Entre Indignados y Estamos disponibles
La movida de ese grupo simpático que ha descubierto el placer de ocupar los espacios centrales de algunas ciudades españolas, ha conseguido su mayor éxito: conseguir que el Gobierno haya cogido con papel de fumar la prohibición de manifestarse el día 21 de mayo, que había expresado la Comisión Electoral, y ratificado el Tribunal Constitucional.
Por supuesto, no a todo el mundo le parecerá simpático ver las calles convertidas en una kermese improvisada, amenizada por músicos de flauta dulce y titireteros que cuentan historias de malos y buenos para niños. Los tipos de greñas mal recogidas en coleta y las hembras con blusones sueltos y aretes en las orejas siempre han parecido sospechosos de estar tramando algo peligroso, para las gentes para las que el orden consiste en pasar desapercibido.
Dejando a un lado otros matices, el momento elegido por estos manifestantes para salir a la calle, es oportuno. Una oportunidad que no vemos, sin embargo, en el plano político, sino como catarsis. Hemos escrito en otro lugar que, sin necesidad de rizar el rizo con el argumento, su aparición favorece al voto Partido Popular (refuerza el sentir de la falta de control de las situaciones por parte del gobierno socialista, y canaliza descontentos de los votantes potenciales a la izquierda, desplazándolos hacia la abstención).
Estos grupos de jóvenes, minoritarios a pesar del éxito de su convocatoria -¿qué son, cuarenta, cincuenta mil manifestantes?-, son el extremo de un iceberg que proclama la urgencia de recuperar una verdad. El poder pertenece al pueblo y, como indica un cartel ingenioso visto en una de las plazas (la de Zocodover, en Toledo), advierte que "sois nuestros empleados y os vamos a hacer un ERE".
La política se ha convertido en una profesión que dedica su esfuerzo más importante en pretender convencer a los votantes, cada cuatro años, que se han captado las inquietudes de un pueblo dicotomizado por el propio interés de los postulados a ser elegidos. Y no es así. La inmensa mayoría de la gente carece de ideología, que es un privilegio de minorias.
El pueblo, la gente, es algo dinámico, activo, vivo, y su fuerza propia es la capacidad de exigencia, que hay que canalizar, ordenar y saber satisfacer con sensibilidad y eficacia.
Los cauces para lograr ese objetivo puede perfeccionarse, pero, hoy por hoy, no son tanto las mejoras a esos caminos de la representación los que se discuten. Las propuestas de estos jóvenes -son ellos los que las confeccionan; los mayores, aplauden- no tienen el marchamo de la originalidad. No parecen revolucionarias, y en algún caso, pueden ser tildadas de ingenuas; en general, como expresiones individualizadas e improvisadas, resultan heterogéneas, demasiado elementales para constituir un programa y, en muchas ocasiones, resultan ya conocidas, se encuentran téoricamente asumidas en los programas de los partidos oficiales.
El mensaje no enfatiza los contenidos, sino que va enfocado hacia las personas. Apunta hacia los que han hecho de la política su profesión, y a los que se atribuye un no saber resolver las situaciones difíciles, no haber previsto la crisis, no crear empleo, no controlar a los Bancos. Es una crítica conjunta a los partidos mayoritarios, sin distinguir: por su falta de credibilidad, su distanciamiento y conformismo, por haber tolerado la corrupción en alguno de sus miembros y por no haber prestado suficiente atención para detectarla y condenarla en colegas y opositores.
También es cierto que este movimiento, como tal, carece de futuro. Se han colado, además, entre los manifestantes, muchos de los que se apuntan a los barullos para engordarlos, amigos de la bulla, antistemas profesionales, gentes desarraigadas, marginales, individuos permanentemente enfadados, etc., que ocupan mucho sitio en el escenario. No se confunda nadie: en estas plazas, se encuentran jóvenes muy valiosos, que saben bien lo que dicen, y por qué, y que tienen capacidad de convicción y, además, conocen alguna de las respuestas a los temas capitales.
Para ellos, va este mensaje: Estamos con vosotros, entre Indignados y Disponibles. Queremos, como vosotros, sentirnos, vivos, útiles.
Estas elecciones municipales serán diferentes, gane quien gane. Nosotros, siendo independientes, pero deseosos de contrilbuir a la política, estaremos siempre con la minoría crítica, apoyando el discurso inteligente, con los que analizan y se preguntan las razones, pretendiendo no dejar jamás de ser constructivos.
Y, ahora, como vosotros, nos encontramos ocupando la calle. No porque sea nuestra, porque es de todos. Pero, caramba, alguna vez había que salir a la plaza para proclamar: nolesvotes. Que nuestra reflexión les sirva a ellos.
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