Quedan ya pocos ganaderos reales en Asturias, pero unos 1.700 controlan la Central Lechera Asturiana y su sociedad matriz, CAPSA, por la vía de la Junta de Compromisarios que eligió, no hace mucho, como presidente a Bertino Velasco. Son los "ganaderos en activo", una minoría de los socios, ya que la mayor parte de los accionistas han tenido que abandonar la producción lechera, pero permanecen enganchados a la Sociedad con reglamentación especial, que se creó para responder a la tiranía que querían implantar las grandes empresas lácteas del sector, por los años 70, cuando Asturias era una región ganadera.
El prestigio de la leche que distribuye la Central -como se la denomina inequívocamente en Asturias- es, hoy, muy alto: la calidad de ese producto y sus derivados (yogures, quesos, mantequillas,...) se baten con éxito en las estanterías de los hipermercados, apoyados por campañas de publicidad que venden sinceridad, rusticidad, asturianismo.
Pero resulta que ese gigante lácteo tiene, jurídicamente, los pies de barro. La propietaria mayoritaria de CAPSA es una SAT, una sociedad agraria de transformación, y resulta que, por Ley -interpretada estrictamente- los socios miembros de una sociedad de este tipo tienen que mantenerse activos en el objeto social de la misma, es decir, deben ser ganaderos. Y de los 7.470 socios actuales, casi todos, la inmensa mayoría,no lo son. Ha n tenido que vender sus cuotas lácteas y retirarse de la producción, en el marco de la reconversión del sector lácteo.
El problema era bien conocido, pero fue puesto sobre la mesa en un Informe que encargó, como despedida, el anterior presidente y fundador de la Central, Jesús Saenz de Miera, un camaleón político con maneras de delfín atiburonado que hizo, deshizo, impulsó y mandó durante cuarenta años a aquel hijo empresarial, al que hizo -salvando las distancias- a su imagen y semejanza, y lo defendió contra todos los que quisieron hincarle el diente.
El Informe de situación que ahora vuelve a estar de moda lo firmaron en 2006 Pedro de Silva y Javier Cuervo, y contenía muchas de las verdades del barquero: CLAS no puede ser una SAT porque alguien perverso podría instar su disolución o la inmediata venta de las acciones de los socios inactivos a los activos, para mantener el espíritu de la Ley especial.
Otro tema del que también trata el informe, pero que en este aspecto juzgamos como teledirigido,-con perdón- se concluye pronunciándose por la necesidad de transformación societaria para garantizar la supervivencia a medio plazo y su competitividad incorporando nuevas inversiones.
La forma de garantizar la supervivencia legal a buen cobijo tendría varias salidas:transformarla en una sociedad "normal" (anónima o limitada), integrando a los accionistas y sus activos y pasivos en el nuevo cuerpo; dividir la sociedad singular actual en dos pedazos: el núcleo, formado por los ganaderos activos, podría quedar y debería serlo, como SAT, para seguir beneficiándose de ventajas fiscales y de otro tipo, y los restantes accionistas actuales, los "socios durmientes", pasarían a poseer, junto a los anteriores, la parte correspondiente de la sociedad matriz.
El nuevo Presidente ha hecho suyo el polémico Informe, decidiéndose por anunciar una Junta en la que se vote la conveniencia de dividir la Central y segregar definitivamente del invento SAT a los socios sin vacas, dejándolos como accionistas de una sociedad de cartera, y dándoles la posibilidad de vender al cabo de tres años las acciones que tengan. Así podrían realizar plusvalías, dicen, porque el valor actual de reventa de acciones está limitado ya que los únicos que pueden optar han de ser socios.
Pero hay algunos que ven tres pies al gato y temen que con ello se venda el control de la preciada CLAS a un grupo extraño -los catalanes ya están dentro; los franceses, al acecho; Pedro Astals, el consejero delegado, es catalán y es responsable de haber colado en la CAPSA a un socio con base en Cataluña que debe tener ganas, se cree, de hacerse con el santo y la peana-. La operación societaria propuesta dejaría a los miembros activos con más poder, liberados de la carga numérica de los inactivos, a los que se supone interesadoso en aprovechar la oportunidad de sacar unas perruques y desligarse del invento.
Resumen: que la leche asturiana seguirá dando que hablar, y habrá que explicar muy bien lo que se pretende, además de los razonamientos jurídicos que, en país de hacer la vista gorda si es políticamente conveniente, tienen peor acomodo que los económicos. Porque, a nuestro entender, lo que se debería haber puesto primero en el informe es que CLAS tiene el futuro difícil si no se insufla aire fresco. Y eso no se ha dicho, porque no sería verdad. La Central está viva, pujante, es una parte sustancial de la actividad económica de Asturias y en el sector agropecuario hay aún mucho que decir.
Por eso, la oferta de Cajastur y Caja Rural para poner dinero hay que aprovecharla ya, y si la condición a asumir es que CLAS no pierda su perfil asturiano, no queda más que firmar donde haga falta.