Sobre las consecuencias de la rebaja en la calificación crediticia internacional
El 6 de agosto de 2011, la agencia de valoración (rating) de inversiones Standard and Poors, cumplió su amenaza de rebajar la calificación como acreedor de los Estados Unidos de América, desde la triple A a la doble A plus.
Así que, si había dudas, quedó puesto en total evidencia quiénes mandan -en el mundo. Porque los argumentos esgrimidos por los empleados de la agencia no dejan de ser un juicio interesado a la política del actual presidente del país que aún pretende liderar la economía internacional.
Lo datos objetivos nos dejan bastante indiferentes. La deuda estadounidense está situada en algo más de 14,5 billones de dólares ("billones" europeos), que es prácticamente el equivalente (97%) a su PIB anual.
Los comentaristas político-económicos han llenado páginas con sus elucubraciones respecto a las consecuencias de esa ligera disminución en la valoración de la solvencia de Estados Unidos. El gigante tendrá los pies de barro, pero los mayores efectos de la desfachatez con la que los consejeros económicos de los muy ricos diagnostican sus males, se han dejado sentir a unos cuantos miles de kilómetros de distancia, en la Desunión europea.
Confiamos que el serio lector no juzgue frívolo este comentario si lo vinculamos al inmediatamente anterior, en el que tratamos -con la ligereza evidente de quien pretende sintetizar lo que conoce solo superficialmente- de la explicación global que físicos y místicos pretenden dar a la cosmogonía.
A ese nivel cósmico, allí donde hay que integrar lo físico y lo metafísico, lo que nos indiquen las agencias de valoración crediticia, refiérase a quien se refiere, nos parece, no ya irrelevante, sino ridículo. Deberían enterarse, de una vez, que no están influyendo en absoluto en el orden cósmico y que sus aparentemente complejas escalas de valoración no son sino el producto combinado de leyes físico-matemáticas, ondas electromagnéticas y órdenes de indeterminación.
Vamos, que nos la traen floja, nos toca los pies y nos importa un bledo.
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