De todo un poco
Para una buena parte de los españoles, sus vacaciones se han terminado a estas alturas del verano, en el que la palabra crisis se ha enseñoreado como sustantivo muy cualificado en casi todo lo que interesa al ser humano.
Tenemos crisis económica, por supuesto; política, claro está; ambiental, no lo dudemos; y, para acabar el cuento de forma breve, existencial, que es la forma genérica de abarcar un ámbito que va desde lo filosófico a lo religioso, agrupando todo eso que los expertos en sacarle punta a lo obvio han llamado "valores de la persona".
Tanta inestabilidad provoca malestar, pues no somos los bípedos implumes amigos de navegar entre incertidumbres. Las situaciones de crisis demandan líderes que indiquen a la masa por dónde ir, aunque sea para volver a estrellarse. Quienes han vivido momentos de fuerte tensión saben que aquél que alza la voz, aparentando firmeza para sus propuestas, tiene todas las opciones de ser seguido, aunque lo que formule sea, analizado desde la calma, completamente descabellado.
Epoca esta, pues, proclive a engaños en la que aparecen hasta debajo de las piedras expertos en analizar la situación económica, proponer medidas aliviadoras o acusar al más vulnerable aparentemente como causante de los actuales males, en una pretensión de catarsis colectiva.
Calma y atentos a lo que hay detrás de las propuestas. Pocos son quienes tienen las claves, escasos quienes pueden hacer análisis fiables y muchos, en cambio, quienes vociferan lo que creen haber oído, o improvisan con intuición desafortunada medidas análogas al bálsamo de Fierabrás.
Ya lo hemos escrito otras veces. Si alguien te engaña una vez, el culpable es su mala fe. Si te vuelve a engañar, la culpa pasa a ser tuya.
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