Ideales
Por mi oficio de observador de la realidad metido de hoz y coz en su barullo, me cruzo muchas veces al día con los más ancianos de la tribu.
La mayoría, dependiendo de la hora, su humor y el tiempo que haga fuera, deambulan haciendo creer que algo les ocupa, leen todos los periódicos de cabo a rabo en los Centros de Mayores, compran pan y verduras en un comercio de vecindad, toman el sol o se quejan del viruje, juegan a las cartas o a la petanca (que es diversión con banzones para mayores) y, en los largos momentos, esperan llamadas que no llegan o discuten como si les fuera algo en ello, de fútbol, política o pensiones.
Es un desperdicio tenerlos así, dejando pasar el tiempo que les queda, sin ser capaces de encontrarles un sitio en nuestras vidas y no solo cociéndose en las suyas.
Los ejemplos en sentido contrario, de envejecientes que se niegan a ser decoración -hasta molesta- en la vida de otros, son escasos. Es cierto que algunos, resistiéndose, inventan trabajos para mantenerse activos y, al mismo tiempo, no perder la comba de la pensión, en equilibrio precario, por su cuenta y riesgo.
Ya casi nadie quiere del viejo, el consejo, aunque sea gratis, y por eso ni trae cuenta y el riesgo es recibir burla o despecho a cambio. Efecto derivado de la contracorriente de lo que más se lleva, que es la moda de ser más guapo, alardear de joven y disfrutar a tope con lo puesto, mientras dure.
Mónica de Oriol, presidenta de Cotec, en los únicos dos minutos de que dispuso para presentar esa magnífica idea a quienes no la conocían aún de cuantos asistimos a la entrega de premios KnowSquare 2011 el 25 de enero de 2012, nos ilustraba que en esa ONG se da sostén a los desamparados tecnoeconómicos, y que han llegado incluso a confeccionarles el Plan Estratégico a las Hermanitas de la Caridad, lo que considero ejemplo perfecto de los propósitos de ayudar a alcanzar la perfección a quienes incluso, para su fortuna, tienen el cielo ganado, como se suele decir.
Ideales, necesitamos ideales (además de ideas). Está muy bien eso de tener que escuchar a los más jóvenes hablar de renovación, de confianza en el futuro, de deseos de cambio, ... aunque les cueste, obviamente, concretar.
Pero no debemos olvidar que los más viejos son los que guardan la memoria -y hoy que se lee muy poco, casi solo ellos- de los ideales. De los que nos han llevado, aunque sea a trancas y barrancas, hasta aquí. No de los últimos que se han incorporado al decorado, sino de los que se quedan, como poso, cuando ya no hay lugar para improvisar, ni sobra el tiempo, ni está el cuerpo para ganas de buscar nuevas veneras.
0 comentarios