Sobre la mujer del prójimo
"No desearás la casa de tu prójimo. No desearás la mujer de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, ni nada que le pertenezca a tu prójimo".(Libro del Exodo, Sección Itró, 20;14).
Se puede decir más alto, pero no más claro. Yahvé (El Eterno), en sus conversaciones privadas con Moisés, sitúa a la mujer del prójimo al mismo nivel que cualquier otra pertenencia de aquél, salvo la casa, a la que deja en un lugar superior, al dedicarle una frase aislada.
Unos siglos más tarde, el profeta Mahoma tuvo una revelación más precisa, que le permitió escribir en la Sura de la Luz: "Y di a las creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas, y que no muestren sus atractivos a excepción de los que sean externos; y que se dejen caer el tocado sobre el escote y no muestren sus atractivos excepto a sus maridos, padres, padres de sus maridos, hijos, hijos de sus maridos, hermanos, hijos de sus hermanos, hijos de sus hermanas, sus mujeres, los esclavos que posean, los hombres subordinados carentes de instinto sexual o los niños a los que aún no se les haya desvelado la desnudez de la mujer" (28;31).
El persistente propósito del Supremo Hacedor, en sus revelaciones a los iluminados del pueblo judío (y revisionistas), por situar al hombre varios metros por encima de la mujer, podría ser interpretado como una señal inequívoca de que habló, no solamente por la boca, sino por el cerebro y las intenciones de los varones.
Pero, ¿por qué debería tener interés Quienquieraquefuese en salvaguardar de deseo a la mujer del vecino? Se ha indicado en sesudos estudios que era una manera de perseguir, para obtener garantías respecto a la filiación, el adulterio, en una época en que los medios anticonceptivos eran prácticamente desconocidos.
Esta explicación valdría para comprender que se ordenara mantenerse alejado de la casa del vecino, sino era para tomar unas pastas con té, servida con sumisión por una de sus esposas, sumisamente arrodillada ante los varones domunantes. ¡Sin embargo, prohibir desear a su mujer -la de él- es una condición exorbitante!. Urge una revisión, actualizada y no machista de estas supuestas Leyes divinas, que, al permanecer intocadas durante tantos siglos, han perdido poder coercitivo para aparecer como galimatías sin sentido.
Proponemos, aún reconciendo no haber recibido una iluminación especial, la revisión de ese Mandamiento. Y sugerimos que las próximas normas reveladas sean redactadas por mujeres. Los varones les debemos una compensación histórica y el reconocimiento de que Dios, donde quiera que deseemos ubicarlo, no puede ser utilizado para discriminar a las mujeres.
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