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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la mediocridad

Que los mediocres tienen más posibilidades de triunfar, no es algo nuevo. La mediocridad no es, evidentemente, la única característica personal que conduce al éxito. Es condición muy insuficiente. Los mediocres necesitan tener a su lado, para llegar arriba, a gente capaz. Las razones por las que los más capaces sucumben ante los más hábiles de los mediocres, tienen que ver con muchas cosas, pero, sobre todo, con la inteligencia emocional.

La versión oficial -es decir, académica- de lo que ha de entenderse por inteligencia emocional, la relaciona con la capacidad de captar adecuadamente el entorno, relacionarse con simpatía con los demás, y tener actitudes positivas para concentrarse, fundamentalmente, en lo que la mayoría quiere oir: las cosas van bien, si van mal tienen solución, y si no tienen solución, es preferiblemente no perder tiempo en encontrarla.

En nuestra sociedad, educamos a los niños y jóvenes para ser más capaces, y la enseñanza es muy apta para captar rápidamente a los más inteligentes de cada promoción. Pocos maestros y colegas no guardan referencia exacta de los mejores. Raras veces son los que triunfan en la vida, en el sentido que damos a la palabra triunfar, pero son útiles a los mediocres de su promoción, de los que suelen ser muy amigos.

Se cumple así el axioma fundamental de la vida práctica: lo importante no es saber, sino saber quien lo sabe.

Por fortuna para ellos, embebidos en sus trabajos de investigación, en sus cálculos complejos o en su búsqueda de los fundamentos exotéricos que rigen o parecen regir los pasos de la humanidad, los más listos, ayunos de inteligencia emocional por lo general, son premiados con la felicidad de estar contentos con lo que saben hacer, ayudando a los mediocres -cuando se dejan- a que no se equivoquen demasiado.

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