A disfrutar de los ochenta
No nos referimos a la década de los ochenta del pasado siglo -bastante anodina, por cierto-, sino a la suya: debe estar preparado para disfrutar de la vida cuando, superados los compromisos que ahora impiden o dificultan ese gozo, al fin se vea libre de ataduras, y entre en la década prodigiosa .
Veníamos sospechando que algo se movía a partir de los setenta, pero la confirmación -que no la clave- nos la proporcionó una viuda reciente, que -copiamos literalmente de uno de los periódicos que dieron la noticia- "lamenta que la enfermedad le haya arrebatado a su marido antes de tiempo (...)".
El medio informativo que hemos leído no concede importancia a otros detalles, sino al presunto perjuicio que sobre el difunto habría causado su dedicación durante más de 40 años a cortar piezas de uralita en una fábrica. El titular melodramático apunta en la dirección que el jefe de informativos estimó lo nuclear del caso: "Muere otro trabajador afectado por el amianto" (EL 2.09.2011).
Previamente, se nos había indicado que el finado, A.G., "murió a los 81 años". Su desconsolada mujer, con la que compartió mesas y manteles -utilizando un eufemismo parcial- durante más de 60 años, precisa su dolor con estas sentidas palabras, sin conceder relevancia al período en el que afectó también, seguramente a su marido: "Ahora que podíamos vivir más tranquilos, con los hijos ya criados y disfrutando de los nietos, él se ha muerto".
La longevidad media del español varón "al nacimiento" está cifrada actualmente en 76,9 años, pero son múltiples los ejemplos que avivan el deseo, la esperanza e incluso, la firme confianza, en que hay una vida saludable más allá de la muerte de los demás, a medida en que uno se aproxima a ese bastión fatídico.
El citado no es, ni mucho menos, un caso único. Manuel Fraga, "se retira de la política activa a los 89 años", demostrando, para que no haya dudas sobre esa realidad, que se halla en el pleno uso de sus facultades intelectuales o, si no fuera así exactamente, con una utilización de las que le queden que le sitúa muy por encima de la media (española, por supuesto).
Los ejemplos de octogenarios que se consideran en la flor de la vida -y no solo para sus propios ojos, sino, de manera ya menos comprensible, para los ajenos- se prodigan. Cayetana, duquesa de Alba, es un modelo a seguir para muchos (incluso bastante más jóvenes): Concha Velasco, 72 años, la actriz polifacética de "La vida por delante" (sic), habiendo sido preguntada acerca del noviazgo de la primera con un joven de 61 años -con el que se encuentra en estos días a punto de regularizar su situación civil- afirmó rotunda que "ya lo quisiera para mí". El "lo" es pronombre personal que sustituye el nombre de Alfonso Díez Carabantes, un funcionario que ha conquistado el corazón de la simpática octogenaria.
En fin, que habrá quien todavía dude, aportando razones, de que haya vida después de la muerte. Pero de lo que no quepa ninguna duda es que hay vida, y mucha, después de los ochenta.
0 comentarios