Sobre la mujer, como objeto de adoración interesada
Un título alternativo para este Comentario hubiera sido: La utilización del género como pretexto. Porque queremos referirnos a la repetida apelación al respeto que merece lo femenino, a la desmesurada, por impropia, apelación a que las mujeres deben ser objeto de especial consideración en estos tiempos, en relación con ese otro ser devenido en abyecto, que es el varón, el hombre con testículos.
Si no estuviéramos totalmente convencidos de que la falsa polémica sobre las virtudes de lo femenino frente a lo masculino no encuentra eco en la inmensa mayoría de las mujeres, no nos meteríamos en estos berenjenales por donde queremos que discurra este artículo. Para casi todas las mujeres, como para prácticamente todos los hombres, las mujeres no solamente son alter ego merecedor de la misma estima que los varones, sino que de la confluencia activa de las opiniones y esfuerzos de ambos sexos es donde toma toda su carta de naturaleza el propósito humano de avanzar, de hacerlo cada vez mejor, de hacerlo juntos.
Hay individuos que, faltos de formación pero, sobre todo, caídos en patologías lamentables, creen que la hembra que tienen al lado, por lo que sean, es cosa suya. Obsesionados por la posesión sexual de lo que ven solo como objeto, sufren la aberración de considerar que les pertenece la vida de alguna mujer, que pueden aplicar el injustificable principio de que "o conmigo o con ninguno". Pueden llegar a matar. Matan.
No faltan tampoco algunas mujeres que, sojuzgadas por conceptos sociales inasumibles por la sensatez, víctimas de la ignorancia y una tradición de reparto de roles que ancla sus raíces en el reparto interesado de los roles, que se había instalado en algunas sociedades que no tienen posibilidad de pervivir hoy día, creen que su lugar está entre los hijos, tras las cuatro paredes de una casa, sintiéndose así más protegidas de un mundo al parecer hostil, del que no les han dado las claves.
Aquí y ahora, hay hembras que imitan el comportamiento de los hombres por querer triunfar en las batallas planificadas por varones, compiten con criterios que deberían revisarse, todos juntos. Hay hembras que sacan partido a su belleza, que se dejan vestir o desvestir para seducir, venden su cuerpo en locales, en prostíbulos, en desfiles de pasarela, en anuncios de productos que utilizan su imagen atractiva como reclamo de un comprador mal informado.
Recuperemos de una vez la imagen de la mujer. Un ser imprescindible al concepto de lo humano, un compañero de este viaje, merecedor de idéntico respeto que el que lleva testículos, madre, hermana, amiga, socia, del padre, hermano, amigo, socio, que lo necesita de forma imprescindible para ser, entre los dos, la misma esencia.
Si la igualdad necesita un Ministerio, que no olvide que la inmensa mayoría de los hombres y las mujeres de este país, como de cualquier otro país civilizado y honrado, están a favor de esa catarsis en la que ambos sexos tienen que pedirse perdón por lo mucho que sea han ignorado, confundiendo la cama con la calma.
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