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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre actividades singulares (y 2)

Hay otras muchas actividades que resultan incomprensibles, aunque sus efectos se pueden catalogar de interesantísimos, por la dedicación que demandan a sus ejecutores, o la admiración o desprecio que despiertan en quienes las valoran.

Así, por ejemplo, podemos citar las de estar más perdido que un pulpo en un garaje, estar a la última o contenerse las ganas de mandarlo todo al garete. No menos enigmáticas resultan las situaciones por las que no se entiende de la misa la media, ni se pueden pasar por alto algunas cuestiones o se está encandilado hasta la médula.

Si se tienen en cuenta hasta los menores pormenores o se valoran todas las circunstancias del caso, es, obviamente, difícil que se pueda caer en un error insalvable o tropezar dos veces en la misma piedra, por no decir nada de la imposibilidad de ser tomado por tonto o que te la metan doblada.

Hay mujeres que están de un asunto hasta los cojones, de la misma manera que están hasta los pies, que es donde se ponen a disposición (a sus pies) los caballeros galantes. Quizá lo que pretenden es evitar que se cometan errores de principiante o se tengan que dar más vueltas que un tonto o que una peonza para llegar al meollo de un asunto, de cuya complejidad no cabe dudar, por muchas aristas que tenga o pifias se nos hayan descubierto.

Porque aunque puedas encontrarte en pelota (o ser visto de esta descuidada manera), siempre habrá alguien dispuesto a echarte una mano, o te queda el recurso de que puedas hacer de tu capa un sayo, para cubrirte las espaldas antes de cantarte las cuatro verdades, acaso.

Lo que no irás si estás donde Cristo dió las tres voces o en el quinto coño (o C), aunque no te hayas dado cuenta de que tus argumentos no valen un pijo ni tú mismo sirves ni para "pañar (recoger) bellotas", limpiar retretes o "mamarle el cuete" al más torpe de la manada, culpable de haber consumado la "gran chigada".

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