Parafraseando
Hay que tener mucho cuidado con las palabras. No son elementos neutrales. Aunque tengan idéntico significado, dos palabras pueden suponer que a quien las emite se le juzgue como bien o mal educado y, entre otras posibilidades, se consiga llamar la atención sobre lo que se desea o hacerlo pasar desapercibido.
Las madres eran las transmisoras principales de este valor semántico oculto de algunas palabras prohibidas, que era refrendado por otros miembros de la familia del educando y la sociedad en general. Las niñas eran material especialmente sensible, como receptoras destacadas del mensaje. No se debía, por ejemplo ni decir ni mierda -ni siquiera caca-, ni mear -ni tampoco orinar-, ni culo, palabras que deberían ser sustituídas por sus hermanas de buen tono, pó, hacer pipí y pompis.
Todas estas cuestiones y otras parecidas causarán el estupor y la risa hoy en día, en el que nadie sale a la calle ni menos se sube al automóvil sin un buen acervo de palabras de uso común (antes llamadas palabrotas o tacos) para espetárselas al primero que tarde en arrancar ante un semáforo o al peatón que apure el verde intermitente en un paso cebra; en los colegios, escuelas y guarderías, y especialmente en las Universidades, el empleo de nomejodas estoyhastaloscojones o melasuda es de uso tan común como de buen gusto para ambos géneros (o sexos, si la palabra no resulta molesta al lector).
El gran acervo idiomático del español en relación con los insultos y palabras de las tenidas antes por soeces, ofrece unas excelentes posibilidades imaginativas a los traductores de los textos en inglés en las películas, pues el archirrepetido fuck you (que los americanos siguen escribiendo, incomprensiblemente, f...you), puede ser trasladado de tantas maneras que su enumeración completa ocuparía varios comentarios como éste.
Esta proclividad a parafrasear, seleccionando las palabras para dar más énfasis o no dar ninguno, a un texto, ha llegado, por supuesto, a los escritos técnicos. Ya no se habla de "secuestro de CO2", sino "captura de CO2", y no se descarta que, dentro de poco, se pueda hablar de "paseo con el CO2" para expresar una de las muchas formas que estamos estudiando de solucionar la reducción en la atmósfera de los perniciosos gases con efecto invernadero que, seguramente porque tan denominación afectaba a la producción agraria, ahora se tiende a llamar gases causantes del cambio climático que, por cierto, más que mutación climática, van a provocar, si no hay otro remedio, una catástrofe extintiva del ser humano.
Algún ingeniero poco escrupuloso con el alcance de las palabras llamó enterramiento de una carretera a lo que ahora prácticamente todo el mundo entiendo por soterramiento; y, por supuesto, los cementerios municipales (privados como públicos, quedando ya pocos de estos últimos), se llaman tanatorios.
En la misma línea, los basureros -de los que aún tenemos, por desgracia, muchos ejemplos "salvajes" en nuestra geografía- serán menos dañinos gramaticalmente hablando si se les llama vertederos controlados, derivado civilizado de esta especie técnica que agrupa los modos del quehacer humano para llevar la basura donde no se vea.
Los vertederos controlados o no (en Latinoamérica se llaman botaderos), están en riesgo de extinción -aunque la historia va para largo- debido a una moda relativamente reciente, de hacer más complejo el trasiego de la basura, que se llama recogida selectiva. Algunos, incapaces de ver más allá de las palabras, parafrasean con mala intención, que la recogida selectiva es lo mismo que mover la mierda, y que el objetivo real es que las empresas especializadas cobren por ello más dinero, pues acaban mezclándolo todo y llevándolo al mismo sitio.
Pero eso es una falsedad. La razón fundamental de la obligación de separar la basura es permitir que ese ejército incontrolado de camionetas que se dedican a destrozar los contenedores de vidrio, papel y cartón, ropa, metal, etc., puedan encontrar juntos los materiales con los que malviven los nuevos pepenadores.
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