¿Merece la pena operarse para parecerse al Joker de Batman?
Cada vez son más las mujeres de cierta edad a las que les encuentro parecido al Joker, el personaje de la sonrisa jocunda en un rostro intrigante, y que bordaba Jack Nicholson, en la versión fílmica del cómic que contaba las aventuras de Batman, el hombre murciélago.
No lo hacen, supongo, porque tener unos desmesurados labios carnosos, enmarcados por pómulos salientes de estirada piel, y aderezados por ojos saltones que proporcionan una mirada aborregada (inexpresiva), sea un nuevo ideal estético.
Tampoco creo que estas mujeres -me refiero a ellas, aunque no ignoro que también hay varones que se someten al proceso, porque los efectos me resultan más chocantes- consideren que su nuevo rostro desmerece respecto al que tenían, antes de someterse a las operaciones de manipulación.
Ellas se verán más guapas, y aquellos a quienes interese, las verán así, más juveniles, con sus pieles estiradas y sus labios perfilados a martillazos. Por tanto, me inmolo de antemano: soy yo el que no ha sabido evolucionar con la estética de los tiempos.
Pero, por si interesa a alguien, dejo aquí mi mensaje: me gusta mucho más, en el hombre como en la mujer -sí, también y sobre todo en la mujer- el envejecimiento natural, cuando es asumido sin complejos, como consecuencia del paso de la edad en un cuerpo cuidado y llevado con la hermosa dignidad de saberse mayor, pero no feo.
No voy, por supuesto, a arruinar con esta apreciación personal el negocio de miles de clínicas de estética que realizan millones de operaciones de cirugía y se aplican en el tratamiento con esa oscura bacteria, llamada clostridium botulinum, y que se inyecta en la piel, para paralizarla, con el nombre comercial de Botox.
Pero tenía que decir alguna vez que la belleza no tiene que ver, ni mucho menos, solo con los cuerpos y que, en mi modesta opinión, no guarda relación alguna con los modelos estéticos impuestos por la técnica Joker-Batman.
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