Sobre la intolerancia
La intolerancia es una mala hierba de las afectividades humanas, que crece en los lugares más variados. Su ubicuidad y capacidad de adaptación la hace apta para adquirir naturaleza, incluso entre los que creen estar libres de ella. Se encuentran ejemplos de su resistencia a todos los medios, también entre algunos que alardean de haber sido creados libres de ese pecado capital, y, por ello, tiran a mansalva piedras contra otros.
Hay intolerancias descomunales, que llegan a provocar guerras. Otras, mucho más pequeñas, se limitan a causar sarpullidos en las almas. Pero la semilla es la misma en todos los casos, y es sorprendentemente diminuta.
Surgen de malentendidos, de axiomas, de verdades supuestamente reveladas. Se alimentan de odios ancestrales, de sentimientos convulsos, de rabias mal contenidas, soportadas por la envidia, la cerrazón mental, el desprecio a lo ajeno, y otros arbustos y hierbas. Florece generalmente en los terrenos baldíos de ideas, en donde puede considerarse endogámica, pero también puede campar libremente por el supuesto respeto al pensamiento de los otros, porque en su modalidad saprófita se alimenta de los desechos del ego.
Nada está libre del pecado. Las religiones, que deberían cuidar solamente la relación del hombre con Dios, han sido el pretexto en el pasado y sirven´hoy, desgraciadamente, para enturbiar las relaciones entre los hombres, causando muchas muertes en su nombre.
La globalidad ha permitido ahora que la intolerancia pueda surgir hacia una persona de la que se desconoce todo, a la que no se ha visto ni verá nunca, con la que no se tiene relación alguna, simplemente por una frase, una sospecha, un gesto que no gusta. Algo parecido a esa explosión de odio que aparece en algunos cuando el que conduce el coche que va delante no va a la velocidad que deseamos, señala mal su maniobra o se detiene para subir a la abuelita.
La carencia intelectual de no comprender al prójimo, sistemática o fortuita, que está en la base de la intolerancia, apenas necesita pretexto. Surge también cuando se malinterpretan, mirándolas con las gafas sucias de la incultura o la mala uva, las ideas más inocuas.
Hay una categoría de víctima propiciatoria para recibir la carga de la intolerancia de los más enfermos por esa mala hierba.Los que se exponen, los que se sinceran, los que crean, los más activos.
Escribir en un Cuaderno informático, como éste, aunque se pretenda hacer desde la neutralidad y el respeto, produce -raras veces, pero significativas- la cosecha de un exabrupto. Alguien desocupado e ignorante, con intenciones rastreras, escudándose siempre en el anonimato, lanza un dardo descalificador, pretendiendo más insultar que imponer su verdad.
No hay que asustarse de los intolerantes. Son un fenómeno consustancial al que opina. No sería admisible doblegarse ante el criterio vicioso de los que quieren basar sus razones en historias inventadas, medias verdades (que son mentiras completas), o monstruos de su imaginario particular.
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