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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre placas conmemorativas

Nuestras ciudades y pueblos se han llenado de recientes placas conmemorativas y estatuas de hipotéticos próceres modernos. Es el fruto de la voluntad de inaugurarlo todo, de trascender a la Historia, dejando la huella pretenciosamente perdurable de una inscripción en mármol, un retrato al aceite o un fundido aparatoso, con los que se recuerde que bajo el gobierno del representante popular se han empezado, terminado o entremediado edificios, escuelas, geriátricos, polideportivos, puentes o aceras.

Esa ansia de gloria (vanagloria) ha recibido una poderosa llamada de atención sobre su ridículo, con el descubrimiento en Cádiz, en las excavaciones que se están realizando en su Teatro Romano, de una placa tallada en el siglo I a. de C. en la que se lee: "Latro BE". Francisco Alarcón, director de los trabajos, la ha traducido inequívocamente como Balbo, ladrón", siendo Balbo, Lucio Balbo el Menor, -justamente quien encargó la construcción del teatro.

La idea que sugiere el comportamiento del anónimo discrepante con el previsto fausto oficial, debería ser aprovechada en tiempos modernos. Cada vez que uno de nuestros elegidos quiera inaugurar una obra costeada con los dineros de todos, pretendiendo que su nombre pase a ser recuerdo de la posteridad, pondríamos otra, en la que se exprese, junto a su nombre, "Latro".

No hace falta que se escriba en latín, puede ser en español. Lo importante es que con esa fórmula, se dieran cuenta los políticos y todos quienes se ven encumbrados a un cargo o puesto relevante, y de una vez por todas, que están al servicio de la colectividad y que lo que hagan por ella, no será por su mérito y no para su trascendencia, sino por nuestra voluntad y para nuestro disfruto. No será por su capacidad, sino por contar con nuestro apoyo. No será por su valentía, sino por contar con nuestra benevolencia.

También podría mantenerse abierta una cápsula del tiempo, con una antorcha en la que se verían arrojadas al fuego todas las pretensiones de fatuidad, obligando a los políticos contraventores a leer este texto, mientras se incorpora su nombre a la lista: "Recuerda, representante del pueblo, que el mérito es nuestro por haberte elegido para hacer realidad las mejores de nuestras razones, ".

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