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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el poder de convocatoria

Hace ya tiempo que el éxito de un acto, sea celebración o velatorio, se mide en relación con el número de asistentes, y al resultado frío se le llama poder de convocatoria.

El poder de convocatoria es una variable manipulable -dentro de ciertos límites- y, por eso, los organizadores de los eventos utilizan algunos trucos para elevar su valor. Recurrir al desplazamiento de simpatizantes, curiosos o desocupados para engrosar el número de asistentes a un pronunciamiento político, utilizando autobuses y distribuyendo bocadillos y gorras de publicidad es uno de ellos. Ofrecer un cóctel al final de una conferencia (plúmbea o divertida) es otro.

Ultimamente, se han desarrollado técnicas muy precisas para medir los asistentes reales a las manifestaciones en contra o a favor de una idea. Los resultados han venido a echar por tierra estimaciones demasiado optimistas sobre el poder de convocatoria de lemas, por lo demás, bastante serios: A favor de la Paz, Por la libertad de la Guardia civil, Por la dimisión del Gobierno, Contra el paro, Contra el aborto, A favor de la libre interrupción del embarazo, Contra ETA, A favor de ETA, A favor del Estatut, En contra del Estatut,  etc.

Sean cuales fueran los esfuerzos de los organizadores de un acto, estarán lejos del poder de convocatoria de las dos manifestaciones culturales por excelencia de nuestra época: un partido de fútbol de los llamados de máxima rivalidad, de esos en los que los asistentes habrán sido informados por los medios más variados de detalles íntimos de cada jugador que desconocen hasta de su propia pareja; y un festival de música al aire libre -aunque en recinto acotado-, realizado en horas de nocturnidad, con libre circulación de estimulantes y la garantía de que los concitados puedan moverse al son de lo que toque, en especial los cuerpos del o de l@s vecin@s.

 

 

 

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