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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Agricultura

En pleno declive: la huerta asturiana

En la revista mensual El Correo de la central lechera asturiana, en marzo de 1984 -hace, por tanto, más de 27 años cuando escribimos esto- se recogían algunas de las conclusiones de un estudio sobre el campo asturiano que acababa de realizar el ingeniero agrónomo Sergio Alvarez Requejo.

Con importante base documental, el hoy desaparecido creador e impulsor de la (Estación) Pomológica de Villaviciosa, entre otros proyectos, ilustraba acerca del profundo cambio producido en la huerta asturiana, que había pasado en pocos años -de finales de los cincuenta a principios de los ochenta- de una posición de equilibrio comercial con otras provincias, a resultar netamente importadora.

Esa "huerta asturiana" ha pasado a mejor vida. El autóctono como el turista no tienen más que darse un paseo por la geografía asturiana para darse cuenta que el campo está completamente abandonado. A salvo de algunos huertos particulares, en los que jubilados agrarios o de la minería cultivan tomates, escarolas y habas para su uso familiar, se ven, sobre todo, en los valles asturianos, terrenos abandonados.

Nos preguntamos, pues, de dónde proceden esos "productos asturianos" que se venden, en primorosos envases y bajo rotundos títulos, en los comercios para turistas. Dónde y de qué se elaboran esos "chorizos artesanos", qué huertas son las productoras de esas "fabes" o qué árboles son los generadores de esas "ciruelas claudias genuinas", por poner solamente ejemplos al lado de las toneladas de sucedáneo de "queso Cabrales" (perdida la noción de su ejecución mezcando las tres leches en cuevas de la zona), la, para nostálgicos, correosa, carne de "genuino xatu culón de la raza asturiana" o ese "bonito del Norte" o "merluza del pinchu de Cudillero", que entra por carretera a las plazas de abastos.

 

 

 

Sobre las dehesas

Sobre las dehesas

La Junta de Andalucía ha publicado (14 de julio 2010) una Ley ("Ley de la Dehesa") para "favorecer la conservación de las dehesas" en la Comunidad Autónoma.

Como en todo documento legislativo, la Exposición de motivos está llena de contribuyendos, preservares, promoveres, revalorizares, desarrollares y, de entre los nuevos deseos, el de los inevitables desarrollos sostenibles.

No se trata de establecer, sin embargo, como se deduce de la lectura del documento, nuevos elementos surgidos de la gestión moderna, sino, simplemente, de "garantizar el cumplimiento de los principios que han inspirado durante generaciones la gestión de las dehesas: integralidad, racionalidad, sostenibilidad y multifuncionalidad".

La Ley de la Dehesa responde bien al tipo de reglamentación que nos despierta la inquietud, al advertirnos, de pronto, de que las cosas no iban como imaginábamos. ¿Está en peligro la dehesa? ¿Se muere?.

Como sucede con tantos otros bienes, ecológicos, culturales, paisajísticos o históricos, si están en peligro de extinción, se puede dar por seguro que se extinguirán. A pesar de las ayudas púbicas, de los esfuerzos administrativos.

Aunque no recogemos literalmente las definiciones, en esencia, La Ley se refiere a la formación adehesada, como "una superficie forestal ocupada por un estrato arbolado compuesto principalmente por encinas, alcornoques, quejigos o acebuches, que permita el desarrollo de pasto para aprovechamiento de ganado", y a la "dehesa como una formación adehesada en explotación, para aprovechar sus pastos, frutos y ramones". El frío lenguaje administrativo no consigue tranquilizarnos respecto a la sospecha insoportable de que la dehesa se está acabando. 

Tenemos ya en España, otra Ley de la Dehesa, madre putativa de ésta: La Ley 1/1982, sobre la Dehesa en Extremadura. En ella, el concepto de dehesa se vincula solo a la superficie de la explotación, sin referirse a métodos de gestión o a la presencia de arbolado. Para el legislador extremeño, dehesa es "cualquier finca rústica de más de 100 ha. susceptible de aprovechamiento ganadero en régimen extensivo."

En la región extremeña subsisten 1,4 millones de hectáreas de dehesa, aproximadamente la tercera parte de su superficie vegetal. Un 1% están afectadas por "la seca", una enfermedad fúngica que seca los alcornoques y las encinas, y que demandó este año, 13 millones de euros de subvenciones adicionales.

Definiciones, definiciones. La más acertada, nos parece, en las actuales circunstancias, la que Martín Galindo proponía en 1966. La dehesa “es una creación humana sobre un suelo pobre y frente a un clima hostil. En ella se trata de armonizar en difícil equilibrio, el aprovechamiento agrícola, ganadero y forestal de un espacio dotado de condiciones físicas poco flexibles”.

Son esas dificultades naturales las que han provocado la singularidad de la dehesa y la concentración de sus posibilidades de explotación, que la carestía y escasez de mano de obra, la reducción del tipo de ganado al vacuno casi exclusivamente, las dificultades de empleo rentable del corcho, etc., han agudizado en las últimas décadas.

No te mueras, dehesa.

 

Sobre lo que ensucian el agua los políticos

Cuando un político descubre -o le descubren- un tema y, sin saber cómo resolverlo, lo toca y manosea, generalmente lo emponzoña. Lo enmierda, tal vez para siempre. Prisioneros de sus improvisaciones, siguen, erre que erre, empecinados en defender lo que les pareció en un momento dado como más oportuno. No ayudan, por eso, a que la colectividad que dicen representar encuentre la solución más ventajosa para todos, sino que la dividen en posiciones encontradas que nunca debieron haberse planteado.

En su comportamiento, tienen similitudes con los extraterrestes, a los que el excéntrico científico Hawking, que cree firmemente en su existencia, aconseja no contactar para correr el riesgo de sufrir grandes calamidades, como las que sucedieron a los indígenas del continente americano a partir de 1942, contaminados  y colonizados por sus "descubridores".

El tema del agua -como el de la energía o el de la solidaridad interregional- es uno de los que, en nuestra España semiárida, viene sufriendo de la falta de resolución de los políticos. Convertido en tema de controversia permanente, no se toman decisiones. Por el contrario, cuando no se discutía sobre el agua más que en algunos foros profesionales, se hicieron aquí presas y pantanos, aducciones, depósitos y redes.

Si se hubieran sometido a discusión política, no se hubiera hecho seguramente nada.

Por supuesto, cuando no había polémica oficial sobre el agua, se toleraron muchos aprovechamientos del recurso bajo la norma del que más chifle, capador. Se hicieron tomas de ríos y acuíferos, se envenenaron campos con pesticidas, y se regaron con aguas fecales las verduras.

En los ríos del norte del país había salmónidos, en las rías se mariscaban deliciosos crustáceos y en las costas se podían conseguir más peces de los necesarios para una cena. Hoy, con inmensas sumas de dinero empleadas para cuidar el ambiente, ni los ríos ni sus orillas están mucho más limpios -algunos, peor- ni las costas menos contaminadas -la mayoría, peor- ni las desigualdades territoriales han disminuido -por el contrario, han aumentado.

Los Sres. Barreda y Cospedal (la segunda, del género femenino, y atractiva, aunque con conspicuos redaños), andan a la greña porque el primero ha accedido a disminuir la reserva estratégica de agua para Castilla-la Mancha a 4.000 hectómetros cúbicos. Del orden de 2.500 hectómetros cúbicos menos que el número en que se había fijado la reserva, cuando se pactó el texto del trasvase Tajo-Segura.

Si alguien se toma la molestia de leer los textos del presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda -casi 30 años de PSOE en el poder- y de María Dolores de Cospedal, candidata a derrotar ese largo período de socialismo suigéneris, en las elecciones de mayo de 2011, sobre el agua y el Estatuto en la región, no entenderá nada.

Porque el agua está sucia, muy sucia, y no hay forma de ver nada de lo que se mueve debajo. Puede que sea aconsejable no contactar con los monstruos que habrán crecido en un medio tan opaco en tantos años de indefinición hidrológica, no vaya a ser que nos devoren.

Lo que no nos impide afirmar, y alto, que el agua es un elemento central de desarrollo regional y que la naturaleza de las cosas no se puede distorsionar sin contraprestaciones. Es una falacia grave indicar que los recursos naturales "sobran" en una región, cuando lo que "faltan" son otros recursos -fundamentalmente, económicos-.

Sobre las cuotas lácteas y el precio de la leche

Para el 2015 está previsto que la Unión Europea suprima las cuotas lácteas, la clave de la reconversión que permitió la concentración de la producción lechera en unas pocas manos.

En España, el vacuno de leche fue uno de los sacrificados con la entrada en el Mercado Común, cambiando drásticamente el panorama agroganadero de los paisanos del Norte. Muchos -la mayoría- de quienes mantenían pequeñas explotaciones, decidieron vender sus cuotas, porque se limitó la producción de leche española para que los excedentes comunitarios tuvieran entrada en nuestro mercado.

Hubo otra transformación importante, desde el consumidor. El cliente español empezó rápidamente a valorar mejor los quesos, los yogures y los transformados lácteos, que incorporaron valores añadidos industriales al  líquido blanco.

Resultó así que el precio de la leche al ganadero se contrajo, con la argumentación de que el mercado era muy competitivo. Pero los márgenes de las multinacionales lecheras aumentaron, porque la calidad de la leche vendida al gran público empeoró (más agua, menos grasas, más nombres sofisticados para confirmar su pureza bacteriológica) y se aumentó la oferta de derivados lácteos, a precios muy interesantes para las fábricas.

España importa hoy leche, fundamentalmente, francesa. Como en todo el sector de servicios y distribución, las firmas francesas controlan el mercado. La leche y los lácteos se distribuyen básicamente a través de las grandes superficies, controladas por las mltinacionales que toman decisiones en Paris.

Mientras tanto, en España, los industriales ganaderos andan molestos y desorientados. Por algunos, se pide un fondo lácteo europeo para ayudar a los que se han endeudado para comprar cuota láctea y ven en el aire la posibilidad de amortizar sus inversiones debido al bajo precio de la leche (la caída experimentada, que llega a niveles de 26-30 céntimos de euro por litro, cuando hace apenas dos años éramos los que pagábamos la leche en origen más cara de Europa. 

Las cooperativas, presionadas por los bajos precios que marcan las grandes superficies y que tienen intereses más generales (la leche ocupa un lugar menor en la cesta de la compra) no pueden mantener de forma rentable sus rutas de recogida menos efectivas. Leche Pascual y Río, por ejemplo, han reducido drásticamente sus recogidas en el occidente asturiano.

Tampoco se trata únicamente de vender mejor calidad, porque el consumidor de lácteos -mujeres y niños, mayoritariamente- se ha orientado, forzado por la publicidad, hacia la leche descremada, los yogures ligeros y los batidos con o sin frutas.

En consumo de quesos por cápita, el gran hueco pronosticado para el consumo español, en relación con las medias que ofrecía el resto de la Europa rica, se ha estancado, después de una subida fulgurante, y el producto de calidad se ha instalado en precios prohibitivos para una economía en crisis (entre 10 y 20 euros por kilo).

Un factor colateral es el deterioro paisajístico producido por el abadono del campo. Muchas de las praderías han sido convertidas por la naturaleza en zonas de zarzas y helechos. 

La ganadería que ocupa los mejores montes comunales está hoy formada por recuas de caballos y potrancas descontrolados o de propietario anónimo, que pastan las hierbas y hojas tiernas que surgen después de las quemas provocadas en los montes bajos y en la destrucción provocado de los brinzales de repoblación sistemáticamente abortada.

Las poblaciones rurales aisladas, prototipo de la economía de subsistencia, se han ido mutando en ruinas, que las nostálgicas recuperaciones como segundas viviendas de expatriados no pueden, obviamente, suplir.

Hace falta hacer un análisis completo de la realidad láctea española y analizar, con conocimiento y seriedad, los efectos de la unidad de mercado lácteo europeo sobre la ganadería española que es, sobre todo, la del norte. Lo que está sucediendo en la Central Lechera Asturiana, cuyas cuentas de 2008 no han sido todavía aprobadas por la división entre los compromisarios de su Asamblea General es algo más que un síntoma.

Es el reflejo de dos ideas contrapuestas de entender la gestión de una Cooperativa lechera antes ejemplar: sucumbir ante los más grandes o defender una política de precios y calidad contra los gigantes del sector. Pero, para ello, hace falta que las reglas de juego se delimiten claramente y se controle su cumplimiento, porque no se puede apostar por un futuro cuando el otro jugador impone las reglas que quiere y las infringe como le da la gana, que es lo que vienen haciendo desde el otro lado de los Pirineos con el apetitoso mercado hispano.

 

Sobre la comercialización del aceite de oliva

La comercialización del aceite de oliva en España se mueve por terrenos desconocidos. Para el comprador final, subsiste el misterio respecto a la calidad del aceite que compra. Se enfatiza frecuentemente que "el aceite ha subido mucho de precio", pero no se matiza en absoluto respecto a las caractertísticas de ese gran misterioso que es el aceite de oliva.

Pocos saben -fuera del sector- que el aceite virgen extra es únicamente aquel que se produce en una rígidas condiciones, que suponen recogida de una aceituna de óptima calidad, transporte y molturación -es decir, prensado- de la misma en 24 horas (máximo 48h) y características organolépticas y químicofísicas que supongan una ausencia de defectos total.

Si el aceite, determinado por un panel de cata, tiene características de defectos que suponen que, de un grupo de 10 catadores -por ejemplo-, alguno, pero no más de dos, encuentran algún reproche que hacer (amargor, sabor extraño, moho, etc), el aceite ya no es virgen extra, aunque seguirá siendo virgen, si corresponde a esa operación de prensado sin aditivos ni refinado.

En cualquier otro caso, el aceite será lampante -esto es. el que se empleaba antes para iluminación por lámpara- y precisará, forzosamente, un refino. Ya no podrá venderse como aceite virgen, pero, una vez refinado, podrá ser vendido  como aceite de oliva, al que el productor ajustará el grado acidez, con un máximo de 2 grados, como le venga en gana.

El consumidor cree que el grado de acidez es sinónimo de calidad, y que un aceite 0,4 grados es mejor que uno de 1 grado. Nada más erróneo. No tiene nada que ver calidad y grado de acidez, y es normal que se mezclen tipos de aceite refinados con aceite virgen, para acercarse al óptimo comercial que se desee.

Hace falta mucha más cultura de consumidor. Porque comprar virgen extra puede tener mucho sentido si se va a emplear para ensaladas, gazpachos, salmorejo, helados, tostas, etc. Si se va a emplear para freir, el aceite de oliva comercial podría bastar.

Por eso, nuestra conclusión es que hay margen para subir el precio del buen aceite de oliva virgen extra. Pero hay que separarlo claramente del aceite de oliva comercial. Como los principales canales de distribución del aceite están en manos de grandes superficies, no hay interés en realizar esta distinción.

Sobre el agua y la agricultura, desde una visión global

Como es bien sabido, el principal consumidor del agua es la agricultura. El campo se traga el 75% del agua que se necesita en el mundo. Para su uso diario, el hombre necesita poco: 2 o 3 litros le bastan para la ingesta. Las gentes de los países más desarrollados, consumen entre 120 y 250 l por día, entre inodoros, lavadoras, lavavajillas, bañeras, riegos del jardín y piscinas.

Hemos escrito otras veces que el problema no es de falta de agua, sino de energía. En las orillas de la tierra firme, hay mucha agua, aunque salada. Tierra adentro, hay ríos, algunos muy caudalosos, y el ser humano utiliza sus conocimientos técnicos para apresarlos, produciendo con ellos energía, pero también aumentando las disponibilidades de agua para su consumo. Generalmente, para uso agrícola.

Si fuéramos capaces de mirar las cosas a nivel global, podríamos analizar qué tierras resultan más rentables -rentabilidad no solo económica- para producir los alimentos vegetales que necesitamos, y distribuir agua y territorio de acuerdo con ese análisis. No lo hemos logrado, no lo vamos a lograr. Los intereses de cada país y cada zona son predominantes sobre ese hipotético, pero deseable, interés general. Hay Políticas Agrarias Comunes (y particulares), subvenciones, barreras aduaneras, precios mínimos, etc.

Hay, también, tierras adecuadas para la producción agraria que, sucumbidas ante la especulación urbanística, se han perdido para siempre: deltas, riberas, lagunas secas... Terribles edificios con vistas a nuestro despilfarro se yerguen donde antes había zonas naturalmente verdes, limos productivos, marismas llenas de vida,...

El Manifiesto de Zaragoza, que se hará público el 15 de septiembre de 2008, debería recoger alguna observación sobre la necesidad de vincular el problema del agua a una agricultura sostenible, sí, pero a nivel global. Eso tan difícil de conseguir. Aunque soñar no cuesta nada, y decir las verdades como puños, a alguien ha de doler. Habrá gentes que conserven la sensibilidad.

Sobre el girasol

Que la Unión Europea subvenciona a los agricultores propios, creando así barreras artificiales contra los productos de otros países, lo sabe todo el mundo. La Política Agraria Común ha sido la segunda hija de esa unión de comerciantes que se decidió, hace ya muchas décadas, a proteger a sus poderosos fabricantes de chapa de acero.

Como en España llevábamos tiempo en una burbuja autoritaria, nos dimos cuenta algo tarde de lo que venían haciendo nuestros vecinos europeos. Primero, les vendíamos chapa gruesa y vigas de ala ancha a los precios que nos marcaban los siderúrgicos del pool de Eurofer, y en las cantidades que a ellos les salían de sus condescendencias. Después, cumplimos con las obligaciones que nos impusieron para reformar nuestro sector agro-ganadero.

Ahora, que ya sabemos casi todo de estos admirados europeos del núcleo duro de la UE, andamos entre dolidos y desorientados. Cuando queremos hacer lo mismo que Francia o Alemania hacen con sus industrias energéticas, nos dan con una vara en los dedos, con lo que eso duele; cuando estábamos orgullosos de haber reducido las cuotas lecheras en una reconversión salvaje del campo que ha despoblado, con consecuencias que aún no nos ha dado tiempo a valorar , la España rural, resulta que nos falta leche.

 La administración española contaba con que las superficies de cultivo abandonadas se incrementarían al eliminar la obligación del barbecho tradicional, que afectaba a 1,2 millones de hectáreas, a las que habría que añadir otras 800.000 al suprimir la posibilidad de elevar el barbecho voluntario, como antes, al 80%.

No ha sido así. Seguimos en torno a los 6 millones de Ha. cultivadas para los cereales de invierno (cebada, trigo, avena y centeno), debido al aumento en el precio de los fertilizantes y de las semillas para siembra. A los terratenientes no les merece la pena andar moviendo dinero para tan bajas productividades.

Hemos vuelto, pues, los ojos hacia los girasoles, esas sugerentes flores que dieron nombre a una interesante película deVittorio de Sica y a un óleo de Van Gogh. La semilla tiene buena productividad, alto precio en el mercado, no exige fertilizantes y se contenta con poco laboreo; además, tiene demanda para fabricar biocombustible. Este año la superficie de siembra podría superar ampliamente las 600.000 Ha de 2007. Quizá llegar, incluso, al millón.

La mala noticia es que la Unión está a punto de suprimir las subvenciones para la fabricación de biocombustibles y que el aceite de girasol está sufriendo las consecuencias del lío bernatiano por las importaciones ucranias supuestamente contaminadas.

La buena noticia es que, como bajará el precio, comeremos más pipas a la sal, viendo las películas. (precio medio del girasol bruto en 2007: 480-500 euros/t; precio del kg de pipas en la tienda de la esquina: 6,5-8,0 euros)

Sobre la Central Lechera de Asturias y los intereses que afectan a su futuro

Quedan ya pocos ganaderos reales en Asturias, pero unos 1.700 controlan la Central Lechera Asturiana y su sociedad matriz, CAPSA, por la vía de la Junta de Compromisarios que eligió, no hace mucho, como presidente a Bertino Velasco. Son los "ganaderos en activo", una minoría de los socios, ya que la mayor parte de los accionistas han  tenido que abandonar la producción lechera, pero permanecen enganchados a la Sociedad con reglamentación especial, que se creó para responder a la tiranía que querían implantar las grandes empresas lácteas del sector, por los años 70, cuando Asturias era una región ganadera.

El prestigio de la leche que distribuye la Central -como se la denomina inequívocamente en Asturias- es, hoy, muy alto: la calidad de ese producto y sus derivados (yogures, quesos, mantequillas,...) se baten con éxito en las estanterías de los hipermercados, apoyados por campañas de publicidad que venden sinceridad, rusticidad, asturianismo.

Pero resulta que ese gigante lácteo tiene, jurídicamente, los pies de barro. La propietaria mayoritaria de CAPSA es una SAT, una sociedad agraria de transformación, y resulta que, por Ley -interpretada estrictamente- los socios miembros de una sociedad de este tipo tienen que mantenerse activos en el objeto social de la misma, es decir, deben ser ganaderos. Y de los 7.470 socios actuales, casi todos, la inmensa mayoría,no lo son. Ha n tenido que vender sus cuotas lácteas y retirarse de la producción, en el marco de la reconversión del sector lácteo.

El problema era bien conocido, pero fue puesto sobre la mesa en un Informe que encargó, como despedida, el anterior presidente y fundador de la Central, Jesús Saenz de Miera, un camaleón político con maneras de delfín atiburonado que hizo, deshizo, impulsó y mandó durante cuarenta años a aquel hijo empresarial, al que hizo -salvando las distancias- a su imagen y semejanza, y lo defendió contra todos los que quisieron hincarle el diente.

El Informe de situación que ahora vuelve a estar de moda lo firmaron en 2006 Pedro de Silva y Javier Cuervo, y contenía muchas de las verdades del barquero: CLAS no puede ser una SAT porque alguien perverso podría instar su disolución o la inmediata venta de las acciones de los socios inactivos a los activos, para mantener el espíritu de la Ley especial.

Otro tema del que también trata el informe, pero que en este aspecto juzgamos como teledirigido,-con perdón- se concluye pronunciándose por la necesidad de transformación societaria para garantizar la supervivencia a medio plazo y su competitividad incorporando nuevas inversiones.

La forma de garantizar la supervivencia legal a buen cobijo tendría varias salidas:transformarla en una sociedad "normal" (anónima o limitada), integrando a los accionistas y sus activos y pasivos en el nuevo cuerpo; dividir la sociedad singular actual en dos pedazos: el núcleo, formado por los ganaderos activos, podría quedar y debería serlo, como SAT, para seguir beneficiándose de ventajas fiscales y de otro tipo, y los restantes accionistas actuales, los "socios durmientes", pasarían a poseer, junto a los anteriores, la parte correspondiente de la sociedad matriz.

El nuevo Presidente ha hecho suyo el polémico Informe, decidiéndose por anunciar una Junta en la que se vote la conveniencia de dividir la Central y segregar definitivamente del invento SAT a los socios sin vacas, dejándolos como accionistas de una sociedad de cartera, y dándoles la posibilidad de vender al cabo de tres años las acciones que tengan. Así podrían realizar plusvalías, dicen, porque el valor actual de reventa de acciones está limitado ya que los únicos que pueden optar han de ser socios.

Pero hay algunos que ven tres pies al gato y temen que con ello se venda el control de la preciada CLAS a un grupo extraño -los catalanes ya están dentro; los franceses, al acecho; Pedro Astals, el consejero delegado, es catalán y es responsable de haber colado en la CAPSA a un socio con base en Cataluña que debe tener ganas, se cree, de hacerse con el santo y la peana-. La operación societaria propuesta dejaría a los miembros activos con más poder, liberados de la carga numérica de los inactivos, a los que se supone interesadoso en aprovechar la oportunidad de sacar unas perruques y desligarse del invento.

Resumen: que la leche asturiana seguirá dando que hablar, y habrá que explicar muy bien lo que se pretende, además de los razonamientos jurídicos que, en país de hacer la vista gorda si es políticamente conveniente, tienen peor acomodo que los económicos. Porque, a nuestro entender, lo que se debería haber puesto primero en el informe es que CLAS tiene el futuro difícil si no se insufla aire fresco. Y eso no se ha dicho, porque no sería verdad. La Central está viva, pujante, es una parte sustancial de la actividad económica de Asturias y en el sector agropecuario hay aún mucho que decir.

Por eso, la oferta de Cajastur y Caja Rural para poner dinero hay que aprovecharla ya, y si la condición a asumir es que CLAS no pierda su perfil asturiano, no queda más que firmar donde haga falta.

Sobre el precio de la leche en España

Nos falta leche en España para atender a la demanda interna. Aunque tardamos en ser cumplidores de las cuotas lácteas que nos concedió la Comunidad Europea, sosteniendo un par de millones de litros de leche por el mercado negro, al final, las cifras son claras: somos deficitarios, importadores netos de leche. Consumimos 9 millones de t y producimos solo 6,3.

Y resulta que los países de los que importábamos esta cantidad suplementaria, están restringiendo sus exportaciones de lácteos, porque su consumo interno ha subido. La situación está provocando la guerra de precios internos por las producciones de leche y, suponemos, estaremos también bebiendo algo más de agua. Resulta difícil de entender que España esté pagando en origen la leche más cara de Europa: 0,46 céntimos el litro frente a 0,30 en Francia o 0,36 en Alemania (Datos de Manuel V. Sola, El País, 16 de noviembre de 2007).

Necesitamos también más leche, porque consumimos -era de prever- mucho más queso. Mientras los campos asturianos, cántabros o gallegos se cubren de maleza y matojos, debido a que los agroganaderos han abandonado la producción para pasar a ser pensionistas, pagamos más por la leche e importamos más queso francés o italiano. Venga Fernando Morán y lo vea.