Sobre la Universidad y la formación espiritual
La plática que el Papa Benedicto XVI dirigió a profesores universitarios con ocasión del encuentro JMJ en Madrid contiene, junto a las obviedades propias de un mensaje pastoral dirigido a sus propios fieles, una reflexión que sirve tanto para devotos como para agnósticos: La Universidad debe cuidar también la formación del espíritu, no solamente atender a la transmisión de conocimientos supuestamente aptos para ser aplicados en el mundo laboral.
Esta fue, en concreto, su dicción: "(...) ¿Dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable? A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica. (...) En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano."
Estamos de acuerdo plenamente con este concepto, que la Universidad española -pero no solo- ha perdido, y que afecta a la preparación del egresado universitario para sentir su responsabilidad social, y a su formación intelectual integral. Podríamos pensar que especialmente las Facultades técnicas son las que adolecen de esta falta de sensibilidad hacia las preocupaciones del espíritu -entendidas, desde luego, para nosotros, como elementos de la ética-, pero nos equivocaríamos.
La acumulación de materia sin una visión de conjunto en la mayor parte de las carreras, en un continuismo que fundamentalmente está construído para apoyar cátedras y reparto de funciones entre profesores y no dirigido hacia la mejora de la formación del alumno, es un serio problema. Aunque aún nos parece superior el hándicap que se deriva de la ausencia de la figura del "modelo de maestro", del educador consciente de que, no solamente debe enseñar materias, sino y sobre todo, comportamientos.
Necesitamos, y sobre todo en la Universidad, por su especial relevancia, profesores que formen también éticamente a sus alumnos, que les enseñen a distinguir valores. Lo ha dicho el Papa católico, pero deberían sentirlo, como una urgencia, la gran mayoría de profesores universitarios españoles, a los que suponemos laicos -en el sentido de no comprometidos con una religión concreta-, pero no podemos admitir que sean escépticos.
2 comentarios
Antonio Fumero -
No deja de ser curioso -y lo traigo aquí como potencial elemento de discusión- cómo ha sido un mundo globalizado e hiperconectado el que ha conseguido hacernos perder de vista el ánimo "universalista" de la institución universitaria.
El hecho cierto, por otro lado, es que hablamos de un profesorado presumiblemente laico (en el sentido bien matizado que tú apuntas), pero generalmente -es mi percepción- enrocado en una posición fundamentalista socialmente autorizada por un grado de hiperespecialismo patológico derivado de la industrialización de unos saberes tecno-científicos que han venido a legitimar nuestra ya caduca idea de progreso.
Puede que sea esta una oportunidad para volver a pensar en los siete saber que proponía Edgar Morin en su encargo para UNESCO (unesdoc.unesco.org/images/0011/001177/117740so.pdf), o en el desarrollo efectivo de un marco "tecnocultural" -tal como lo ha conceptualizado Fernando, el abuelo, Sáez Vacas- en el que no suceda que un 4% de profesionales formados para la investigación y el desarrollo tecnocientíficos "instruyan" al 96% restante de profesionales, ocupados fundamentalmente en el impacto socioeconómico de las tecnologías.
Miguel -
Y no me refiero sólo a la Universidad, si no a la familia, la escuela, los medios, etc.
De hecho, me sorprende que no haya habido ningún tipo de reconsideración moral y ética después de 3 años de crisis económica. La gente que hoy no tiene trabajo o dinero, volvería a gastar alegremente en el minuto uno, en cuanto su situación personal mejore.
Parece que sólo estamos buscando una nueva burbuja.