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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre manirrotos y agarrados

Podría creerse que, en épocas de crisis, los manirrotos serían más raros de ver. Pues no. La condición de manirroto, como su complementaria, el agarrado -pronúnciese "agarrao"- no depende de la economía. Es consustancial a la naturaleza.

Los manirrotos, cuando se proponen hacer carrera, suelen dedicarse a la política. Pocos, muy pocos, manirrotos lo son por despilafarrar su propio peculio. Prácticamente todos demuestra su esplendidez o largueza con los bienes de los demás, y más especialmente, con aquellos que no tienen dueño conocido, esto es, los que son de todos.

El agarrado, por contra, lo es solo respecto a sus propios bienes, por lo que se dan casos, incluso cabe afirmar que de forma muy habitual, en que ambas características convivan en la misma persona.

Es muy simple detectar al agarrado, pues basta ponerle en la situación de pagar cualquier consumo. Parecerá que le tienen que sacar un diente al mismo tiempo que echa mano de la cartera. Si puede, se escabullirá sin pagar, alegando cualquier excusa -"tengo el coche mal aparcado" o "se está muriendo mi padre"-, si bien lo normal es que no diga nada y, al hacer las cuentas para abonar lo convenido al escote pericote, falte lo suyo y no haya forma de saber quién faltó al pago de la parte correspondiente.

El manirroto suele ser confundido con el optimista y el simpático. Cuando va de parranda, suele pedir el último, y si todos han pedido un refresco, el encarga un combinado; y si todos andan de combinado, el pide un whisky de malta doble con unos percebes. Por eso, sube la media de la consumición y él, a cambio, alardea de lo bien que le van las cosas.

Como quedó dicho, si se dedica a la política, el manirroto siempre encuentra argumentos para ver el futuro mucho mejor que el presente, con lo que se especializa en la huída hacia adelante. Poco antes de que se estrelle la colectividad que ha llevado, entre cánticos y risas, al desastre, es muy probable que se retire a sus cuarteles de verano o de invierno, y escriba sus memorias, dándose la oportunidad de comentar la ineptitud con la que los sucesores han manejado la espléndida situación que les ha dejado como legado.

 

 

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