Porcentajes
Nos tenemos que acomodar a los porcentajes. No solamente, que es lo más fácil, a leerlos sin entender de que va la cosa (que esto es pan comido hasta para quienes no sabrían hacer la o con un canuto), sino a poner cara de que estamos en las claves de lo que significan, como si hubiéramos descubierto lo que se oculta tras ese camuflaje.
Se ha hecho normal referirse al porcentaje sin indicar la cantidad principal a la que hacen referencia, con lo que nos dejan en ayunas, in albis, de lo que nos van a hacer tragar.
Se puede, por ejemplo, decir que se va a destinar el 0,3% del pib a hacer investigación o a sostener a más iglesias, subir el iva del 7 al 8% o del 17 al 18% y hasta el 20% sin indicarnos qué se hizo finalmente con esa recaudación, tanto en el país propio como en los ajenos (por favor: no en porcentaje); podemos estar todos empeñados como locos en bajar del 8,3 al 6% del PIB el desequilibrio en los presupuestos del Estado (sin saber en qué cantidades se han reducido, en números mondos y lirondos, los despilfarros en materias y gentes que no necesitamos); nos desplazamos entre rebajas de "casi todo al 50%" o "hasta el 70%" sin saber jamás con qué beneficios nos han calzado las compras anteriores; y no nos explican los nombres de los que evaden, sicav incluídas, cuando nos retocan -siempre hacia arriba- el porcentaje del irpf a los que hacemos las cuentas como asesores fiscales de nosotros mismos, a solas con nuestras conciencias.
Los porcentajes, que surgieron como propósito de alcanzar la máxima exactitud en la manera de reflejar nuestro estado de permanente incertidumbre, van ocupando todos los órdenes de nuestras vidas, enmarañando de supuesto conocimiento lo que, a la postre, no es más que ocultación, misterio, patraña.
Analizando algunas de las decisiones más delicadas que se adoptan en nuestra pequeña aldea, y que se refieren, naturalmente, a las conclusiones sobre culpabilidad o razón que toman nuestros órganos jurisdiccionales multipersonales (Salas de las Audiencias Provinciales, Tribunales Superiores, Tribunales Supremo o Constitucional), comprobar que en bastantes de ellas, las votaciones no reflejan unanimidad y/o contienen votos particulares o matizaciones discrepantes, nos llevaría a confirmar que la certeza se hace escurridiza como anguila en la cesta.
Porcentajes nos rodean por todas partes. Vivimos en un país que, según se dice, se ha desvelado, mayoritariamente -en porcentaje-, de derechas, entendiendo por tan discutible calificación el que en las últimas elecciones generales el Partido Popular ha sido el más votado. Si se analizan con otro aire los porcentajes de votos, relacionándolos con el número de los que pudieron haber votado, por el contrario, se comprobará que lo que España sigue siendo es un mosaico de opciones, un guirigay de opiniones e intuiciones acerca de cómo resolver lo que nos acogota, entre los que hay un buen grupo de los que prefieren votar al Pato Donald o aprovechar para irse en día de campo con los críos. (1)
Uno de los últimos porcentajes que merecen pasar a la pequeña historia de nuestros desacuerdos, es el que provocó la exoneración, por un Jurado popular -elegido tras una ceremonia de recusación que es una lástima no tener filmada-, de la acusación de cohecho (impropio, es decir, sin resultado) de quienes tuvieron, teóricamente al menos, el máximo poder en la Generalitat valenciana. Cinco de los nueve miembros del Jurado (55,55%), superando, por lo demás, las dificultades de correcta expresión gramatical del conjunto, declararon no haber lugar para condenar, en tanto que los otros cuatro, se apuntaron al sí con sus respuestas a las preguntas que les formuló el Sr. Juez.
Aplicando las consecuencias del brocardo "In dubio, pro reo", los encausados fueron liberados de su carga penal y pudieron manifestar su alegría y afirmar, ahora, sí, su "plena confianza en la justicia" (que, para bien ser, mejor hubieran expresado en su confianza en la teoría del porcentaje, y no confundir lo que se da con mayúsculas a lo que se disfruta con minúsculas y en tierra de agradecidos, por poner un nombre a los que no vieron la viga)
Donde miremos, queda consolidado un camino amplísimo, una autopista, en verdad, acerca de la compleja cuestión de la valoración subjetiva de los hechos, aunque nos pasen por encima. (2)
-----
(1) En realidad, nuestro complejo mosaico ideológico, inestable por lo demás cual arena movediza, reflejaría, tomando como espacio de referencia el número total de electores -34.300.000, redondeando por exceso- que el 71,67% decidieron votar, y que de ellos, el 44,62% lo hicieron al PP (es decir, el 31,97% del censo), un 28,73% al PSOE (el 20,59% del censo) y el 26,65% (el 19,10% a las restantes opciones, políticas o no).
(2) A los aficionados al fútbol: Si se sometiera a votación entre los aficionados del Madrid, habría un porcentaje alto, seguramente, incluso mayoría, que estarían a favor de resolver que en el primer partido de octavos entre el Madrid y el Barça, Pepe no pisó adrede la mano de Messi, sino que lo hizo involuntariamente.
0 comentarios