro de las ideas, convocó el 24 de enero de 2011 a socios, simpatizantes, amigos y, sobre todo, autores y editores de libros relacionados con la empresa, para otorgar los Primeros Premios que llevan el nombre de la plataforma.

Lo hizo utilizando el espacio físico del Auditorio Garrigues y contando, además de con la presencia del culpable principal de que el proyecto haya visto la luz y ande con buenos pasos, Juan Fernández-Azeytuno, con la de Antonio Garrigues, Elena Hernando (Fundación Lázaro Galdiano), Mónica de Oriol (Secot) y Carmen Hidalgo (Telefónica Pymes), que ocuparon la mesa presidencial y dieron, con sus palabras, un contenido especialísimo al acto.

No eran ellos, sin embargo, los que estaban destinados a ser los protagonistas, aunque es difícil sustraerse al encanto de las frases pronunciadas por todos ellos, muy en el papel de someterse a decir algo interesante en pocas palabras y, con su experiencia y simpatía en esas y otras lides, conseguirlo.

Hizo de conductor del acto, Alejandro Vesga, director de la revista Emprendedores, que cumplió su labor con matrícula de honor,  salpicando de humor las presentaciones y supo cerrarlo con una frase de antología: "Soy de natural optimista, pero viéndome rodeado de tanta gente inteligente, me reafirmo en que mi optimismo está plenamente fundado."

Los premios KnowSquare 2011 se concedieron a los siguientes títulos y autores:

"Steve Jobs" de Walter Isaacson, premio al mejor libro dedicado a la empresa

"No te rindas", de Enrique Rojas, premio al mejor libro dedicado a las pymes

y, nuevamente, a Enrique Rojas, por su acción divulgadora.

De entre los más de 200 libros preseleccionados para este novedoso galardón (que constituye un reconocimiento a los autores y una guía para lectores apresurados), se habían elegido como finalistas, a partir de las propuestas efectuadas por el Consejo Editorial de KnowSquare, al que me honro en pertenecer), también estos otros:

Para el primer grupo:

"Cosas que me enseñó la vida", de Carlos Espinosa de los Monteros.
"Economía de los no economistas", de Carlos Rodríguez Braun
"Generación de modelos de negocios", de Ostewalter y Pigneur
y "Historia de la economía", de John K. Galbraith

Para el segundo:

"El arte de cautivar", de Guy Kawasaki,
"Innovar para ganar" de Fernando Trías de Bes y Philip Kotler
"Inteligencia comercial" de Luis Bassat,
y "La nueva gestión del talento" de Pilar Jericó

y, como divulgadores, se habían también nominado como merecedores del premio, a: Carlos Rodríguez Bravo, José Antonio Marina, Mario Alonso Puig y Santiago Alvarez de Mon.

De las muchas frases destacables que, como perlas, nos destilaron nominados y premiados, resalto en este Comentario una que, de Cervantes, recuperó el multipremiado Enrique Rojas: "La felicidad no está en la posada, sino en medio del camino".

Ahí estamos.

 

A la búsqueda de iniciativas para aumentar el bienestar

He tenido un sueño. Si la sostenibilidad del mundo global fuera objetivo común, la humanidad estaría seleccionando un "Director de Nuevos proyectos", que, con un equipo de élite, se encargara de seleccionar las iniciativas más prometedores para generar bienestar a escala mundial, aumentando los niveles actuales. 

Un trabajo interesante, sin duda, para el que no será fácil encontrar el perfil más adecuado. Para empezar, hay que destacar un matiz respecto a los objetivos que deberían encomendarse al personaje: no se trataría de generar riqueza y empleo como propósitos prioritarios -ni a escala global, ni, por supuesto, a escala local-, sino de aumentar la satisfacción total.

Es una quimera, una elucubración solo posible ante el papel. De ser siquiera esbozado el análisis de esta propuesta, se dedicarían décadas antes de tener unna ligera idea de cómo medir la satisfacción del ser humano, escogiendo aquellas características que fueran admitidas como relevantes. ¿Estarían unánimemente de acuerdo los representantes de todos los países respecto a lo que representan índices ya utilizados en la actualidad, como el IDH (índice de desarrollo humano)?.

Bueno, tal vez, habría que empezar designando a un Defensor de la Humanidad, un recolector de todas las quejas de los que se sintieran agraviados y que tuviera, al menos, un mínimo poder para poner sus resoluciones en el Panel de anuncios por un mundo sostenible.

El Defensor de la Humanidad podría reportar a un Consejo Mundial de Etica, formado por representantes de todos los Estados, grupos sociales, etnias, en número directamente proporcional a sus habitantes o miembros e inversamente proporcional a su riqueza. Ese Consejo debería, también, tener la capacidad de decisión para seleccionar de forma autónoma e incuestionable aquellos proyectos que deberán ponerse en marcha y en qué lugares, de la relación que le fuera presentando el Diector de Nuevos Proyectos Mundial.

Para conseguir la capacidad económica con la que poner en práctica los proyectos que fueran seleccionados, avalados con los correspondientes estudios de viabilidad, el World Project Manager (suena mejor en inglés) dispondría de un cierto capital formado por los importes presupuestarios que todos los países de la Tierra hubieran destinado a dotarse de armamento y mecanismos de defensa durante los próximos diez años, "a partir de ya".

Esta cantidad, seguramente insuficiente, se incrementaría con la mitad de beneficios empresariales que no se dedicara de inmediato a reinversión.

De pronto, me desperté. En la radio, alguien anunciaba que había que dejarse aconsejar, en un país de Liliput, por la empresas que estaban teniendo éxito en la generación de riqueza. Y me volví, consciente, a la pesadilla.

 

Sobre la innovación para crecer: lo sustancial y las zarandajas.

"Innovar para crecer: Cómo invertir en proyectos y emprendedores" fue el título de una media Jornada convocada por el semanario económico El nuevo lunes y Telefónica, que reunió a un par de centenares de interesados en el tema, y que tuvo lugar el 14 de noviembre de 2011.

Empezaremos por el final: en el coloquio de la segunda mesa redonda, formulamos una doble pregunta que, en esencia, expresaba la curiosidad por conocer si los ponentes -que acababan de exponer sus proyectos de éxito- no temían que la explicación detallada que habían ofrecido acerca de en qué consistían sus iniciativas (la mayoría, en fase de maduración) supusiera animar a que otros se los copiaran y, en segundo lugar, atendiendo más a la forma en que habían seleccionado el objeto social para su empresa, si no creían necesario que, además de presentar proyectos de éxito como los suyos, no se debería orientar a posibles emprendedores y, sobre todo, a los inversores, acerca de las oportunidades de mercado.

Una respuesta a estas preguntas la encontrará el lector curioso en algunos de nuestros comentarios anteriores. Sin necesidad de analizar los perfiles de los asistentes a este tipo de reuniones, aventuramos que atraen, principalmente, al grupo de jubilados o prejubilados que se mueve con asiduidad por estos encuentros, a consultores que anotan ideas para su propio discurso y, desde luego, a algunos futuros empresarios que tienen un proyecto y carecen de la financiación para ponerlo en marcha.

Hay una distinción fundamental que es imprescindible trazar en estos encuentros: las soluciones o los estímulos individuales para emprender no coinciden más que en pocos puntos con lo que deberían ser los planteamientos colectivos para dinamizar una economía. Entre el sálvese el que pueda o sepa y la solución de alcance general hay un trecho muy complejo.

Vaya por delante que nos gustaron, por su empuje y claridad, en especial, dos de las ponencias: la de Juan José Güemes, perfecto en su papel de previsible futuro responsable de la dinamización empresarial desde la Administración central, cuando el Partido Popular se haga con el gobierno de España, y la de José Ramón García, presidente de Blusens. No menospreciamos la calidad de las demás intervenciones, sino que apuntamos en la dirección que se nos antoja imprescindible para reactivar la economía: expresar ilusión y confianza en el futuro. 

Sostiene Güemes -y lo apoya con estadísticas extraídas de Eurostat- que los españoles no somos aversos a emprender, contrariamente a lo que "vienen Vds. oyendo. No hay nada genético en los españoles en contra de la capacidad para emprender", y es una "buena noticia, porque no hay necesidad de cambiar la cultura"; para Güemes, los nuevos emprendedores provienen, generalmente, "de gente con experiencia, entre 30 y 45 años".

Se equivocan también, apuntó el ponente, "que no es verdad que España sea un país sesgado hacia la construcción y el turismo", ya que "producimos una extraordinaria tecnología, que encuentra, sin embargo, una difícil salida", por dos razones, al menos: "tenemos una potente industria de private-equity, pero que no debe confundirse con el venture-capital" y "el científico no quiere emprender", por lo que muchos buenos proyectos no se realizan en nuestro país.

La razón principal de la escasez emprendedora la sitúa el ponente en que "los Bancos no prestan dinero a las empresas y familias, y, sí en cambio, a las Administraciones públicas, que como no tienen suficiente para sus gastos, acuden, además, a los mercados internacionales, con las consecuencias, de todos conocidas. " (aumento del endeudamiento público, y a tasas muy superiores a los países de la eurozona más eficientes)

(continuará)

Emprende, España: El Manifiesto

Amigos, sin duda, de los retos de apariencia imposible, se plantean llegar a las cien mil adhesiones. Han lanzado un Manifiesto que recoge tanto los principios de su posición conjunta como sus propuestas para generar nuevas iniciativas empresariales como la suya.

Son los empresarios del Chamberi Valley, un grupo creado en torno a dos características comunes: ser activos en el sector de las nuevas tecnologías y tener la sede de sus empresas en ese barrio del Madrid castizo.

A la vista de sus currícula, tienen otras afinidades: son universitarios, jóvenes, animosos, creativos. Han montado sus empresas prácticamente de la nada y, superando la apatía y el desánimo que envuelve a una parte de la sociedad española y amenaza con contagiarlo todo, nos demuestran que no hay dificultades insalvables.

El Manifiesto "España Emprende" (que ha alcanzado desde su lanzamiento una importante difusión) fue hecho público el 24 de octubre de 2011. Circula un resumen en inglés con el nombre de "Start up, Spain", en el que se enfatiza sobre una característica de la mayoría de las empresas tecnológicas generadas en torno a las tics, y que ha hecho fortuna en el lenguaje universal: la de empezar desde la nada, impulsado solo por la voluntad de crear, tratando de ser útiles a la sociedad en la que se ha nacido, respondiendo a una llamada interior que es esencial para explicar el avance de la humanidad: emprender algo nuevo.

Hemos apoyado ese Manifiesto, por profunda convicción. En él encontramos elementos de los que se precisan para dotar de una base más sólida a la sociedad del futuro. Habrá quien argumente que faltan algunos, criticarán otros que la redacción de ciertos puntos es insuficiente o, tal vez, que hay propósitos que suenan a irrealizables o utópicos.

Naderías. Ojalá superen las cien mil adhesiones. Les deseamos que consigan, por la cuenta que nos tiene a todos, que se adhieran masivamente, los que tienen facultad para tomar decisiones. Porque nos vendría muy bien que lo que manifiestan entrara a formar parte de lo que aplaudimos de los que emprenden y les ofrecemos a los que pretenden emprender.

Sobre lo que cobran ciertos ejecutivos y porqué

Los arrebatos de sesgada transparencia que, de cuando en vez, soplan en nuestra sociedad, se han cebado recientemente en los honorarios de algunos ejecutivos españoles y las indemnizaciones que perciben cuando las instituciones a las que han entregado lo mejor de sus talentos, deciden prescindir de sus servicios.

Claro que es un escándalo que, cuando millones de conciudadanos se encuentran en desempleo y otras decenas de millones más sufren la angustia de un panorama económico lleno de inestabilidad, ciertos personajes de la empresa -parece que, fundamentalmente, dedicados al sector financiero, pero no solo- tengan resuelto su porvenir económico con contratos anuales fuera de ética (aunque dentro, claro, del mercado), incluyendo a veces percepción de salarios de por vida (a cambio, en este caso, sin error posible, de no hacer nada) y engalanados con estrambóticas cláusulas de rescisión que les garantizarán un retiro sin preocupaciones por dinero.

La casuística de cómo se han aprobado unas remuneraciones y compensaciones que ni siquiera tienen cabida en el campo de la imaginación de la inmensa mayoría de los españoles -para los que un salario de 20.000 euros al año es ya un motivo de satisfacción-, es muy amplia.

Algunos miembros de la alta dirección han aprovechado las vacaciones de agosto del resto de los consejeros de sus entidades y la sospecha (pronto acreditada) de que iba a ser sustituidos, para aprobar cláusulas de apalancamiento en sus contratos. Una actuación analizable en el campo de la ética básica y seguramente, además de la sanción moral, merecedora de reproches jurídicos.

Pero la mayoría de esos beneficiarios de honorarios y cláusulas desorbitadas disponen de contratos aprobados con toda la sacramentalidad exigible, han sido incorporados a sus papeles que los definen como personal de alta dirección con todas las de la ley, y fueron consensuados con los miembros de los consejos de administración de sus entidades, amén de registrados con la exigible transparencia normativa en los libros de contabilidad, auditados conforme a las habituales prácticas y refrendados en los exactos asientos precisados del Plan General Contable.

Hay que admitir, entonces, que lo merecen, que personas que entienden de esa cosa llamada mercado saben muy bien porqué hay que remunerar con honorarios de varios millones de euros al año a ciertas personas y, cuando por la razón que sea, y hay que suponer que muy a su pesar (de ellos y de otros), se deba prescindir de sus servicios, haya que premiarlos con una bolsa de despedida que sea sustancial, que supere lo simbólico, para que el dolor de la marcha les sea soportable y las dificultades de encontrar un nuevo empleo de ese nivel puedan ser asumidas sin peligro de su desmoronamiento sicológico, que tal vez pueda provocar el que se dediquen a contar secretos, fórmulas, conductas, que la plebe no debe saber, porque no sabría cómo interpretarlos.

Por supuesto que es pésimo que haya trascendido que tales prácticas existan.  Es desestabilizador. ¿Por qué merecen tales emolumentos? ¿Qué hacen, qué conocen, a quién sirven? ¿Dónde han aprendido esas artes, la confección de pócimas y jarabes tan excelsos, los secretos de una ciencia -exotérica o documentada- que les eleva sobre los demás mortales?

Puede que no lo sepamos nunca, pero, al menos, la información recibida ha conseguido colocarnos la mosca detrás de la oreja. Y zumba, vaya si zumba.

 

Tras las privatizaciones, ¿qué?

El asunto de las privatizaciones no es para despacharlo con un par de líneas, desde luego. Un análisis simplista -y más bien trasnochado- podría enfatizar que las Administraciones pasan a manos privadas los proyectos públicos más eficientes, obteniendo por ellos bastante menos dinero que el que después conseguirá el gestor privado.

Para justificar ese milagro económico, se ha defendido con ahinco que las empresas privadas son más eficaces en la gestión que los estamentos públicos, porque disponen de mejores recursos técnicos y tienen medios más persuasivos para obtener el máximo rendimiento de su personal, encontrándose, para mejor abundamiento, libres para otorgar más responsabilidad al más capaz.

Los gobiernos de un signo político como de otro le han encontrado gusto a eso de las privatizaciones. Se reconozca o no, la razón principal reside en la mayor facilidad para obtener financiación por parte de las empresas privadas y, ya a un nivel más rastrero, en la capacidad de estas últimas para convencer al responsable político de las ventajas (personales y generales) que esa decisión puede aportarle.

Se ha privatizado, siguiendo a veces caminos complejos, la gestión de servicios esenciales (agua y residuos, en menor medida, sanidad, cementerios, cárceles, etc.) a cambio de entregas de capital (cánones, precio de acciones, compra de activos, etc.) que han venido a solucionar problemas de corto plazo de las Administraciones, que se han apresurado a hacer con esos dineros extraordinarios incluso fuentes, parques, asfaltados, aceras y algunos chalets en zonas privilegiadas, además de tapar agujeros presupuestarios.

Junto a estas privatizaciones -por las que, en general, los otorgantes defienden haber cedido la gestión, aunque no el control de esas materias, que dicen mantener en manos públicas- hay otras por las que se venden empresas públicas que han crecido al abrigo de monopolios o explotaciones de materias primas, recursos o tecnologías que en su momento se juzgaron importantes para el país.

Para dar apariencia de que se han salvado los muebles principales, se acostumbra reservar un porcentaje simbólico en esas empresas para los representantes de la Administración pública -un puesto en el Consejo, derecho de veto ante ciertas decisiones,..."acciones de oro", por su teórica ventaja diferencial-. Sería imprescindible analizar, caso por caso, las consecuencias de ese precario control y de qué manera es ejercido.

En la intención de poner un mínimo orden en el esquema mental que juzga las privatizaciones, se nos ocurre clasificarlas de esta forma:

-privatizaciones de servicios públicos esenciales. Dependen de la tarifa o precio que se fije, y que pagará el usuario. Ninguna empresa particular asumirá trabajar con déficits, a diferencia de los gestores públicos, que, llevados por la presión ciudadana, son generalmente conducidos a dar un servicio que no se corresponde con lo que paga el que lo disfruta. En consecuencia, los precios de los servicios subirán, a partir de la privatización de la gestión, cubriendo, no solo los costes y garantizando, por supuesto, el beneficio de la empresa concesionaria (o la fórmula de enajenación que se haya utilizada), sino haciéndose progresivamente opacos para la Administración pública, que difícilmente podrá librarse de un alto grado de dependencia de la primera.

-privatizaciones de empresas consideradas básicas (generalmente, por el empleo local que producen) y que, por circunstancias no siempre analizadas con objetividad, no son rentables. Tenemos en Europa (es decir, especialmente en España y países con tradición minera o metalúrgica), muchos ejemplos de privatización de empresas que, después de haber sido consideradas modelicas de la gestión pública, han sido cedidas o malvendidas a la gestión privada "para garantizar su viabilidad". No es raro que, al cabo de unos años, esas empresas privatizadas vuelvan, aún más lastradas de problemas, al redil de lo público, o desaparezcan definitivamente, a pesar de los intentos de reflotación con  subvenciones, programas de prejubilacion, ayudas a la reconversión y otras fórmulas del imaginario de la colaboración público-privada. 

-privatizaciones de empresas rentables, nacidas de oportunidades tecnológicas, restos de la autarquía (fundamentalmente, en el sector de Defensa), centros de investigación públicos, y -no estamos seguros de ser exhaustivos- monopolios estatales. La venta de estos verdaderos ejemplos de éxito de la gestión pública suele hacerse en subastas a las que se presentan pocos licitantes y su precio pocas veces responde a la hipotética transparencia del mercado. Nunca están claras cuáles son las razones por las que la estrategia pública respecto a esas empresas y sectores se ha cambiado, ya que su venta se acostumbra a ligar a compromisos de compra por parte de los departamentos administrativos que garanticen la viabilidad de lo que antes fueron joyas de la corona.

 

 

 

 

Sobre el perfil de los emprendedores (y 2)

(Continúa del comentario anterior)

Si se representara en un diagrama tridimensional el grado de intensidad de cada una de las variables que deben conformar el perfil de un emprendedor -conocimiento de la existencia de una oportunidad en el sector, capacidad personal para llevarla a cabo y existencia de financiación suficiente- nos encontraríamos con que la práctica totalidad de los proyectos que fracasan en su primer año lo son por falta de hueco en el mercado. No hay clientela o demanda suficiente para sostener la idea de negocio.

Ciertamente, se puede suplir la ausencia de demanda suficiente para mantener a todos los que tienen presencia competitiva en un sector, ofreciendo desde nuestra empresa valores diferenciales (calidad o precio). Para ello, hay que contar con la capacidad personal para implementar esas cualidades al producto que se ofrece y aguardar a que el mercado lo aprecie. Es, por tanto, imprescindible, combinarla con un soporte financiero suficiente, lo que, con gran frecuencia, no es el caso.

En las nuevas tecnologías, y más específicamente en las llamadas trasversales -informática, telecomunicaciones, ambientales, como más típicas-, el riesgo de poner en marcha un negocio sin contar con la capacidad financiera para absorber el crecimiento es típico. Se trata de iniciativas de profesionales o expertos que saben perfectamente utilizar una nueva tecnología, tienen éxito inicialmente, porque lo hacen bien, crecen rápidamente, y las necesidades financieras para sostener la empresa acaban dando al traste con ella, incapaz de pagar las nóminas o a los acreedores por servicios o víctimas de la demora en el pago de las Administraciones públicas o de las grandes empresas, que les han dado el abrazo del oso. Es la conocida perfectamente por los especialistas en gestión empresarial, "muerte por éxito".

No pretendemos dar aquí consejos acerca de cómo actuar en caso de que el crecimiento de la empresa se detecte como acelerado. El síntoma más claro es la existencia de desequilibrios de tesorería o el aumento de los saldos pendientes que jamás deberían superar los seis meses de facturación, además de poder cubrir tres meses de tesorería. Si la marcha de la empresa se hace incontrolable desde el punto de vista de la gestión -exceso de conflictos de personal, negociaciones comerciales a muy alto nivel que absorben demasiado tiempo, aparición de competidores protegidos por grandes empresas- es mejor, vender a un competidor solvente y envidioso de nuestro saber hacer, haciendo caja.

(continuará)

Sobre el perfil de los emprendedores

El mundo necesita emprendedores, y le sobran desempleados. En España, las encuestas más serias como las más informales reflejan claramente cuál es la mayor preocupación de la ciudadanía: el paro.

Si bien los políticos -unos, desde luego, más que otros- se jactan de conocer cuáles son las fórmulas para crear empleo y, por tanto, reducir la tasa de desocupados, tal vez para quienes tengan curiosidad por saber cuáles son los perfiles más habituales de emprendedores y, en especial, qué condiciones son las que propician su estímulo, vengan bien estas líneas.

No tenemos otra autoridad que haber dedicado bastantes años de nuestra vida a escuchar proyectos de inversión, analizar su viabilidad, estudiar sus opciones de financiación y tratar de encauzar a los promotores hacia las vías de mayor éxito potencial. Sirva también de aval para reforzar la credibilidad de estas notas haber participado, arriesgando incluso el dinero que no teníamos, en varias iniciativas personales.

Comencemos expresando las tres condiciones básicas que ha de entender adecuadamente cumplidas un potencial emprendedor, para que inice su aventura: detección de oportunidad, sensación de control del riesgo y disponibilidad de capital para comenzar a funcionar.

La exacta valoración de estas variables es muy importante. La mayor parte de los potenciales emprendedores identifican mal las posibilidades de negocio (o no las identifican en absoluto, pero las copian, imaginando que "si a otros les va bien, ¿por qué no a mí?"), creen controlar los riesgos porque tienen, seguramnte, una excesiva confianza en sus facultades para ello (o están mal aconsejados) y no disponen de fondos suficientes para comenzar con el nivel mínimo que les aporte las mayores garantías de éxito (aunque también puede suceder que hayan hecho unas erróneas valoraciones del capital necesario, generalmente, por desprecio al "circulante" y a la duración del "período de madurez o lanzamiento" del negocio.).

Se podría analizar, pues, con este ligero bagaje, los siete tipos o perfiles de emprendedores que se ven con, al menos, una de esas características en sentido positivo y, que corresponderían, considerándolas estrictamente independientes, a los derivados de todas y cada una de las combinaciones imaginables (tres con una característica; tres con dos; y una con las tres);  a ellas habría que añadir la opción de meterse a empresario sin tener la menor idea del asunto -incumplimiento total de las características positivas-, que llamaremos, descartándolo de inmediato, "emprendedor kamikaze", y que no estudiaremos aquí, entendiendo que su valoración corresponde a la siquiatría.

a) emprendedores de "medio pelo", entendiendo por tales los que solo cumplen favorablemente una de las condiciones. Por ejemplo, como más habitual, los que conocen o creen conocer el negocio (generalmente son antiguos empleados, incluso de altos niveles técnicos, que piensan que, con lo que saben, lo demás es "pan comido"); muchos restaurantes, peluquerías, talleres mecánicos, autónomos de multitud de servicios, pero también internautas que "han oído campanas", voluntaristas que imaginan que la cuestión está en montar el chiringuito -el que sea- y sentarse a esperar a que vengan los amigos a encargar cosas, etc. empezaron ...y terminaron así.

Este tipo de emprendedores, incluso aunque tengan la financiación a mano (hijos de papá, amigos íntimos de banqueros y responsable de promoción empresarial, o similares, lo que, en sentido estricto, los situaría en el grupo siguiente), están llamados a fracasar, salvo que se consiga -y muchas veces, no quieren que se haga así, porque temen que "se les vaya a copiar el proyecto"- que se les haga su revisión del planteamiento de negocio.

La inmensa mayoría de estos proyectos no generan riqueza ni empleo, sino frustración y pérdidas patrimoniales. Pero como existe una minoría que pueden merecer la pena, no conviene rechazarlos de inmediato, aunque sí someterlos a una evaluación rápida por especialistas.

b) emprendedores "de respeto", o sea, dignos de atención especial. Cumplen, como hemos supuesto, dos de las tres condiciones. Típicamente, han estudiado -más o menos- el mercado y conocen el sector, han hecho un planteamiento razonablemente justificado de la evolución de la facturación y los gastos (incluso han dispuesto de una partida para "imprevistos", pero no tienen capital suficiente, o carecen de él en absoluto.

A esta mayoría de emprendedores que tienen la idea y las ganas, hay que  ayudarles a conseguir el dinero. No nos parece que el préstamo bancario sea el más adecuado, porque la inmensa mayoría de esas entidades financieras no aman correr más riesgos que los que ellos mismos peinan y lavan (o sus amigos íntimos) y querrán ver devuelto su dinero rápidamente y con altos intereses, por lo que no son los socios deseables.

Si la entidad financiera, analizado el proyecto, está dispuesta a aportar la parte de capital restante, con las solas garantías del proyecto (como, por supuesto, hacen con las grandes empresas), adelante. Si no, no se precipite, amigo: busque otras fuentes.

Resulta más interesante (después de la siempre más barata financiación familiar, cuyo defecto es que nos privará de obtener la crítica a nuestro esquema económico) la de los coinversores, bien sean "bussines angels" o accionistas, con o sin cogestión en el proyecto.

En esta línea, nos  gusta mucho, porque nos parece una excelente iniciativa, la seguida por algunos Colegios Profesionales que ofrecen a sus colegiados jóvenes, la asesoría de sus senior y, también, su colaboración inversora, a veces conjunta, surgida de los ahorros de una vida profesional y que, con seguridad, ya no se van a necesitar para necesidades propias.

Las oficinas de promoción, que ofrecen préstamos a bajo interés e incluso subvenciones, cumplirían una interesante función, pero solo si fueran capaces de detectar sectores prioritarios, y ofrecerlos a quienes, careciendo de proyecto, cumplieran la condición de cualificación técnico-empresarial: "saber gestionar, tener ilusión, y poder evaluar, para tomar las decisiones adecuadas,las necesidades técnicas del proyecto ".

Estamos convencidos de que las Universidades -en especial, las de las ramas técnicas-, los departamentos de desarrollo de las empresas de mediano tamaño (obivamente, también lo deberían ser las más grandes, pero éstas son menos proclives a la transparencia) y las Escuelas de Negocio, además de las Administraciones públicas, tienen mucho que decir para estimular iniciativas empresariales. Si no lo hacen, y lo saben hacer, es un despilfarro; si no lo hacen porque no lo saben hacer, es un engaño.

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(1) Añadimos, aunque no venga a cuenta, que hay que desconfiar de bancarios-burócratas que aprovechan la menor oportunidad y nuestra inocencia para colarnos goles entre las piernas: por ejemplo, mandándonos en un solo correo, varias comunicaciones de saldos de nuestra exigüa cuenta, que maldito si nos hace falta la información, o se congratulan por cobrarnos las comisiones por la mínima variación de capital inmobiliario, incluso llevándose la totalidad de los "beneficios" por su ridícula "mediación"... asuntos, entre otros, que debemos denunciar, colectivamente, ante los Tribunales.

(continuará)