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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la mujer árabe

No hay mujeres. No hay mujeres en las manifestaciones de descontento que están consiguiendo derrocar, en acción que tiene elementos de explosión por simpatía (1), a varios de los regímenes dictatoriales islámicos.

Muy pocas, en cualquier caso. Aunque los comentaristas occidentales se han esforzado en presentar, sobre todo al principio, lo contrario.

No hay mujeres entre los miles de desplazados que se agolpan ante las fronteras tunecinas, huyendo de la guerra civil libia; hay escasas mujeres entre los egipcios, marroquíes, jordanos, argelinos, iraquíes, dakaríes, que apoyan un cambio, una apertura del poder, mayor libertad.

¿Dónde están?. Por supuesto, en sus casas. Encerradas en sus casas, impedidas a expresarse por sus maridos, sus hermanos, sus padres, sus clanes y tribus; también, por las mujeres mayores, o las más cansadas, decepcionadas o arrepentidas de que nada puede hacerse ante la superioridad física, intelectual, divina, del varón.

Podemos mirar hacia otro lado, concentrar nuestros esfuerzos de colectividad distinguida en perseguir la violencia de género de nuestros espacios, hacer difusión de los casos de ese par de cientos de enajenados que matan o hieren a sus parejas porque las quieren solo para sí, porque la mujer es su posesión.

Ahí cerca, justo donde hasta hace pocos meses nuestros dirigentes se sentaban complacientes para negociar las compras de petrólego, gas o minerales con esos sátrapas que se habían instalado en un poder omnímodo sobre los hombres de sus pueblos, una mitad de las poblaciones no tiene prácticamente derechos.

No tiene nada que ver con la religión. Hace mucho tiempo que Dios, con letras capitales o minúsculas, ha desistido de entrometerse, dándonos órdenes sobre la mejor forma de ordenar nuestras miserias.

Tiene que ver con la voluntad de dominio de unos seres humanos sobre otros, y con la tolerancia cómplice de quienes pudiendo decir, simplemente, no quiero saber nada de negocios contigo mientras mantengas una situación que priva de derechos a mujeres y a quienes tienen opiniones contrarias a las tuyas, se encogen de hombros, toman una taza de té tras otra en jaimas con aire acondicionado, y acaban firmando unas compras que les harán más dependientes de la alianza de nuestros pueblos con el retraso, la esclavitud, la barbarie.

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(1) Términos por los que se expresa que una detonación se propaga desde una masa que ha entrado en explosión, a otras, separadas de ella.

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