El Club de la Tragedia: No es país para pobres
El deterioro nos hace a todos maestros de la filosofía de andar por casa, que es la manera cómoda de poner a pasear lo obvio por los desperfectos de lo que fue otrora esplendoroso.
Contemplando las ruinas de nuestro estado social y de derecho, a los aficionados a la poesía nos vienen a la mente los versos que inspiró a Rodrigo Caro en el siglo XVI la visión de la itálica famosa. Por todas partes vemos mustios collados, trágicos teatros, cenizas desdichadas.
No es España hoy por hoy, país para pobres, pero vuelve a ser un magnífico país para ricos, para gentes de buen ver y rígido talante que miran solo o fundamentalmente por lo suyo, y que, dándose cuenta -o fingiendo no habérsela dado-, se aprovechan de la desgracia de los demás para meterles un poco más profundo el calzador de su infortunio.
No es país, en esta etapa del via crucis, España, para jóvenes, que se nos van a hacer las alemanias, en donde les prometen el oro y el moro, a cambio de hacernos a los que quedamos viéndolos marchar, algo más inermes, todavía.
España no es ahora país para inteligentes, que se refugian, conducidos a latigazos, desprecios y penurias, en las cuevas de la soledad, en donde se lamen sus heridas; o que se niegan a bajar de sus pedestales en donde juegan a estilitas anunciando, entre Simón y Jeremías, males apocalípticos, sin moverse del sitio.
No es país, España, para valientes, que andan enzarzados en disputas de galgos y podencos con los que no saben ni donde tienen la mano derecha, o que se dejan empujar, falsificados, por quienes se lanzan a la calle gritando su disconformidad, sin saber qué hacer con los culpables, pero aún peor, sin saber qué hacer en absoluto.
No es España, país; es -confío en que solo por culpa de espejismos de los que habrá que liberarse- solo tierra yerma con los colores pardos de la sequía mental y de angustias, y derrotas presentidas antes de liberar batalla alguna.
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