Albedrío y libre elección en el terreno de la física
Retomo en este Comentario el manoseo intelectual de una de las cuestiones verdaderamente cruciales a las que podemos dedicar nuestra capacidad de análisis. ¿Tenemos libre albedrío, es decir, hasta qué punto disfrutamos de algún grado de libertad para decidir sobre lo que hacemos?
Hemos llegado a una explicación aceptablemente satisfactoria en el mundo de lo físico, a partir de ese momento, que se resiste a desvelar su misterio, de los 10 (exp-34) segundos posteriores al big bang.
La imagen sólida -es decir, sin fisuras apreciables- que ofrece la física cuántica de un cosmos que se despliega, luego de esos instantes iniciales, como una manta en la que se produce la parcial concreción en materia de la energía, es aceptablemente satisfactoria para explicar lo físico, lo que percibimos con los sentidos.
En lo que respecta a la transformación posterior, en el espacio-tiempo de la materia, en entidades individualizables cada vez más complejas, algunas de ellas, dotadas de capacidad de movimiento autónomo e interactuación, podemos aplicar -ya con algunos huecos- las teorías evolucionistas y apelar a la selección natural para lograr una relativa tranquilidad para el modelo con el que desearíamos convencernos de que estamos entendiendo bastente de por dónde andan las cosas; al menos, a nivel macro.
De lo que no tenemos la menor idea que podamos aceptar como convincente es respecto a cómo funciona la conciencia -la nuestra, la que forma parte de nuestra sensación de existir-. No conseguimos explicarnos cómo se regulan las cuestiones por las que nos parece que somos independientes y autónomos, en un número suficientemente elevado de nuestras acciones.
Parece que podemos actuar -en escasas ocasiones, pero detectables- sobre el mundo físico (y puede que incluso sobre los sentimientos de terceros individuos) con decisiones propias, no condicionadas por nada ni por nadie.
No solamente eso. De manera que intuimos incluso como mucho más compleja, percibimos regularmente en nuestro interior material (parecería que por impulsos nacidos en el cerebro, básicamente) imágenes -muchas de ellas idénticas a las que nos ofrecen los sentidos como reflejo del mundo exterior, pero otras, distorsionadas o muy diferentes-, composiciones más o menos estructuradas que podrían haber sido reales o que nos recuperan otras que lo fueron. Se nos presentan incluso durante los momentos de sueño, y nos provocan satisfacciones o angustias a veces más fuertes que las que creemos vivir directamente, encajadas en historias que, aunque las protagonicemos, no podemos controlar.
Casi todas estas sensaciones carecen de repercusión física, esto es, no afectan al mundo real, y forman estructuras complejísimas, no regidas por leyes físicas ni por relaciones conocidas en general, y que llamamos "vida interior", porque deduciríamos, apelando siempre a nuestra capacidad de análisis sensorial, que no lo compartimos con nadie.
Las escasas interpretaciones que se han ofrecido sobre estos fenómenos que se producen en nosotros, ajenos a la física por lo que se supondría, hablan de elementos poco convincentes, recurriendo a metáforas: Los "qualia", los "zombis filosóficos", la "teoría de la continuidad", la heterofenomenología, etc.
Me apetece hoy imaginar que las decisiones que creo poder tomar respecto a lo que me rodea, en particular, en relación con otros seres humanos, forman parte de los agujeros negros de la física, y que conectan el mundo de lo metafísico -o espiritual- con lo material. Por eso, me detengo con especial interés en analizar (o pretender analizar) aquellas actuaciones que parecen nacer del libre albedrío, tanto mío como de mis semejantes, y muy especial, de aquellos a los que aprcio.
Porque las actuaciones que surgen del albedrío (1) no me interesan lo más mínimo. Esas serán pronto explicadas, sin mayores fisuras, por la física. Pero, puesto que lo que conforma la actividad consciente estará, posiblemente para el resto de la duración de la especie humana, opaco para nuestro entendimiento... siempre nos quedará...la poesía.
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(1) R.A.E. acepción 2) Voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito, antojo o capricho.
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