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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre currantes y mangantes

Currantes, lo que se dice currantes, hay cada vez menos. Lo que más se valora hoy por hoy es saber escurrir  el bulto, consiguiendo no dar ni clavo (o apenas) y, al mismo tiempo, dar el pego.

No queremos decir con ello que los mangantes hayan sido elevados a la categoría de ídolos de las multitudes, porque nadie reconocerá que es un mangante, y mucho menos, en presencia de su abogado. Solo que el deseo secreto de cualquier currante es que le manden a casa el sobre con la nómina (y la pasta) sin aparecer por el tajo, como no sea para firmar el recibí.

Hay que tener mucho cuidado de que, siendo un mangante, te puedan tomar por un currante verdadero. Los currantes legales se pasan todo el día de la Ceca a la Meca, sudando la gota gorda por las mismas cuatro perras. Cada día vuelven a sus cuevas del curro, derrengados, rotos, hechos una pena y no tienen fuerzas ni para apretar el botón del televisor, cuanto menos para darse un revolcón con la parienta o el momio con el que comparten los silencios.

Cuando se oye decir, genéricamente, "nosotros, los currantes", y no se está asistiendo a un mítin sindical o un discurso político, todo el mundo entiende que se pretende echar mano de una metáfora.

Currante es sinónimo en ese caso de todos aquellos que tienen un sueldín a final de mes, sin que a nadie le importe en absoluto lo que han hecho para merecerlo.

Es posible que la inmensa mayoría de los que se creen currantes no se hayan planteado jamás la rentabilidad de lo que hacen. Lo más probable es que les importe un bledo, se la traigan floja, o incluso les toque los pies, porque "ya sabrán los de arriba" qué es lo que tienen que hacer para que la cosa vaya p´alante, que para eso les pagan.

Es decir, que hay grandes probabilidades de que un currante sea un mangante.

Por supuesto, si la frase ha sido pronunciada por un líder de algún sindicato, se está refiriendo exclusivamente a los afiliados y lo habitual es que, después de unos aplausos, se pongan a celebrar el día del Trabajo (o similar) comiendo tortillas y empanadas y bebiendo vino a morro, felices con la promesa de que se va a ser inflexible en negociar que la jornada laboral se va a reducir un poquito más el próximo año.

 

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