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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Con algo más que dos pelotas

Ese desiderátum oficial de lograr la igualdad de los géneros -que no se debe confundir con la fusión de los sexos- donde ha conseguido sin duda su objetivo es en la pérdida de identidad sexual en el lenguaje, quizá porque es uno de los escasos espacios en donde los políticos están convencidos de no tener mucho que decir y, por tanto, en el que los ocupantes del agora popular se manifiestan sin directrices ni tapujos.

Resulta así, sin que nadie les haya impuesto esta forma de comportamiento verbal, que en el lenguaje los hombres y las mujeres de nuestro pequeño país se ahn hecho iguales, y utilizan el mismo vocabulario, idénticas frases, los mismos giros y retruécanos. Hombres y mujeres usan las apelaciones a los atributos sexuales sin importarles si los tienen o no, para dar fuerza a lo que expresan

Hay que hacer, sin embargo, una importante precisión: las imágenes de metafórico contenido sexual que tienen su origen en características diferenciadoras del sexo masculino, son empleadas por las mujeres sin ningún problema, pero la situación inversa no se produce jamás.

Para algunos, esta situación puede aparecer como una consecuencia más de la pervivencia subliminal de la "añoranza del pene", entendido este apéndice como símbolo de poder.

Nuestra interpretación, es justamente la contraria: resulta un ejemplo claro del imparable desprecio por parte del segundo sexo (a despecho de lo que piensen el primero y el tercero) hacia ese adminículo y sus pendejos colaterales que forman parte inseparable -al menos, no desgajable sin dolor- del cuerpo masculino y, cuya utilidad, con los nuevos tiempos que ahora corren, se ha visto no solo controvertida, sino puesta al mismo nivel  que el consolador y otras manipulaciones que están al alcance de cualquiera.

Tal vez esta trivialización de lo específicamente viril sea la razón por la que muchas féminas están con harta frecuencia hastaloscojones o les importaunpito lo que les pueda suceder, e incluso exigen/prohiben que nometoqueslosgüebos a la primera de cambio en que el entrometido quiere hacerles la puñeta.

El desequilibrio, sin embargo, ha pasado a ser de signo inverso. Porque, como quedó expresado, estamos aún por oir -no digamos ya, por ver- que un varón esté hastalosmismosovarios o le importeuncoño cualquier asunto que realmente le parezca de poco interés o le cause la menor sospecha de desazón. Lo que no nos impide imaginar que, de seguir las cosas su evolución natural, descartemos que esté próximo el momento en que los varones empiecen a notar en el habla que tiene más fuerza apelar a los órganos sexuales femeninos que a los propios.

Son, al fin y al cabo, los efectos de la evolución del lenguaje, al encuentro de las expresiones que encajan mejor con lo que el momento pide. Cada vez son menos los necios de capirote, los bobos de baba y más los tontos del culo, y los maricones de cartel van cediendo sitio a los gilipollas y cornudos.

No queremos extendernos en más elucubraciones, porque echar mano a lo que se entiende por insulto en una sociedad acaba siempre por levantar alguna ampolla.  Quizá, hoy por hoy, lo peor que se puede llamar a un tipo es banquero y, en cambio, ser emprendedor está bien visto, y no digamos, ser bloguero, estar enredado con cientos de desconocidos en intercambios de paridas.

Por la razón que fuere, hasta la nueva presidente del FMI ha declarado públicamente, viniéndole al cuento por culpa de aquel que sustituye -caído en el pozo de una sensualidad de cajón y billetera-, que hay demasiada testosterona en las decisiones económicas, lo que es equivalente a poner el dedo en la llaga de lo impregnado que de sexo está el ambiente, pero no el virtual, el que surge de los recovecos de la líbido.

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