Sobre la caja b (la cajita) de los partidos políticos
Se está asistiendo en estos momentos al destape judicial de un nuevo caso de corrupción política en España. Se presenta esta vez en Estepona (Málaga) y afecta, por lo desvelado hasta ahora, al alcalde socialista y a algunos de los concejales de esta población, además de a una trama cuyo alcance y urdimbre está desvelando la juez que se encarga del caso, en colaboración con la Fiscalía anticorrupción de Andalucía.
Parece ser que los detenidos y sus cómplices, en cooperación necesaria con algunos empresarios, y con la cobertura agradecida de un par de bufetes de abogados, cobraban comisiones por la adjudicación de terrenos y obras públicas. Parte del dinero se dirigía al sostenimiento del partido y otra parte la retenían los cobradores, en pago de sus servicios... y en cobertura por los riesgos asumidos.
Como sucede cuando se destapa uno de estos casos, las circunstancias concurrentes son parecidas: por un lado, se encuentran gentes que vivían por encima de las posibilidades que cabría derivar de sus salarios u honorarios y, por otra, no faltan espontáneos que confirman la sospecha generalizada del pueblo llano de que algo irregular se cuece en muchas cocinas administrativas.
Ahora le ha tocado al PSOE, pero otras veces fue el caso también de cargos significativos del PP y, a falta de una investigación exhaustiva en las hemerotecas, no es difícil imaginar que también IU, Convergencia, PNV, PRC y todas cuantas agrupaciones y siglas que se ocupan en dirigir nuestras cosas públicas, también habrán tenido o tendrán que vérselas con el sonrojo de tener que expulsar de militancia a sus esforzados cogidos in fraganti.
Víctimas caídas en manifestación del amor a su causa y del reprobable deseo de compensar con algún ingreso extra la dura tarea que -siempre mal remunerada- implica dedicarse a tratar de enderezar este país.
Resulta, sin embargo, difícil imaginar que los dirigentes del partido no estuvieran enterados de la procedencia de los dineros que, -es un suponer también-, los implicados ahora al descubierto, entregarían de forma contante y sonante en la cajita de los responsables de las finanzas de su credo. "Aquí tienes el porcentaje que hemos recaudado hasta ahora". "Gracias en nombre de los compañeros", sería el posible diálogo entre quienes hacían circular los involutos.
No hay que rasgarse las vestiduras. Antes de que el Alzheimer hiciese mella en el cerebro del Honorable exPresident Maragall, algo se había traslucido en el fragor de un intercambio dialéctico en el Parlament, luego desmentido y atribuído a una simple hipótesis de trabajo intelectual. Se habló entonces del "tres por ciento" que le dolía a un compañero de coalición de gobierno.
No es una cifra descabellada. Si la sumamos al uno por ciento dedicado a la cultura, al seis por ciento del beneficio empresarial y al cinco o diez por ciento de los gastos generales, no es difícil introducir todos estos sumandos en el cálculo de una oferta para cualquier licitación o concurso público.
Ejemplos de peajes descubiertos por la adjudicación de obras y servicios públicos, hay muchos. Desde el caso Ave-Siemens hasta el penúltimp estriptís, no faltan ni faltarán; aunque, considerado con rigor, más bien, sobran.
Todos los partidos y todas las empresas que se precien tienen códigos deontológicos que prohiben y castigan estas prácticas abominadas. Gracias a ellos, sin duda, los sancta sanctorum de las instituciones están a salvo de sospecha. Los que caen son, únicamente, aquellos a los que tocó la china de una investigación judicial, la denuncia de un colega de la oposición o, como en Estepona, y por lo que se cuenta, la delación de unos compañeros de partido que, queremos creer, se escandalizaron de estas prácticas.
Porque lo que nos resistimos a pensar que les hubiera podido guiar el despecho por no haber participado en el reparto.
A por ellos. Ojalá que la investigación sistemática de todos los casos de corruptelas en adjudicaciones de concursos y licencias no nos haga correr el riesgo de que se nos caigan todos los palos del sombrajo que sostienen los Presupuestos de las administraciones.
Porque, además, debemos dar ejemplo. "Corruption, según el ex-presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, "is one of the greaterst inhibiting forces to equitable development and to the combating of poverty. For many, it constitutes the difference between life and death."
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