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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre trofeos y méritos

Los plumajes son, en nuestra sociedad, más importantes que los méritos. Por ello, hay toda una corriente de efluvios malolientes que alimenta la consecución de plumajes con los que adornan la carencia de méritos.

Los ejemplos son innumerables. Personajes que se mueven con absoluta tranquilidad con alarde de títulos académicos que jamás han conseguido. Desde altos cargos de la administración hasta el fontanero que nos deja un papel con el móvil en el buzón.

Han florecido los currícula engordados sin rubor. Estudios en Norteamérica, master inventados de las más variadas versiones imaginativas que pretenden elevar algunos peldaños por encima de los demás mortales los méritos de los engañiflantes.Titulaciones de grado medio mostradas como competencia adecuada para realizar complejos proyectos. 

Nos contaba ayer el director del Centro de Enseñanza y Protección de la Naturaleza de Cañada Real que unos furtivos, hace meses, aprovechando la noche, seguramente con una catana, seccionaron la cabeza del macho cabrío de 18 años que llevaba su existencia pacífica en este recinto en donde se guardan cabras montesas de las que estuvieron a punto de extinguirse en Gredos. Objetivo: vender las cuernas del bicho a algún falso cazador que, habiendo colgado el trofeo imposible en el salón de su casa de rufianillo, se inventaría alguna aventura escalofriante ante sus atónitos huéspedes, persiguiendo imaginariamente la cabra entre riscos y precipicios.

Los entendidos descubren siempre las trampas, claro. Es imposible una cuerna tan lucida. Las desventuras de la vida dejan múltiples huellas de disputas, hendiduras, roces, grietas, en los cuernos de quienes han tenido que lidiar en la naturaleza agreste para salir adelante. Los méritos presuntos de los que han conseguido por internet o falsificando firmas sus títulos y honores, carecen de las huellas de sangre de quienes los han obtenido en buena lid, aunque no siempre es fácil hacerse un hueco entre los que empujan desde arriba, aupados en sus plumas de oropel y papeles de colorines.

Por cierto, al día siguiente de la hazaña, los mismos furtivos volvieron y seccionaron la cabeza de uno de los ciervos machos del Centro. Pedido satisfecho, suponemos.

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