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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Enfermarse y estudiar será más costoso en España

El superministro Cristóbal Montoro, en las entrevistas que concede en sus primeros meses como responsable de la Hacienda Pública, ha ido perfeccionando la línea argumental que utilizarán, repitiéndola hasta la saciedad, los demás miembros del Gobierno de España: no se modificarán los tipos de iva, se aumentará un poco la presión fiscal, que alcanzará especialmente sobre los que más tienen, y será necesario reducir algo los presupuestos de los servicios sociales -cuya competencia está transferida a las Comunidades Autonónomas-, pero "sin perjudicar su nivel de calidad".

Pocas veces se habría estado tan cercano en la ordenación de la vida pública española de conseguir la cuadratura del círculo. La relación de esas medidas, presentadas como si fueran imperceptibles a nivel interno, oculta una realidad insoslayable: no se está consiguiendo detener la alarma sobre los mercados financieros que provocó la acelerada, e insensata, declaración del nuevo Gobierno del PP de que las cuentas de la Administración Pública arrojaban un déficit muy superior al reconocido por el Gobierno del PSOE -y que, por tanto, no podrían cumplirse los compromisos de devolución de deuda-.

Este disparo al pie realizado cuando se manejaba alegremente la escopeta de caza recién entregada por las urnas ha causado el efecto lógico: la reducción del crédito español, la desconfianza respecto a cualquier cifra que pueda darse desde aquí y, en fin, la profundización en el camino de la crisis.

Quienes tenemos experiencia gestora -y para lo que voy a escribir a continuación tampoco hace falta mucha- sabemos que en economía hay quizá una sola verdad incontrovertible: lo seguro es el gasto. Los ingresos se estimarán mejor o peor, habrá más o menos suerte con la coyuntura y se cumplirán las previsiones con mayor o más problemático acierto, pero el gasto, "siempre es".

Así que, como la Sanidad y la Educación son gasto seguro -en un país al que se le ha puesto difícil mantener que ambas están relacionadas con la calidad de vida general y que son inversiones de futuro-, podemos concluir, depurando los arabescos verbales de Cristóbal Montoro, que enfermarse y estudiar será más costoso en España.

Resulta, pues, que allí donde necesitábamos una reforma de calidad, para que el acceso y la eficiencia alcanzaran niveles de excelencia, obtenemos, por culpa de los mercados, el castigo de la reducción de lo que se destinará a cubrir estos servicios sociales, que, no lo dudemos, afectará negativamente algo a los más necesitados, mejorará un poco la calidad para los que más tienen y nos hundirá a todos apenas perceptiblemente en la miseria de un estado social que no será capaz de cumplir con el exigible rigor las promesas electorales del actual partido de Gobierno.

 

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