Sobre las razones de la inferioridad de las mujeres
El 25 de noviembre se conmemora -es decir, se lamenta- el maltrato de género, eufemismo para culturetas que traslada la preocupación reciente en ciertos países occidentales por las cifras que reflejan los asesinatos, fundamentalmente de mujeres, a manos de sus parejas (básicamente, hombres).
Como resulta evidente, el número de asesinatos es un reflejo reducido del número de agresiones físicas y éstas, una pequeña muestra de los maltratos síquicos y todo ello, en conjunto, una expresión de la subordinación de la mujer a un concepto masculino de los valores.
Se ha escrito tanto sobre las razones de esta injusticia, que cabría remitirse, sin más, a unos cuantos buenos análisis sobre el tema. En nuestra opinión, más intuitiva que erudita, el reconocimiento de la fuerza del grupo sobre la individualidad ha dado predominio a los hombres respecto a las mujeres en las dos actividades esenciales para subsistir: la caza y la guerra.
No parece que el parto, en un análisis superficial, apareciera para nuestros ancestros directamente vinculado con un acto sexual concreto. Igual que los preadolescentes contemporáneos no son muy conscientes de las muy probables consecuencias físicas al cabo de las 37 semanas del coito que han realizado, es muy probable que aquellas tribus primigenias atribuyeran el nacimiento de las crías, con lo que comporta de carga física para la colectividad, a un defecto de la fisiología femenina.
Por tanto, era a la mujer a la que correspondía amamantar, cuidar y proteger aquella rémora, hasta que pasaba a ser útil.
El papel de las religiones en el sostenimiento de esta subordinación no ha sido despreciable. Las religiones aparecen como una fórmula de dominio (la opción de poder comunicarse con la divinidad, con lo arcano, de dominar lo desconocido, es una manifestación de superioridad) y las mujeres no han necesitado controlar al grupo para nada.
Todavía hoy, la manera como las mujeres se comportan con total naturalidad -esto es, franqueza- para contar sus más variadas preocupaciones o problemas, constituye un ejemplo de igualdad, de libertad, al que los varones, en general, no han podido o sabido acceder.
Es importante la femineización de nuestra cultura yes imprescindible eliminar las raíces marginatorias de las mujeres en otras culturas -en el sentido de costumbres arraigadas- en las que se castiga a un ser humano, no por no tener pene, sino por no haber necesitado nombrar líderes para sobrevivir y haber encontrado las razones de agruparse exclusivamente en la posibilidad de ser algo más felices.
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