Sobre personajes imaginarios que pueden venir a cuento
(Advertencia previa: Este Comentario no es serio; está realizado con la intención de hacer unas risas; si alguien se siente enojado por él, que se cure de lo suyo).
En un país en el que hasta el más tonto se jacta de hacer paraguas, el riesgo que corre quien se las da de listo como el hambre, es que, cuando llega la hora de concretar, si no se anda con Tiento, se tomen sus propuestas como venidas de Pitorreo, y se le acabe teniendo por un Perico de los Palotes sin más recursos que el pito del sereno (el de silbar).
La situación a ventilar es tan complicada, que, a la mínima, parece que se pudiera armar la de Marimorena, que no se debe confundir con la Martaleña, que es mustélido; visto desde el lado de quien toma las decisiones, cuando la situación degenera en un Pifostio (y no digamos ya si es de tomo y lomo), lo que apetecería (demasiado tarde) sería haber salido de allí antes de la de vámonos, Juana, o que volvieran las cosas al principio.
En toda cuestión de la que se deduzca un responsable, si no se anda con ojo, éste puede quedar como la chata de Pumarín, es decir, como Angulo. Por cierto, que esa señora de escasa nariz es un caso peculiar de personaje de ficción que antes fue real, bien conocido en su época por aquellos ovetenses que, contrariando costumbres, se arriesgaban a mirar cuando se cruzaban con otros en la calle. No tiene nada que ver, que se sepa, ni con la Bernarda (aunque compartiera con ella profesión) ni con el bobo de Coria, que ese sí estaba emparentado con el tonto del bote, ¿Abundio?, que pasaba la vida en Babia, cuando no estaba asando la manteca.
Se aconseja al líder hacerse con adecuados compañeros de viaje, que le asesoren con Prudencia la mejor forma de elegir entre tantos Menganos, Zutanos, Merenganos y Fulanos que estarán aporreando su puerta con sus bálsamos de Fierabrás.
No caben principios generales, aunque ha de descartarse a El Pupas, porque de quejicas nunca cabe esperar soluciones, y también se debieran excluir a los Gafes, que más que pincharse con el as de espadas jugando a las cartas, son quienes ven peligros antes que oportunidades. Igualmente, ándese con cuidado con Antón Pirulero que, atendiendo solo a su juego, propondrá lo que solo a él interese.
Tampoco sirven ni para un apaño los alumnos del Maestro Ciruela que, aunque tengan el máster de alguna Universidad norteamericana, andan más perdidos que Carracuca, porque, con la cebeza cargada de recetas sin ordenar, envenenan el ambiente, distraen y, al fin y al cabo, lo que sugieren no vale para un roto, ni para purga de Benito.
No tanto por cuestión de alcanzar cuota como de dar en el clavo, al equipo hay que incorporar mujeres, y para hallarlas muy buenas y mejores en gracias y talentos, no hará falta ir a Calatayud a preguntar por la Dolores ni dejarse guiar por un Judas hasta la María Sarmiento. Eso sí, será de agradecer que no se las den de Marisabidillas, ni pretendan que comportándose como Marimachos, alcanzan mejor la talla. Por cierto, y para obviar que todo se termine con un ¡Angela María! del que hizo la selección, se atenderá, únicamente, a lo amueblado de los cerebros, despreciando otras virtudes, que son de apreciar en distintas circunstancias.
En todos los sexos, manifiestos o no, abomínese de los maestr@s en el arte de birlibirloque, por el tiempo que hacen perder, como sucede con los ciruélidos a los que nos hemos referido antes. Eso es así desde los tiempos de Maricastaña.
Aunque no hay que juzgar por el aspecto físico, en los que tengan que estar en primera fila, es conveniente que no sean más feos que Picio, ni anden hechos un Adán, pero tampoco se las den de más elegantes que un pincel, vigilando a hurtadillas dónde compran sus trajes (o llenan los depósitos).
Como habrá que ahorrar, no se vaya a caer en el error de organizar un ejército dotándolo con las carabinas de Ambrosio -bandido que la cargaba con altramuces, por lo, creyendo tirar a dar, no acertaba una-, ni se acuda a los trapaceros métodos del capitán Araña -el que reclutaba marineros pero jamás se embarcaba con ellos-, no vaya a ser que todo resulte en un Tiberio, al descubrirse la tostada.
Las reuniones para tomar decisiones, háganse en sus sitios legalmente previstos, con luces y taquígrafos, y no en la casa de Tócame Roque o en la de Pedro (por a gusto que se sienta en ella), ni, aunque pueda parecer que tenga su aquél, se restrinja el ámbito de la discusión al corral de la Pacheca.
Llegado el momento de comer, sean frugales los yantares y aún más escaso el correr del licor -nada de ponerse como El Quico- y, si no se alcanzara el punto pretendido, córtese por lo sano con un si quieres arroz, Catalina. También puede servirse el ya te rondaré, Morena.
En el peor de los casos, solo quedará acogerse a lo que tú digas, ya sea palabra de Judas, o como dicen en Colombia, sabrá Mandrake, quedando todos, a pesar de la tecnología de hacer paraguas, como chupa de Dómine.(1)
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(1) Y no como suele decirse, chúpame dómine, que literalmente expresaría un deseo muy distinto.
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