A mala crisis, buena cara
Ofrecemos a continuación, para ilustración de adolescentes y regodeo de mayores, algunas combinaciones de palabras que la crisis ha sacado del armario y vuelto a poner en el tafetán de las conversaciones callejeras.
Porque han de ser unos cuantos -con permiso del Funcas y sus estimaciones sobre la economía sumergida- los que no tengan ni para pipas, aunque a nadie le gusta reconocer haberse quedado sin blanca, esto es, estar a la cuarta pregunta.
No es lo mismo estar en las últimas que estar a la última, cosa ésta que, en contra de los vientos que soplan, sigue habiendo bastantes que se toman muy a pecho, -y a despecho de muchos a los que, como les va mal, no les sienta bien- ya sea vistiendo de Dior, de Armani o de lo que decida el último rey de la moda que haya que ponerse o quitarse (aunque, dicho sea en honor a la verdad, con las mujeres jóvenes siempre han tenido fácil hallar la decisión de más efecto).
Si está en la situación delicada en la que los demás sospechan que no tiene dónde caerse muerto (aunque es muy probable que no muestren la menor intención de echarle un cable), lo aconsejable es que haga de tripas, corazón, y acepte cualquier curro, aunque no tenga ni pajolera idea de lo que se va a traer entre manos, ni entienda de la misa la media, la misión le deje a la altura del betún o le suponga ponerse de mierda (con perdón) hasta las cejas.
Con el agua al cuello, después de meses de estar en dique seco y ver acaso cómo le han dado con la puerta en las narices miles de veces, estará dispuesto a todo, desde atracar un Banco, tirarse al monte o liarse la manta a la cabeza, aunque tendrá que cuidar que no le pillen con las manos en la masa, ni arriesgue meterse en un fregado del que no pueda salir o, después de haberse enganchado otra vez a eso del curre, le pongan de patitas en la calle por pasarse de listo o hacer sus necesidades líquidas fuera del tiesto (que ya sería mala puntería).
Le vaticinamos que, si se ve obligado a estar a la que salta y agarrar lo primero que se le pase por delante de las narices, trabajará como un negro y, además, le pagarán -consecuentemente, quizá- en el mismo color. Pero quién se andará con remilgos en caso tan sangrante.
No espere un chollo, olvídese de peritas en dulce, de la posibilidad de no dar ni clavo o pasar la jornada papando moscas o calentando la butaca. Sudará la camiseta aunque no la lleve, y, además, una de las que le caigan de la frente, será la gota gorda.
Si se decide, con todo, a atracar un Banco o a dar la nota a la desesperada, apechúgue con las consecuencias si le trincan con el paso cambiado, habiéndola pifiado (existen otros sinónimos, que solo se usan en películas). Para no ser cogido en pelota (o pelotas), como para todo, hay que saber, y en una tierra en la que hasta el más tonto hace relojes (o paraguas), no hay que confiar en que se pueda tocar la flauta por casualidad, tanto haya Vd. nacido de pie o con una flor en salva sea la parte, que ya son rarezas (especialmente, esta última).
Resumiendo, que a mala crisis, buena cara. Y que no hay mal que cien años dure (ni cuerpo que lo resista, desde luego). Y que nunca llovió que no parara. Por eso, si está entre los pobres desgraciados que se han visto afectados negativamente por la crisis, aguante el chaparrón, aproveche la mínima para echarse algo al coleto y, como norma general, en la travesía del desierto, no enseñe nunca el trasero a quien no le vea intención de taparle las vergüenzas y sí solo de tomarse su dolor a chirigota, que de todo hay en la viña del Señor, y más, en Carnestolendas.
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