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Al Socaire de El blog de Angel Arias

El Club de la Tragedia: Control de riesgos, deberes y derechos

El 18 de julio de cualquier año, para los españoles, es una buena fecha para la reflexión acerca de la naturaleza humana. En particular, resulta imprescindible para aquellos que nacieron con posterioridad a la guerra civil, que ya somos la inmensa mayoría.

Uno de los ángulos desde los que se puede analizar el conflicto que causó inmensa ruptura económica y social en este país -muy superior, desde luego, a la que existía antes del alzamiento- es el de las falsas razones que se movilizaron en el doctrinario colectivo para impulsar a los pacíficos a una guerra.

No tiene que ver con legitimidad de los gobiernos, ni con opciones políticas. Seguir escarbando en la traición al juramento expresado por militares de carrera para defender el orden establecido (la República) y, en dirección contraria, al sentido del deber de los que defendieron al gobierno salido de las urnas en las elecciones previas a la guerra civil, no produce más que confusión respecto a las razones.

Estoy convencido, después de haber escuchado muchas versiones, confesiones y críticas, de gentes que se encontraron luchando en una u otra facción que, después del fracaso de los autores del golpe militar -y sus comilitones civiles- para hacerse de inmediato con el poder, lo que propició la escalada bélica, en una espiral de violencia sin control, fue la necesidad de supervivencia.

No los ideales. Nada de eso. Ni la defensa de la religión católica, ni la mejora del nivel de vida a costa de los ricos, ni el aplastar el marxismo o las reinvidicaciones obreras, ni siquiera la consecución de un nuevo orden en el que se pudieran, para los poseedores del capital, hacer mejores negocios.

Es imposible encontrar una coherencia ideológica en cualquiera de ambos bandos. Por el contrario, todos aquellos que tuvieron un arma en la mano y el riesgo de caer muertos, tuvieron que resolver, y varias veces, el dilema de o matas o te matan. Para amortiguar la desazón de tener que acudir a ese juego continuamente, muchos utilizaron el odio indiscriminado al contrario, que fue alimentado desde la mentira.

Por eso, es muy importante controlar los riesgos de las actuaciones en períodos pacíficos, señalando los límites a los deberes y a los derechos de cada uno. Quien da a otro más de lo que merece, está cometiendo una injusticia si, para ello, desposee de lo que no le sobra al que lo ha merecido.

Y quien exige más de lo que, en justicia, le corresponde, ha de saber que está demandando, con su petición extemporánea, que se deje a otro u otros sin lo que es suyo.

 

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