Sobre parálisis, inversiones e infraestructuras
La paralización "de momento" de varias obras en infraestructuras que tenía, no ya programadas, sino en ejecución, el gobierno español, invita a hacer varios análisis.
El más inmediato, desde luego, sería cuantificar sobre la reducción de actividad que esto supone, en el sector de la construcción, que es un sector bastante intensivo en mano de obra y con aceptable capacidad de arrastre.
La "patronal de la construcción" (Seopan) ha evaluado en más de 100.000 empleos las consecuencias negativas del cambio de planes de Fomento.
No sabemos cómo se han calculado estas cifras, aunque en otras ocasiones nos hemos referido a una de las fórmulas de Progrullo, para traducción aproximada de las reducciones en pib sobre el sensible factor que es el empleo: cada 1% de pib en España se relaciona con 200.000 empleos (puesto que tenemos una población activa de 20 millones de personas)
Más útil a los efectos de análisis laboral es poner de manifiesto que cada dos puestos de trabajo en infraestructuras está asociado a uno en las empresas directamente relacionadas y que la inversión de un millón de euros en ellas supone 300.000 euros de movilización derivada.
Si estas cifras son válidas, no parece que la inversión en infraestructuras sea, desde la perspectiva de la movilización directa, un sector estratégico para la dinamización.
Quedarse en este análisis será un error mayúsculo. Porque las inversiones en infraestructuras no deben juzgarse por los efectos a corto plazo, sino a largo, y no por sus repercusiones directas sobre inversión y empleo, sino como apoyo esencial para generar la base de crecimiento y desarrollo para el resto de los sectores y para todos los agentes económicos.
Por eso, lo que nos interesa en este Comentario es resaltar las consecuencias respecto a la credibilidad de un Gobierno para definir una estrategia de desarrollo coherente, convencer a partidarios y sobre todo, a detractores, de su viabilidad, y mantenerla. Pese a quien pese y cueste lo que cueste.
Si los planes estaban bien hechos, y pensando no en el corto plazo, sino en la mejora de la posición respecto al futuro, destinando de la manera más eficiente los recursos a potenciar la capacidad para competir, la supresión de inversiones en infraestructuras equivale a quemar los palos trinquete y mesana de la nave en la que viajamos.
Y, por tanto, solo cabría esperar, que la solución, si existe, provenga de los buques de salvamento.
Por fortuna, en este caso, entendemos que lo que se confirmaría es que los planes estaban hechos, en gran medida, asentados en la cultura del despilfarro, de la improvisión, con la filosofía de "nuevo rico". Si esto es así, lo que deseamos creer con firmeza, solo tendrían que indicarnos, los planificadores de bombín y pacotilla, que se han equivocado, e ir haciendo sitio para otros más capaces.
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