En memoria de otros primeros de mayo y de la madre muerta
Nada es lo que era, y el primero de mayo ha dejado de ser el día del trabajo para pasar a significar mejor el día del parado. En España, ya son/somos casi cinco millones; el gobierno dice que no se alcanzará la cifra (estamos a 4.910.120, así que ya son ganas de apostar a perder).
No ha habido manifestaciones en demanda de empleo ni congregaciones para exaltar el gozo de tener trabajo. Como es el primer domingo de mayo, además, corresponde celebrar el Día de la Madre. Ni siquiera ha habido mucho movimiento en este sentido. A las madres se les recuerda especialmente, cuando se han muerto. Salvando distancias -las que se quiera- pero una madre, como el trabajo, se valora sobre todo cuando se pierde, cuando ya no se tiene.
Las organizaciones sindicales andan, desde hace tiempo, despistadas respecto a lo que corresponde reivindicar, y ante quién. Cuando las condiciones laborales eran pésimas y los salarios muy bajos, se tenían claras las ideas y era más sencillo (y arriesgado) movilizar a los currantes. Ahora, lo difícil es inventar trabajos para los que no lo tienen.
Dicen que se genera trabajo siendo competitivos en la exportación, y especializándose y procurando orientarse hacia las nuevas tecnologías, el ambiente y esas cosas. Pero no parece haber coincidencia y, lo que es más grave, la realidad demuestra claramente que las cifras del paro aumentan sin parar.
Las grandes empresas anuncian continuamente jubilaciones anticipadas y recortes laborales. Los perqueños comercios cierran ante la presión de las grandes superficies. Las Universidades no consiguen que sus egresados se empleen tan fácilmente y, cuando lo hacen, es en puestos qie no corresponden casi nunca al nivel de estudios y a las expectativas.
Tal vez no sea tan malo que coincidan, por una vez, el día del trabajo y el de la madre. Las madres han sabido siempre lo que es trabajar, de forma silenciosa, constante, eficaz, y encuentran la satisfacción de su tarea en el cariño que despliegan hacia los suyos; que no siempre son capaces de agradérselo hasta que, desgraciadamente, ya están muertas.
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