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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Por razones distintas a las que expone Vargas Llosa

En un artículo que pretende ser esclarecedor acerca de su refinada posición ideológica actual ("Una rosa para Rosa", EP, 6.11.2011), Mario Vargas Llosa anuncia su voto para UPyD en las elecciones del 20 de noviembre, "porque sería el aliado ideal para el PP".

Lo indica así, después de expresar enfáticamente que "el Partido Popular cuenta con el mejor equipo de economistas y las ideas más claras (...)". Se despega, desde luego, de apoyar la opción del Partido Socialista, al que aplica, más que un juicio a su programa, comentarios críticos a la actuación de su último Gobierno, al que atribuye -lo recogemos sintéticamente- el desastre de una "cifra escalofriante" de desempleo, las "diferencias económicas más grandes" de la Unión Europea y el "altísimo paro juvenil".

Esta situación deprimente, que más bien parece responder a una síntesis académica para estudiantes norteamericanos de economía del tercer mundo, la hace derivar el político-escritor de una "razón principal": "una política económica errática, imprudente, y de la obstinación del Gobierno Socialista en negar la existencia de la crisis a lo largo de más de un año".

Con estos antecedentes discursivos, el voto de Vargas Llosa -que, dada la proyección pública del medio para el que escribe y su indudable autoridad personal, es evidente que pretende que su proceso mental sea asumido por muchos de sus lectores- sería, por tanto, un voto calificable como estrategia perversa.

En lugar de apoyar a los que defienden -o están más próximos a ellas- las convicciones personales, se defiende reforzar una opción que atempere los riesgos de radicalización del partido que se confía que, por otros votos distintos del propio, se consolide como vencedor.

No estamos de acuerdo. En una elecciones generales, en la que el voto es individual y secreto, no se trata de forzar a que cada votante elucubre, con base en hipótesis maquiavélicas, cuál convendría que fuera el resultado óptimo de la convocatoria, atribuyendo mayores o menores posibilidades a las opciones y pretendiendo corregir, dando un desmesurado valor a la decisión propia, el sesgo colectivo. Si se pretendiera ese propósito, la papeleta de voto propondría la distribución de porcentajes entre las listas (lo que complicaría, por supuesto, hasta límites inpredecibles, el recuento).

Nos parece preferible que cada uno vote -si encuentra afinidad en alguna opción electoral- a aquella propuesta que crea que le representa mejor, y que, aún sin alcanzar la añorada perfección, le ofrezca las mejores opciones de gobernar esta crisis. Esto evitaría, no solo hacer análisis esperpénticos del resultado electoral, sino, y sobre todo, que por difusión de la teoría de la estrategia perversa, acabáramos lamentando no haber podido recoger el verdadero estado de los intereses sociales.

Y tendríamos más difícil encontrar una respuesta satisfactoria a los problemas del país. Que no son, en nuestra modesta opinión, provocados por la escasez de personas capaces, sino por la dificultad que nuestro sistema de valoración de méritos ha generado para que aquellos ocupen puestos relevantes.  Y que, por cierto, contrariamente a lo que se obstinan en repetir muchos comentaristas y analistas -incluído Vargas Llosa-, no se solucionará solo con medidas económicas, sino también técnicas, sociales y éticas.

Permítasenos decirlo con la voz más alta: sobre todo, técnicas.

1 comentario

sergio -

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