Al borde del abismo
Seguro que el lector recuerda aquél chiste que dibujaba a un desgraciado que, agarrado a unos matojos que le habían impedido de momento destrozarse en el precipicio al que había resbalado, rezaba a Dios que le salvara del trance. Respondiendo a su plegaria, oyó una voz sobrecogedora que le decía desde lo alto: "Hijo mío, tu fe te ha salvado; suéltate, y mis ángeles te recogerán al vuelo y te llevarán otra vez al camino".
Dice el cuento chusco que el devoto alzó la vista, y con el presumible pavor, preguntó: "¿Hay alguien más ahí?".
El ex-presidente de gobierno Felipe González se ha unido al coro de profetas que pronostican el desastre total de nuestra economía, indicando que -dada la falta de coherencia y solidaridad de la respuesta ante la crisis- "la Unión Europea está al borde de un abismo irreversible". Fue en Madrid, el 12 de septiembre de 2011., en su disertación como presentador del libro de José Ignacio Torreblanca "La fragmentación del poder europeo" (Ed. Icara & Antrazyt).
Lo cierto es que la situación que estamos padeciendo nos ha ilustrado acerca de algunas cuestiones que se nos habían impuesto como dogmas.
Ante todo, ha quedado transparente la perversidad del mercado, especialmente en lo que afecta a ciertos bienes, que permite la acumulación incontrolada de riqueza en pocas manos, cuyos intereses no pasan por la solidaridad con los demás ni el apoyo al desarrollo global, o -por añadir un elemento más de discrepancia con objetivos nobilísimos- el cuidado del medio ambiente.
Esos macroorganismos no solo controlan parcelas de poder económico y social superior al de muchos Estados, sino que están incrustados en todos ellos, utilizando mecanismos de intervención no todos conocidos.
En el otro lado de la Balanza de desilusiones, lamentablemente, la práctica ha demostrado también que la pretensión de dotar a un sistema capitalista -consolidado como única opción válida- con prestaciones sociales elevadas, en lo que se llaman Estados sociales, exige estructuras de control muy complejas.
Si no se ajusta perfectamente lo que se tiene con lo que se puede pagar, la presión social y el empuje político conducen irremisiblemente a la quiebra del modelo. Porque el futuro no puede soportar las expectativas de crecimiento que hemos imaginado para lo que se acaba convirtiendo en huída hacia adelante. Ni la sociedad en su conjunto es suficientemente solidaria y activa, ni los gobernantes realizan su función como agentes brillantes, capaces, honestos y leales, ...ni los ricos son sensibles ni los pobres son sensatos.
Como en el chascarrillo, nos queda preguntar: ¿Hay alguien más ahí?
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