Sin pruebas
Resulta que lo que tenemos son solo sospechas. Nos faltan pruebas. Sí, es cierto que hay algunos informes, se han realizado estudios más o menos profundos sobre el entorno, las posibles razones, los presumibles colegas y cómplices, pero nada garantiza que la objetividad de esos análisis sea absoluta.
Necesitaríamos pruebas concluyentes, de esas que ningún juzgador se atrevería a subestimar ni despreciar, porque deberían ser admitidas por cualquiera, aunque no tuviera la menor idea ni de leyes, ni de doctrinas, ni de ideologías.
Pruebas que, sí, está Vd. en lo cierto: en realidad, deberían ser evidencias. Habrían de ser evidencias absolutas, sin matices. ¿Para qué nos servirían las fundadas sospechas de unos, frente a las rotundas negaciones de otros?. Es imprescindible poner sobre la mesa un relato de lo sucedido que absolutamente nadie, ni siquiera los propios sospechosos ni sus valedores, pueda negar.
Tiene Vd. razón, sí, esto equivale a que el sospechoso se declare culpable. Para que no haya dudas, además de las certezas, necesitamos la confesión del sujeto al que estamos atribuyendo los hechos. ¿Me dice Vd. que nadie puede ser obligado a declarar en su contra?... Pues he ahí una dificultad.
Porque no basta, si queremos ser puristas, descubrir al presunto culpable con las manos en la masa, o blandiendo el cuchillo junto a la garganta del asesinado, o con la pretina bajada al lado de la víctima. Tampoco cabe prescindir de un asomo de duda aunque el testimonio provenga de persona abolutamente creíble, y esté reforzada con soporte audiovisual que no parezca adulterado. Quién sabe qué intereses ocultos pueden haber retorcido la prueba o el testimonio.
Está, además, la cuestión de garantizar un proceso absolutamente justo, con todas las garantías éticas, procesales y emocionales, en donde la decisión pueda ser adoptada por personas reconocidamente capaces por todos, y que no hayan tenido ninguna posibilidad de contaminación, que, ellas mismas, estén carentes de la menor sospecha de animadversión o afectos hacia el sospechoso, para que puedan dirimir si las cosas sucedieron así, y no de otra manera, descartar con rotundidad que las personas que nos cuentan el relato no están inventando circunstancias o aportando detalles que agravarían o aminorarían la importancia de los hechos...
¿Tenemos todo claro?. Ah, pero lo sustancial es que los plazos están vencidos. Ha transcurrido el tiempo imprescindible para que todo lo que sucedió haya prescrito.
Y como, en consecuencia, no podríamos castigar a nadie, ni solicitar la restitución ni pedir la compensación para víctimas o expoliados, carece de interés saber quién lo hizo, porqué, cuáles fueron los efectos; hay que mantener las cosas como están, dejarlas seguir su curso; olvidar y estar más atentos la próxima vez.
Los culpables, en fin, somos nosotros. ¡Hemos sido tan lentos!
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Jorge -